Película presentada en el FICCI, en la sección de “Gemas”. Antes de continuar con el comentario, debo decir que antes del año pasado no había visto ninguno de los filmes de Béla Tarr, porque no lo conocía, sólo había escuchado algunas anécdotas de su extensa película “Satántango”, que seguro algún día me atreveré a ver. Durante el año pasado me propuse ver algunos de sus filmes para tener una idea de su estilo, y me encontré con dos filmes: “Gente Prefabricada” y “Armonías de Werckmeister”, ambos filmes superiores que hicieron que me hiciera más ilusiones de ver su último filme. Debo de reconocer el primer incentivo que llamó mucho mi atención fue el enfoque de fondo haciendo alusión a uno de los episodios más famosos de uno de mis filósofos favoritos: Fridrich Nietzsche.
Sin más preámbulos, en este filme (según el último filme del director), Tarr se inspira en un episodio ocurrido en el año de 1889, cuando Friedrich Nietzsche paseaba las calles de Turín y en un momento presenció la escena de un cochero que golpeaba con violencia a un caballo. Nietzsche se abrazó en un impulso al cuello del caballo y luego regresó a su casa, en donde dejó de escribir y cayó en una aparente locura que le llegaría hasta sus últimos días.
Antes de continuar también quiero resaltar otra coincidencia que he encontrado con uno de los mejores libros que he leído. “La Insoportable Levedad del Ser” de Milan Kundera. Precisamente uno de los fragmentos del libro de Kundera hace alusión a este capítulo de la vida de Nietzsche. Y Béla Tarr declaró que con su filme pretendía representar la insoportable pesadez del ser y de la vida. Entonces esta alusión, además del episodio en donde el famoso filósofo hace su ruptura con la humanidad, tal vez sea coincidencia. Pero no deja de parecerme muy interesante y curioso.
El filme continúa, luego de la explicación de ese episodio, diciendo que Nietzsche pasó sus últimos días al cuidado de su madre y sus hermanas, pero del caballo no se supo más nada…
A partir de ese punto, inicia el filme de Béla Tarr y su visión de lo que ocurrió con el cochero y su caballo. El inicio es impactante con esa música tan estremecedora que es recurrente en el filme, y con una imagen del imponente caballo y el cochero, en una ambientación tan desoladora con inacabables tormentas de viento, y la magnífica fotografía y puesta en escena que facilitan y reflejan con increíble precisión lo que Tarr quiere decir.
Posteriormente, el cochero llega a su casa, en un lugar desierto y apartado, en donde vive con su hija y el caballo. Lo que a continuación veremos en los seis días en los que se encuentra dividida la película, es la cotidianidad mecánica y terriblemente precisa de la familia, que cada día repite absolutamente lo mismo, en donde para variar Tarr centra la cámara en cada uno de los personajes. En este punto es importante observar los pequeños detalles que diferencias las expresiones y acciones cotidianas tanto del cochero como de su hija.
Los únicos dos momentos en donde se ve interrumpida la rutina es con la llegada de un forastero a la casa, y la de un grupo de gitanos de aspecto diabólico que intentan saquear el pozo de agua de propiedad del cochero.
El filme de Tarr es de mucha reflexión, al fin de cuentas es sobre la vida, pero en esta ocasión en una ambientación apocalíptica, desoladora, realista y pesimista de la humanidad. Nietzsche en ese episodio que sirve de prologo del filme, hace su ruptura con la humanidad, y parece que Tarr lo hace igualmente a su estilo. Lo que expone el director es realmente perturbador y fascinante, pura realidad, y no se dejen llevar por la ambientación, aunque parezca de antaño es más reciente que nunca. Y merece un análisis detallado y lento de cada uno de los espectadores.
Y finalmente, aunque la ritualidad de la vida del cochero y su hija parece inalterable, como con una programación mental que distrae de pensar en la insoportable realidad, llega un momento en que las cosas cambian. La naturaleza, en una ocasión descrita por Nietzsche como “tramposa”, se encarga de que el pozo se seque y enfrentar al ser humano (en este caso el cochero y su hija) a dase cuenta de que la llama se apaga y se consume, y que nada puede impedirlo, por más distracciones que tengamos… Y allí Béla Tarr filma esa última escena, ese último plano tan diciente, impresionante y desesperanzador, donde luego de combatir con la recurrente y terrible oscuridad, llega la resignación de lo inevitable. Sin dudas una Obra Maestra.
9/10
Trailer de El Caballo de Turín
Muy buena tu publicacion. Gracias, se puede decir que me he cultivado.
ResponderEliminarHola amigo, muchas gracias por tu comentario y por pasarte. Me alegra que el post te haya animado a acercarte a esta obra y a este gran director.
EliminarMuchos saludos
A.S.B