Terminando un segundo año de la dinámica de Lecturas Colectivas, que iniciaron con la lectura colectiva de #Dante2018, del 1 de enero al 10 de abril del 2018, bajo el hashtag #Dante2018; y del siguiente, #Ovidio2018 para leer la famosa obra de Ovidio: Las Metamorfosis, desde el 1 de Mayo hasta el 3 de Agosto. Y del gran reto de leer “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra (que se peleó el honor de suceder a #Dante2018 junto con #Boccaccio2018 y #Ovidio2018 entre otras, al final decidimos leerlas todas), desde el 1 de Junio hasta el 06 de Octubre; y del 27 de Julio con “El Decamerón” de Giovanni Boccaccio, que iría hasta el 10 de Noviembre. Y de seguir otras lecturas “no oficiales” como #Kafka2018 y #Virgilio2018, para finalizar el año 2018 llegó la lectura colectiva de #Borges2018, con la lectura de dos de las obras más emblemáticas del escritor argentino: “Ficciones” y “El Aleph”, dos recopilaciones de relatos, que contienen varios de los cuentos más alabados de la literatura universal. Con todas estas lecturas completé casi 12 meses seguidos entre todas lecturas colectivas del 2018, leyendo a diario. En el 2019 inicié con otros dos retos mayúsculos: la “Ilíada” de Homero y el “Ulises” de James Joyce, iniciando también desde el 1ero de enero del 2019, hasta mediados del mes de junio (15 de junio), que he acabado las dos lecturas. Y entre esas lecturas también estuve en la lectura adicional de “Hamlet” de William Shakespeare, bajo el hashtag de #Shakespeare2019. Desde Julio 1 inició otra lectura bajo el mismo hashtag de #Homero2019, el de la “Odisea”, la secuela de la Ilíada, que terminé el 14 de diciembre, también con un canto a la semana. Casi todo un año leyendo a Homero en detalle y en compañía de otros lectores alrededor del mundo a través de este gran Club de Lectura Virtual en que se han convertido las lecturas colectivas. Fue una muy buena experiencia haber leído primero el Ulises de Joyce, para leer luego la Odisea, pues Joyce tomó parte de la Odisea para la estructura de su novela. Por eso en los resúmenes de la Odisea, hace mención a las referencias homéricas dentro el “Ulises”. Y ahora con el final de la lectura colectiva de “La Montaña Mágica” de Thomas Mann, sumo otro año dedicado a la literatura, además de mis otras lecturas.
Para los interesados, dejo el post general que hice sobre mis publicaciones diarias de #Dante2018, #Ovidio2018, #Cervantes2018, #Boccaccio2018, #Borges2018 (X2), #Homero2019 (X2), #Joyce2019
Especial: La Divina Comedia (Dante Alighieri) Reto #Dante2018
Especial: Las Metamorfosis (Ovidio) Reto #Ovidio2018
Especial: Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes) Reto #Cervantes2018
Especial: El Decamerón (Giovanni Boccaccio) Reto #Boccaccio2018
Especial: Ficciones (Jorge Luis Borges) Reto #Borges2018
Especial: El Aleph (Jorge Luis Borges) Reto #Borges2018
Especial: Ilíada (Homero) Reto #Homero2019
Especial: Ulises (James Joyce) Reto #Joyce2019
Especial: Odisea (Homero) Reto #Homero2019
Las publicaciones diarias las hacía por mi cuenta personal de Facebook, o la página de Facebook de mi blog A.S.B Virtual Info, y el grupo de Facebook con el nombre “Thomas Mann- La montaña mágica (Lectura colectiva). Pero sobre todo, y la esencia de estos retos y lecturas colectivas nació de la interacción en Twitter, gracias a la iniciativa del escritor Pablo Maurette, donde también a diario compartía mis posts de cada lectura, y también en las historias de Instagram y whatsapp.
Desde #Dante2018 mi papel activo, constante y diario, fue el de realizar textos diarios en todas mis redes sociales, que muchas veces eran resúmenes, otras veces eran reseñas, otras análisis, otras selección de fragmentos, y en el mejor de los casos, una mezcla de todas las anteriores, con la intención de conformar un diario de lectura. Con los textos de la Montaña Mágica, al igual que como me pasó en el “Ulises” de Joyce, tenía que dedicar mucho más tiempo y atención a la lectura, por lo complejo del texto, las largas discusiones filosóficas, y por el reto de tener que a veces resumir en una semana un capítulo de casi 200 páginas, aunque a veces le dábamos dos semanas. Pero en general traté de incluir en mis textos el orden de la narración y también atrapar las partes más importantes de los diálogos, discursos y debates filosóficos que tienen los personajes. Ahora hablaré un poco en general del libro:
La Montaña Mágica
Ya había leído la novela, pero esta pausada relectura me hizo disfrutarla y pensarla mucho más. Y para hacer análisis e interpretación me llevaría un largo texto, pero para eso están los textos diarios, en donde iba analizando parte por parte. Pero en general es una novela con tantas interpretaciones y símbolos, porque todos sus personajes son especiales, por lo que hay representan mucho más de lo que aparentan, y para descubrirlo hay que estar atento a lo que dicen y cómo actúan. Al llegar al final de la novela, nos damos cuenta que Mann ha estado retratando dentro de su ficción, que es una novela de aprendizaje, donde el joven e inexperto Hans va a un sanatorio donde empieza a adquirir todo el aprendizaje que nunca antes ha tenido en distintas áreas, y a través de varios maestros (porque cada uno simboliza y le enseña algo, desde Settembrini, hasta Naphta, Behrens, Clavdia, Joachim, Peeperkorn y Krokovski), todos son sus maestros. Pero siguiendo el hilo, nos damos cuenta que dentro de esa ficción, Mann nos ha estado hablando de la sociedad, de la decadencia de algunos valores, de la burguesía, y varios elementos que llevaron al estallido de la Primera Guerra Mundial. Y además de ser profético, al retratar y simbolizar en sus personajes los sistemas que se disputaron el control de Alemania, antes y después de la guerra, desde la burguesía, la República de Weimar, representando en Naptha, con ideas que llevarían al posterior totalitarismo y fascismo.
Pero además de la parte política y social, Mann incluye elementos autobiográficos, que se explican bien en los resúmenes, y en los temas tratados, están el del tiempo, el cuerpo, la enfermedad y la muerte. Son varios de los temas capitales, sobre los cuales reflexionan mucho los personajes. También para esos personajes, además de símbolos, también se inspira de personas que conoció,, tanto en su infancia y juventud, como en su adultez.
Pero en contrario a las novelas de aprendizaje, aunque el joven Hans aprende mucho, al final no está iluminado, sino que está en un estado de confusión porque ve todo a su alrededor derrumbarse. Sus maestros y amores cayendo en contradicción y en el suicidio, el estallido de la guerra, y sólo encuentra un refugio hasta sus últimos momentos es en la música y en el arte. Finalmente era un humanista, Settembrini había ganado. A pesar de tomar esa decisión final de alistarse para ir a la guerra para desilusión de su maestro.
La novela tiene pasajes fascinantes y la relación entre sus personajes. También Mann incluye elementos fantásticos, mitológicos, como el episodio de la Noche de Walpurgis, analogía al Fausto de Goethe, también a cuentos de la tradición folklórica. Los momentos en que Hans sube la montaña y viaja al pasado, a los sueños. Son elementos de la montaña mágica, que como se hace referencia al final, parece que hubiese despertado de un sueño, al estar separado de todo lo que ocurría afuera, o como se llamaba al mundo exterior, “allá abajo”. Por lo que indica, que en efecto, sí es una novela de aprendizaje, pero indica que no todo aprendizaje o conocimiento nos lleva precisamente a la iluminación, sino a las más terribles pesadillas.
En fin, varios temas, y ya no me voy a extender mucho más, porque en parte hago un repaso y reflexiones generales detalladas en cada uno de los textos diarios que vienen a continuación.
¡Espero los disfruten!
A.S.B
LA MONTAÑA MÁGICA
THOMAS MANN
Capítulo 1
Día 1: "Un modesto joven se dirigía en pleno verano desde Hamburgo, su ciudad natal, a Davos Platz, en el cantón de los Grisones. Iba allí a hacer una visita de tres semanas".
Es el inicio de esta monumental obra. Será la 2da vez que voy a leerla, y estoy seguro que esta lectura diaria y pausada me revelará muchas más cosas.
Inicia con un modesto joven y la descripción de su viaje, un largo viaje... Un largo y difícil viaje. A una montaña. Una ta montaña. El camino es brusco, estrecho, salvaje y amenazador. Y sabemos el nombre del joven, Hans Castorp. Se describe su humanidad, su ropa, su posición, y su contraste con el ambiente y el paisaje que ve por la ventana. Llevaba un libro: "Ocean Steamships".
Sigue descripción del viaje, y de lo que no se ve o es fácilmente perceptible: el espacio y el tiempo entre el joven y su destino. Y no sólo su destino, sino su punto de procedencia y los distintos puntos donde dejó parte de su vida.
"Hora tras hora, el espacio crea transformaciones interiores muy semejantes a las que provoca el tiempo, pero que, de alguna manera, superan a éstas". "Al igual que el tiempo, el espacio trae consigo el olvido; aunque lo hace desprendiendo a la persona humana de sus contingencias para transportarla a un estado de libertad originaria; incluso del pedante y el burgués hace, de un solo golpe, una especie de vagabundo".
Sigue la descripción interna del joven Hans, porque si algo encontraremos en esta novela, no es el monólogo interior de Joyce, sino más la descripción psicológica de Dostoyevski. Y cómo la descripción del ambiente se funde con la del personaje y los personajes. Y el tiempo es importante, porque transcurre lento y va a su medida, atrapando al lector dentro de su espacio. Porque al irlo leyendo, se sigue contando y transcurriendo en nuestro interior. Y una vez acabado, si se acaba, ya es tarde, porque se ha colado en ti.
Bienvenido Hans. Bienvenido Mann. Bienvenida la Montaña Mágica.
#Mann2019 C1 #LaMontañaMagica
Día 2: (Hans Castorp) "No tenía la intención de tomar este viaje particularmente en serio, de dejar que afectase su vida interior. Más bien pensaba realizarlo rápidamente, hacerlo porque era preciso, regresar a su casa siendo el mismo que había partidos y reanudar su vida exactamente en el mismo punto en que había tenido que abandonarla por un instante".
Hans es un joven universitario, entonces se recuerda su paso por exámenes en los días anteriores, los cursos ordinarios y las próximas prácticas que realizaría en una empresa de astilleros. La llegada de más responsabilidades y el paso del tiempo, en 3 semanas, lo impacientaba. El instante de la juventud. Pero también se sentía inquieto y temeroso de los lugares que conocería por primera vez. Lo desconocido. La angustia. "La patria y el orden habían quedado no sólo muy lejos, sino que básicamente se encontraban a muchas toesas debajo de él, y ascenso continuaba, agrandando el abismo cada vez más. El espacio. Pensaba en el lugar a donde se dirigía. La altura. La montaña. Nunca había respirado tan alto. Pero se tranquilizaba mirando la ventana. Sólo veía agua, rocas, vegetación, el cielo... E imaginaba el aire. Oscuridad. La Luz. Se detenían en pequeñas casetas, donde Hans se confunde y marea. Pero luego el camino se vuelve llano. Ya no se sube. Ya se ha llegado a la cima. Una estación. El pueblo de Davos. Escuchó una voz:
"¡Muy buenas! ¿No vas a bajar?"
#Mann2019 C1 #LaMontañaMagica
Día 3: Hans vio a Joachim. Finalmente había llegado. Aunque no lo creía. "Éste es el pueblo de Davos. El sanatorio está más cerca desde aquí".
Hans había ido a visitar a su primo a un sanatorio en la cima de una montaña. El saludo fue frío sin excesos. "Aunque parezca extraño, siempre habían evitado llamarse por sus nombres por mero temor a una excesiva cordialidad". Tampoco el apellido, simplemente el "tú".
El conserje del sanatorio ayudó a Hans con sus maletas, en dirección a Davos Platz. Hans preguntó a su primo sobre el hombre, por su visible cojera. Indagando si era veterano de guerra. Ante ese pensamiento surge el primer intercambio espinoso, que atisba una historia del pasado, y la duda de Hans sobre la permanencia de su primo en ese lugar.
