Filosofia Ciencia y Religión





Hola a todos, comparto una pequeña reflexión, inspirada en un acontecimiento reciente (aunque ya me ha pasado varias veces):

 

"Oración" a Nietzsche

"Oh Nietzsche, que por haber "matado" al Dios de la terrible Edad Media, fuiste condenado históricamente e injustamente al prejuicio y la desacreditación ideológica. Espero que la humanidad sea mas consciente y reflexiva con tus pensamientos, y no me miren raro (aunque en realidad no me importa), cuando confieso mi admiración por ti" 
(A.S.B)
 

 

 

Maravilloso Video: OVNIS (Ufos) en pinturas antiguas

 

Video: Pensamiento de Albert Einstein sobre Ciencias y Religión

 

¿Puede la mente causar, o ayudar a causar enfermedades físicas? Asenssi Teixidor y las 8 Leyes Biológicas.

Pueden entrar al siguiente enlace y observar el artículo y distintos videos del autor:

Investigación de Asenssi Teixidor - 8 Leyes Biológicas 

 

 

Entrevista con el físico profesional Henry Stapp sobre lo que la física contemporánea dice acerca de la conciencia







El Dr.Henry Stapp es un físico profesional, especialista en física cuántica y en el estudio de la conciencia humana, quien ha desarrollado interesantes puntos de vista sobre la relación entre la conciencia y el universo físico a partir de los hallazgos más sólidos de la física contemporánea (física cuántica). Sobre la posibilidad de la supervivencia de la conciencia después de la muerte, Stapp piensa que nada en la física contemporánea impide esa posibilidad. En otras palabras, la supervivencia de la conciencia es compatible con la física actual (sin embargo, Stapp añade que si la conciencia sobrevive o no al cuerpo físico, es una cuestión que debe determinarse examinando la evidencia, posición que compartimos totalmente). Pueden leer el artículo de Stapp sobre la física contemporánea y la supervivencia de la conciencia en este enlace.

Lo que sigue a continuación es la traducción al español de una entrevista efectuada al Dr.Stapp, por parte de Ross Robertson. Todo estudioso de la ciencia noética debería familiarizarse con el trabajo científico del Dr.Stapp. Lean esta entrevista y reflexionen sobre ella:

En el colorido y frenético bullicio de la inauguración de la Conferencia sobre ciencia y no dualidad que tuvo lugar en Marin County, California, el año pasado, Henry Stapp, me llamo la atención inmediatamente. Subió tranquilamente al escenario, sin nada frenético o colorido acerca de el, pero apenas empezó a hablar, instintivamente abrí mi computador y empecé a escribir lo mas rápidamente posible.

Había algo en este científico duro provisto de una voz fácil, que vestía un traje gris, y que no malgastaba palabras, que cortaba a través del revuelo de cientos de otras charlas y de powerpoints como si fuera un cuchillo cortando a través de la masa dura y amarga de San Francisco. No lo sabía en ese momento, pero estaba a punto de tener una experiencia rara y metafísica – una apertura hacia el mundo opaco de la física cuántica tan simple y cuidadosamente entregada, que incluso un lego podría entrar y admirar el tema, aunque fuera por solo un instante, apreciar el contorno de un ámbito misterioso del cual muchos hablan pero que pocos entienden.

Stapp, es uno de ellos. El es un físico teórico y una figura altamente respetada de la mecánica cuántica, que trabaja en el Laboratorio Nacional de Lawrence Berkeley, pasado el puente de East Bay. Muy temprano en su carrera de cincuenta y algo años, tuvo la oportunidad de trabajar directamente con muchos de los gigantes mas grandes del campo, incluyendo a los premios Nobel, Emilio Segré, Owen Chamberlain, Wolfgang Pauli y Werner Heisenberg.

También los trabajos de John Von Neuman tuvieron una gran influencia en él en relación a los fundamentos matemáticos de la teoría cuántica, lo que le dio una sensación inicial acerca de cómo la mente y la materia estaban fundamental e inextricablemente vinculados por medio de las reglas de la mecánica cuántica.

Al leer la biografía de Stapp, uno aprende que a lo largo de los años, él ha hecho importantes contribuciones a cosas como “el análisis de la dispersión protón-protón” y “el desarrollo de la teoría analítica de la matriz S”. Pero por lo que mas se lo conoce es por su constante interés en las implicaciones de la física cuántica en el estudio de la conciencia. En 1959, escribió, aunque nunca publicó un ensayo intitulado “Mente, Materia y Mecánica Cuántica” anunciando ideas que eventualmente elaboraría en docenas de escritos académicos y artículos técnicos, como también en dos libros muy populares, Mente, Materia y Mecánica Cuántica (1992) y el Universo Conciente (2007). Como escribe en el Universo Conciente“ la revisión de la comprensión de la naturaleza de los seres humanos, y del papel causal de la conciencia humana en el desenvolvimiento de la realidad, es, yo creo, la cosa mas estimulante de la nueva física, y probablemente, en último análisis , también la contribución mas importante de la ciencia al bienestar de nuestra especie”.

En esta entrevista, como es todo su trabajo, Stapp se acerca a la concepción mas conservadora de la mecánica cuántica, la ortodoxa “interpretación de Copenhagen” que fuera articulada por Heisenberg y el físico danés, Niels Bohr. Pero ello no lo ha inhibido de lanzar un ataque tan apasionado como devastador a los supuestos prevalecientes de el materialismo científico que aún gobiernan nuestra era. En cierto sentido, su genialidad particular reside en la manera que combina una cierta osadía con una circunspección finamente medida. Tiene una voluntad de mantenerse dentro de las fronteras de lo que puede ser cuidadosamente y mejor comprendido, hasta el borde de lo que conocemos – y desde allí, se expande pacientemente, con el corazón de un aventurero, un poco mas allá del borde hacia lo desconocido.

Nota del editor: los conceptos que aquí se emiten son complejos. Hemos trabajado muy cerca de Henry Stapp para hacerlos lo mas accesible posible, sin sacrificar la precisión. Para una versión mas amplia de esta entrevista, que ha sido elaborada por el Dr Stapp para los lectores mas técnicos en la materia, por favor visite: www-physics.lbl.gov/-StappEditedVersion.pdf. 

ENLIGHTENNEXT: En octubre pasado, lo ví dando una presentación fascinante en la Conferencia de Ciencia y No dualidad Ud. mostró una breve historia de la relación entre mente y materia en la ciencia moderna, empezando por Newton y Descartes y terminando con una comprensión revolucionaria de la mecánica cuántica. Quisiera empezar solicitándole que nos presente brevemente esa misma historia. Si recuerdo bien, ud empezó con el dualismo clásico del cartesianismo, en los cuales se piensa que la mente y la materia están completamente separados.

