La
trilogía de Terence Davies es una exploración y un retrato autobiográfico de
este director que se caracteriza por tener siempre detalles íntimos de su vida
en sus trabajos. En esta serie dividida en tres partes y episodios, somos
testigos del desarrollo de la vida de un ser atormentado desde su infancia, esa
etapa tan sagrada, su adultez y posterior vejez.
En mi
especial de Violencia en las Aulas, tiene especial importancia la primera parte
que se titula “Children” (1976), que además creo que es la parte más lograda,
es una pequeña obra maestra que traspasa los sentidos. Sin embargo, las otras
dos partes son igual de importantes para el especial y el análisis, ya que
muestra una proyección de las secuelas que quedan durante toda la vida, hasta
la muerte.
Todas
las tres partes fueron estrenadas en años diferentes, y al final Davies
presentó en 1984 la trilogía completa en varios festivales con mucho éxito.
Children
(Terence Davies) – 1976
“Children”,
que además es el primer trabajo de Terence Davies, es un mediometraje de 43
minutos que cuenta la historia del pequeño Robert Tucker. Robert es un niño
tímido, retraído e introvertido, actitud que lo mantiene marginado en la
escuela, en donde sus compañeros lo acosan y lo persiguen, haciendo de la vida
de Robert en la escuela un verdadero martirio.
Robert
tiene una vida traumática desde su hogar, con su padre, un hombre o mejor dicho
una bestia que incluso hasta desea la muerte del pequeño y se lo dice. Su
familia es católica extrema, y bajo esas reglas lo han educado, bajo la idea de
que casi todo es pecado. Y Robert crece con esa idea.
Además
de los problemas en casa, Robert descubre desde muy temprano su homosexualidad,
lo que le acarrea un gran problema de identidad. Y se siente mal de esos
pensamientos que tiene, ya que los considera impuros y malos.
El
tiempo en que trascurre el filme, es cuando Robert ya ha crecido y es un
adulto, pero eso lo sabemos ya luego de pasados unos minutos del metraje. Así
que la mayoría del filme es una gran flashback y recuerdos de la infancia de
Robert. Recuerda el dolor y su sufrimiento tanto en su casa como en la escuela,
cuando no encontraba paz en ninguno de los dos lugares. Y precisamente,
recuerda el momento en su infancia en que descubrió su atracción hacía los
chicos, cuando se encuentra ya adulto visitando a un doctor, por su problema y
su enfermedad de homosexualidad. El doctor le pregunta si aún no le interesan
las chicas, y Robert niega con la cabeza, a lo que el médico responde: “no te
preocupes, ya llegará”. Aunque Robert después que salga de consulta, vaya a un
lugar donde concierta una cita con otro chico, no puede ignorar sus impulsos.
Robert
sigue recordando, los maltratos y desprecios de su padre, los maltrato de él
hacia su madre, en una escena donde los dos van camino a casa en un autobús, en
esa escena donde no se pierde nunca de vista a la madre, podemos ver su
sufrimiento en el rostro.
Ya en
los últimos minutos observamos la muerte del padre, y cuando se encuentran
sacándolo en el cajón de su casa, Robert no puede evitar esbozar una sonrisa.
Al fin se libraron de uno de sus mayores tormentos, y la madre con su rostro
impasible. Robert parecía contento, hasta que después del sepulcro, llegan a la
casa y él sube a su cuarto, va hacía la ventana y empieza a llorar. ¿Por qué
llora? Tal vez porque en el fondo no puede evitar sentir tristeza por la muerte
de su padre, porque en realidad lo quería, aunque deseara su muerte. Tal vez
porque aunque se haya ido, nunca podrá irse de su mente y todos esos recuerdos
permanecerán con él hasta su muerte… llora por una infancia perdida y
destruida.
Aparte
de su estupendo argumento, el filme ambientado en un correcto blanco y negro,
es magistralmente dirigido, hay escenas, tomas y planos largos muy bien
trabajados y cuidados. Es un filme muy poético cargado de tristeza y
melancolía. Una maravillosa obra maestra que arruga el corazón y llega de forma
violenta al espectador. Con actuaciones absolutamente notables, sobre todo la
del pequeño Robert, que dan mucha credibilidad y fuerza al argumento y a esa
triste sinfonía en todo el metraje. Hablando de sinfonía, la música utilizada también
le da gran fuerza a la trama e imprime mayor énfasis en las emociones. En
síntesis, un filme altamente recomendado y una de las joyas de este
especial.
9/10
Madonna and Child (Terence Davies) – 1980
En la
segunda parte de la trilogía de Terence Davies, seguimos con la historia de
Robert. En esta ocasión ya como un adulto. Robert trata de sobrellevar su vida
de católico homosexual, trabajando en una monótona y aburrida oficina,
sorteando su doble vida y cuidando a su madre que yace enferma.
Los
fantasmas del pasado de Robert no lo abandonan, sigue con su vida gris y
desdichada. En esta oportunidad, continúa el trabajo de calidad de Davies, el
blanco y negro, la atmósfera melancólica y esos planos que hablan más que mil
palabras. Muy buena continuación de la historia del pequeño Robert, iniciada
con Children. Dura sólo 30 minutos.
8/10
Death and Transfiguration (Terence Davies) – 1983
La
última parte de la trilogía de Terence Davies, es un cortometraje de 23
minutos. En él observamos a un Robert ya anciano, enfermo, agonizante y
postrado en una camilla, que se encuentra recluido en un hospital.
Ya su
madre ha muerto, pero sus fantasmas siguen acechándolo hasta sus últimos días.
En esta parte final, Robert recuerda algunos momentos importantes de su vida, cuando
era niño, joven, adulto, momentos con su madre, los encuentros clandestinos que
sostuvo, en fin. Un breve resumen de su triste historia.
Davies,
continúa la historia con el blanco y negro, acude a los flashbacks para los
recuerdos de Robert, y hace alarde de su talento tras la cámara. Ya en el
final, tenemos algunas de las escenas más logradas de la trilogía.
Broche
de oro para uno de los trabajos más logrados y tormentosos sobre la infancia y
sobre toda una vida.
8/10
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