Se describe a Joachim, corpulento y muy bien parecido. Hans le dice que supone que regresará con él inmediatamente. En tres semanas. Junto con él.
Joachim se burla. "¡Ah, crees que vas a volver a casa enseguida!". Y hace una mención al tiempo. Transcurría distinto que "allá abajo". Para él seguro pasarían rápido. Pero que esperaba a pasar un tiempo y se daría cuenta... Que quizás necesitaba más tiempo. Por ahora a él le habían dado 6 meses más.
Iban en coche camino al sanatorio. "¿Seis meses? ¡Si ya llevas aquí casi seis meses! Nadie dispone de tanto tiempo..."
"¡Oh, el tiempo! No puedes ni imaginar cómo abusan aquí del tiempo de los hombres. Tres meses son para ellos como un día. Ya lo verás. Ya te darás cuenta. Aquí le cambia a uno el concepto de las cosas".
#Mann2019 C1 #LaMontañaMagica
Día 4: Hans seguía incrédulo con su primo Joachim. Ya lo veía recuperado y lúcido. Joachim dijo que se sentía mejor pero aún no del todo, y hace referencia al cambio en los sonidos que escuchaba. Entre su discurso se conoce que se encontraba prestando el servicio militar, y planeaba continuarlo al salir. Pero no tenía prisa. Luego mostró a su primo una botellita plana de cantos redondeados de cristal azul con tapón de metal, diciendo que todos los internos lo tomaban.
Joachim le pregunta si le gusta el paisaje y Hans se queda admirando la vista: ¡Grandioso!, dice. Seguían caminando un sendero boscoso hasta donde se encontraba el edificio. Se describe el edificio desde la distancia. Y se describe la llegada de la noche mientras seguían caminando en silencio.
Hans se muestra un poco decepcionado, quizás para molestar a Joachim, diciendo que esperaba ver los glaciales y cimas blancas. Que quizás no estaban tan alto. Joachim le explica y señala los picos y glaciales alrededor.
"Sin duda, todo esto está a gran altura, y nosotros mismos nos hallamos a una altura espantosa. Nada menos que mil seiscientos metros sobre el nivel del mar. En estos niveles, las alturas de las montañas ya no se perciben". Hans aceptó los argumentos y asintió, aspiró una larga bocanada de aire desconocido para probarlo... "Era fresco... nada más. Carecía de aroma, de sustancia y de humedad; se respiraba fácilmente y no le decía nada al alma".
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Día 5: Joachim siguió hablando del paisaje y la montaña a su primo. Hans le prestó especial atención a la expresión que repetía constantemente su primo: "nosotros, los de acá arriba". Como lo decía, le resultó angustiosa y extraña. Dijo que ya el sanatorio estaba cerca. Además añadió un dato inquietante: "En invierno tienen que bajar sus cadáveres en trineo porque los caminos no son practicables".
Joachim se dio cuenta de la expresión de terror de su primo y se burló ruidosamente. "En estos cinco meses te has vuelto un cínico", le dijo. Su primo dijo que todos se vuelven cínicos allá arriba, y le empezó a mencionar algunos compañeros y nombres del sanatorio. Behrens, un viejo cínico y famoso cirujano. También Krokovski, su ayudante, "En el prospecto se hace especial hincapié en su actividad. Practica la disección psíquica con los enfermos". Al escuchar esa expresión, Hans no pudo contener la risa. Joachim también. Y llegaron al Sanatorio Internacional Berghof.
La Número Treinta y Cuatro
Estaba todo vacío, sólo el portero. Estaban en cura de reposo le dijo Joachim. Él también debía estar echado en la terraza pero quería ir a recibirlo. Hans estuvo a punto de volver a reírse. Que una manada de enfermos se tumbaran en la noche le causó gracia. Su primo lo acompañó al cuarto y Hans iba cansado del viaje y de reírse. Le había contado muchos disparate. Pero ya los vería por sí mismo. Pero tenía hambre. Preguntó por la comida.
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Día 6: "¡Aquí está tu habitación! Número 34", dijo Hans a Joachim. A la derecha estaba el cuarto de su primo y a la izquierda se encontraba un matrimonio ruso, un poco desatrasado y ruidoso.
Se describen un poco los detalles de la habitación. Impecable con muebles y paredes blancas, cortinas de lino, la puerta que daba a un balcón, donde se veían las luces del valle y se escuchaba una lejana música de baile. Hans acomodó unas flores y se mostró contento con la alegre habitación.
"Anteayer murió en ella una americana", dijo Joachim. Y contó detalles de la estancia de la americana, que se hospedaba con su prometido en ese mismo cuarto. Al parecer estaba enferma, había tenido dos hemorragias de primer orden. Pero dijo que habían fumigando todo con formol. Hans callado seguía recorriendo la habitación con esa nueva información. Preguntó si no encendían la calefacción.
Joachim dijo que no era costumbre en Agosto, donde no hacía mucho frío. Pero Hans se sentía con mucho frío y el rostro le ardía. Pidió que Hans le tocase la frente para sentir. Aunque al instante se arrepintió. No soportaba que le tocase la cara. Joachim le restó importancia y le dijo que se apresuraran para ir a cenar.
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Día 7: Camino al restaurante a cenar, en el primer piso Hans quedó paralizado al escuchar un ruido escalofriante a poca distancia. "un ruido no muy fuerte, pero de una naturaleza tan particularmente repugnante que Hans Castorp hizo una mueca de estupor y miró a su primo con los ojos como platos".
Era la tos de un hombre. Pero una tos que nunca había escuchado Hans, "parecía dar muestra de vitalidad; una tos sin fuerza, que no se producía por medio de las habituales sacudidas, sino que sonaba como un chapoteo espantosamente débil en el viscoso lodo de la podredumbre orgánica".
Le dijeron que era un noble austríaco. Un hombre elegante de alta sociedad. Siguieron caminando pero Hans seguía sorprendido por esa tos. Dijo que lo entendiera porque nunca había escuchado algo semejante en su vida. Y conocía varios tipos de tos. "casi no es una tos viva. No es seca, pero tampoco se puede decir que sea blanda; sin duda no es ésta la palabra apropiada. Es como si al mismo tiempo se mirase en el interior del hombre". Joachim dijo que ya era suficiente de descripción. Él tenía que oírla a diario. Pero Hans iba caminando y pensando en que podía mirar en el interior de aquel caballero a través de su tos. Cuando entraron al restaurante sus ojos brillaban de excitación.
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Día 8: Llegaron al restaurante, que era frecuentado por los huéspedes nuevos que comían fuera de los horarios, y donde se celebraban cumpleaños y anuncios importantes. En ese momento sólo se encontraba una señora de unos 30 años, que leía un libro y cantaba moviendo los dedos. Cuando los jóvenes se sentaron, la mujer cambió de asiento para dales la espalda.
Joachim le explicó a Hans que era muy tímida y siempre se sentaba con un libro. Había ingresado al sanatorio para tuberculosos desde muy joven, y no había vuelto a vivir en sociedad. Hans se burló de su primo, diciendo que frente a la mujer era una principiante.
Los atendió una amable camarera que llamaban Saaltochter, y tuvieron una agradable cena. Hans "tenía la costumbre de comer en abundancia, incluso cuando no tenía hambre, por consideración a sí mismo". Mientras Joachim se quejó de la comida, diciendo que ocurría cuando llevaban bastante tiempo, y bebió bastante vino con placer y pasión... "y con sumo cuidado por evitar expresiones demasiado sentimentales". Pero se mostró contento de tener a alguien con quien hablar con sensatez.
"Pero el tiempo debe de pasar para vosotros relativamente deprisa", dijo Hans.
"Deprisa y despacio, como quieras. Quiero decir que no pasa de ningún modo, aquí no hay tiempo, no hay vida", contestó Joachim.
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Día 9: Hans seguía bebiendo a pesar de sentir el rostro caliente como el fuego, pero su cuerpo seguí frío, "y en todos sus miembros latía una especie de desasosiego extrañamente eufórico, que al mismo tiempo, le atormentaba un poco".
Los dos estaban sintiendo los efectos del alcohol, hablaban atropalladamente, cambiaban de tema y animados, hasta que la señora que leía se levantó y se marchó. Joachim quiso saber más de Hamburgo y la vida de Hans "allá abajo". Hans le contó de sus estudios, su oficio y el trabajo al que aspirada, la navegación, etc. Pero inmediatamente le dijo a su primero que mejor le contara más cosas de su vida "allí arriba" y los huéspedes. Joachim feliz de desahogarse se explayó. Le habló de la señora Stohr, que era la persona más inculta que había conocido. Y tuvieron que aguantar la risa para no hacer tanto ruido. También la señora Iltis, que llevaba un esterilete. Y siguió el chisme.
De la risa desaforada, les empezó a dar hipo.
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Día 10: Joachim mareado por el vino y con hipo empezó a reflexionar sobre su estancia en el sanatorio y el tiempo nuevamente. Cada vez que Behrens le decía "Otros seis meses", significaban muchos más. Y reflexiona sobre lo que hubiese sido seguir su carrera militar:
"Pero es muy duro, ¿no crees que es muy triste para mí? Ya me habían admitido y al mes siguiente podía examinarme para oficial". Pero estaba ahí enfermo y contando chismes de señoras. Vio a su primo dormirse y dijo que debían ya ir a la cama. Hans se negó.
Vio al doctor Krokovski y pensó en aprovechar para presentarlo a Hans. Se describe el aspecto del doctor, que los saludó cordialmente. El doctor le preguntó a Hans si había ingresado como paciente. Hans entre el sueño y el alcohol le habló de sus exámenes e intentó explicar que sólo estaría 3 semanas y que estaba completamente sano. El doctor se burló diciendo que era un fenómeno digno de ser estudiado, pues nunca había visto a alguien enteramente sano. Le preguntó sobre los exámenes que presentó.
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Día 11: "Soy ingeniero, señor doctor", respondió Hans al doctor, quien perdió parte de su humor ante la respuesta, pero insistió en preguntarle si pensaba que no iba a necesitar ningún tratamiento médico, físico, ni psíquico. Hans negó nuevamente.
Nuevamente volvió la risa del doctor, quien al estrechar la mano del joven Hans, le dijo: "¡Pues que duerma usted bien, señor Castorp, con la plena conciencia de su salud de hierro!"
Un poco turbados por el encuentro con el doctor siguieron a sus cuartos por las escaleras. El número 34. Siguieron hablando del doctor. Y Joachim le dijo que no debió haber rechazado sus cuidados médicos tan bruscamente. Al menos del tratamiento psíquico. Él solía contarle de vez en cuando algún sueño para diseccionar.
#Mann2019 C1 #LaMontañaMagica
Día 12: Hans se sintió un poco arrepentido de su ofensa al médico y por ofender a alguien. No era algo que se permitía a menudo. Pero estaba tan cansando que no le dio importancia. Se despidieron los primos para dormir. Joachim dijo que pasaría a buscarlo a las 8 a.m para ir a desayunar.
Hans cayó rendido apenas se apagaron las luces pero un pensamiento repentino lo inquietó. Recordar que alguien había muerto dos días antes en esa misma cama.
"Sin duda no habrá sido el primero. Es un lecho de muerte, un lecho de muerte común y corriente". Y se durmió con ese pensamiento.
A propósito del capítulo del Hades en la Odisea #Homero2019, y recordando el capítulo del Ulises de Joyce del Hades también #Joyce2019.
Inmediatamente empezó a soñar, como solía hacerlo. Profundamente. Soñó en su primo, en el doctor, y con las personas que su primo le había descrito en el restaurante. Aunque no los conocía ya se presentaban en sus sueños. También escuchó una fuerte tos que lo perturbó, que le había permitido mirar al interior del sujeto. Joachim tosía en el sueño también. Eso hizo a Hans llorar y darse cuenta que debía de ir a la farmacia a comprar crema facial. También vio a la señora del estilete y se echó a reír. Una noche llena de emociones varias y su cuerpo empezaba a experimentar un cambio "allí arriba". Durmió hasta que en la mañana la luz que se colaba por la cortina lo despertó.