HENRY STAPP: Así es. En el siglo diecisiete, René Descartes concebía que la naturaleza estaba compuesta de dos tipos de cosas muy diferentes: las cosas materiales, que estaban ubicadas en el espacio, y las cosas mentales, tales como los pensamientos, ideas y emociones. El mundo de las cosas materiales, que Descartes denominaba “res extensa” puede ser descrito en un lenguaje matemático simple. Por ejemplo, le asignamos cantidades matemáticas a puntos de espaciotiempo para expresar cosas como las trayectorias de las partículas físicas, o las fuerzas de campos eléctricos o magnéticos. Por otra parte, el mundo de las cosas mentales, que Descartes llamaba “res cogitans” se describe en el lenguaje de la experiencia. Y todos nosotros sentimos que en cierto sentido, nuestro yo interno o self “es”este flujo o corriente de experiencia conciente.
Para Descartes, estos aspectos físicos y mentales de la naturaleza estaban ontológicamente separados y funcionaban de acuerdo a leyes fundamentalmente diferentes. Esta es la noción clásica del dualismo cartesiano, y también, el fundamento sobre el cual se construyó la física moderna. De acuerdo a la ley del movimiento de Newton, todo el universo físico, desde los objetos mas grandes hasta los objetos mas pequeños, es físicamente determinístico. Esto quiere decir que una descripción completa de todas las propiedades físicas que existían justo después del “Big Bang” determinaría completamente cada propiedad física de nuestro universo presente.
Por mas de doscientos años, esta idea del determinismo físico universal relegó a nuestras mentes a un papel de observadores pasivos, completamente fuera de las leyes de causa y efecto. No había una manera racional de explicar, estrictamente sobre la base de la física clásica, ni la existencia de, o algún efecto de, nuestros pensamientos concientes. Sin embargo, estos aspectos experienciales de la naturaleza, son todo lo que actualmente conocemos. Todos basamos nuestras vidas en la idea de que nuestros esfuerzos concientes intencionales pueden tener algún tipo de influencia sobre como actuamos, sin embargo, la visión clasica del mundo, nos dice que todo estuvo determinado en el nacimiento del universo y que ha estado mecánicamente avanzando desde entonces.
En 1892 William James desafió, sobre bases racionales, la afirmación basada en la física- clásica que nuestra mente era impotente. En su trabajo seminal Psicología: el curso mas breve1 el alertó a sus lectores acerca de que los supuestos subyacentes de las ciencias naturales eran “ cosas provisorias y sujetas a revisión”. Pero no fue sino hasta ocho años después, cuando Max Plank descubrió una falla real en los preceptos de la física clásica, que los científicos de ese tiempo se vieron obligados a empezar a buscar un conjunto nuevo de preceptos con lo que se podía comprender e interpretar la realidad.

EN: ¿Y ese conjunto nuevo de preceptos eventualmente sería luego conocido como la mecánica cuántica?
HS: Así es. Al principio del siglo XX, se empezaron a descubrir muchos fenómenos que eran incompatibles con las ideas de la mecánica clásica, y empezó a emerger otra matemática que fuera capaz de explicarlos.
El primer gran avance fue el descubrimiento de Planck con relación a la radiación del cuerpo negro. El descubrió que para poder analizar con precisión la energía radiante emitida por un objeto negro calentado, el tenía que asumir que la luz que provenía del objeto estaba quantizada. Contrariamente a lo que predecía la mecánica clásica, parecía que las ondas electromagnéticas podían ser liberadas solamente en unidades discretas o “paquetes” conocidos como quanta. Y para poder describir correctamente las energías de estos quantas, Planck necesitó introducir una constante completamente nueva en las ecuaciones.
Por muchos años, los científicos habían estado observando las frecuencias espectrales de la luz emitida por átomos calientes como el hidrógeno o el helio, y habían notado que la energía de la luz estaba concentrada en bandas discretas de frecuencias, en vez de a lo largo de una curva suave. Ahora empezaron a darse cuenta que estas bandas de frecuencias también estaban relacionadas de maneras misteriosas con la nueva constante de Planck. De nuevo, nada de esto había jamás emergido de la mecánica clásica, y emergió un período de gran confusión acerca de cómo entender estos fenómenos básicos.
El gran avance teórico vino cuando Heisenberg trató de modelar lo que estaba ocurriendo, y descubrió que para que las formulas pudieran funcionar, tuvo que asumir que, contrariamente a las reglas de las aritmética corriente, el orden de las operaciones matemáticas tenía importancia. En esencia, él descubrió que tenía que empezar a considerar a las cantidades matemáticas mas como acciones y menos como números. El orden de la causalidad era importante. En el álgebra convencional, a veces b es lo mismo que b veces a. Sin embargo, las formulas de Heisenberg parecían estar diciendo que no: en este caso a veces b no era igual a b veces a. Cuando se tomaban estas cantidades y las multiplicaban en un orden a veces b, se obtiene algo distinto si se multiplican en otro orden, b veces a. Había algo completamente sin sentido desde el punto de vista clásico.
Al principio esto era un gran misterio, y las personas estuvieron perplejas por un tiempo. No era solo que estuvieran desarrollando un nuevo conjunto de ecuaciones; estaban descubriendo que la manera como realizaban las operaciones matemáticas cambiaba el resultado. Una manera completamente nueva de ver el mundo estaba emergiendo, y en esa nueva manera de ver las cosas, la conciencia humana y los efectos de las acciones humanas conscientes eran una parte esencial de esa dinámica. Esto daba vuelta la idea Newtoniana donde la consciencia quedaba completamente afuera. Ahora, de repente, la mente pasaba de ser “una observadora objetiva” a ser “un elemento de interés fundamental”. Por la primera vez, teníamos desde el punto de vista de la ciencia, un pegamento natural y racional de los aspectos mentales y físicos de la naturaleza.

