Un día estaba observando una revista de nombre: “actual”. La hojeaba rápidamente, ya que parecía ser una revista de farándula. Sin embargo, en la revista me encontré un artículo muy interesante, llamado: “De la pluma de ganso al emoticon, Cartas de amor en la era digital”, por Andrea Torremare.
Me gustaría copiar el artículo completo, pero lastimosamente no pude encontrarlo en la web, me imagino que porque era reciente. Pero voy a copiar a continuación algunos de los fragmentos que mas me llamaron la atención. Verán algunas cartas famosas (de la monja, eloisa y abelard etc.).
Artículo.
¿A dónde han ido a parar las cartas de amor en la era digital, con el correo electrónico, los mensajes de texto y otras formas de comunicación instantánea? ¿Los muy jóvenes, usuarios masivos de dichos soportes técnicos y fanáticos del mensaje breve, han abandonado para siempre la tinta y el papel para comunicar su pena o su dicha, su desilusión o su felicidad amorosa?
Hay quienes piensan que el extraordinario progreso tecnológico, si no acabó con las cartas de amor, por lo menos modificó su forma, su extensión y su lenguaje. Para otros, si hay cambios, ellos no se deben tanto a la revolución informática, sino a que la postmodernidad ha modificado los relatos, incluyendo el discurso amoroso, que se habría vuelto más pedestre y menos expresivo, despojado del romanticismo y la exaltación de los tiempos de pluma de ganso y tintero de cristal. Además, el soporte digital impide gestos extremos como el “devuélveme mis cartas” con que un hombre o una mujer querían expresar lo definitorio de una ruptura o, en el mismo sentido, cuando un ser despechado rompía en mil pedazos las misivas, otrora escritas y leídas con desbordada pasión. “Quema esas cartas donde yo he grabado/solo y enfermo mi desgracia atroz…”, reclama el famoso vals, un amante abandonado que no quiere que ojos ajenos y seguramente indiferentes espíen su desdicha.
Hablando de cuán anacrónico resulta hoy ir a la oficina de correos para enviar una misiva amorosa, Nacho, con 20 años y una educación secundaria más bien clásica y humanística, revela: “Hay cosas que es mejor decirlas con una carta manuscrita y entregada en mano; de ese modo se puede lograr un impacto que no se compara con el e-mail o el mensaje de texto”. Lo que permite deducir que el espíritu romántico y el intento de calar hondo en el corazón del destinatario destinataria se mantiene intacto y, probablemente sigue teniendo mejor acogida con la añeja carta de amor. Pareciera que el papel es más adecuado para expresar la intensidad de los sentimientos amorosos que los emoticones y la mecanicidad que impone el mensaje informático.
(…) en 2008 hubo un revival del epistolario amoroso cuando, en una famosa escena de la película “Sex and the city”, Carrie Brandshaw (Sarah Jessica Parker), en la cama, con piyama y un collar de perlas, lee en voz alta un libro de cartas de amor. Su novio en el film, Mr. Big Preston (Chris North), le pregunta por el libro, a lo que ella responde que se titula “Cartas de amor de grandes hombres y mujeres de la historia”, una supuesta recopilación de textos de Oscar Wilde, Beethoven, Mozart, Napoleón y varios más.
La ficción puede preceder y hasta crear la realidad. Una semana después del estreno de la película, miles de personas pedían en las librerías una obra que existía sólo en el film. Inmediatamente alertadas sobre la increíble vitalidad del tema, varias editoriales lanzaron sus antologías de correspondencia amorosa, entre ellas la británica Macmillan, que saturó las librerías de Inglaterra y Estados Unidos con una recopilación de cartas de amor con el mismo título del libro ficticio (…)
También en español, la editorial Plaza publicó “Hombres ilustres. Sus cartas de amor” y, este año, Planeta lanzó al mercado “Los grandes hombres también hablan de amor”, con 39 misivas redactadas por estadistas como Enrique VII o Napoleón Bonaparte, compositores como Wolfang Amadeus Mozart, Ludwig Van Beethoven y Robert Schumann, escritores como Honoré de Balzac, Víctor Hugo, Gustave Flaubert y Oscar Wilde, y científicos como Charles Darwin y Pierre Curie.
En casi todas ellas el componente dramático está dado por la distancia física que separa a los enamorados o por la circunstancia que les impide estar juntos, como le hecho generalizado de que uno de ellos está casado. “Cuán cierto es que las grandes ausencias matan el amor y aumentan las grandes pasiones”, le escribe Manuela Sáenz a Simón Bolívar. Y es esta barrera la que exalta los sentimientos y le da a las misivas un tono casi trágico. “Mi destino corresponde a ti. Sólo tienes 17 años de edad. Has pasado dos en un convento y ahí me hubiera gustado que te quedaras antes de verte casada. Pero ya es demasiado tarde. Te quiero y me amas”, le escribió Lord Byron a su amante adolescente, unida a un hombre 40 años mayor que ella.
Mas prohibido aún es el amor del dramaturgo Oscar Wilde, quien fue condenado a dos años de trabajos forzados por su relación homosexual con el joven Lord Alfred Douglas, su “objeto divino”, como lo llamaba, a quien le escribe: “Tu soneto es completamente adorable y es una maravilla que esos labios de pétalo de rosa roja que tienes hayan sido creados no tanto para el canto musical como para la locura de besarse. Tu adorada y delgada alma deambula entre la pasión y la poesía… Ámame siempre. Has sido el amor supremo”.