Fin Cap. 1
#Mann2019 C1 #LaMontañaMagica
Capítulo 2
Día 13 y 14: Inicio del capítulo 2.
Al inicio del capítulo se recuerda a los padres de Hans Castorp. Tenía vagos recuerdos, ya que apenas los había conocido. Murieron casi de forma simultánea. La madre, por una trombosis causada por una flebitis, que le había generado un paro cardíaco, y a la víspera de un parto. En ese momento, "se estaba riendo sentada en la cama, y simplemente pareció que se había caído para atrás de tanto reírse; pero lo que sucedió es que se había muerto". El padre, no pudo resistir la pérdida. No era precisamente un hombre fuerte. Contrajo una pulmonía durante su trabajo en el puerto en su empresa, y su corazón destrozado no pudo soportar la intensa fiebre. Interesante cómo la enfermedad y el cuerpo tienen una descripción tan detallada dentro de la novela, y la relación inmediata con las emociones de los personajes.
Hans Hermann Castorp, el pequeño huérfano tuvo que ir a vivir con su abuelo. Durante el tiempo que convivieron mantenían una rutina y comían juntos todos los días, servidos por el viejo Fiete, un particular personaje con pendientes en sus orejas y corbata. Hans escuchaba con atención cuando los dos hablaban.
Recuerda especialmente las manos de su abuelo cuando comía. La forma que manejaba los cubiertos y comía los alimentos. Y Hans miraba sus propias manos, aún muy torpes, pero sentía que tenía esa latente capacidad para sostener y manejar el cuchillo y el tenedor como su abuelo algún día. También se reflejaba en la figura de Fiete, cuando fuese mayor. Se veía vestido con sus ropas. De adulto seguiría teniendo esas proyecciones sobre su abuelo y Fiete.
#Mann2019 C2 #LaMontañaMagica
Día 15: Se sigue recordando la infancia y convivencia de Hans, luego de la muerte de sus padres, con su abuelo y Fiete.
Recordaba diversos objetos de la casa, así como detalles y ademanes de los adultos. Entre los objetos, aflora el de una jofaina redonda de plata y una bandeja de plata. Cada uno con una larga explicación ya conocida. Recordaba que eran antigüedades, donde en el interior de la jofaina ya se mezclaba entre el oro y el óxido. Y en la bandeja reposaba el año de elaboración: 1650. Se siguen describiendo los detalles y la letras en los objetos. En la bandeja estaban grabados los nombres de los cabezas de familia que habían sido propietarios del objeto. Eran 7 y junto reposaba también año de la herencia. El abuelo le mostrada el nombre suyo y el de su padre fallecido.
Recordaba la explicación de su abuelo, pero sobre todo el sonido al hablar. "Al oír aquel sonido creía respirar aire frío y con cierto olor a moho, el aire de la iglesia de Santa Catalina o de la cripta de San Miguel; sentir en sus oídos el aliento de esos lugares en los que, con el sombrero en la mano, parece imponerse caminar con devoción, inclinándose y tambaleándose ligeramente para no apoyar los tacones de las botas; creía también oír el silencio lejano y pacífico de esos lugares de profundos ecos; el sonido de aquellas sílabas hacía que en su interior se mezclasen la conciencia de lo sagrado y la conciencia de la muerte y de la historia, y, de algún modo, el joven tenía la sensación de que todo aquello le hacía bien; es más, era muy posible que le hubiera pedido que le mostrara la jofaina por amor a ese sonido para escucharlo y repetirlo una vez más".
El abuelo recordaba que con esa jofaina y bandeja bautizaron al pequeño Hans. Hace 8 años, le decía en ese momento. Y le contaba la historia del sacristán, el pastor que lo bautizó, la iglesia y cómo el agua resbaló sobre su pequeña cabeza. Que Hans lloró, incluso antes de que cayese el chorro, pero al sentir el agua calló. El abuelo creía que por respeto al sagrado sacramento, o eso esperaba. "Y hace 75 añose bautizaron a mí" decía el abuelo. Con los mismos objetos. Y su padre, el tatarabuelo. El mismo lugar, las mismas palabras.
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Día 16: "... aquella peculiar sensación, como soñada y también como de pesadilla de que todo se mueve y no se mueve nada, de cambiante permanencia que no es sino un constante volver a empezar y una vertiginosa monotonía; una sensación que ya le era conocida de otras veces y cuya repetición había esperado y deseado; en parte se debía a este deseo el que hubiera pedido que le mostrasen aquella pieza, que pasaba de generación en generación sin que el tiempo pasase por ella".
Siguió pensando Hans en la fuerte imagen e influencia de su abuelo sobre él. Y lo consideraba la figura de mayor carácter en su vida. No su padre. Hans Lorenz Castorp. El senador Castorp. E inician recuerdos de su padre. Profundamente cristiano, tradicionalista y de la iglesia reformista. "un hombre que se cerraba en banda ante toda innovación". En contraste con la época que vivió, llena de cambios y desarrollo. No gracias a su padre, estaba consciente. Que desde su posición se opuso a muchos de esos cambios. Al progreso.
Tenía vagos recuerdos de su padre, aunque el lazo afectivo se mantenía. "Los hijos y los nietos observan para admirar y admiran para aprender y desarrollar el potencial que, por herencia, llevan dentro". Y se describen características y ademanes corporales del padre, y del abuelo. Y cómo con el tiempo fueron cambiando. La masa corporal, la postura, la boca y los dientes, con el tiempo vacíos, el disimulo del temblor en la cabeza... El cuerpo y el tiempo.
#Mann2019 C2 #LaMontañaMagica
Día 17 y 18: Hans seguía pensando en la imagen que tenía en mente del recuerdo de su abuelo. "Pero tanto para el niño de siete años como más tarde para el adulto, en el recuerdo, la imagen diaria y familiar del anciano no era su imagen verdadera".
Recuerda también la imagen de un retrato de tamaño natural que tenía. Se describe la imagen del retrato. Todas las imágenes, incluso la del retrato eran distintas.
Recuerda su imagen muerto, tras el ataúd. "Había luchando mucho y tenazmente contra la pulmonía, si bien, según parecía, sólo se había sentido en casa en la vida de este mundo porque se había adaptado a ella; y ahora estaba allí tendido, no se sabía si como vencedor o como vencido". Hans recuerda que lo visitó muchas veces enfermo, al principio. Le libraron de ver ese espectáculo de lucha. Pero pensaba: "el abuelo había sido solemnemente liberado de aquella condición de interino en la vida y por fin había regresado a su forma verdadera y digna de él".
Era la tercera vez que el joven Hans debía presenciar un muerte cercano. A tan corta edad. Luego de sus propios padres. Lloró junto al fiel Fiete, que sobrellevó la mayoría de la enfermedad del abuelo. Por la experiencia, Hans se mostraba tranquilo y dueño de sí mismo pero con una aflicción natural. Sin saber el real significado de ese suceso para su vida. "confiando en que el mundo ya cuidaría de él de un modo u otro".
"En los 3 o 4 meses después de que muriera su padre, había olvidado la muerte; ahora la recordaba, y todas aquellas sensaciones tan singulares de entonces se reproducían exactamente igual, al mismo tiempo y con enorme fuerza".
#Mann2019 C2 #LaMontañaMagica
Día 19: "La muerte era de una naturaleza piadosa, significativa y tristemente bella, es decir, espiritual; pero, al mismo tiempo, también poseía una segunda naturaleza, casi contraria, muy física y material que, desde luego, no se podía considerar bella, ni significativa, ni piadosa, ni siquiera triste".
Y sigue una descripción del sepelio del abuelo y la misma muerte. Los objetos y artefactos que acompañan a la muerte y al muerto; que capturan su esencia y las mantiene, las contiene. Pero Hans también pensó que todas aquellas flores tenían otro sentido: "mitigar ese otro aspecto de la muerte que no es ni bello ni realmente triste, sino más bien casi indecente, bajo, indignamente físico; hacer olvidar o impedir tomar conciencia de la muerte".
Hans sigue recordando sus cavilaciones existenciales, la diferencia entre el cuerpo y el alma. Y ya su abuelo no estaba, sólo un cuerpo inerte, materia vacía. Recuerda que una mosca paseaba sobre ese pedazo de materia y Fiete intentaba espantarla. La gente pasaba a ver al cuerpo y luego el entierro. Luego... "también esa pequeña etapa de su vida terminó, y cambió de casa y de entorno, y ya lo hacía por segunda vez en su joven existencia".
#Mann2019 C2 #LaMontañaMagica
Día 20: En casa de los Tienappel y sobre el estado moral de Hans Castorp
Hans sigue recordando. Luego de la muerte de su abuelo, no fue una desgracia en su vida. Ya que quedó a cargo del cónsul Tienappel, su tutor. No le faltó nada y administró muy bien sus intereses. El cónsul era tío de la difunta tía de Hans. Administró su patrimonio heredado, puso en venta inmuebles y liquidó la empresa del padre "Castorp e hijos. Importación y exportación", de lo que logró sacar 400.000 marcos, que invirtió en valores seguros. Cobrando cada trimestre, y a pesar de su afecto familiar, cobrando un 2% de comisión legal.
Se describe un poco la vida del cónsul, que tenía un estilo de vida refinado. Su coche de caballos, los tejidos ingleses con los que vestía, y una descripción física. Su mujer había fallecido, la tía de Hans, y tenía dos hijos, Peter y James. Uno en la marina, y el otro ayudaba al padre en su trabajo. La casa era llevada por Schalleen, hija de un orfebre, que se encargaba de la comida y su variedad, entre cangrejos, salmones, ganso, y vigilaba a los criados ocasiones del cónsul. Ella fue la que hizo de madre del pequeño Hans. Como pudo.
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Día 21: "Hans Castorp creció en un clima espantoso, entre el viento y la niebla; creció dentro de un impermeable amarillo, si así puede decirse, y lo cierto es que se sentía bien". Pero también cuenta que el pequeño Hans siempre fue un poco anémico. Le daban bebidas complementarias, que le ayudaron a superar su tendencia a "soñar despierto".
Pero Hans era un chico sano, muy bueno practicando tenis y remando, aunque él prefería la contemplación de la actividad, del ambiente, los animales y acompañado de buena música. Era un artista. Y se acomodó también al nuevo espacio, a su nueva vida, en su hablar y su aspecto, que pronto ya parecía un buen prototipo del lugar.
El paisaje y la actividad del puerto era natural para él, había crecido en ella. Tenía el olfato acostumbrado a las emanaciones de agua, el carbón y el alquitrán y los intensos olores marinos amontonados. A ver las grúas, como grandes elefantes que transportaban cargas comerciales. También veía a los comerciantes, con sus impermeables amarillos, y el bullicio de los astilleros, que terminaría convirtiéndose en su pasión.
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Día 22: Seguimos recordando la infancia de Hans con su tutor, el cónsul Tienappel. Disfrutaba de la vista al puerto, los buques, los diques en construcción, los ingenieros y sus planos, los obreros. Los domingos almorzaba en el pabellón con James Tienappel o su primo Joachim Ziemssen (el del sanatorio). Hans disfrutaba de la vida y sus placeres. Se acomodó al nuevo estilo de vida, que era un poco más elevada a la que estaba acostumbrado. Acicalado como un bebé y vestido de sastre. Fue a estudiar afuera y gozaba de la confianza de los jóvenes de su nueva clase.
Se describen sus manos, aunque no fuesen muy aristocráticas, estaban frescas y cuidadas. Y sus dientes, débiles y deteriorados fueron reparados con oro. Se describe también su postura y sus buenas maneras en la mesa. Espalda recta, con leve inclinación a los vecinos con que charlaba, los codos bien pegados al cuerpo mientras trinchaba el pollo o extraía hábilmente la carne rosada del caparazón de una langosta.
El cuerpo renovado, como vehículo del cambio, como instrumento de adaptación a las nuevas dinámicas sociales. La falsa aspiración de un ideal preconcebido y gastado. Y también una estrategia. Una máscara. Un juego. Y Hans se había adaptado muy bien.