EN: Hoy, casi cien años después, la mayoría de los científicos todavía creen que la mente y la conciencia pueden ser reducidos a sus componentes físicos y por lo tanto son esencialmente determinísticos. De acuerdo a la mecánica cuántica, ¿donde exactamente, es que entra en el cuadro este elemento mental no determinístico?
HS: Bueno, la mecánica cuántica tiene muchas partes, y una de ellas es determinística. Está gobernada por la ecuación de Schrödinger, que es algo análogo a las leyes del movimiento de Newton en la mecánica clásica. Tal como las reglas de la mecánica clásica pueden decir cómo un sistema físico va a evolucionar en el tiempo, la ecuación de Schrödinger describe de manera muy precisa cómo va a evolucionar en el tiempo, el estado cuántico de un sistema físico. Pero hay un giro.
Una manera completamente nueva de ver el mundo estaba surgiendo, y en esa nueva manera de ver las cosas, la conciencia humana y los efectos de las acciones humanas conscientes eran una parte esencial de esa dinámica.
En la mecánica cuántica, uno puede empezar con un sistema que esta muy bien definido – digamos que tienes una partícula, ubicada en cierta región. Uno la ha observado. Con esta comprensión inicial acerca del estado de la partícula, se puede usar la ecuación de Schrödinger para predecir cómo va a evolucionar desde allí. Esta evolución, puede tener sentido de muchas maneras. Pero una vez que se deja que el sistema evolucione durante un tiempo, y un momento mas tarde tratas de ver como es, en general vas a encontrar que no corresponde más a ninguna observación posible. De acuerdo a la ecuación de Schrödinger, se ha transformado en una especie de mancha de diferentes posibilidades. De manera que esta cosa que originalmente estaba bien definida, desde el punto de vista de la observación, de alguna manera evolucionó hacia una mancha de indeterminación.
Este era un enorme misterio: las ecuaciones determinísticas por si mismas no eran capaces de darle sentido a la realidad observada. Algo estaba faltando.
Lo que los fundadores de la física cuántica descubrieron fue que para usar las ecuaciones de la mecánica cuántica para formular predicciones acerca de cosas, tu en tanto que investigador tenías que elegir un procedimiento experimental – en otras palabras, elegir una propiedad que te interesaba estudiar – y luego diseñar el experimento de tal manera que pudieras investigar esa propiedad en particular. En ese momento, y solo en ese momento, las reglas de la mecánica cuántica te podrían dar la probabilidad de que esta propiedad pudiera actualizarse cuando estuvieras de hecho midiéndola.
Esta es la primera entrada de la mente, con el observador, porque no hay nada en la teoría misma, que determine cuál es el experimento que se elegirá. Si estás tratando con la parte determinística de la teoría, – la parte gobernada por la ecuación de Schrödinger, todo estaría como una mancha borrosa. Si comienzas con el Big Bang y dejas que el estado cuántico evolucione todo se vuelve difuso. La luna no tendría un lugar específico, diferente, especial, en el cielo nocturno. Estaría dispersa como una mancha borrosa sobre todo el cielo nocturno. Igual cosa ocurriría con las montañas, las ciudades, y todo lo demás, incluyendo el cerebro de cada uno. Para deshacerse de esta mancha borrosa, y vincular la teoría de la mecánica cuántica a un fenómeno observable, es necesario introducir algo que esta fuera de la ecuación físico determinística. De acuerdo a las reglas de la teoría cuántica ortodoxa, se necesita un experimentador que decida lo que quiere medir, y esa elección se hace se hace sobre la base de alguna razón. El experimentador, tiene que estar interesado en algo. Pero cualesquiera que sean sus razones o motivos, ¡ellos no se encuentran dentro de la ecuación de Schrödinger!
El matemático, John Von Neumann, en su descripción de la estructura matemática de mecánica cuántica, llamó “Proceso 1” a esta elección del observador. Es un proceso que no esta determinado por ninguna ley física conocida, y resulta de una elección que no viene del mundo físico, sino que al parecer viene del mental. Así que la manera como funciona la mecánica cuántica es que se tienen estas leyes matemáticas que operan sobre variables físicas, y luego se tienen estas elecciones mentales de lo que se quiere investigar, y todo el conjunto calza de una manera muy hermosa. Esto es lo que trae de nuevo de vuelta al ser humano al asiento del chofer, al menos en cierto sentido. Esto nos lleva de vuelta a la posición en la cual intuitivamente sentimos que estamos. No somos solamente observadores pasivos, objetos mecánicos robóticos; de nuevo se le permite a nuestra psicología entrar dentro de la dinámica de la naturaleza, porque no hay ninguna manera conocida de que la parte física pueda hacer el trabajo por sí sola.

EN. ¿Sería correcto decir que, desde su punto de vista, la física cuántica de hecho prueba que la mente no puede ser reducida al cerebro físico?
HS. Yo no diría que lo “prueba”, pero sí que permite lograr una comprensión racional coherente acerca del hecho de que la mente y la materia son dominios distintos ninguno de los cuales puede ser reducido al otro. La formulación inicial de la teoría cuántica dividía o “cortaba” el mundo en dos partes. Había una parte bajo el “corte” que podía ser descrita en términos de la mecánica cuántica – en términos de vectores y de espacio Hilbert y de toda la maquinaria matemática que va con la mecánica cuántica. Y luego estaba la parte que estaba sobre el “corte” y que era descrita en términos de la física clásica, que trata de todo lo que vemos y hacemos en la escala humana. Bajo el corte, estamos pensando en cosas construidas sobre la base de átomos cuánticos, y los átomos cuánticos no son más puntos en el espaciotiempo. Son una especie de funciones de ondas de manchas borrosas. Arriba del corte, por otra parte, estamos tratando con lo que los observadores humanos pueden ver y hacer, es decir que estamos tratando con objetos. Estos objetos ocupan ciertas regiones en instantes particulares del tiempo, y no hay nada borroso aquí.
El físico danés, Niels Bohr dijo que donde dibujamos el corte o frontera entre el mundo microscópico de las funciones de las ondas cuánticas y el mundo macroscópico de los objetos clásicos es en cierta manera variable. Y Von Neumann usó esta variabilidad para ahondar mas profundamente en la relación entre mente y el cerebro. Imagino una secuencia de dispositivos, uno sobre el otro, donde cada uno mide el producto del dispositivo mas abajo e indica lo que ve al dispositivo mas arriba. Y mostró que a medida que uno se mueve hacia arriba de la escala de estos dispositivos de medición, uno puede también subir la ubicación del corte. Cada dispositivo es el primero sobre el corte, y uno lo describe en términos clásicos. Pero uno puedo moverlo bajo el corte y describirlo en términos de la mecánica cuántica, y las predicciones no cambian. Uno puede mover el corte paso a paso hacia arriba, arriba y arriba y arriba y las reglas se mantienen, hasta que eventualmente, tu cerebro entero y tu cuerpo quedan bajo el corte, siendo descritas en términos de la mecánica cuántica, y aún necesitas, de todas maneras, el Proceso 1 de elección para que las cosas tengan sentido. Las predicciones de la teoría aún residen en la mente del observador, aún cuando lo que esta siendo observado no son átomos pequeñitos pero objetos del tamaño y escala de los cuerpos humanos y el cerebro.
La mecánica cuántica de Copenhagen es una teoría pragmática maravillosa que nos permite captar de una manera poderosa, esta relación misteriosa que hay entre la mente y la materia. Pero no es, ni con mucho, una descripción completa de la naturaleza en sí misma.

Esencialmente, Von Neumann empujó el corte tan alto que todo lo que llamamos el mundo físico ahora estaba siendo descrito a partir de la mecánica cuántica. Hace bastante sentido describir el cerebro a la manera de la mecánica cuántica. El cerebro esta hecho de átomos, y los átomos son básicamente cosas mecánico cuánticas. Pero eso empujaba a la otra parte, a la parte mental, completamente fuera del mundo físico. Y este es el punto. Lo que Von Neumann mostró fue que dentro de la concepción mecánico cuántica de la naturaleza, la mente no puede ser el cuerpo, porque los elementos psicológicos de la teoría, siguen siendo los elementos psicológicos, independiente de donde se trace el corte. La teoría cuántica, requiere aún la interacción entre los dos ámbitos.

