sábado, 7 de enero de 2012

Libertad (Jonathan Franzen)


Hace unos días terminé de leer “Libertad” de Jonathan Franzen. Mi primera reacción fue: La primera mitad del libro es de lo mejor que he leído en los últimos años, luego decae un poco la trama por algunos excesos y desvíos, luego se recupera, pero no logra mantener el nivel inicial. Esa primera mitad, que son algo más de trescientas páginas, me tenían encantado, la destreza con que Franzen hace una recreación de la sociedad norteamericana contemporánea, es admirable. Acompañada de los elementos humanos universales, como la idea del amor, la traición, los miedos, entre otros, resaltando la que es más importante para el libro: La percepción de “Libertad” de cada uno de los personajes, que se desarrollan en la trama hilados de admirable.

No sólo la sociedad norteamericana queda en evidencia y se puede identificar con el libro, los sentimientos universales que nos cobijan a todos, harán que el gran público se sumerja en su exquisita prosa mantenida sobre todo en las primeras páginas, en donde describe y pone en escena el accionar de las distintas emociones que pasan por la cabeza de los personajes. Estos personajes que se perfilan y se construyen con estándares que cobijan a un gran grupo de la sociedad contemporánea.

La novela de Franzen, que es ambientada en un entorno Post- 11 de Septiembre, se encarga de resaltar muchas referencias sobre lo que pensaban los ciudadanos norteamericanos sobre los atentados y la posterior invasión a Irak. Si, la novela tiene un gran trasfondo político y plantea diversas críticas al gobierno de Bush. Todo este argumento directo es abordado con mayor magnitud en la segunda parte del libro, junto con otros temas, lo que me parece admirable, pero no estoy seguro de la efectividad del tratamiento de Franzen sobre el tema y la cohesión que tiene el tema con su trama inicial. Claramente es pertinente, y logré entrever la relación e ironía que maneja Franzen, pero su efectividad es dudosa. Sobre todo con el desenlace, que comentaré superficialmente más adelante.

Como es normal en mis comentarios, comparto el texto de contraportada del libro:

“El retrato minucioso de una familia del Medio Oeste americano a lo largo de varias décadas adquiere en la prosa maestra de Jonathan Franzen un carácter universal. Ahondando en la vida íntima de unos personajes tan cercanos como identificables, la novela es una incisiva radiografía de nuestro tiempo que ha suscitado la admiración unánime de la crítica y los lectores de todos los países donde se ha publicado hasta la fecha.

Patty y Walter Berglund son miembros de una nueva y floreciente clase urbana, pioneros en la recuperación de un barrio degradado. Además de madre modélica y esposa perfecta, Patty es la vecina ideal, la que sabe donde se reciclan las pilas y cómo escoger un colegio adecuado para los niños. Junto con su marido Walter, abogado ecologista y ferviente defensor de la bicicleta, aportan un grano de arena a la construcción de un mundo mejor. Sin embargo, la llegada de un nuevo milenio pone la vida de los Berglund patas arriba. Su hijo quienceañero se instala en la casa de los vecinos republicanos, Walter acepta trabajar para una compañía minera, y Richard Katz, antiguo compañero de Walter, rockero extravagante y mujeriego empedernido, cobra un protagonismo insospechado en la pareja. Pero aún más desconcertante es la evolución de Patty, que de ser la figura más activa del barrio se ha transformado en una mujer ensimismada en la búsqueda de su propia felicidad.

Con una efectiva combinación de humor y tragedia, Franzen desgrana las tentaciones y las obligaciones que conlleva la libertad: los placeres de la pasión adolescente, los compromisos despreciados en la madurez, las consecuencias del anhelo desenfrenado de poder y riqueza que arrasa en el país. Así, en los aciertos y errores de un grupo de personas que tratan de adaptarse a un mundo confuso y cambiante, Franzen ha pintado un cautivador retablo de nuestra época”.

Esta es en forma general la base de la obra, aunque hay algunos excesos calificativos en la contraportada.

