Hace rato que no comentaba algunas de las pelis de años atrás. Todavía me faltan muchas películas que he visto por comentar, pero he decidido que comentare sólo las que vuelva a ver recientemente, para hacer una comparación entre la primera vez que la vi y el segundo, tercer o más visionado. Este es el caso de “Léolo”, película de 1992 del director canadiense Jean-Claude Lauzon, que curiosamente sólo tiene dos películas en su haber, “Léolo” y “Fronteras de la Noche” en 1987. La primera vez que vi el filme fue en un Cine Club, y recuerdo que a algunos no les gustó porque tiene escenas muy fuertes, pero afortunadamente yo estuve en el otro grupo que amó la película. Es una película que transita terrenos sórdidos, mágicos, conmovedores, reales, en fin es un desfile de sensaciones tan profundas y a la vez tan simétricas, que en unos momentos puedes sentir asco, en otros te dan ganas de llorar y te conmueve profundamente, en otras lanzas una sonrisa de alegría, en otra una risa por alguna broma, en otra te conmueves por la música, y así asistimos a este baile de emociones que nunca te suelta durante todo el filme.
Como la vi hace un tiempo, la había olvidado un poco, hasta que la recordé nuevamente. La he vuelto a ver, y estoy seguro que esta vez si nunca la olvidaré. Es una obra maestra indiscutible. Jean-Claude Lauzon hizo el trabajo de su vida, dirigiendo y escribiendo el guión de este film, que fue inspirado en parte por la obra de Réjean Ducharme “El Valle de los Avasallados”, que incluso aparece en el filme. Además del trabajo en la dirección, que es realmente excelente, y el guión, los trabajos de fotografía y la parte musical aportan mucha fuerza y equilibrio al filme.
“Léolo” cuenta la historia de un niño que vive en un barrio humilde en Montreal. Vive en la misma mierda y la mierda está muy presente en su vida, en ambos sentidos, gracias a las obsesiones de su padre. Léolo lucha a diarios para que su entorno no lo consuma, recurriendo a un mágico mundo en sus sueños, en la lectura y escribiendo todo lo que pasa. Su entorno, su familia son convertidos en personajes de ficción en su historia. Ante el inevitable destino que parece estar destinado a los miembros de su familia, Léolo se niega a terminar igual y constantemente se repite: “Porque sueño, yo no lo estoy”. Su mantra persiste, a pesar de que su entorno se niega a intentar de absorberlo, hasta que al final parece que lo inevitable se impone.
Como mencioné inicialmente, el filme recorre grandes emociones con distintos contrastes, y eso se mantiene incluso en la estructura general del filme, hay optimismo y pesimismo presentes, que van luchando durante todo el metraje, hasta en las últimas escenas persisten, y lo mejor es que no es muy claro cual se impone. Necesita de una reflexión, y en esa reflexión en donde interioricemos la situación y el filme en general, sabremos muy claramente que el final se decanta entre los dos caminos. Los físico y lo espiritual, nuestra propia dualidad es la que decide. Posiblemente pensemos sobre el dilema entre cuerpo y el alma, y cuál de los dos es corruptible y trascendente.
Además de todo lo que acabo de mencionar, no puedo dejar de nombrar las increíbles actuaciones de todo el elenco. Sobre todo el niño Léolo, interpretado por Maxime Collin, un joven actor que creo que no volvió a actuar, pero en este filme borda el personaje. Y todo el resto del elenco que estuvo muy bien.
En síntesis, un filme inolvidable y poético, un drama social que desnuda la infancia y la vida en la pobreza a la que estaban destinadas muchas personas, donde no hay esperanza y todos parecen tener de nacimiento un sello que los marca hasta el día de su muerte. Hay escenas excelentes, frases magistrales durante todo el filme y diversos símbolos muy interesantes: la figura del domador de versos que lee lo que Léolo escribe, el toque surrealista, y la mención a la figura de Don Quijote, da una idea del trasfondo metafórico, onírico, simbólico y poético de todo el filme, así como otros que seguro se me han pasado e iré descubriendo en nuevos visionados. Muy recomendada.
Por desgracia no es curioso que Jean Claude Lauzon tenga en su haber sólo dos películas, en 1997 falleció en un accidente de avión, estaba preparando su tercera película y el séptimo arte perdió uno de sus más prometedores directores, sin poder disfrutar de todo lo que hubiera creado con esa imaginación tan deslumbrante.
ResponderEliminarAsí es! Nos quedó debiendo, pero nos dejó Léolo, que es una maravilla y su legado.
EliminarSaludos y gracias por comentar y pasarte!
A.S.B