Actualmente los computadores y la internet son dos de los grandes mecanismos de distracción que tenemos absolutamente en todas la edades. Además de ser medios de comunicación, entre otras cosas positivas, son grandes medios de distracción que han reemplazado muchas de las labores que antes no eran realizadas frente a una pantalla. Compartiré un caso especial:
Cierto día veía con mi primo de 2 años, como es habitual, algunos vídeos en el laptop de dibujos animados. Uno de esos vídeos, mostraban a una gran diversidad de animales, observamos a carnívoros como el león y el tigre, a herbívoros como las cebras y las jirafas, a aves, insectos, y entre ese último grupo observamos la imagen colorida de una mariposa. Entonces nos dedicamos a ver el vídeo y tratar de aprender los nombres de todos los animales que pasaban por la pantalla de la laptop. Así como lo hicimos ese día, la acción es muy común hoy en día en muchos hogares en el mundo.
Lo curioso ocurrió otro día, una mañana no muy lejana, en donde paseábamos los dos por un parque. Cuando ya habíamos recorrido gran parte del recorrido, aspirado aire fresco y nos disponíamos en volver a casa, pasó algo al parecer nos impactó a los dos. Una pequeña mariposa de color verde claro se paseaba entre las hojas, camuflándose entre las hojas. Entonces emocionado le dije a mi primo que mirará a la mariposa, la emoción de él que inmediata y de un gran júbilo. No sé si era la primera vez que él veía una mariposa real, pero parecía que así fuese, y lo más extraño es que en un momento sentí que era la primera vez que veía una (y no es verdad), pero así lo sentí. Fue un momento glorioso, ambos estábamos felices de haber visto a esa mariposa, que antes habíamos visto en la pantalla de una laptop. Tenía una gran emoción en ese momento, que sentí que podía entender cómo se sentía mi primo. Volví a ser un niño nuevamente.
Y para nuestra satisfacción, cuando seguíamos caminando, aparecieron muchas más mariposas, esta vez de varios colores, parece que la alegría de dos seres las hubiese atraído, y no se camuflaban, al contrario se paseaban mostrando todo su esplendor.
Al salir del parque, no sé quien estaba más feliz, si él o yo. Creo que ambos. Y así regresamos a casa muy contentos por lo que acababa de pasar. Mi primo llegó y empezó a jugar con sus juguetes, y yo me apresuré a subir a mi cuarto y buscar una hoja y un papel para atesorar este momento en unas páginas. Hasta el día de hoy que lo comparto. Porque precisamente hoy salimos nuevamente, y nuestras amigas salieron nuevamente a recibirnos y a sorprendernos.
Aunque parezca muy normal, y seguramente muchos de nosotros tenemos estos momentos todos los días, la diferencia está en nuestra capacidad para verla y apreciarla. Entonces comprendí que mi primo tiene a sus dos años una gran sensibilidad, y por fortuna comprendí que la mía sigue intacta. Que aunque a veces la oculte por las labores del día a día, y por las grandes amenazas de la sociedad de consumo actual, que es un enemigo de la sensibilidad humana, todos tenemos esa sensibilidad con nosotros, ansiosa de salir a la superficie por algunos momentos y llenarnos de alegría. Y lo más gratificante que descubrí, es que ese niño que alguna vez fui, seguía en mi interior. Mi capacidad de sorprenderme y emocionarme ante las pequeñas cosas de la vida, aún la mantengo, y eso me hizo muy feliz.
Entonces recordé una de mis frases favoritas de Friedrich Nietzsche:
"La madurez del hombre es haberse reencontrado, de grande, con la seriedad que de niño tenía al jugar"
(A.S.B)
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