sábado, 12 de junio de 2021

El aprendizaje del escritor (Jorge Luis Borges) - Fragmentos

Reseña y Fragmentos de El aprendizaje del escritor


El aprendizaje del escritor (Jorge Luis Borges)

Seminario sobre escritura en la Universidad de Columbia, en 1971.


El libro es una transcripción de tres seminarios del gran escritor argentino, Jorge Luis Borges, en la Universidad de Columbia. Me parece un muy buen y valioso archivo de estas conferencias sobre literatura, dividida en tres partes: cuento, poesía y traducción. En donde además de sus conocimientos, también leemos interacciones con los estudiantes de la universidad, su traductor al inglés y otras personas que le sacan de forma espontanea un poco más sobre este material del aprendizaje del escritor.

Resulta curioso que el libro sea resultado de un proceso oral, pues logra que por momentos nos sintamos presentes en esa sala, atentos a cada una de las palabras de Borges. 

Además de los temas de cuento, poesía y traducción, que son las tres grandes divisiones del libro, también se tocan temas sobre la novela, su método de escritura, la historia, su propia biografía y su país. Así como también el análisis en directo y comentado de algunos de sus textos y poemas. 

Todo el libro es interesante, pero acá he seleccionado algunos fragmentos, por si se interesan en adquirirlo. 



Fragmentos


Fragmento 1. 

"El oficio del poeta, el oficio del escritor, es un oficio raro. Chesteron dijo: <only one thing is needful, everything> (solo una cosa es necesaria, todo). Ese todo para un escritor es más que una palabra genérica; ese todo para un escritor es literal. Representa lo capital, lo esencial, representa las experiencias humanas. Por ejemplo, un escritor necesita soledad, y consigue su parte. Un escritor necesita amor, y será amado y amante. Un escritor necesita amistad. De hecho, un escritor necesita el universo. Ser un escritor es, en un sentido, ser el que sueña despierto; vivir una suerte de doble vida. (...) mi padre fue un hombre de letras -aún eso no fue suficiente. Yo necesitaba algo más, que eventualmente encontré en la amistad y en la conversación literaria.

Lo que una gran universidad debería ofrecer a un joven escritor es precisamente eso: conversación, discusión, el arte del acuerdo y, lo que es acaso más importante, el arte del desacuerdo. Y como resultado de todo eso, es posible que llegue el momento en que el joven escritor sienta que puede trasmutar sus emociones en poesía. Un joven escritor debería empezar, desde luego, imitando a los escritores que le gusten. De modo que el escritor se convierte en sí mismo perdiéndose a sí mismo -esa extraña forma de doble vida, de vivir en la realidad tanto como se pueda y al mismo tiempo de vivir en esa otra realidad, aquella que uno tiene que crear, la realidad de sus sueños.



Fragmento 2.


Junio 1968


En la tarde de oro

o en una serenidad cuyo símbolo

podría ser la tarde de oro,

el hombre dispone los libros

en los anaqueles que aguardan

y siente el pergamino, el cuero, la tela

y el agrado que dan

la previsión de un hábito

y el establecimiento de un orden.

Stevenson y el otro escocés, Andrew Lang,

reanudarán aquí, de manera mágica,

la lenta discusión que interrumpieron

los mares y la muerte

y a Reyes no le desagradará ciertamente

la cercanía de Virgilio.

(Ordenar bibliotecas es ejercer,

de un modo silencioso y modesto,

el arte de la crítica.)

El hombre, que está ciego,

sabe que ya no podrá descifrar

los hermosos volúmenes que maneja

y que no le ayudarán a escribir

el libro que lo justificará ante los otros,

pero en la tarde que es acaso de oro

sonríe ante el curioso destino

y siente esa felicidad peculiar

de las viejas cosas queridas.

(Jorge Luis Borges)


(Borges escribió el poema luego de regresar a su casa, tras pasar un año en Harvard. Podía volver a tocar sus libros pero ya no podía verlos: estaba ciego)


"Todo el asunto del poema es esa rara felicidad que sentí, aunque estaba ciego, de regresar a mis libros y disponerlos en los anaqueles. Me sentí bastante lúcido cuando lo hice. El hecho de que el hombre (que soy yo) sea ciego está sugerido a lo largo de todo el poema"



Reseña y Fragmentos de El aprendizaje del escritor



Fragmento 3.