Hay alusiones en el transcurso de la obra a “Guerra y Paz” de Tolstoi. No estoy seguro de la comparación de la obra de Tolstoi con el de Franzen, pero seguro fue un elemento clave de su inspiración. Como comentaba inicialmente, la estructura narrativa narrativa en la primera parte es brillante, en donde gracias a la introspección en la mente de sus personajes, Franzen logra desentrañar en lo más profundo de la mente de sus personajes y evaluar desde el punto de vista de cada uno de ellos, las distintas cuestiones que se les presentan y atraviesan en esa incesable búsqueda de la libertad. Esta habilidad es presentada en gran parte de la primera parte del libro.

El punto de quiebre en la trama, ocurre hasta la mitad de libro, en donde luego Walter empieza con el discurso “ecológico”, que me pareció realmente insoportable. No sé si tal vez la intención de Franzen era ridiculizar estas ideas, porque inmediatamente después vemos que el discurso ecológico y medioambiental es presentado como el “Gran Engaño” y un negocio de las mismas empresas que perjudican el entorno ambiental, y algunas “puyas” hacía Al Gore. Y los personajes, como Walter y Joey, como personas que venden sus propios ideales. Esta intención me parece admirable, pero hay ciertos discursos que me parecieron realmente insoportables. Y creo que no eran necesarios, al menos que Franzen buscase generar ese fastidio.

Llegando a este punto, donde veremos la parte de crítica directa de Franzen al gobierno de Bush. Donde la invasión a Irak es mostrada como uno de los mayores errores del nuevo siglo. Al tiempo, somos testigos de la visión de los republicanos y demócratas, donde ninguno de los dos queda inmune. Por lo que Franzen se distancia de tomar una voz preferencial por un partido, aunque su publicidad a Obama resulta más que evidente.

Es por esto, que el principal problema que veo, es en el planteamiento de la denuncia. Ya que esta interfiere con el hilo argumental de la historia, plantea algo nuevo, que además no es muy bien trabajado. Todo esto, con el planteamiento final, aduce un descuido y un leve o poco compromiso, ante las anteriores premisas que pretende atacar.

Ya que mencioné el “Planteamiento Final”, Franzen le da su voto de confianza a la humanidad, haciendo que todos sus personajes queden resueltos, con aires al tradicional “Happy Ending”, detalle que tampoco me agradó mucho. El sentido de libertad de plantea inicialmente Franzen en sus personajes con maestría, queda reducido enormemente tocando la línea del conformismo en esa sociedad.

En síntesis, un libro ambicioso y estupendo en su primera mitad, pero finalmente fallido por querer abarcar mucho y alargar una historia que pudo ser con un mejor tratamiento una de las mejores novelas del nuevo siglo, como la publicitan en todos lados. Pero lamentablemente no lo es, y si esta es la dirección que van a tener las próximas novelas catalogadas como las mejores del siglo XXI, sería lamentable. De igual forma, sólo estamos iniciando.

El puntaje, es por la primera mitad y los pocos aciertos posteriores, aunque la introducción es confusa:

7/10

Adicional:

Generalmente, una de las formas de “pronóstico” con las que voy evaluando una novela, es las veces que subrayo el libro. En “Libertad” subraye varias en la primera parte, y ninguna en la segunda. Comparto algunos fragmentos de estas:

“La invadió una sensación de hastío mientras permanecía allí inmóvil, vacilante: una premonición de que ninguno de los desenlaces inminentes le proporcionaría tanto alivio o satisfacción como para justificar aquella desdicha que le aceleraba el corazón. En otras palabras, vio qué implicaba haberse convertido en una persona profundamente infeliz” (…)

“(…) No quedó ninguna marca en la pared, y sin embargo el punto permaneció allí, claro e inconfundible, para siempre. Era una pequeña coordenada del universo permanentemente colmada de sentido y alterada por su propia historia. Dicho punto se convirtió en una silenciosa tercera presencia en la sala, junto con ella y Walter, los fines de semana que más tarde pasaron allí solos (…)”

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