“El cielo es azul, la tierra blanca” es una novela breve, o al menos se siente así (tiene casi 200 páginas), porque sus capítulos son cortos y cada uno de ellos está escrito con una frescura, con una delicadeza y una prosa tan bella y precisa, que sientes que absolutamente no falta ni sobra nada. Su textura es la misma de un Haiku, con una materia y un ritmo poético en todo el texto, que parece que estuvieses leyendo una melodía, porque también posee música, sonidos, olores y una atmósfera tan bien construida, que te lleva a envolverte y trasladarte en sus páginas cada vez que abras el libro.
Es esencialmente una historia de amor, no muy convencional, pero que sí trata un tema que es muy utilizado en la literatura japonesa, como son las relaciones entre el maestro y un alumno. En este caso, maestro y alumna, pero años después de los tiempos escolares. Cuenta la historia de Tsukiko, una mujer de treinta y siete años, con una vida bastante normal que un día se encuentra en una taberna con su antiguo profesor de japonés (literatura) de la escuela, y al que ella se refiere como “Maestro”, inicialmente porque no recuerda su nombre de pila y luego por afecto. Su maestro ya es un hombre maduro pero elegante, y a través del recuerdo inician una amistad, que les hace confluir en la taberna de vez en cuando.
Así inicia esta amistad, que se extiende en encuentros, memorias, charlas, comidas, sake y silencios. Su profesor constantemente le recuerda a autores y poemas vistos en la escuela, que ella parece haber olvidado. E inicia nuevamente la instrucción, que también abarca conocimientos generales como servir el sake con elegancia y muchos temas como la pesca, los árboles, los hongos, las montañas y las aves.
A medida que avanza la novela, que también lo hace con sumo cuidado y delicadeza, como a fuego lento, sentimos los momentos de tensión que empiezan a aflorar entre ambos. Aunque la novela está contada en primera persona desde la perspectiva de Tsukiko, a través de su inocencia o ingenuidad empezamos a atisbar desde antes lo que está ocurriendo, quizás antes que ella misma. Y asimilamos junto a ella la complejidad en el comportamiento del profesor, pero también podemos sentir lo que pasa entre esos silencios, lo que a ella le hace dudar y los pequeños gestos que quedan en el aire y en promesas.
Es una novela que rebosa sensibilidad, y la relación de los personajes está llena de respeto, un poco de conservadurismo, temor, admiración y amor. Y la escritora logra que el lector pase por todas esas emociones, las experimente y las sufra. Tiene completamente esa sensibilidad única de la literatura japonesa que tanto me gusta, y la atención en los detalles, del paisaje y los elementos, como los momentos donde cae la lluvia, donde comen y beben, que tiene un efecto sensorial y sensitivo en el lector. También es una novela con humor y mucha ternura en sus páginas, que te hará sonreír y suspirar en cada pasaje. Y por supuesto, de reconocimiento y descubrimiento.
Excelente reseña. Induce a la lectura del libro.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarMuy buena reseña se siente la frescura y armonia de una buena descripcion de la obra como tal como quisiera leerla.
ResponderEliminarMuchas gracias desde Nicaragua soy de profesión sociólogo.
Muchas gracias, me alegra que la hayas encontrado tan agradable.
EliminarUn abrazo.
A.S.B