Borges sobre poesía


"Creo que los poetas jóvenes tienden a empezar con lo que es en realidad lo más difícil: el verso libre. Este es un grave error. (...) Yo cometí ese error cuando publiqué el primer poemario mío, Fervor de Buenos Aires, hace ya mucho tiempo, en el año 1923. Escribí ese libro en verso libre -había leído a Whitman, desde luego- porque creí que era más fácil. Ahora sé que es ciertamente más difícil. Si yo tuviera que escribir algo en el momento, si tuviera que fabricar algo en apuros, recurriría a una forma convencional, ya que es más fácil para mí. De modo que mi consejo a los poetas jóvenes es el de empezar por las formas clásicas del verso y sólo después de eso ensayar posibles innovaciones. Recuerdo una observación de Oscar Wilde, una observación profética. Él dijo: <Were it not for the sonnet, the set forms of verse, we should all be at the mercy of genius> (cuando no sea para el soneto, las formas cerradas del verso, todos habremos de estar a merced de la genialidad). Esto es lo que está ocurriendo actualmente; al menos esto es lo que está ocurriendo en mi país. Casi todos los días recibo libros de versos que me ponen a merced de la genialidad; es decir, libros que me parecen sin sentido. Ni siquiera las metáforas en ellos son discernibles. Se supone que la metáfora es el contacto momentáneo de dos imágenes, pero en estos libros yo no veo tales contactos. Tengo la impresión de que todo ha sido hecho de modo azaroso, como por una especie de computadora desquiciada. ¡Y se espera que yo sienta o disfrute algo! Yo cometí ese error de genialidad en ese primer libro mío (creo que en el segundo también; acaso también en el tercero), y luego descubrí que hay algo realmente mágico e inexplicable en los sonetos. Esta forma, que en sí misma parece ser parcialmente azarosa con sus varios patrones y esquemas de rima -el italiano, el shakespierano, el spenseriano- es capaz de producir muy diversos tipos de poemas."

(Jorge Luis Borges en Seminario sobre escritura en la Universidad de Columbia, en 1971. El aprendizaje del escritor)



Fragmento 4.

Borges sobre tres de sus cuentos inmortales


Estudiante: Hay un cuento de una enciclopedia...

Borges: Supongo que usted se refiere a "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", cuento en el que el mundo entero está siendo modificado por una enciclopedia. Escribí ese cuento cuando era todavía bastante joven. Hoy ya no intentaría ese tipo de cosas; después de todo, quiero cambiar. Ahora abrigo esa modesta ambición: quiero ser otro, quiero escribir de otra forma, de una forma inesperada.

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Estudiante: En uno de sus cuentos usted dice que podemos ser personajes en el sueño de otra persona.

Borges: Sí, ese cuento es "Las ruinas circulares", y por lo que sabemos puede que sea cierto. Ustedes me están soñando. No, me equivoco. Yo soy quien los sueña a ustedes.

Estudiante: ¿Cómo funciona esta idea del sueño?

Borges: Es una idea muy antigua, una idea de los idealistas, de Berkeley y de los hindúes, y también, creo, del Rey Rojo de Lewis Carroll.

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Estudiante: ¿Cómo hizo para soñar a "Pierre Menard, autor del Quijote"?

Borges: Yo había sufrido un accidente y una operación; estuve muy cerca de la muerte sin pensar nunca en ella. Después del accidente, yo no sabía si podría seguir escribiendo. Entonces, me dije, si trato de escribir un ensayo crítico breve y fracaso, sabré luego que no me quedan esperanzas. Si hubiera intentado escribir un poema, eso no me hubiera dicho nada, porque los dones son revelados por la musa o el Espíritu Santo. Así que intenté algo nuevo - un cuento que era un poco una argucia también - y cuando lo logré vi que podía volver a la literatura y ser, bueno, no un hombre feliz, de modo que nadie es feliz, pero al menos pude sentir que mi vida estaba de algún modo justificada. Mucha gente en Buenos Aires y dos hombres de letras conocidos míos en particular tomaron todo el asunto en serio. Uno de ellos me dijo: <Por supuesto, yo sé todo sobre Pierre Menard. Supongo que estaba fuera de sus cabales>. Y yo le dije: <Sí, eso supongo, pero era esa una locura interesante ¿no?>. Ese fue uno de los primeros cuentos que escribí. Sigo diciendo que fue el primero, pero lo cierto es que fue el segundo o tercero.

(Jorge Luis Borges en Seminario sobre escritura en la Universidad de Columbia, en 1971. El aprendizaje del escritor)



Fragmento 5.

"Y, en general, creo que lo más importante en un cuento es la trama o el argumento; en cambio, en una novela son menos importantes las situaciones que los caracteres. No es imposible que ustedes piensen que la escritura del Quijote depende de los episodios; sin embargo, lo que es realmente importante es el carácter de los dos personajes, Alonso Quijano y Sancho Panza. En la saga de Sherlock Holmes, de igual modo, lo que realmente importa es la relación de amistad que hay entre un hombre muy inteligente y un hombre más bien tonto, como el doctor Watson. Por lo tanto -si me permite hacer una generalización-, puestos a escribir una novela, deberían saber todo acerca de los personajes,y cualquier argumento estará bien; en cambio, en un cuento es la situación lo que importa. Esto sería cierto también para Henry James, por ejemplo, o para Chesterton"

(Jorge Luis Borges en Seminario sobre escritura en la Universidad de Columbia, en 1971. El aprendizaje del escritor)



Reseña y Fragmentos de El aprendizaje del escritor

 

Fragmento 6.

Borges sobre su cuento "Deutsches Requiem"


Estudiante: ¿Y en el caso del cuento que escribió acerca del teniente nazi?