Antes de que Von Neumann hiciera este ejercicio, parecía que el elemento psicológico de la teoría podría estar asociado de alguna manera con el cerebro o el cuerpo. Pero no después. Ahora estamos de vuelta otra vez a una concepción de la realidad que parece mucho al Cartesianismo dual.

EN: Así que estamos de vuelta al dualismo Cartesiano – dos ámbitos separados, el de la mente y la materia – entonces ¿qué es exactamente este ámbito mental?

HS: Es lo que uno piensa y siente intuitivamente que es. El mundo mental es nuestro flujo de experiencias conscientes. Fue erróneo desde el inicio pensar que era parte del cuerpo. Realmente es algo como lo que decía Descartes: tienes estos dos ámbitos, y la mente debe ser capaz de influir al cerebro. Pero el no fue capaz de entender como están conectados. Luego vino Newton y dijo que ellos no estaban conectados. El dejó que el mundo físico funcionara independientemente de la mente, y la idea de Descartes fue eliminada porque no calzaba con la física de Newton. Finalmente, llegó Newmann quién dijo sí, estos son dos ámbitos , y están conectados, y ahora tenemos algunas leyes que nos muestran cómo funciona. Tenemos este Proceso 1 que es necesario para poner al ámbito físico en concordancia con el mental, con lo que sabemos. Así que estamos de vuelta al dualismo Cartesiano, pero ahora sabemos como ellos se relacionan entre sí – ¡al menos en el dominio descrito por la mecánica cuántica!

EN: ¿Quieres decir que hay dominios que no son descritos por la mecánica cuántica?

HS: Muy probablemente sí. Mira, la mecánica cuántica de Copenhagen es una teoría pragmática maravillosa que nos permite captar de una manera poderosa, esta relación misteriosa que hay entre la mente y la materia. Pero no es, ni con mucho, una descripción completa de la naturaleza en sí misma. No es una ontología. Y el gran problema con ello es antropocéntrico. Dice que hay una dimensión mental y una dimensión física en todo, y que se necesita la dimensión mental para colapsar la función onda. Pero es difícil imaginarse que los seres humanos somos tan especiales en el universo, que somos necesarios en todas partes para hacer colapsar la función onda. Esto estira los limites de lo plausible.

Una solución a este problema es modificar la interpretación de Copenhagen, de manera de hacerla biocéntrica, para decir que esta dimensión psíquica no está solo asociada con los seres humanos, sino con toda la vida. Esto rectifica en parte las cosas, pero también presenta otro problema. Sugiere que antes de que apareciera la vida, el universo estaba evolucionando de una manera particular y luego, apenas apareció en escena el primer pedazo de vida –algún microbio o algo – de repente el universo se puso a evolucionar de manera distinta. Esto es difícil de digerir. De todas maneras, la frontera entre la vida y la no vida, probablemente no es tan clara. ¿Dónde exactamente de dibujaría esta frontera? ¿Puede uno decir realmente que apenas apareció la primera cosa viviente, de repente se introdujo una enorme diferencia en la leyes de la naturaleza? No parece ser así.

En ese punto hay caminos. Una solución es seguir el panpsiquismo hasta el final, y decir que aún cosas como los átomos y sistemas totalmente inanimados son de alguna manera concientes, que alguna forma de conciencia es ubicua en el universo. Pero yo no veo porqué una cosa tan simple como un átomo podría ser ni siquiera sutilmente conciente. Pienso que uno se mete en problemas si uno dice que eventos de colapso cuántico siempre necesitan tener tanto un imput psíquico como un imput físico, porque entonces uno estaría obligado a seguir esta cadena de eventos psíquicos hasta el principio del universo.

Yo creo que uno puede traer el elemento psicológico en el cuadro de una manera mucho mas coherentemente racional si uno simplemente acepta que algunos eventos tienen orígenes solamente físicos. Este sería el segundo camino, que es casi el opuesto al panpsiquismo. Solo porque la teoría cuántica ortodoxa entiende que los eventos que ocurren en el ámbito humano son psicofísicos – al tener un lado mental y uno físico – no hay una razón poderosa para no creer que podrían haber otros procesos físicos que no conocemos con la capacidad de causar el colapso de la función onda, sin la intervención de algo que se le parezca a la conciencia humana. Pienso que esto es una salida, mas próxima al sentido común, de la dificultad del antropocentrismo y del biocentrismo – para dejar un espacio a la posibilidad de eventos de colapso puramente físico que se mantienen juntos en virtud de solamente leyes físicas, sin ninguna cosa mental.

EN: ¿Tenemos alguna idea de qué podrían ser estos mecanismos de colapso puramente físicos?

HS: Yo he avanzado mi propuesta personal en las segunda y tercera edición de mi libro, Mente, Materia y Mecánica Cuántica, pero es algo demasiado técnico para entrar en eso aquí. Acordémonos sin embargo, que ¡ni siquiera sabemos cuales son los mecanismos psicofísicos en la teoría cuántica ortodoxa! Sabemos que las leyes determinísticas, como la ecuación de Schrödinger, no dan cuenta de ellos. Y una vez, que uno admite que hay leyes fuera de la ecuación de Schrödinger, no estoy seguro porqué uno querría decir que todo lo que esta fuera de la ecuación de Schrödinger tiene que tener un lado mental. En esto, la mecánica cuántica tiene un vacío causal, punto. No es una teoría completa. Ni tampoco es totalmente comprendida. Yo siento que uno no tiene que ir mucho mas allá de la mecánica cuántica ortodoxa para sugerir que bien puede haber un proceso físico desconocido capaz de colapsar la función onda por sí mismo.

Una vez que uno da este paso, entonces se puede postular una pregunta muy interesante: si podemos tener eventos solamente físicos, entonces ¿porqué no también eventos solamente mentales, sin fundamentos físicos de ninguna especie? En Los Principios de Psicología, William James escribió acerca de lo que el llamaba “las fantástica leyes del apego” en nuestra vida mental, de cómo pensamiento e ideas parecieran tejer “una infinita alfombra de si mismos, como dominós en cambio constante, o como los pedazos de vidrio en un caleidoscopio”. El quería saber de donde venían estas fantásticas leyes de apego, y porqué los movimientos de la mente podían permanecer unidos de la manera que lo hacen.

Hay bastantes científicos razonables y personas de mente crítica, algunas de las cuales que yo conozco personalmente, que dicen que hay buena evidencia para cosas como la reencarnación y otros fenómenos paranormales – evidencia que ellos han juntado con considerable esfuerzo y han evaluado críticamente. ( Ver, en particular, Irreducible Mind, de Edward Kelly, Emily Kelly et al). Yo mismo he basado siempre mis escritos en ideas ortodoxas de la mecánica cuántica fundados en datos establecidos. Sin embargo, yo creo que es posible, al menos teóricamente, acomodar algunos de estos fenómenos “picaros” sin violentar demasiado la mecánica cuántica ortodoxa.