El narrador hace una pausa para explicar toda esta exploración hacia Hans: "procuramos recoger todo aquello que puede prevenir en su favor, pero le juzgamos sin exageración y no le hacemos ni mejor ni peor de lo que era. Hans Castorp no era un genio ni un imbécil, y si para definirle evitamos la palabra <mediocre> es por una serie de razones que no guardan relación ni con su inteligencia ni con su persona en sí: es por respeto hacia su destino, al cual nos sentimos inclinados a conceder una importancia más que personal".
Era inteligente y consciente de todo lo que realizaba. Pasar el bachillerato sin necesidad de mucho esfuerzo, porque no veía motivo alguno. Y era consciente de esa falta de motivos.
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Día 23: "El hombre no sólo vive su vida personal como individuo, sino que, consciente o inconscientemente, también participa de la de su época y de la de sus contemporáneos, así que, por más que considerase las bases generales e impersonales de su existencia como bases inmediatas, dadas por naturaleza, y permaneciese alejado de la idea de ejercer cualquier crítica contra ellas, como era el caso de Hans Castorp, era muy posible que sintiese su bienestar moral ligeramente afectado por sus defectos".
Se sigue el análisis minucioso a la figura de Hans, sobre su actitud, su psicología y el desarrollo de su pensamiento. Se sigue centrando en la comparación de la figura individual afectada por su entorno, por la época. Cómo un individuo lleno de fines y esperanzas puede chocar ante una época carente de estos sentimientos. Y los efectos del desarrollo del individuo ante tal situación. Al encontrarse de cara al vacío, incluso los más rectos encontrarán cierto efecto paralizante, "que por vía de los espiritual y moral, se extienda sobre todo a la parte física y orgánica del individuo". El cuerpo. Y se menciona, que sólo se podrá sobresalir en esta situación cuando el individuo tenga una independencia y pureza moral, muy raras de encontrar. Y que tampoco poseía Hans. Al que se define finalmente como "un hombre mediocre, eso sí, en uno de los sentidos más honrosos del término".
Sigue el repaso por su vida escolar, donde se empezaba a ver esa actitud, que siguió en todas sus actividades. Tuvo que repetir cursos. Pero su talento, más ni pasión por algunas áreas le permitió terminar el bachillerato elemental. Y siguió con el superior, para prolongar el estado de las cosas, que le permitía ganar tiempo para reflexionar sobre lo que quería ser. Estaba lejos de saberlo. Pero ni al terminar el curso lo sabía. Cuando finalmente se decidió, tuvo la sensación de que podía haber escogido otra cosa. Solo era cierto algo: su afición a los barcos.
Recordó cuando se niño se ponía a dibujar los veleros, y cómo el cónsul Tienappel le decía que podría ser un buen pintor de marinas (apreciación que el cónsul pudo repetir sin temor a mayores consecuencias), "pues Hans Castorp se limitó a reír ante la idea sin pensar un solo momento en locuras de bohemio y en pasar hambre por ellas".
Me fascina esta narración donde se describe y se analiza a Hans, y constantemente se está haciendo acotaciones sobre lo que en realidad pensaba el joven Hans ante tal situación. Vamos teniendo una completa y rica información del perfil de nuestro protagonista, que será importante para todo lo que viene. Hans a pesar de su época era muy listo y consciente de muchas cosas. Situaciones que a través de los años no han cambiado.
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Día 24: El cónsul Tienappel le hablaba muy directamente al pequeño Hans, le decía que no era rico, porque su fortuna iría a pasar a manos de sus dos hijos, y que la herencia de sus padres estaba bien invertida y le producía una buena renta, pero no era suficiente para mantener el estilo de vida que estaba teniendo. Por eso le recalcaba que debía ganar bien y escoger bien su carrera. Hans lo escuchó y se preocupó mucho sobre el tema. Gracias a un amigo del cónsul, llegó pronto la profesión perfecta para él y sus objetivos: ingeniería naval.
Sabía que tendría que trabajar duro, pero era una profesión notable, importante y de gran prestigio. Además que adecuada para su pacífica persona. Al contrario de su primo Joachim, que quería ser oficial, a pesar de ser un poco débil. Hans pensaba que era una profesión al aire libre sin ningún esfuerzo intelectual. Y Hans sentía respeto hacia el trabajo, aunque personalmente le fatigase.
Nuevamente el narrador hacer otra pausa para hacer énfasis en la reflexiones hasta el momento sobre la vida de Hans. Haciendo referencia nuevamente al tema del individuo y su entorno. Donde el trabajo era considerado lo más respetable del mundo. De carácter religioso. El perfecto burgués. Lo que no quería decir que amase el trabajo. Recordemos la época en que transcurre la novela, alrededor de 1907, antes de la Gran Guerra. Y Hans no estaba hecho para el trabajo duro, él era un espíritu sensible y amaba mucho el tiempo libre, lejos de los esfuerzos alternos y programas externos que debía cumplir a regañadientes. Una gran contradicción, se dice el narrador, pero esa sería la gran contradicción del hombre moderno y contemporáneo, el trabajador que necesita el dinero, por lo que debe hacer cualquier trabajo, que a ninguno le gustaría hacer. La muerte del alma. Y surge nuevamente la idea de mediocridad en Hans, que el narrador intenta de esquivar y no da ninguna respuesta definitiva. Porque esa es labor del lector, y parte de su auto análisis.
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Día 25: Hans no fue considerado apto para el servicio militar, quizás con una pequeña ayuda del cónsul, quien hizo una vez un comentario al capitán médico encargado de reclutar, diciendo la aversión del joven a la vida militar. Entonces Hans se sumergió en sus estudios, entre geometría analítica, cálculo diferencial, mecánica, etc.
Sus dibujos técnicos no eran tan buenos como los artísticos, pero Hans logró sobresalir sobre sus otros compañeros. Y cuando regresaba a casa de vacaciones, la gente se lo quedaba mirando, imaginando el cargo público que llegaría a desempeñar. "Pues en su familia había tradición, su apellido era antiguo y de buena casta". Se imaginaban el cargo y hasta el partido político en que se afiliaría. También se barajaba la idea de que se convirtiera en conservador o radical. Todo era posible. "En sus ojos azules, bajos sus cejas de un rubio rojizo, no podía leerse ninguna respuesta a todas estas preguntas planteadas por los curiosos conciudadanos, y sin duda, tampoco la tenía él mismo: Hans Castorp, la página en blanco.
El narrador regresa y trae al presente la historia. En el momento del viaje al sanatorio Hans había cumplido 23 años, ya tenía 4 semestres en la Escuela Politécnica de Dánzig, y había pasado otros 4 en las Universidades de Braunschweig y Carlsruhe. Y se disponía a entrar en la casa Tunder & Wilms, la empresa de astilleros, como ingeniero voluntario. Pero en este punto su camino dio un giro sustancial. Había estudiado mucho para su examen, y al volver a casa se sintió fatigado. El doctor Heidekind le recomendaba un cambio de aires. En la alta montaña antes de iniciar sus prácticas. El cónsul estuvo de acuerdo. Entonces se le vino a la mente visitar a su primo Joachim.
Joachim estaba enfermo de verdad. Sufriendo toda su vida de catarros y fiebre, hasta que vomitó sangre. En un momento devastador, ya que había abandonado el derecho y lo habían aceptado como aspirante a oficial. Pero desde hace 5 meses estaba en el Sanatorio Internacional Berghof. Hans decidió ir a visitar a su primo, pensando que sería agradable para ambos. Marchó en pleno verano. Y sólo fue por 3 semanas.
Fin Capítulo 2
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Capítulo 3
Día 26: Inicio del capítulo 3. Dignidad ofendida
Luego del repaso por la infancia y adolescencia de Hans, la narración vuelve al presente, al sanatorio. Amanece. Hans temía quedarse dormido, pero se levantó muy temprano y realizó minuciosamente sus cuidados matinales, terminar de desempacar e instalarse. Salió a la terraza a recibir la mañana fresca y nublada. A lo lejos escuchaba una sinfonía, y Hans disfrutaba con satisfacción. Se describe la atmósfera, la ladera, el jardín y el camino que lleva al sanatorio, donde se alzaba una bandera verde y blanca, con emblema de la medicina.
En el jardín observó a una mujer vestida de negro con aspecto sombrío, casi trágico. Velo negro y cabellos grises revueltos, que caminaba sin descanso. A Hans esa imagen le recordó a una famosa actriz de tragedia que había visto una vez. La mujer ajustaba sus largos pasos a la música que llegaba de lejos y cautivaba a Hans.
También escuchó al lado de su cuarto (La pareja rusa) ruidos que no armonizaban con los bellos sonidos de su mañana sino que la ensuciaba. Hans recordó que también había oído ruidos en la noche en ese cuarto. Luchas y risas ahogadas. Ruidos que Hans asimilaba con una mirada excesivamente inocente, pudorosa e incluso mojigata. Su rostro se ensombreció con expresión de dignidad ofendida.
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Día 27: "Con esa cara, se retiró de la terraza, metiéndose en su habitación para no prestar atención por más tiempo a procesos que le parecían serios e incluso estremecedores, a pesar de que se manifestaran por medio de risas ahogadas".
De nuevo en su habitación escuchó con más claridad a la pareja rusa vecina. Persecución entre muebles, silla al suelo, azotes, besos, acordes de un vals, frases desgastadas y melodiosas acompañaban la escena invisible. Hans escuchaba contra su voluntad. Y se ruborizó cuando del juego pasaron al terreno de los instintos animales. Se sorprendió que lo hicieran tan temprano, luego de no parar toda la noche. Estaban enfermos. Moderación, pensó. Pero estaba aterrado de poder escuchar tan claro. Las paredes eran delgadas. Construcción barata.
Se dio cuenta que el rubor de sus mejillas no desaparecía. La sensación de calor. Este hecho lo predispuso contra la pareja, a la que lanzó un duro insulto. Se mojó el rostro con agua, lo que agravó la sensación. Contestó malhumorado a su primo cuando lo llamó, y cuando llegó a su cuarto no dio la impresión de estar descansando y feliz de despertarse.
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Día 28: El desayuno
Joachim se acercó y le preguntó a su primo cómo había dormido. Hans trató de ser positivo pero enseguida soltó lo de los sueños confusos y las paredes que hablan. Pero le preguntó por la mujer enlutada que vio en el jardín.
"Tous-les-deux" (los dos), le dijo su primo. Que todos le decían así porque era lo único que decía. Era mexicana y no hablaba ni alemán ni francés. Había llegado hace 5 semanas con su hijo mayor, y no duraría mucho más, porque el hijo estaba muy delicado de salud. Desde entonces deambula por el lugar cuando no está en la cabecera de sus camas. Y hace poco lo había ido a visitar el hermano para despedirse. Hans se puso a pensar si los demás no pensarían igual de la relación de los dos primos. El fantasma de la muerte. E interiormente volvía a sentirse mal. Y Joachim le dijo que fueran a desayunar.
Caminando el pasillo, Joachim le iba señalando las puertas y diciendo los nombres de los ocupantes. Hans llevaba bastón, abrigo y sombrero, mostrando su facilidad en adaptarse a costumbres nuevas y extrañas. Se quitaba el sombrero cada vez que decían buenos días a alguien. Estaba impaciente y nervioso. Y le dijo a su primo que le gustaría conocer a la dama enlutada. Aunque no hablase. Y mencionó no querer tener ninguna relación con sus vecinos, la pareja rusa.
Joachim estuvo de acuerdo. Le preguntó si había tenido algún problema y les empezó a contar un poco de ellos. Eran bárbaros. Sin civilizar. Su forma de vestir ers sucia, pero igual se sentaban lejos. En la mesa de los rusos vulgares. "En general, aquí arriba no es fácil trabar amistades por el mero hecho de haber tantos extranjeros entre los internos".
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Día 29: "¿Quién de los dos está enfermo?, preguntó Hans a su primo sobre la pareja.
"Él", respondió Joachim. Y entraron en la luminosa sala. 7 mesas a lo largo y 2 de través, con espacio para 10 personas en cada una. Los primos llegaron a su mesa y Hans se inclinó con rígida cortesía hacia sus vecinos de mesa, "a quienes con mucha ceremonia presentó Joachim y a quienes apenas miró, como tampoco retuvo sus nombres en absoluto".