Una de las cartas de amor más celebres es la que el compositor alemán Ludwig Van Beethoven escribió en 1812 para su amada inmortal, nombre con que ese texto pasó a la historia, sin que hasta hoy se sepa con seguridad a quién estaba dirigida, ya que el músico guardó el secreto hasta su muerte. El musicólogo estadounidense Maynard Solomon sostiene que la destinataria era Antonie Brentano, esposa de un mercader con quien tuvo cuatro hijos. “Mi ángel, mi todo, mi yo… ¿Por qué esa profunda pesadumbre cuando es la necesidad la que habla? ¿Puede consistir nuestro amor en otra cosa que en sacrificios, en exigencias de todo y nada? ¿Puedes cambiar el hecho de que tú no seas enteramente mía y yo enteramente tuyo? El amor exige todo y con pleno derecho: a mí para contigo y a ti para conmigo. Sólo que olvidas tan fácilmente que yo tengo que vivir para mí y para ti. Se estuviéramos completamente unidos ni tú ni yo hubiéramos sentido lo doloroso”. Y el apasionado párrafo final: “Qué nostalgia llena de lágrimas por ti, por ti, por ti, mi vida, mi todo. Todos los buenos deseos a ti. Oh, continúa amándome, nunca juzgues mal el corazón fiel de tu amado. Siempre tuyo. Siempre mía. Siempre ambos.”
En nuestra América, uno de los amores más célebres es el de Manuela Sáenz y Simón Bolívar, cuyas cartas hablan de una larga pasión entre dos personalidades notables. Ocurre que Manuela abandonó a su esposo, el acaudalado médico británico James Thorne, 26 años mayor que ella, para luchar por la independencia americana junto a Bolívar. “Cada momento estoy pensando en ti y en el destino que te ha tocado. Yo veo que nada en el mundo puede unirnos bajos los auspicios de la inocencia y el honor. Lo veo bien, y gimo de tan horrible situación, por ti, porque te debes con quien no amabas, y yo porque debo separarme de quien idolatro! Sí, te idolatro más que nunca, jamás”, escribe el Libertador.
Ella responde: “Señor: Estoy muy boba y enferma. Cuán cierto es que las grandes ausencias matan el amor y aumentan las grandes pasiones. Usted me tendría muy poco amor, la grande separación lo acabó; pero yo que por usted tuve pasión, que ésta la he conservado por conservar mi reposo y mi dicha, que ella existe y existirá mientras viva”. Y Bolívar: “¿Sabes que me ha dado mucho gusto tu hermosa carta? (…) Lo que me dices de tu marido es doloroso y hermoso a la vez. Deseo verte libre, pero inocente juntamente; porque no puedo soportar la idea de ser el robador de un corazón que fue virtuoso y que no lo es por mi culpa. No sé cómo hacer para conciliar mi dicha y la tuya con tu deber y el mío”.
En cuanto a las célebres cartas del escritor irlandés James Joyce a su mujer Nora Barnacle, han pasado a la historia por el erotismo explícito, casi pornográfico, de muchos pasajes. El mismo Joyce calificaba de “sucias” esas parrafadas, por las que luego pedía perdón, aunque en otros tramos le pide a ella que le conteste en el mismo tono. “Mi amor por ti me permite derribarte debajo de mi, sobre tus suaves senos, y tomarte por atrás, como un cerdo que monta a una puerca, glorificado en la sincera peste que asciende de tu trasero, glorificando en la descubierta vergüenza de tu vestido vuelto hacia arriba y en tus bragas blancas de muchacha y en la confusión de tus mejillas sonrojadas y tu cabello revuelto…”, escribe el autor de Ulises en una de sus cartas a Nora, que por otro lado es de las más recatadas.
El primer, es un ejemplo de un escritor de “Cartas por encargo” en Colombia. Se trata de Jorge Humberto Restrepo, de Envigado (Antioquia). En el siguiente enlace habla sobre su oficio:
Cartas por encargoY el otro video corresponde a una famosa canción de nombre “Escríbeme”. Guillermo Castillo Bustamante escribió este famoso bolero, casi nadie recuerda que lo hizo cuando estaba en la cárcel por motivos políticos bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. El poema, que musicalizó el mexicano Javier Solís, estaba dirigido a su esposa Inés a través de su hija del mismo nombre, ya que su amada no podía recibir su correspondencia. La bella canción logró un éxito masivo y fue grabada por el propio Solís, por Lucho Gatica y por el tenor Alfredo Sadel. A continuación el enlace a la interpretación de Sadel.
hola Soy de Buenos Aires, Argentina y queiro conseguir el libro "Hombres ilustres, sus cartas de amor"
ResponderEliminarOjala puedan ayudarme!!!
gracias
Silvina
Hola Silvina, no tengo ese libro, ni lo he conseguido de forma virtual. Creo que está para comprarlo de forma virtual. Te dejo uno de los enlaces:
Eliminarhttp://www.casadellibro.com/libro-hombres-ilustres-sus-cartas-de-amor/9788493677312/1232146