Como muchas de las primeras novelas escritas en la juventud, La última ceniza, se encuentra llena de fuerza en la prosa y experimentación narrativa, que van dictando las bases de ese inicio de la búsqueda de la propia voz del autor. Aunque la novela trata muchos temas, me atrevía a sintetizarla en la siguiente frase:
“Es una novela psicológica que escarba en los claroscuros y recovecos de las relaciones humanas y en la mente de los seres humanos que aman y sufren en los distintos entornos y esferas sociales”.
Es por esto, que evidentemente tenemos un juego narrativo y de perspectivas, en donde en algún momento emerge la figura del narrador dudoso o engañoso, quien le hace cuestionar al lector sobre la verdad en la historia y sobre cada uno de los personajes y sus respectivas versiones. Y a través de esta amalgama de voces, los personajes se relacionan y se entrecruzan entre sí, en medio de una variedad de temas y emociones como: los traumas, las pérdidas, la violencia de género, la imagen de sí mismo, el cuerpo, las palabras, la verdad, las mentiras que nos decimos y con las que se justifican acciones, la psicología, el desamor, la infancia y la familia.
Montserrat menciona que se siente muy orgullosa de su primera novela, al contrario de muchos escritores que denigran de sus primeros trabajos. Y debería seguir alzando la cabeza, porque su novela exuda juventud, conflicto, fuerza y muchas otras emociones tan genuinas en esos años en que se adolesce del alma y del cuerpo, y dejan la marca para la posteridad. Me parece una novela bien escrita, estructurada y con cuidado, afecto y entendimiento hacia sus personajes, quienes son llevados a través de un naufragio tormentoso por su autora, con una prosa que no escapa de los contrastes: Poética, sutil, y a la vez, visceral. Vale la pena descubrirla y leerla.