domingo, 16 de junio de 2013

Carta al Hijo (A.S.B)






Querido hijo, no sé cómo te hubiese llamado, tal vez Arturo, Andrés, o en el caso que hubieses sido bendecido con la esencia femenina, tal vez Alicia o Aurora. Debes entender mi obsesión con las A. 

Escribo esta carta a ti que la estás leyendo, para el hijo que siempre quise pero nunca tuve. Y no fue por impotencia o falta de amor y ganas, sino por dos razones, una por ti y otra por mí. Nunca me sentí preparado, quería que cuando vinieras al mundo, yo pudiera ser tu guía, tu ejemplo y tu amigo. Estar contigo y amarte en cada segundo. No que sólo me vieras en tu tierna infancia pocas horas al día. Quería ver tus primeros pasos, escuchar tus primeras palabras y responder a todas tus preguntas, cuando la asaltante curiosidad aflorara en tu ser. Pero no estaba preparado. 

No estaba preparado para ceder a las presiones de mis padres y el de la sociedad, en esa lucha contra la tradición de traer un hijo al mundo en determinado tiempo de la vida. No te quería como una opción, un suplemento o una solución. 

Si es cierto que en mi juventud, muchas veces dije que no te traería al mundo, te soñé varias veces y viviste casi que toda una vida conmigo en mis pensamientos. Así como al fin y al cabo, muchos hijos terminan en esperanzas de ideales fallidos de los padres.
No quería que llenaras el vacío de mi soledad. No quería que fueses el regalo celestial que mejoraría el matrimonio. No quería que fueras una masa predestinada a hacer o suplir algo específico… sólo quería que fueses tú. Y el mundo no parecía estar listo para ti.

Tal vez fui cobarde, pero hijo mío, siempre fuiste tan importante para mí, que no quería enfrentarte a mi mundo. Quizás te imaginé frágil y vulnerable como yo, como una persona con una lucha constante con la vida y contra sí mismo. 

Hace poco escuché en las noticias, que en un pueblo del Caribe colombiano, 3 de cada 10 niñas menores de 17 años estaban embarazadas, que la población se multiplica de forma más rápida que otros años, que los recursos se agotan, mientras que la producción y el consumo aumentan. Que muchas almas esperan en una larga fila, su turno para llegar o regresar a la tierra nuevamente a este que parece un espacio de redención.  Pero no estaba preparado para contribuir a esa lista de “nuevos habitantes” que sobre poblarán el mundo. Un mundo de consumo y sufrimiento, que a pesar de todo tiene cosas muy bellas. Todas esas que hubiese querido mostrarte y descubrir contigo… pero no estaba preparado.
 


 





Se habla mucho de ustedes como el “futuro del mundo”, pero destruimos ese ideal a diario con nuestras acciones. Ustedes son la razón y el propósito de muchas obras, promesas, políticas y proyectos, que terminan en difundirse y difuminarse por otros intereses particulares.  

No estaba preparado para exponerte a un sistema educativo que mata las ideas y suprime al ser. Tampoco para que sufrieras algunos estragos que quedan aún en mí de la educación tradicional y machista. Temía de que en algún momento perdiera la cabeza, mareado por el movimiento del mundo y que a causa de mi frágil inconsciente salieran a relucir fantasmas del pasado. Yo no quería gritarte, mucho menos pegarte, lastimarte o herirte con esas palabras que dejan una cruel cicatriz de por vida. Y no quería que mientras fueras creciendo, aflorara de mi boca el reproche y todos esos ademanes de los cuales ignoramos su impacto.

No sé si serías tan perceptivo como yo y estoy seguro de que hubiese tratado de evitar todos esos males y acciones que he descrito contigo… pero no estaba preparado.  Aún me encontraba trabajando, ya como miembro oficial del sistema, y el movimiento caótico del mundo parece incentivar a que los robots que crean, exploten de vez en cuando. Por eso… no estaba preparado. 

Finalmente hijo, tú que estás leyendo ahora esta carta. Aunque nunca te tuve, siempre viviste en mí. Dejo esta carta a cualquier persona que en algún momento la encuentre… y puede que le sirva. O tal vez, encuentre su destino dentro de los escombros de la basura, que cada vez abundan más en nuestra superficie. Pero hijo, sí ten presente, que aunque nunca estuve preparado, siempre te quise.


A.S.B
 





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