Sólo un nombre llamó su atención: "la señora Stohr", de cara colorada y cabellos grasientos. Hans se dio cuenta de que el desayuno se consideraba muy importante en ese lugar. Detalló los alimentos de la mesa: la mermelada, la miel, arroz con leche, avena, huevos revueltos con carne fiambre y abundante mantequilla. Un frutero con frutas frescas al centro de la mesa. Escuchó una voz que le preguntaba si quería tomar cacao, café o té, y Hans se horrorizó al ver que la camarera era una enana. Miró a su primo y éste solo encogió los hombros restando importancia.
Pidió té. Y empezó a recorrer los otros platos y a los otros comensales de las 7 mesas. Todos los enfermos amigos de su primo, que charlaban al comer. También observaba los detalles arquitectónicos y decorativos de la sala.
A su derecha, "una criatura insignificante, vestida de negro"; a su izquierda, una señorita inglesa de avanzada edad y muy fea, con dedos esqueléticos y congelados. A su lado, Joachim, luego la señorita Stohr. Junto a ella un joven de fino bigote y una expresión en la cara como si tuviese algo repugnante en la boca. Hans detallada minuciosamente sus expresiones y gestos, como buen observador, tratando de desentrañar el alma. Pero con su actitud al sentarte, sin mirar a nadie, dejaba claro que no tenía intención de entrar en tratos nuevos. Quizás estaba ya enfermo para preocuparse por esas reglas sociales que habían orientado su vida hasta ese momento. Frente a él se sentó una rubia muy delgada, que tomó un yogur y se marchó inmediatamente. Los otros conversaban. Hans escuchaba.
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Día 30: Joachim hablaba en la mesa con la señora Stohr por cortesía, sobre su salud y la temperatura corporal. Hans escuchaba la conversación y su forma de hablar, quizás no era tan corriente como le dio la impresión porque su lenguaje era correcto y culto. Le preguntó sobre el tiempo que llevaba, y las dos imágenes que tenía de la mujer le dieron dos respuestas diferentes pero no muy alejadas. Siguió tratando de socializar con la dama inglesa a su otro lado, sobre el té que tomaba. Y siguió explorando con la mirada a la gente que entraba y salía de la sala.
Se sintió defraudado porque todos parecían activos y no tenía la sensación de encontrarse en un lugar de sufrimiento. Entraron dos jóvenes canturreando a desayunar, personas con más edad, una familia entera con hijos incluidos, más rusos y muchachos adolescentes. Hans analizaba sus ropas muy cómodas. Algunos en una mesas intercambiaban fotografías tomadas recientes, otros cambiaban sellos. Hablaban del tiempo, la temperatura, del sueño. Todos de buen humor. Aunque había unos sentados con la cabeza apoyada en las manos mirando al vacío. A aquéllos se les dejaba en paz.
El hilo de pensamientos de Hans fue interrumpido abruptamente por un portazo que dieron. Hans odiaba los portazos. Tuvo ganas de mirar quien había sido el impertinente, pero la señora Stohr le estaba hablando. Joachim propuso salir y luego seguirían las presentaciones pero en ese momento iban entrando los doctores. Behrens y Krokovski. Behrens se acercó a Hans complacido de conocerlo finalmente. Hans lo detalla minuciosamente, era más alto que Krokovski, que mantuvo su papel de ayudante y de subalterno ante la ronda de saludos.
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Día 31: "¿Primos?", preguntó el doctor Behrens, mientras los observaba detalladamente. El doctor bromeó al inicio preguntando a Joachim si su primo también iba para oficial, pero se retractó de inmediato diciendo que Hans tenía más aire de civil, de persona tranquila, con menos ganas de guerra. Y dijo que con ese perfil sin dudas sería mejor enfermo que su primo, quien estaba desesperado de que le mataran "allá abajo". Y siguió mencionando las virtudes del sanatorio, entre ellas las mujeres deliciosas que no faltan. Pero le aconsejaba tener mejor color de piel, porque el verde anémico no le sentaba bien.
Entonces el doctor le dijo que fue buena idea abandonar Hamburgo y le aconsejó hacerse pasar como si tuviese una ligera tuberculosis y producir unas cuantas proteínas. Y pasó a preguntar y aconsejar a otros pacientes sobre sus estados y si habían dormido bien.
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Día 32: Burla, viático, carcajadas interrumpidas
Hans y Joachim salieron del restaurante por el camino que los conducía al campo abierto. Un sendero lleno de rocas y vegetación. No eran los únicos en tomar esa ruta. "¡Un hombre muy simpático!", repetía Hans tras abandonar la sala, en referencia al doctor. También Hans pidió permiso a su primo para fumar, quien a la vez le dijo que nunca fumaba y menos "allá arriba".
"No lo entiendo. No comprendo que se pueda vivir sin fumar. Sin dudas, es privarse de lo mejor de la vida y, en todo caso, de un placer sublime". Y siguió una oda al cigarrillo por parte de Hans, quien lo compara con comer o respirar. Con un buen cigarro sabía que podía soportarlo todo y a vencer adversidades.
"Sin embargo, tanta dependencia es un síntoma de debilidad", soltó Joachim. "No eras más que un civil", añadió, dando la razón al doctor Behrens. Pero le dijo que estaba sano y podía hacer lo que quisiera.
Hans reflexionó y dijo que sí, si no fuese por su anemia. Y aceptó haber notado su color verdoso en comparación con los otros enfermos. Joachim empezó a toser y se detenía. Le dijo a Hans que se adelantara. Éste lo hizo pero al final se detuvo a esperar sin volver a mirar. Mientras esperaba se acercaron varios huéspedes. Empezó a detallarlos. Desde su ropa y su andar, hasta llegar más cerca, a sus rostros. Iban entre jóvenes y maduros. Una jovencita pasó cerca de él, casi rozando su brazo, y al mismo tiempo silbó. Pero no había silbado con la boca porque la mantuvo cerrada. "El silbido había salido de su propio interior mientras le miraba con cara de tonta y los ojos entornados". El silbido le pareció desagradable a Hans, le recordó al que salía de unos cerditos de goma, a un gemido, ronco, chirriante.
Hans se quedó paralizado y comprendió que aquel silbido había sido una broma. Pesada. Y con el movimiento de los hombros se dio cuenta que aquéllos jóvenes se alejaban riendo. Y uno de los jóvenes se volvió a Hans y también rió levantándose la chaqueta de forma impropia. Joachim finalmente llegó.
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Día 33: "Ha silbado. Esa chica ha silbado con el vientre al pasar por mi lado. ¿Cómo explicas eso?", decía Hans a su primo que lo alcanzaba, y se burlaba de su reacción. Joachim dijo que el silbido no había sido con el vientre sino con su neumotórax. El de Herminie Kleefeld, la chica. Pero como veía a Hans igual de perdido le dijo que caminaran mientras le contaba en detalle lo que significaba.
Joachim le explicó sobre el término muy utilizado en cirugía, sobre todo "allá arriba" del doctor Behrens con los tuberculosos. Y le explicó el proceso de la cirugía, que se hacía con el pulmón deteriorado del enfermo. Le mostró que se hacía un corte en el costado y luego insuflaban gas, nitrógeno, y así el pulmón caseificado queda inutilizado. Le da descanso. Esto no duraba mucho tiempo, por lo que se renovaba cada 15 días. Como si lo inflaran a uno, decía Joachim. Y cuando esta actividad se repetía durante un año, el pulmón a veces se recuperaba. No siempre. Le dijo que ese proceso se lo habían hecho a todos los de ese grupo que acababa de ver. Se llamaban a sí mismos, la "Sociedad Medio Pulmón". Y una miembro destacada es Herminie Kleefeld, porque aprendió a silbar con el neumotórax. Y suele asustar a la gente. Sobre todo a los recién llegados. Aunque pierda nitrógeno y tengan que inflarla en menor tiempo.
Hans sólo atinó a reírse con esa explicación. Y le empezó a preguntar jocosamente por tal sociedad. ¿Estaba registrada? ¿Tenía estatutos? Y dijo que su primo debía pertenecer al grupo. Mientras seguía riendo por lo absurdo de la situación, pensaba en la actitud de los miembros. "¿Por qué se sienten tan orgullosos?", le preguntó finalmente a su primo.
A Joachim le pareció absurda la reacción de Hans. "Son tan libres. Quiero decir que son tan jóvenes que para ellos el tiempo no tiene importancia". Su muerte era muy probable, ¿por qué iban a estar tristes?
"A veces pienso que estar enfermo y morir no son algo tan serio, sino una especie de paseo sin rumbo; en realidad, las cosas serias no se encuentran más que en la vida de allá abajo. Creo que lo comprenderás cuando hayas pasado más tiempo entre nosotros", dijo Joachim.
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Día 34 y 35: Hans afirmó y dijo que sin dudas sentía mucho interés en conocer a todos los del sanatorio. "Cuando se siente interés por algo, no se tarda mucho en comprenderlo". Y pasó a quejarse del cigarro que estaba calando. Luego dijo que quizás también era por ese maldito ardor que sentía en la cara desde que se levantó. Joachim dijo que no se preocupara, que él también se había sentido raro al llegar. Lo invitó a sentarse en un banco.
Joachim empezó a señalarle las cimas de las montañas que se veían alrededor, pero la mente de Hans estaba en otro lugar, y de repente le preguntó a su primo sobre el muerto que ocupaba su habitación. Joachim dijo que era un tema muy discreto en consideración a los otros pacientes. Y le siguió contando detalles sobre el muerto y la logística del sanatorio con las muertes. Entre ellos emergió el caso de Hujus, una pequeña muy enferma a la que decidieron con tiempo hacer la Extremaunción, y cayó en terror por no querer morir. Pero el doctor Behrens supo manejar la situación y darle paz. El miedo a morir. Tienen una discusión sobre la dignidad del moribundo y vieron acercarse a un señor elegante... Satán.
Joachim le dio un saludo matinal. Y Hans quedó analizando al misterioso hombre de arriba a abajo. Parecía muy pulcro, un caballero, por su postura, su expresión y armonía. Joachim lo presentó:
"Mi primo Castorp... El señor Settembrini". Aparece uno de los personajes emblemáticos de la novela. Hans se sintió avergonzado porque aún quedaban rezagos de la risa en su semblante. Pero el señor Settembrini no le dio importancia. Lo adjudicó al buen humor por una mañana espléndida. Y le preguntó a Hans si ya le habían dado el veredicto de su consulta. Lo imaginó como enfermo. Pero no le dejó contestar y siguió adivinando sobre su diagnóstico y el tiempo de reclusión. E hizo mención a Minos y Radamante (jueces de los muertos) en alusión a los doctores, que hizo a Hans pensar en la referencia, pero estaba abrumado por la embestida del caballero.
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Día 36: Hans reacciona y le dice a Settembrini que él no está enfermo, y fue solo visitar a su primo y descansar.
"¡Ah, caramba! ¿Entonces no es usted de los nuestros? ¿Está sano? ¿Sólo está aquí de paso, como Ulises en el reino de las sombras? ¡Qué audacia descender a las profundidades, el mundo insignificante y absurdo de los muertos!", responde el caballero italiano.
Hans reacciona y se burla diciendo que para llegar hasta el sanatorio en lugar de descender le tocó ascender dos mil metros de altura. Settembrini ataca diciendo que eso es lo que él creía. Que todo era una ilusión. "Somos criaturas que han caído muy bajo", y miró a Joachim buscando aprobación, pero éste fue neutral. Settembrini siguió provocando a Hans y le siguió preguntando sobre su estancia y el tiempo que se quedaría. "3 semanas", a lo que el italiano respondió que ellos no conocían esa medida de tiempo. Su unidad temporal más pequeña era el mes. Y siguió el interrogatorio sobre la profesión de Hans, a lo que éste respondía con determinación.
Joachim dijo que el señor Settembrini era escritor. "Ha escrito la necrología de Carducci". Y el italiano siguió con la introducción a su libro y profesión. Aunque inmediatamente volvió a cambiar la atención hacia Hans, diciendo que por su profesión lo miraba como un representante del trabajo y genio práctico. Le dijo que aunque fuese solo un estudiante todo lo que implicaba su trabajo debía ser difícil. "Sí, ¡el diablo lo sabe!". Y a Settembrini le llamó la atención la mención al diablo para referirse a su oficio. Y dijo que su maestro Carducci le dedicó un himno. Le cantó una parte y aclaró que debía referirse a un diablo especial. Al que siente horror al trabajo porque tiene muchos motivos para temerle.