EN: ¡Vaya, nunca hubiera pensado que ud iba a decir eso! ¿Como podría encajar un fenómeno psíquico como la reencarnación, en la teoría de la mecánica cuántica?

HS: Bueno, muchos teóricos bien respetables sostienen una gran variedad de puntos de vista acerca de cómo entender la mecánica cuántica, que claramente acomodan una variedad de fenómenos que no están permitidos por la mecánica clásica. Aquí el punto central es el siguiente: si los eventos solamente mentales, como lo estaba sugiriendo, pueden permanecer unidos solamente en virtud de sus cualidades mentales, entonces hay lugar para cosas como la reencarnación. Si algo como las fantásticas leyes de apego de James, existen, y si son lo suficientemente fuertes, entonces aspectos de la personalidad podrían sobrevivir la muerte corporal y persistir durante un rato como una entidad mental perdurable, existiendo en alguna parte de la “res cogitans” de Descartes. Yo realmente no veo ninguna razón teóricamente convincente de porqué una tal transferencia de características de la personalidad de una persona muerta hacia un biosistema vivo tendría que necesariamente violar los preceptos básicos de la mecánica cuántica.

Esta observación, por supuesto, no alcanza a ser una teoría completa. Pero creo ya no se puede sostener racionalmente que las fuertes dudas acerca de la supervivencia de la personalidad basadas solamente en la creencia de que es estrictamente incompatible con las leyes físicas contemporáneas,. La opinión científica de esta cuestión, debe estar basada en el contenido y la calidad de los datos empíricos, y no en una supuesta incompatibilidad de tal fenómeno con nuestra comprensión contemporánea del funcionamiento de la naturaleza.
Fuente: http://ciencia-noetica.blogspot.com/2011/03/entrevista-con-el-fisico-profesional.html


Ken Wilber, la espiritualidad y las tres vertientes de la ciencia. Reflexiones sobre la ciencia, la conciencia y la espiritualidad

 

 






LA MISIÓN ESPACIAL DEL VATICANO




El Clero, una vez persiguió a los a los astrónomos, ahora encuentrasn un propósito en común.


Los invito a ver este genial artículo en el siguiente enlace:






UNA REALIDAD PARALELA
(DOCUMENTAL COMPLETO)

Todos nos preguntamos en algún momento quienes somos, de donde venimos y a donde vamos. Pero muchos de nosotros dejamos de cuestionarnos el sentido de la vida, porque solucionar los dilemas que nos plantea el día a día ya nos parece un gran reto. Esta es la historia de cinco personas que siguieron preguntándose a lo largo de su vida, porque necesitaban encontrar respuestas. Cinco aventureros. Cinco exploradores que han abierto la puerta a una realidad que va mas allá del limite que hemos dado a lo evidente.

Pueden ver el documenta completo entrando al siguiente enlace:





COMPARTO MARAVILLOSO RELATO. "EL BOSQUE INTERIOR"

Enlace: El Bosque Interior (Cuento)



KRISHNAMURTI - LA NATURALEZA DE LA MENTE

Excelente videos. “Diálogos con el físico David Bohm, el psiquiatra Jhon Hidley y el científico noético Rupert Sheldrake”. El video muestra una entrevista y diálogos entre estos tres personajes distintos y el filosofo Krishnamurti.

Primera Parte
Segunda Parte

Tercera Parte

Cuarta Parte

Quinta Parte

Sexta Parte

Séptima Parte




Comparto fragmento del maravilloso texto de Albert Einstein: "Mis Creencias".



Mis Creencias (Albert Einstein)

Fragmento.

Ciencia y religión
I
En el transcurso del siglo pasado y parte del anterior se sostuvo de manera generalizada que existía un conflicto insalvable entre la ciencia y la fe. La opinión que predominaba entre las personas de ideas avanzadas afirmaba que había llegado la hora de que el conocimiento, la ciencia, reemplazase a la fe; toda creencia que no se apoyara en el conocimiento era superstición y, como tal debía ser combatida. De acuerdo con esta concepción, la educación tenía como única función abrir el camino al pensar y al conocer, y la escuela, como instrumento decisivo de la instrucción del pueblo, debía servir sólo a este fin.
Sin duda es difícil hallar, si se la encuentra, una exposición tan simple del punto de vista racionalista; toda persona sensata puede ver en efecto lo unilateral de esta exposición. Sin embargo también es aconsejable exponer una tesis nítida y concisa si se quieren aclararlas ideas respecto a la naturaleza de este problema.

Por supuesto que el mejor medio de defender cualquier convicción es fundarla en la experiencia y en el razonamiento. Tenemos que aceptar en este caso el racionalismo extremo. El punto débil de esta concepción resulta, empero, que esas ideas que son inevitables y determinan nuestra conducta y nuestros juicios no pueden basarse sólo en este único procedimiento científico.

En efecto, el método científico no puede mostrarnos más que cómo se relacionan los hechos entre sí y cómo se condicionan mutuamente. El deseo de alcanzar este conocimiento objetivo pertenece a la máxima exigencia de que es capaz el hombre, y pienso, por cierto, que nadie sospechará que intente reducir los triunfos y las luchas heroicas del hombre en este ámbito. Sin embargo, es manifiesto también que el conocimiento de lo que es no da acceso directo a lo que debería ser. Se puede tener el conocimiento más claro y completo de lo que es, y no lograr, en efecto, deducir de ello lo que debería ser la finalidad de nuestras aspiraciones humanas. El conocimiento objetivo nos proporciona poderosos instrumentos para conseguir ciertos fines, pero el objetivo último en sí y el propósito de alcanzarlo deben venir de otra fuente. No creo que sea necesario siquiera defender la tesis de que nuestra existencia y nuestra actividad sólo asumen sentido por la prosecución de un objetivo tal y los valores correspondientes. El conocimiento de la verdad como tal es admirable, mas su utilidad como guía es tan escasa que no es posible demostrar ni la justificación ni el valor de la aspiración hacia ese mismo conocimiento de la verdad. Por consiguiente, nos enfrentamos aquí con los límites de la concepción puramente racional de nuestra existencia.