Borges: "Deutsches Requiem". Lo que ocurre en ese cuento es bien diferente. Yo, por supuesto, era partidario de los Aliados. Cuando los alemanes fueron derrotados sentí una gran alegría y un gran alivio, pero al mismo tiempo pensé en la capitulación de los alemanes como en algo de algún modo trágico, porque allí teníamos acaso la gente más educada de Europa, que tiene buena literatura, una buena tradición filosófica y poética. Y aún así, estas personas fueron dóciles a un desquiciado llamado Adolf Hitler, y yo creo que ahí hay una tragedia. Entonces, yo traté de imaginar un nazi que lo fuera realmente; un hombre que realmente pensara que la violencia por la violencia misma fuera loable; un hombre a quien le parece que está bien que sean inexorables con él ya que él había sido inexorable con otros, y escribí ese cuento que muchos interpretaron como una adhesión mía a la causa de Hitler. No, no es eso; yo inventé un nazi perfecto, un nazi despiadado no sólo con los otros -lo cual es fácil- sino despiadado consigo mismo, y que acepta esa suerte como justa. Por eso, pensé que a ese arquetipo de nazi no le hubiera preocupado que lo derrotara; después de todo, las derrotas y las victorias son meros asuntos del azar. Él se hubiera alegrado incluso de que los norteamericanos o los ingleses ganaran la guerra. Pero ese cuento no tuvo el propósito de ser un panfleto político. Tuvo la intención de representar el hecho de que había algo trágico en el destino de un verdadero nazi. Salvo que me pregunto si existió alguna vez un verdadero nazi. Al menos cuando yo visité Alemania nunca conocí a uno. Parece que la gente tiende más bien a apiadarse de sí misma y no de los otros.

(Jorge Luis Borges en Seminario sobre escritura en la Universidad de Columbia, en 1971. El aprendizaje del escritor)



Fragmento 7.

Conversación entre Jorge Luis Borges y Norman Thomas di Giovanni (su traductor al inglés) sobre la traducción.


Borges: Además, ustedes podrían pensar que no hay autor; después de todo, sólo existen la musa o el Espíritu Santo.

Di Giovanni: Yo no creo que deban abordar los textos o los autores como si fueran objetos sagrados ni ser abiertamente conscientes de que están traduciendo. Creo que el trabajo tendría que considerarse como el de la escritura, en este caso, en inglés. Es una pena que no todos los traductores puedan tener la experiencia de trabajar codo a codo con el autor. A mí me ha ayudado enormemente a ser libre como el original; Borges me exhorta: "¡Hágalo a un lado y siéntase libre!". También le quita el tedio a la traducción, por no decir nada del lujo que implica saber si uno está o no en lo correcto en las interpretaciones de los pasajes intrincados. En fin, yo estoy en contra de las traducciones literales. Algunas de las mejores traducciones apenas tocan el original.

Borges: FitzGerald, por ejemplo.

Di Giovanni: Por supuesto, cuanto más libre sea uno, mejor traductor tiene que ser.

Borges: Yo ignoro el hebreo, pero siempre consideré la versión de King James como una muy buena traducción de la Biblia. Y acaso sea mejor que lo que una traducción literal pudiera ser.

(J. L Borges en Seminario sobre escritura en la Universidad de Columbia, en 1971. El aprendizaje del escritor)



Fragmento 8.

Y a propósito del capítulo de las palabras y autores díscolos, recuerdo este poema de Borges:


Invocación a Joyce

Dispersos en dispersas capitales, / solitarios y muchos, / jugábamos a ser el primer Adán / que dio nombre a las cosas. / Por los vastos declives de la noche / que lindan con la aurora, / buscamos (lo recuerdo aún) las palabras / de la luna, de la muerte, de la mañana / y de los otros hábitos del hombre. / Fuimos el imagismo, el cubismo, / los coventículos y sectas / que las crédulas universidades veneran. / Inventamos la falta de puntuación, / la omisión de mayúsculas, / las estrofas en forma de paloma / de los bibliotecarios de Alejandría. / Ceniza, la labor de nuestras manos / y un fuego ardiente nuestra fe. / Tú, mientras tanto, / forjabas en las ciudades del destierro, / en aquel destierro que fue / tu aborrecido y elegido instrumento, / el arma de tu arte, / erigías tus arduos laberintos, / infinitesimales e infinitos, / admirablemente mezquinos, / más populosos que la historia. / Habremos muerto sin haber divisado / la biforme fiera o la rosa / que son el centro de tu dédalo, / pero la memoria tiene sus talismanes, / sus ecos de Virgilio, / y así en las calles de la noche perduran / tus infiernos espléndidos, / tantas cadencias y metáforas tuyas, / los oros de tu sombra. / Qué importa nuestra cobardía si hay en la tierra / un solo hombre valiente, / qué importa la tristeza si hubo en el tiempo / alguien que se dijo feliz, / qué importa mi perdida generación, / ese vago espejo, / si tus libros la justifican. / Yo soy los otros. Yo soy todos aquellos / que ha rescatado tu obstinado rigor. / Soy los que no conoces y los que salvas.





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