Hans estaba sorprendido y se sentía extraño con tal personaje y la conversación. No comprendía el italiano pero alcanzaba a entenderle algunas cosas. Y dijo que había malinterpretado su mención al diablo.
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Día 37: Hans siguió en su discusión con Settembrini, quien se declaraba como un humanista incapaz de entender nada de ingenierías. Mientras Hans decía que a pesar de la exigencia de su profesión no se consideraba una persona fuerte, y su trabajo le costaba mucho esfuerzo. Al contrario, le fatigaba y sólo se encontraba bien cuando no hacía nada. Siguieron hablando del desayuno y de lo mal que se estaba empezando a sentir Hans, que despreció la comida y el cigarro. Los vicios. Behrens. Arte. La maldad.
Al llamarle cáustico, Settembrini lo tomó como malicioso. "Espero no tenga nada en contra la maldad, mi querido ingeniero. A mi parecer, es el arma más brillante de la razón contra las fuerzas de las tinieblas y la fealdad. La maldad, señor, es el espíritu de la crítica, y la crítica es el origen del progreso y la ilustración".
Ya iban a seguir con los temas de discusión. Petrarca. Pero Joachim dijo que debían ir a la cura de reposo. Obedecieron. Iban cantando y recitando versos latinos pronunciados a la italiana. Y nuevamente de Behrens y su invento de la temporada de verano. Utilitaristas. Kafka y su experiencia en un sanatorio. Hans lo analizaba y se divertía escuchándolo. Hasta que aparecieron los doctores, a los que el caballero se dirigía como los jueces del infierno. Y seguía exponiendo teorías y hablando de los otros pacientes, de filosofía, del humanismo y la pedagogía. Los siguió hasta el ascensor hablando.
Settembrini siguió al 3er piso. Hans aprovechó a preguntar a su primo más detalles sobre el caballero italiano y su enfermedad. Al parecer no era grave pero recurrente. Hans finalmente dejó ver lo mucho que lo había impresionado el personaje. Y siguió preguntando.
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Día 38: Lucidez.
Fueron a sus cuartos y luego salieron al balcón, donde vieron lleno del pabellón común con los otros pacientes echados en sus tumbonas. Joachim se medía la temperatura, como solía hacer. Esperar el resultado del termómetro le hacía estar consciente del paso del tiempo. La duración de 1 minuto. Y siguieron filosofando sobre el tiempo y su medición. Tiempo y espacio. La distancia de Hamburgo a Davos... En ferrocarril, a pie, en la mente. Joachim le dijo que estar allí "arriba" le estaba empezando a afectar. Y Hans dijo que estaba muy "lúcido", y siguió hablando del tiempo. ¿Qué es el tiempo? ¿Cómo vamos a medir una cosa de la que, en el fondo, no podemos definir nada, ni una sola de sus propiedades? Para medirlo sería preciso que transcurriese de manera uniforme, ¿dónde está escrito que lo haga?
Joachim dijo que por 4 décimas más en su termómetro debía permanecer en el sanatorio. A los que reciben visitas normalmente se les sube la fiebre. Hans dijo que lo dejaría descansar y seguiría pensando sobre el tiempo. Y dijo que ya seguirían el tema después, y fue a tumbarse a una de las sillas. La silla era muy cómoda y la sombrilla lo protegía del fuerte sol. Se describe la silla. Hans estaba absorto hasta que se acordó de algo y gritó: "¡Pero si la que nos sirvió el desayuno era una enana!". Joachim lo mandó a callar. Y confirmó que era enana. Al pasar una hora sonó un gong por toda la casa. Hora del almuerzo.
Pasaron nuevamente al comedor. Hans pidió su comida a la enana y al sentarse siguió analizando a los otros pacientes. Estaban los mismos compañeros de mesa del desayuno. Entró Settembrini y se sentó a la cabecera de otra mesa que empezó a reír apenas se sentó. Algún chiste. También vio a la Sociedad Medio Pulmón. Y Joachim le señaló a sus vecinos. La pareja rusa. También el doctor Krokovski. Luego Joachim y él se pararon, Hans inclinándose sin mirar a los demás. Y preguntó a su primo cuando tocaba la próxima cura de reposo. Era lo que más le había gustado. Tumbarse en esas sillas.
Una palabra más
Bajaron al pueblo. Les era permitido comprar cosas. Y dijo que antes de la próxima comida había otra hora de descanso. Hans fumaba y olvidó por un momento el tema del tiempo. Pero pensó en la temperatura. Si debía tomarla también. Pero le pareció excesivo para un visitante. Aunque le preocupaban sus fuertes palpitaciones. Cuerpo y alma. Luego regresaron y Hans busco su tumbona para caer y calmar sus rápidas palpitaciones.
¡Una mujer, naturalmente!
Sonó el gong. Joachim pasó a buscarle para ir a comer. Escuchaba los chismes de mesa y pensaba en la comida. Repetitiva. En esa comida ocurrieron dos cosas. Volvieron a dar un portazo que atormentó a Hans. Era una mujer, naturalmente; pensó Hans. Se sentó en su mesa. "La señora Chauchat" le dijeron. Rusa. Se quedó de sus portazos. Lo otro que pasó, el doctor Blumenkohl, el hombre más enfermo y longevo del sanatorio abandonó la mesa, e inmediatamente la señora Stohr hizo un comentario de mal gusto. Luego Hans emocionado volvió a tumbarse en su silla en la hora de reposo hasta la hora del té. Cuando vio su pañuelo, lo vio manchado de sangre pero no tuvo energías para alarmarse.
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Día 39: El Señor Albin
"Señor Albin, se lo ruego, haga el favor de guardar ese cuchillo, no vaya a ocurrir una desgracia". Se escuchaba la voz de una mujer que gritaba desesperada desde la sala de reposo. Varias voces le hablaban. Y dijo que si no les gustaba el cuchillo iría por su revólver. Seguía el caos. "No lo he comprado para jugar", decía mientras se guardaba el arma y se sentaba en su tumbona. Era hora de reposo. Decía que lo compró para el día en que todo le resultase muy aburrido. Volvió a sacar el arma y la apuntó a su sien, explicando la mejor forma de hacerlo. Pánico. Hans observaba todo. Sintió hasta una leve envidia. Intentó ponerse en su lugar.
Satán hace proposiciones indecentes
El doctor Krokovski pasaba haciendo ronda. Pidiendo las temperaturas de todos. Evitando el cuarto de Hans. El sano. Luego, Joachim le dijo que bajasen a comer. Y hablaron sobre el incidente con el señor Albin. Solía hacer el numerito. Joachim le dijo que el suicidio era normal en ese lugar. A veces sucede. Hans dijo que quizás se marchara antes. Ya sentía haber estado mucho tiempo "allí arriba". El primo le recordó que sólo llevaba un día. Fueron al comedor. Hans rezaba por no encontrar a Settembrini. No estaba para cosas filosóficas. Comieron, salieron a pasear y nuevamente volvieron al comedor. 5ta ocasión que se sentaba en esa silla. Luego se dispersaron para sus actividades particulares. Hans los observaba. Jugaban cartas, chismorreaban, tocaban música. De repente sintió que le hablaban una voz. Settembrini.
Lo entrevistó sobre sus percepciones tras pasar el primer día con ellos. Sentía una eternidad, hasta más viejo y sabio. Aunque no pudo recordar su edad. 24. Y siguió diciendo cosas al italiano, entre ellas sus síntomas de malestar. Y hablaba desvariando. Settembrini le propuso marcharse al siguiente día. Hans se negó. Y hablaron de un caso de una enferma recuperada que no quiso abandonar el sanatorio. Y buscaba enfermarse de nuevo. Llegó la hora de descanso y el italiano le dijo a Joachim que llevase a su primo a descansar. Lo necesitaba.
Hans seguía con escalofríos y mejillas ardiendo. Pero seguía pensando que debía demostrar a los demás que él no estaba enfermo. Que no era uno de ellos. Fue a su habitación. No pudo dormir. Y sus vecinos rusos parecía seguirían su faena. Finalmente durmió. Soñó con los doctores, con el colegio, con Settembrini... Y con el tiempo. Pensó una definición: "enfermera muda". También con Madame Chauchat, que se acercaba y tendía su mano para que la besara. "De nuevo le invadió de pies a cabeza aquella sensación de salvaje dulzura que había experimentado al pensar en librarse del peso del honor y disfrutar de las infinitas ventajas del deshonor".
Fin Cap 3
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Capítulo 4
Día 40: Inicio del Cap 4
Una compra necesaria
En el segundo día el tiempo había cambiado de forma brusca. Hans bromeó diciendo que el verano había terminado. Los pacientes cambiaron de ropa y Hans los analizaba en el comedor.
"Nieve" dijo Joachim, y Hans incrédulo se impresionó cuando vio nevar. Además de tormenta con truenos. Se encendió la calefacción central y Hans se mantenía cerca al radiador caliente, mientras observaba el vendaval. Joachim le explicaba los cambios de temperatura "allá arriba". "No hay mes sin que nieve". Las estaciones no existían allá arriba. Luego bajó con su primo al pueblo para comprar mantas más gruesas para la cura de reposo, sin llegar a los sacos de piel, que le parecían exagerados, y que daría la impresión de que se quedaría más tiempo del acordado... Y de que era uno de ellos. Joachim estuvo de acuerdo. Eran pocas semanas. Al volver encontraron a Settembrini, quien se quejaba del frío y volvía al sanatorio. Hablaron del frío dentro de las habitaciones, que eran parte del tratamiento del lugar, como un castigo. Luego el italiano les empezó a hablar de su padre, que afloró en su recuerdo al pensar en el calor que le hacía falta.
Su cálido estudio de invierno. Siempre a 20 grados mediante un braserito. "el calor lo arropaba a uno como un mullido abrigo, y los ojos se llenaban de lágrimas de gozo". Lleno de libros y manuscritos. Era escritor también. Un erudito. En Padua donde vivían, llegaban a verlos otros eruditos. "Un maestro del idioma gentile". Decía Settembrini con orgullo y nostalgia.
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Día 41: Settembrini seguía hablando de su padre a los Primos. Y de la ensoñación pasó a la triste realidad del frío del sanatorio. Los médicos. Sus compañeros de mesa en el comedor. Hans también comentó sobre sus compañeros de mesa. La señora Stohr, combinación de enfermedad con estupidez. Y empieza a filosofar sobre los dos conceptos. La enfermedad tenía algo noble. Respeto. Pero la estupidez. Penosa. Hans fue un poco duro en su exposición. Y se disculpó de antemano. Esperando las reacciones.
Settembrini esperó, pero inmediatamente manifestó su rechazo a tales palabras y argumentos. Hans intentó defenderse pero el italiano lo detuvo y se explayó en su exposición y contradicción de los argumentos. Adelanta que se querrá disculpar. Algo propio de su edad, "cuando todavía no se tiene una postura firme, viril, y uno se complace en ir experimentando con toda suerte de puntos de vista". Hace además un diagnóstico psicológico de atención. Inclinaciones que amenazan en convertirse en rasgos de carácter si no se combaten. Y le sigue refutando la idea de la enfermedad con la estupidez. Settembrini se convertirá a lo largo de la novela en el maestro filosófico de Hans. "La enfermedad no tiene nada de noble, ni de respetable". Una idea enfermiza que conduce a la enfermedad. Por eso manifestó que Hans se encontraba realmente enfermo. "La enfermedad es vieja y fea". Lo unía a los tiempos donde dominaba la superstición, el miedo. Pero la razón y la ilustración iluminaron esas sombras. No del todo. La lucha seguía. Y explicó la lucha. El trabajo. La tierra. El honor. Los intereses de la humanidad. La luz. La civilización. El progreso.