Sin embargo, no debe suponerse que el pensamiento inteligente no desempeñe algún papel en la formación de lo objetivo y de los juicios éticos. Cuando se comprende que ciertos medios serían útiles para la consecución de un fin, los medios en sí se convierten entonces en un fin. La inteligencia nos aclara la interrelación entre medios y fines. Empero, el simple pensamiento no es capaz de proporcionarnos un sentido de los fines últimos y fundamentales. Penetrar estos fines y estas valoraciones esenciales e introducirlos en la vida emotiva de los individuos, me parece, de manera concreta, la función más importante de la religión en la vida social del hombre. Y si nos preguntamos de dónde se deriva la autoridad de tales fines esenciales, puesto que no pueden fundarse y justificarse en la razón, sólo diremos: son, en una sociedad sana, tradiciones poderosas, que influyen en la conducta, en las aspiraciones y en los juicios de los individuos. Esto es, están allí como algo vivo, sin que resulte indispensable buscar una justificación de su existencia. Adquieren fuerza no mediante la demostración sino de la revelación, a través de personalidades vigorosas. No es posible tratar de justificarlas, sino captar su naturaleza de modo simple y claro.

Los más elevados principios de nuestras aspiraciones y juicios nos los proporciona la tradición religiosa judeocristiana. Es un objetivo muy digno que, con nuestras débiles fuerzas, sólo logramos alcanzar muy pobremente, si bien proporciona una base segura a nuestras aspiraciones y valoraciones. Si se separa este objetivo de su forma religiosa y se examina en su mero aspecto humano, tal vez sea posible exponerlo así: Desarrollo libre y responsable del individuo, de modo que logre poner sus cualidades, con libertad y alegría al servicio de toda la humanidad.
No se intenta divinizar a una nación, a una clase ni tampoco a un individuo. ¿No somos todos hijos de un padre, tal como se dice en el lenguaje religioso? En verdad, tampoco correspondería al espíritu de este ideal la divinización del género humano, como una totalidad abstracta. Sólo tiene alma el individuo. Y el fin superior del individuo es servir más que regir, o superarse de cualquier otro modo.
Si se examina la sustancia y se olvida la forma, pueden considerarse además estas palabras, como expresión de la actitud democrática esencial. El verdadero demócrata, igual que el hombre religioso, no puede adorar a su nación en el sentido corriente del término. ¿Cuál es, pues, en este problema, la función de la educación y de la escuela? Debería ayudarse al joven a formarse en un espíritu tal que esos principios esenciales fuesen para él como el aire que respira. Sólo la educación puede lograr este propósito. Si se tienen estos elevados principios claramente a la vista, y se los compara con la vida y el espíritu de la época, se comprueba con pena que la humanidad civilizada se halla en la actualidad en un grave peligro. En los estados totalitarios los propios dirigentes se esfuerzan por destruir este espíritu de humanidad. En las zonas menos amenazadas son el nacionalismo y la intolerancia, la opresión de los individuos por medios económicos los que pretenden asfixiar esas valiosísimas tradiciones.

La conciencia de la gravedad de esta amenaza crece, sin embargo, entre los intelectuales, y se buscan con afán los medios para contrarrestar el peligro . . . tanto en el dominio de la política nacional e internacional como en el de la legislación o de la organización en general. Tales esfuerzos son, por cierto, indispensables. Los antiguos, sin embargo, sabían algo que al parecer nosotros hemos olvidado. Todos los medios resultan instrumentos inútiles si tras ellos no alienta un espíritu vivo. Mas si el designio de lograr el objetivo actúa poderosamente dentro de nosotros, no nos han de faltar fuerzas para encontrar los medios que conviertan ese objetivo en realidad.

II
No resultaría difícil concordar en cuanto a lo que entendemos por ciencia. Ciencia es la tarea, secular ya, de agrupar, mediante el pensamiento sistemático, los fenómenos perceptibles de este mundo dentro de una asociación lo más amplia posible. De manera esquemática es intentar una reconstrucción posterior de la existencia a través del proceso de conceptualización. Pero si me pregunto qué es la religión no logro encontrar una respuesta adecuada. Y hasta después de hallar la que consiga satisfacerme en ese momento concreto, sigo convencido de que nunca podré, de ningún modo, unificar, aunque sea en parte, los pensamientos de todos los que han brindado una consideración seria a esta cuestión.

Así, pues, en lugar de plantear qué es la religión, preferiría elucidar lo que caracteriza las aspiraciones de una persona que a mí me parece religiosa: esta persona es la religiosamente ilustrada, la que se ha liberado, en la medida máxima de su capacidad, de las trabas de los deseos egoístas y se entrega a pensamientos, sentimientos y aspiraciones a los que se adhiere por el valor suprapersonal que poseen. Creo que lo importante es la fuerza de este contenido suprapersonal y la profundidad de la convicción relacionada con su irresistible significado, independientemente de toda tentativa de unir ese contenido con un ser divino, ya que de otro modo no se podría concluir a Buda y a Spinoza entre las personalidades religiosas. Por consiguiente, una persona religiosa es devota en tanto no tiene duda alguna de la significación y elevación de aquellos objetos y fines suprasensibles que no requieren un fundamento racional ni son susceptibles de él. Existen de la misma manera inevitable y natural con que se da el individuo. La religión es así el viejo intento humano de alcanzar clara y completa conciencia de esos objetivos y valores y fortalecer y ampliar de continuo su efecto.

Si se concibe la religión y la ciencia según lo dicho, resulta imposible un conflicto entre ellas. Pues la ciencia sólo puede afirmar lo que es, mas no lo que debiera ser, y fuera de su ámbito son necesarios juicios de valor de todo tipo. La religión, por lo demás, enfoca sólo valoraciones de pensamientos y acciones humanos: no puede hablar, esto es claro, de datos y relaciones entre datos. De acuerdo con esta interpretación, los conocidos conflictos entre religión y ciencia del pasado, deben atribuirse, sin duda, a una concepción errónea de la situación que se ha descrito. Nace, por ejemplo, un conflicto cuando una comunidad religiosa insiste en la veracidad absoluta de todas las afirmaciones contenidas en la Biblia. Esto significa la intromisión, de la religión en la esfera de la ciencia; aquí tenemos, pues, que situar la lucha de la Iglesia contra las doctrinas de Galileo y Darwin. Además, algunos representantes de la ciencia han pretendido llegar a juicios esenciales sobre valores y fines con la base del método científico, y se han enfrentado con la religión.

Todos esos conflictos han originado errores fatales. Empero, aunque los dominios de la religión y de la ciencia se hallan en sí mismos muy diferenciados, existen entre ambos relaciones y dependencias mutuas. Si bien la religión puede ser la que determine el objetivo, sabe, en efecto, a través de la ciencia, en el sentido más amplio, qué medios contribuirán al logro de los objetivos diseñados. Mas la ciencia sólo pueden crearla quienes de manera profunda están imbuidos de un deseo ferviente de alcanzar la verdad y de comprender las cosas. Y este sentimiento surge, por supuesto, de la esfera de la religión. Asimismo pertenece a ella la fe en la posibilidad de que las normas válidas para el mundo de la existencia sean racionales, es decir, comprensibles mediante la razón. No puede imaginar que exista un solo científico sin esta arraigada fe. La situación puede expresarse con una imagen. La ciencia sin religión es coja; la religión sin ciencia ciega.