Hans estaba sorprendido pero se burló de la solemnidad de la respuesta. "Parece el aria de una ópera". Dijo que se expresaba de manera plástica... Pero Settembrini lo interrumpió y siguió con su exposición en contra. La enfermedad lejos de ser algo noble era sinónimo de humillación. Puede respetarse, pero al ser humano, no elevar el concepto a una categoría espiritual. Era una aberración. Y defendió a la señora Stohr. Enferma y estúpida. "Es la miseria en persona". Por eso recomendó compadecerla y no insultarla ni burlarla. La naturaleza es cruel. Y les contó el caso de Leopardi, un desgraciado poeta jorobado y enfermizo pero con un alma grande, constantemente rebajada por la miseria del cuerpo.
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Día 42: Luego de su exposición ante Hans, Settembrini reconoció que a pesar de su juventud Hans era un joven de talento con potencial en la materia filosófica. Pero necesitaba una intervención adecuada para fomentarlo. Se despidió de los primos y fue a leer periódicos. Hans inmediatamente manifestó su satisfacción de que se hubiese retirado el italiano pedagogo. Pero reconoció que le agradaba, "Cada palabra que sale de su boca es tan redonda y apetitosa que, cuando la escucho, pienso en panecillos calientes". Joachim le recomendó que no se lo dijera. Era el primer literato que Hans conocía. No era experto en la materia. Y era un nuevo sujeto de análisis dentro de su ya desarrollada percepción de los individuos. Las bellas palabras. El vocabulario. Hablar de virtud y valor. Un humanista. Sin dudas había dejado una fuerte impresión en el joven ingeniero. Y siguió a analizar a Settembrini. Al arremeter contra todo, muestra de abandono. Joachim añadió, orgullo. No tanto abandono, sino que se tiene a sí mismo en alta consideración, y al ser humano. Y siguieron los dos comparando sus reflexiones sobre Settembrini.
Excurso sobre la conciencia del tiempo
Joachim le enseñó a envolverse con las mantas en las sillas. Hans se sentía cansado y quizás enfermo, reconoció mientras descansaba en la tumbona arropado con sus nuevas mantas. Y él disfrutaba el ocio, no hacer nada, más que nadie. Pensaba y filosofaba sobre las complejidades de la adaptación a nuevos hábitos, lugares, espacios, horarios, personas. El descanso. Un paréntesis. Para recuperarse. Y descansar de la monotonía de la vida y la rutina. Y pensó en la causa de ese estado de debilitamiento del organismo a causa de la monotonía. "No se trata de cansancio y un desgaste físico y químico, fruto de las exigencias de la vida (pues bastaría un reposo), sino más bien de algo espiritual: la conciencia del paso del tiempo". Ligada a la conciencia de la vida, y cuando una se debilita la otra también sufre.
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Día 43: "Lo que llamamos hastío, pues, es consecuencia de la enfermiza sensación de brevedad del tiempo provocada por la monotonía". "Los grandes periodos de tiempo, cuando transcurren con una monotonía ininterrumpida, llegan a encogerse en una medida que espanta mortalmente al espíritu".
"La costumbre hace que la conciencia del tiempo se adormezca o, mejor dicho, quede anulada, y si los años de la niñez son vividos lentamente y luego el resto de la vida se desarrolla cada vez más deprisa y se acelera, también se debe a la costumbre". "Sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos, para refrescar nuestra percepción del tiempo, en definitiva, para rejuvenecer, refortalecer y ralentizar nuestra experiencia del tiempo y, con ello, renovar nuestra conciencia de la vida en general".
Ese era objetivo de Hans, en sus cavilaciones, con el cambio de aires. La montaña. Los primeros días son lentos en un nuevo lugar. Luego, adaptación. Se va acortando el tiempo, y quien aprecia la vida o desea apreciarla, empieza a sentir el paso de los días más ligeros. Fugaces. Y los últimos, de una rapidez terrible. El rejuvenecimiento de nuestra conciencia del tiempo. Igual cuando se retoma la rutina y se vuelve al lugar de donde salimos. Aunque con la edad, la percepción de la interrupción de cada período, varía y se hace lento. Debilidad congénita. "Se vuelve a adormecer rápidamente y, al cabo de 24 horas, es como si nunca nos hubiésemos marchado y el viaje no hubiese sido más que el sueño de una noche".
Mann hace toda esta reflexión sobre el tiempo, y vuelve a la conciencia de Hans, anotando que mientras reflexionaba ya han pasado varios días en el sanatorio. Este recurso me parece magistral, porque es el mismo autor jugando con el tiempo. Y retoma precisamente en una escena donde Hans se encuentra reflexionando y pregunta a su primo Joachim sobre las ideas que hemos estado leyendo y reflexionando (porque con Mann siempre estamos filosofando y pensando mientras leemos): "Mira que es curioso que al principio se nos haga tan largo el tiempo en un lugar nuevo", dice Hans a su primo.
Y Mann precisamente nos ha llevado lentamente en el primer día. En los primeros sólo ha pasado un día. Ya desde el 4to han pasado semanas. Y así sigue el juego magistral del autor. Y ante la reflexión de Hans sobre el paso del tiempo, su primo contesta con el termómetro en la boca:
"Sí. Yo también me aprovecho de ello en cierto modo, puedo aferrarme a ti desde que estás aquí arriba".
Y Hans Castorp se rió de que Joachim hubiese dicho aquello sin más, sin mayor explicación.
Magistral.
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Día 44: Hans aún seguía adaptándose al espacio en el sanatorio, aunque el clima de "allá arriba" no ayudaba en la tarea. Volvió a encontrarse en esos días con el doctor Behrens, quien le preguntó jocosamente de su evaluación sobre el lugar y el tiempo que iba a quedarse. Desapareció tras la puerta 27, donde dijo que había un caso terminal. El primer moribundo que Hans veía tras su padre y su abuelo. Era un joven. Hans lo detallaba. La muerte rondaba.
No hizo amistades en sus primeros días. Sólo con su primo. Era un "Espectador imparcial" en palabras de Behrens. Una de las enfermeras siempre los miraba y un día les contaba sobre un paciente moribundo y hablaron de lo duro de la profesión de quien cuida enfermos, sobre todo terminales.
¡Políticamente sospechosa!
Cada 2 semanas asistía una banda con música en vivo. Los 15 días marcados. Una forma de medir el tiempo. Se vestían diferente. Hans los veía en el comedor. Era su 5to día, apenas. Esos días de banda la cura de reposo no era obligatoria. Los más jóvenes se divertían en el jardín. Hans pensaba que igual estaban enfermos, sufrían un deterioro en su interior. Luego, los médicos se unieron. Y también llegó Settembrini, que se acercó a la mesa de los primos. Dijo que no le interesaba ese evento, sólo iba de visita un rato, así como Hans. No como el teniente Joachim, que seguro lo consideraba una obligación. Le daba una ilusión de independencia al italiano. Settembrini se inventó que antes Hans le había preguntado si era amante de la música, para explayarse en el tema en un nuevo discurso. Sobre la música. Aceptó ser amante. No tanto como la devoción a la palabra, al idioma. "La música... es lo no articulado, lo equívoco, lo irresponsable, lo indiferente". Que si era clara, era una claridad ilusoria que no dice nada ni compromete a nada. Sin consecuencias y peligrosa, puesto que nos seduce y nos amansa. Y llevando su tesis al extremo, "Siento en la música una antipatía de índole política". Hans pensaba en los disparates que estaba diciendo el italiano, era primera vez que escuchaba tal cosa.
Siguió comparando a la música con la literatura. La literatura debe haberla precedido. "La música sola no hace avanzar el mundo". La música sola era peligrosa. Y le dijo a Hans que por su cara pensaba quizás lo mismo. Hans respondió que no se dejara llevar por su cara, era obra del aire de "allá arriba".
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Día 45: Joachim intervino diciendo que debían estar agradecidos de tener un poco de música. E hizo un pequeño discurso donde relacionó la música con la medición del tiempo también. A lo que Settembrini celebró y respaldó. "La música saca al tiempo de la inercia, nos saca a nosotros de la inercia para que disfrutemos al máximo del tiempo". La música despierta... y en ese sentido es moral. Aunque también a veces anestesia, adormece, obstaculiza. Es ambigua y sospechosa. Políticamente sospechosa. Hans escuchaba pero estaba cansado.
Hippe
En los domingos de música, los rusos aprovechaban a salir en excursiones en coche. Hans los miraba y también observaba a Marusja y Madame Chauchat, que salían en un coche. Marusja le devolvió la mirada y Hans la apartó torpemente.
Al día siguiente, el primer lunes de Hans en el sanatorio, se enteró de la conferencias del doctor Krokovski cada 15 días en el comedor: "El amor como factor patógeno". Settembrini hablaba mal de esas conferencias, pero a Hans le interesó. Antes decidió irse a dar un largo paseo, le dijo a su primo que iría solo para no agotarlo, ya que pretendía ir lejos. Quería comprobar si sus malestares obedecían al clima o a diversos factores dentro del sanatorio Berghof, como la pareja rusa, la señora Stohr, y otros desagradables. Caminó y subió senderos. Cuando llegó a una cima con bella vista se puso a cantar y luego se dejó caer.
Cuando se levantó, la nuca le temblaba pero siguió su camino. Hubiese seguido pero al ver la hora tuvo que regresar. Se detuvo a ver el hermoso paisaje. Cuando se sentó comenzó a sangrarle la nariz, manchando su ropa. Mojó un pañuelo y se lo puso mientras se sentó a descansar. Respirar con tranquilidad y escuchar su corazón. Se transportó a un sueño. Se elevó. Perdió conciencia del tiempo y del espacio. Era un cuerpo inanimado. El verdadero Hans estaba lejos. El pasado. Tenía 13 años. El colegio. Charlas. Juegos. Clases de dibujo. El compañero con el que hablaba se apellidaba Hippe y llamaba Pribislav.
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Día 46: Hippe era hijo de un historiador e iba un curso más adelantado que Hans. Era un alumno modélico y de rubios cabellos. Hans le había elegido de entre la multitud y siempre le seguía con la mirada. Le ilusionaba verlo hablar, reír. Hans no se preocupaba demasiado en justificar racionalmente sus sensaciones y ese interés a tan tierna edad, ni menos el nombre que hubiera podido dárseles. "De amistad no podía hablarse, puesto que ni siquiera conocía a Hippe". No podía dar nombre a aquellos sentimientos. "Un nombre implica - si no una relación crítica hacia el objeto designado - una definición, es decir, una clasificación dentro del orden de los conocido y habitual, mientras que Hans Castorp estaba inconscientemente convencido de que algo tan íntimo como aquello debía guardarse de una vez por todas de las definiciones y las clasificaciones".
Justificados o no, aquellos sentimientos tan alejados de un nombre y cualquier forma de articulación, eran de una fortaleza tal que Hans llevaba casi un año alimentándolos en silencio. "Desgraciadamente, las palabras que designan un rasgo del carácter siempre encierran un juicio moral, bien sea en forma de elogio o de crítica, si bien todo juicio, en el fondo, tiene ambas caras".
Se había acostumbrado a esa relación muda y a distancia con Hippe. Y lo veía como uno de los pilares inamovibles de su vida. Y la excitación y tensión que le causaba encontrarlo o pasar cerca de él. O peor, que faltase y no lo viera. Todo eso duró otro largo año hasta que se acabó del todo, casi sin darse cuenta. Hippe abandonó la escuela, por un traslado del padre. Pero hubo un momento de alta proximidad, que ocurrió en el patio, y pareció dar el combustible suficiente para la duración de la ensoñación. El patio. Una conversación. La razón de su sueño. El recuerdo.
Hans se dio cuenta que había olvidado el lápiz. Fue a otro curso a pedir prestado uno, y pensó pedirlo a Hippe, porque pensó que lo conocía más. Así fuese en su interior. Se lo pidió en el patio, tomó fuerzas y se sintió decidido. "Con mucho gusto", respondió Hippe a su pedido. Pero debía devolverlo sin falta después de la clase. La prolongación de un momento deseado. Era un portaminas, y le explicó rápidamente su funcionamiento. "Pero no lo rompas", añadió. Se miraron, rieron y se separaron. Hans nunca se había sentido tan contento en su corta vida. Cuando usó el lápiz de Hippe en su clase de dibujo. Y en su clase favorita. Le sacó punta al lápiz y guardó algunas virutas rojas de la evidencia. Nadie podía imaginar su importancia. La devolución del lápiz fue sencilla. "Toma. Muchas gracias", dijo Hans. Y nunca más volvieron a hablar.