Aun cuando he dicho antes que no puede existir por cierto verdadero conflicto entre la religión y la ciencia, debo matizar, pues, tal afirmación, de nuevo, en un punto esencial, en lo que respecta al contenido real de las relaciones históricas. Esta diferenciación se refiere al concepto de Dios. Durante la etapa primitiva de la evolución espiritual del género humano, la fantasía de los hombres creó dioses a su propia imagen que con su voluntad parecían determinar el mundo de los fenómenos, o que hasta cierto punto influían en él. El hombre intentaba atraerse la voluntad de estos dioses en su favor a través de la magia y la oración. La idea de Dios dé las religiones que se enseña hoy es una sublimación de ese antiguo concepto de los dioses. Su carácter antropomórfico lo muestra, por ejemplo, la circunstancia de que los hombres apelen al ser divino con oraciones y súplicas para obtener sus deseos.

No se negará, sin duda, que la idea de que exista un dios personal omnipotente, justo y misericordioso proporciona al hombre solaz, ayuda y guía, y además, en virtud de su sencillez, resulta accesible hasta para las inteligencias menos desarrolladas. Por otra parte, sin embargo, esta idea incluye una falla básica, que el hombre ha percibido de manera dolorosa desde el fondo de la historia. Vale decir, si este ser es omnipotente, todo acontecimiento, incluidas las acciones humanas, los pensamientos humanos y los sentimientos y aspiraciones humanos resultan también obra suya. ¿Cómo pensar que los hombres sean responsables de sus actos y de su conducta ante tal ser todopoderoso? AI adjudicar premios y castigos, estaría en cierto modo juzgándose a sí mismo. ¿Cómo conciliar esta premisa con la bondad y rectitud que se le concede?
La fuente principal del rozamiento entre la religión y la ciencia se halla, por consiguiente, en este concepto de un dios personal. El objetivo de la ciencia es establecer normas generales que determinen la conexión recíproca de objetos y hechos en el espacio y en el tiempo.

Estas normas o leyes de la naturaleza, exigen una validez general absoluta no probada. Se trata en esencia de un programa, y la fe en la posibilidad de su cumplimiento sólo se funda, en principio, en éxitos parciales. Pero es difícil que alguien negara esos éxitos parciales y los atribuyera a la ilusión humana. El hecho de que al basarse en tales leyes sea posible predecir el curso temporal de los fenómenos era ciertos dominios con gran precisión y certeza, está muy arraigado en la conciencia del hombre moderno, aunque haya captado una parte mínima de las citadas leyes. Es suficiente que piense que los movimientos de los planetas dentro del sistema solar pueden calcularse previamente con gran exactitud a partir de un número limitado de leyes simples. De
igual modo, si bien en forma menos precisa, es posible calcular por adelantado el funcionamiento de un motor eléctrico, un sistema de transmisión o un aparato de radio, aun cuando se trate de inventos recientes.

Por supuesto, si el número de factores que intervienen en un complejo fenoménico es demasiado grande, en la mayoría de los casos nos falla el método científico. Basta pensar en la meteorología, y que advirtamos que la predicción del tiempo, hasta por un período de algunos días, resulta imposible: Nadie duda, por cierto, que se trata de una conexión causal cuyos componentes necesarios conocemos en su mayoría. Los fenómenos de este campo no permiten una predicción exacta debido a la variedad de los factores implicados, no a una falencia de las leyes de la naturaleza. No hemos penetrado tanto en las regularidades que se derivan del reino de las cosas vivas, pero sí lo suficiente, empero, para advertir al menos la norma de necesidad fijada. Pensemos al respecto en el orden sistemático de la herencia, y en el efecto de los tóxicos, el alcohol, por ejemplo, en la conducta de los seres humanos. Lo que falta en este ámbito es captar las conexiones de generalidad profunda, mas no un conocimiento del orden de sí mismo.

Cuanto más consciente es un hombre de la regularidad ordenada de todos los acontecimientos, más sólida es su convicción de que no queda espacio al margen de esta regularidad ordenada por caudal de naturaleza distinta. Para él no existirá la norma de lo humano ni la norma de lo divino como causa independiente de los acontecimientos naturales. No cabe duda de que la ciencia no refutará nunca, en el sentido estricto, la doctrina de un Dios personal que interviene en los hechos naturales, donde esta doctrina siempre puede refugiarse en aquellos dominios en los que aún no ha logrado afianzarse el conocimiento científico.

Estoy convencido, sin embargo, de que si los representantes de la religión adoptasen esa conducta no sólo sería indigno sino también fatal para ellos. Pienso que una doctrina que es incapaz de mantenerse a la luz, sino que debe refugiarse en las tinieblas, perderá de manera irremediable su influencia sobre el género humano, con un daño enorme para éste. En su lucha por un ideal ético los profesores de religión deben tener suficiente formación para prescindir de la doctrina de un Dios personal, esto es, desechar esa fuente de miedo y  esperanza que proporcionó en el pasado un poder inmenso a los sacerdotes. Tendrán que apelar en su labor a las fuerzas que sean capaces de cultivar el bien, la verdad y la belleza en la humanidad. Por supuesto que es una tarea más difícil, aunque mucho más meritoria y noble. Si los maestros religiosos consiguen realizar la tarea indicada verán, en efecto, con alegría que la auténtica religión resulta dignificada por el conocimiento científico que la tornará más profunda.

Si uno de los objetivos de la religión es liberar al género humano de los temores, deseos y anhelos egocéntricos, el razonamiento científico puede ayudar también a la religión en otro sentido. Si bien es cierto que el propósito de la ciencia es descubrir reglas qué permitan asociar y predecir hechos, no es éste su único fin. Quiere reducir también las conexiones descubiertas al menor número posible de elementos conceptuales mutuamente independientes. En esta búsqueda de la unificación racional de lo múltiple se hallan sus mayores éxitos, aunque sea por cierto este intento el que crea el mayor riesgo de ser víctima de ilusiones. Mas quien haya pasado por la profunda experiencia de un avance positivo en este dominio se sentirá conmovido por un reverente respeto hacia la racionalidad que se manifiesta en la vida. A través de la comprensión logrará liberarse en gran medida de los engaños de las esperanzas y los deseos personales, y alcanzará así esa actitud
mental humilde ante la grandeza de la razón encarnada en la existencia, que resulta inaccesible al hombre en sus dimensiones más hondas. Ciertamente, esta actitud me parece religiosa en el sentido más elevado del término. Y diría asimismo que la ciencia no sólo purifica el impulso religioso de la escoria del antropomorfismo sino que contribuye a una espiritualización de nuestra concepción de la vida.

En tanto más progrese la evolución espiritual de la especie humana, más cierto resulta que el camino que lleva a la verdadera religiosidad pasa, no por el miedo a la vida y el miedo a la muerte y la fe ciega, sino por la lucha en favor del conocimiento racional. Es evidente, en este sentido, que el sacerdote debe convertirse en profesor y maestro si desea cumplir con dignidad su elevada misión educadora. (1939 y
1941).
(…)
¿La religión y la ciencia son irreconciliables?

¿Existe ciertamente una contradicción insuperable entre religión y ciencia? ¿La ciencia puede reemplazar a la religión? A lo largo de los siglos, las respuestas a estas preguntas han originado considerables polémicas y, más todavía, luchas muy agrias. Sin embargo, estoy convencido de que una consideración desapasionada de ambas cuestiones sólo nos llevaría a una respuesta negativa. Lo que complica la cuestión es, sin duda, el hecho de que mientras la mayoría coincide sin dificultad en lo que se entiende por "ciencia" difiere en el significado de "religión".

Respecto a la ciencia es posible definirla, para nuestros propósitos, como "pensamiento metódico encaminado a la determinación de conexiones normativas entre nuestras experiencias sensoriales". La ciencia produce conocimiento de manera inmediata, y medios de acción de modo indirecto. Conduce a la acción metódica si primero se establecen objetivos definidos. Mas la función de establecer objetivos y de definir juicios de valor trasciende su propio fin. Aunque es cierto que la ciencia, en la medida en que capta conexiones causales puede llegar a conclusiones importantes sobre la compatibilidad e incompatibilidad de objetivos y valoraciones, las definiciones independientes y esenciales sobre objetivos y valores quedan fuera de su alcance.

Por otra parte, en lo que atañe a la religión suele haber acuerdo en que su dominio abarca objetivos y valoraciones y, en síntesis, la base emotiva del pensamiento y las acciones de los seres humanos, en cuanto no estén predeterminados por la inalterable estructura hereditaria de la especie. La religión enfoca la actitud del hombre frente a la naturaleza en su conjunto, establece ideales para la vida individual y comunitaria, y las mutuas relaciones humanas. La religión trata de alcanzar esos ideales al ejercer una influencia educadora en la tradición por la elaboración y difusión de determinados pensamientos y narraciones de fácil acceso -epopeyas y mitos- capaces de influir en la valoración y la acción dentro del marco de los ideales afectados.

Este contenido mítico, o mas bien simbólico, de las tradiciones religiosas suele entrar en conflicto con la ciencia. Esto sucede siempre cuando tal conjunto de ideas religiosas contiene afirmaciones dogmáticamente establecidas sobre temas que pertenecen al campo de la ciencia. Resulta esencial, pues, para preservar la verdadera religión, evitar esos conflictos siempre que surjan en temas que, en realidad, no son decisivos para la consecución de los objetivos religiosos. Al considerar las diversas religiones existentes en cuanto a su esencia, es decir, si las despojamos de sus mitos, no me parece que difieran tan fundamentalmente como pretenden los defensores de la teoría "relativista" o convencional. Y esto no debe sorprendernos. Las
actitudes morales de un pueblo que se apoya en la religión han de estar siempre encaminadas al objetivo de mantener y preservar la salud y la vitalidad comunitarias y las de los miembros de la comunidad, ya que de lo contrario la comunidad perecería. Un pueblo que honrase la falsedad, la difamación, el fraude y el asesinato no podría subsistir durante mucho tiempo.

Así, cuando nos enfrentamos con un caso concreto no es tarea fácil determinar claramente lo que es deseable y lo que no lo es; resulta algo tan difícil como definir con exactitud lo que hace que un cuadro o una sinfonía sean buenos. Es lo que se aprecia mejor de modo intuitivo que mediante la comprensión racional. De igual forma, los grandes maestros morales de la humanidad fueron de algún modo genios artísticos del arte de vivir.

Aparte de los preceptos más elementales, nacidos directamente del deseo de mantener la vida y eliminar los sufrimientos innecesarios, hay otros que sin ser en apariencia del todo mensurables según las normas básicas, les concedemos, empero, la debida importancia. ¿Debe buscarse, por cierto, la verdad de manera incondicional, aun cuando obtenerla entrañe grandes sacrificios en esfuerzo y felicidad? Existen muchas cuestiones de este tipo que no pueden tener una solución adecuada desde una favorable posición racional, o que carecen de respuesta posible. Sin embargo, no creo que sea correcto el llamado punto de vista  "relativista", ni siquiera en el caso de las decisiones morales más sutiles.

Si observamos las condiciones de vida actuales de la humanidad civilizada, aun según el aspecto de las normas religiosas más elementales, sentimos, sin duda, una desilusión muy dolorosa ante lo que se nos ofrece. Porque en tanto la religión prescribe amor fraterno en las relaciones entre individuos y grupos, el escenario más semeja un campo de batalla que una comunidad hermanada. El principio rector es en todas partes, tanto en la vida económica como en la política, la lucha implacable por el éxito a expensas del prójimo. Este espíritu competitivo predomina hasta en las escuelas y universidades y al destruir todos los sentimientos de cooperación y fraternidad, concibe el triunfo no como algo que emerge del amoral trabajo fecundo y concienzudo, sino como algo que nace de la ambición personal y del temor al rechazo.

Hay pesimistas que sostienen que esta situación es inevitable, inherente a la naturaleza de los seres humanos. Quienes proponen estas opiniones son los enemigos de la religión; sostienen implícitamente que las doctrinas religiosas son ideales utópicos no aptos para regir los problemas humanos. El estudio de las normas sociales de ciertas culturas llamadas primitivas habría demostrado de modo claro, que tal posición negativa carece por completo de base. Los interesados en estos temas, cruciales en el estudio de la religión, deberían leer lo que nos dice de los indios pueblo el libro Pattern of Culture de Ruth Benedict. Al parecer, esta tribu ha logrado, en las condiciones de vida más duras, el difícil objetivo de liberar a sus miembros de la presión del espíritu
competitivo e inculcarles una forma de vida fundada en la moderación y la cooperación, libre de coacciones externas y sin ninguna restricción de la felicidad.

La interpretación de la religión aquí expuesta implica una subordinación de la ciencia a la actitud religiosa, una relación que se menosprecia con demasiada facilidad en esta época materialista por excelencia. Si bien es cierto que los resultados científicos son desde luego independientes de las consideraciones morales o religiosas, no hay duda de que todos los individuos a los que debemos los grandes descubrimientos fecundos de la ciencia se hallaban imbuidos de la convicción, genuinamente religiosa, de que este universo nuestro es
algo perfecto y susceptible de un análisis racional. Si esta confianza no hubiese sido tan arraigada y emotiva y si esta búsqueda de conocimientos no se hubiese inspirado en el Amor Dei intelectualis (Amor intelectual de Dios, frase de la Ética de Spinoza), no es comprensible cómo hubieran podido desplegar esa devoción infatigable que es lo único que permite al hombre alcanzar sus mayores triunfos.

(1948)
(…)