Hans salió de la ensoñación y volvió a la montaña mágica. "Creo que he soñado. Sí, era Pribislav Hippe... Hacía mucho tiempo que no pensaba en él". Se preguntó por las virutas rojas del lápiz. Estaban aún en el pupitres. Casa del tío Tienappel. "Cómo se parecía a esa mujer del sanatorio", pensó. Por eso le interesaba tanto. O por eso le interesó él en ese tiempo. "Tonterías". Pensó que ya debía irse. Pero permaneció un rato tendido, soñando y recordando.
"¡Adiós, pues, y mil gracias! - dijo, y sonrió mientras los ojos se le llenaban de lágrimas".
El regreso fue tortuoso pero lo logró. Debía llegar a la conferencia. Llegó al comedor a tiempo.
Es interesante, tras conocer la historia íntima de Thomas Mann, cómo en todas sus novelas hay rastros autobiográficos. Acá nuevamente en este recuerdo, idealiza a un joven (niño) rubio, así como del que Mann se enamoró y nunca tuvo ninguna relación, aparte de la idealista. Así era Tadzio, el de Muerte en Venecia, y los otros jóvenes rubios de sus historias.
Magistral.
Foto (arriba): Thomas Mann (niño)
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Día 47: Análisis
Hans alcanzó a llegar a la conferencia del doctor Krokovski, con un aspecto espantoso. Madame Chauchat delante de él se volvió a verlo escandalizada. Hans estaba incómodo. "Ella le había mirado con los ojos del propio Pribislav Hippe. Su recuerdo seguía en su mente. Empezó a observar a todos los demás a su alrededor. No escuchaba al doctor pero trató de concentrarse para seguir el hilo. "Hablaba del poder del amor. ¡Naturalmente!". Era la primera conferencia de un tema aparte a su profesión. Analizó los ademanes y el tono del discurso del doctor, antes que el contenido. Nunca había escuchado nombrar la palabra "amor" tantas veces. Él nunca la había pronunciado, ni escuchado en boca ajena.
No vio efecto positivo en nombrarla tantas veces. "Por el contrario, aquellas dos sílabas, aquella consonante labial y aquella vocal redonda acabaron por parecerle repugnantes". El doctor hablaba de distintos tipos de amor, algunas aberrantes y siniestras de su naturaleza. "Era el instinto más voluble y sensible, poseía una inclinación natural al extravío y una funesta perversión". También hablaba de las contrariedades entre la castidad y el amor. El temor. El decoro. El asco. El control del impulso. "El amor reprimido no muere; vive y, aun en la más secreta oscuridad, aspira a realizarse; rompe la mordaza de la castidad y vuelve a salir a la superficie, si bien en una forma diferente, irreconocible".
"¿Bajo qué forma y qué máscara reaparece, pues, el amor no admitido y reprimido?". Dejó la pregunta en el aire. Pero ya conocía la respuesta. "Bajo la forma de la enfermedad... El síntoma de la enfermedad era el reflejo de una actividad amorosa reprimida, toda enfermedad una metamorfosis del amor". Hans se quedó pensando en esa afirmación. Carecía de práctica en esa reflexión y estaba agotado por el paseo y el peso de sus recuerdos.
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Día 48: Hans siguió apreciado la espalda y la mano de Madame Chauchat en medio de la conferencia del amor del doctor Krokovski. Pensó en cómo se visten las mujeres, lo que muestran para excitar el deseo de los hombres. Se entretenía pensando por primera vez en esas cosas. Pensó en el caso de cuando una mujer estaba enferma. Su cuerpo incompatible con la maternidad. Era indecoroso y hasta debía prohibirse. Y cuando un hombre se interesaba por una mujer enferma no era guiado por la razón... Sino algo similar a lo que en tiempo atrás había sentido por Pribislav Hippe. Amor prohibido. Pero enseguida se avergonzó de la comparación. La conferencia acabó y varios salieron detrás del doctor. Recordó que él no estaba enfermo y que para la próxima conferencia ya no estaría allí.
Dudas y reflexiones
El martes cumplió su primera semana en el sanatorio. Le llegó la factura de la primera semana. 180 francos. Luego comentó con su primo los detalles del valor pagado. Luego la atención se dirige al médico jefe, Behrens, y se explora un poco su intimidad. También la relación entre el médico y el enfermo.
Conversación de mesa
Luego de su largo paseo, Hans quedó con el temblor en la cabeza de su abuelo. No sólo era de origen físico sino el esfuerzo por aclimatarse, excitación interior sobre algunas incidencias, entre otras. En el comedor veía como entraba Madame Chauchat, con el habitual portazo, y hablaba en la mesa con otros. Ella se sentaba en la mesa de los rusos. Era una joven rusa de unos 28 años, con una n unas facciones que a Hans le recordaban la de su amado Hippe de la infancia. Sus sentimientos ante la dama estaban confusos. Observó que no tenía anillo aunque decía ser casada. El marido estaba en Rusia, se enteró después. La institutriz contó que no era la primera visita de la señora. Se dudaba de su enfermedad. No era tan grave y le gustaba vivir en el sanatorio. También reveló otros más detalles y secretos de la mujer que capturaba la atención de Hans. "Bella Minka", le decían. Pero el verdadero nombre no lo pudo recordar en el momento la institutriz. Estaba actuando de celestina. Al día siguiente le dio el nombre. Madame Chauchat se llamaba Clavdia.
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Día 49: Desde entonces, Hans añoraba cada momento que en el comedor, para coincidir con su querida Madame Clavdia Chauchat, la que ahora no podía salir de su cabeza. Ahora los días eran cortos y volaban, "y eso que cada uno de ellos se componía de largas esperas expectantes e incontables vivencias calladas y secretas". El tiempo es un singular enigma, un fenómeno muy difícil de explicar.
Empezó a intercambiar más miradas nerviosas con Clavdia. En una de ellas, sonrió. Y a él le invadió la desconfianza y el entusiasmo. E iniciaba el juego. De lejos. Estaban en distintas mesas. Ella con los rusos. Pero Hans parecía satisfecho con esa lejanía. Juzgaba la vida de la dama con la poca información que tenía, y pensaba que con ella no saldría ileso de ninguna de las críticas que sancionaba. Hans "llevaba escrito en la frente y en sus ojos soñolientos un orgullo más universal y que se remontaba a otros orígenes". Superioridad moral. Pero llamó su atención al oírla hablar por primera vez, en alemán, su lengua materna. Empezó a retrasarse en bajar al comedor con la ilusión de encontrarla en los pasillos. Ella que siempre llegaba tarde y dando portazos. Habitación #7.
Describía su rostro como "aquellas facciones extrañas y al mismo tiempo tan familiares para él, que constituían lo que más le gustaba en el mundo: facciones exóticas y llenas de carácter (pues sólo lo que nos es extraño nos parece tener carácter). Nórdicos y misteriosos. Ojos separados. Pómulos marcados. Mejillas cóncavas y labios carnosos. Aquellos ojos que le habían intimidado y se parecían por la forma, color y expresión a los de su amado Pribislav Hippe. No sólo se parecían. Eran los mismos. La nariz. La blancura rosácea... Le llenaba de esperanza pero a la vez le daba temor y resultaba siniestro. "En su interior luchaban fuerzas indeterminadas, instintivas, que hubiesen podido clasificarse como un proceso de orientación, de tanteo, de búsqueda de ayuda, consejo y apoyo".
Pensó en su primo Joachim, pero él tenía sus propios problemas. La disciplina militar. Y se dio cuenta que estaba interesado en Marusja. Compara su situación con la del primo. Marusja si estaba en la mesa de ellos. Debía ser más difícil. No podía hablar de su situación con él. Pensó en alguien más.
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Día 50: Buscando consejos sobre lo que lo inquietaba, y tras descartar a Joachim, pensó en Behrens, en Settembrini. Buscaba una autoridad paternal. Pero inmediatamente los descalificó por ser inestables también. Uno por melancolía y el otro por charlatán, aunque respetaba al italiano. Y empieza a recordar distintas intervenciones de Settembrini, que estaba muy informado de las noticias del sanatorio y sus pacientes. Se burlaba de todos y de los doctores. También recordó cuando hablaba de él mismo y su historia familiar. Hans pensó que le gustaba escuchar a Settembrini, al contrario de Joachim, porque esas ideas, ideales y tendencias eran en su caso una tradición familiar, pues los tres habían consagrado a ellas su vida y sus fuerzas: el abuelo, el padre y el nieto, cada uno a su manera. Linaje de humanistas. También recordó cuando le habló de Dante.
Gracias a la conciencia cívica y política de su abuelo y el humanismo de su padre había llegado a ser un literato. Porque la literatura no era otra cosa: la unión del humanismo y la política. Hans siempre lo escuchaba atento. Era el conocimiento artístico y humanista del que había sido privado. Con el italiano aprendió de Dante y Brunetto. Y del verbo, del culto a la palabra y la elocuencia, que consideraba como el "triunfo del humanismo". "Puesto que sólo la palabra constituía el mayor honor del hombre, y sólo ese honor confería dignidad a su vida". Humanismo. Dignidad humana. Respeto al humano. "Un bello estilo conduce a bellas acciones. Escribir bien casi supondría pensar bien, y esto no está muy lejos del obrar bien". Toda moralidad y todo perfeccionamiento moral nacen del espíritu de la literatura. Y todo desembocaba en un nombre: civilización.
"¡Cómo es el hombre! ¡Con qué facilidad puede engañarse su conciencia, encontrando en la supuesta voz del deber la licencia para la pasión!". Hans escuchaba atento. Era su etapa de formación. Y el italiano rodeaba las preguntas o ideas que le inquietaban. Buscaba en la conciencia del italiano una carta blanca que originariamente no le hubiese querido conceder. Búsqueda de un polo opuesto al que dirigir sus pensamientos, sus acciones y su pasión: Clavdia Chauchat.
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Día 51: El Termómetro
Hans contaba sus semanas cada martes. Hace unos días había abonado sus 160 francos semanales. Hace un cálculo de lo que gasta su primero y cualquier paciente al mes y al año. No más de 12.000 francos, se ajustaba muy bien. Se hallaba a mitad de su 3ra semana. El siguiente domingo sería su último concierto y el lunes la última conferencia. El tiempo había volado. Y dejaría solo a Joachim.
"Allá arriba" no existía el mal tiempo sino el tiempo. Hans pensaba que regresaría con catarro. Resfriado durante la cura. Joachim le recomendó buscar un remedio pero prefirió avisarle a su masajista, quien a la vez le avisó a la señorita Mylendonk, la superiora, que fue a revisar a Hans. Estaba constipado, y eso era muy grave tenerlo "allá arriba" con los tuberculosos. Pero quizás no era grave. Le preguntó si se había puesto el termómetro. Hans dijo que no y la enfermera se puso furibunda. No tenía termómetro. Porque estaba sano y sólo de visita. Aunque no en ese momento. La mujer sacó dos termómetro y le dijo sus respectivos precios. Hans se quedó mirando maravillado el artefacto de cristal. Compró el más caro. Se le anotaba en la factura. Le dio recomendaciones de usarlo y lo dejó. Hans se puso el termómetro bajo la lengua y esperó. 7 minutos le había dicho. El tiempo pasó lento. 37,6 grados. Fiebre alta. Enfermo. Febril.
Joachim entró y lo encontró arropado en su tumbona. Se enteró de todo y le dijo que le tocaba guardar cama. Y Hans se alarmó. Discutieron pero debían bajar a desayunar. En el comedor cuando rechazó su habitual cerveza que llevó la camarera enana, los vecinos se mesa se alarmaron. Hans tuvo que decir a la mesa que tenía fiebre. 37,6. Una insignificancia. Pero todos se alarmaron, señalaron y burlaron. Le prestaban más atención. Tenían algo en común. El placer de estornudar, de toser. Joachim le propuso ir a su consulta con Behrens. Preciso lo encontraron y se mostró feliz de atender al señor visitante sano. Que con verlo le vio el estado y hasta la fiebre. Hans seguía insistiendo en que era insignificante pero volvió a medirse la temperatura y no bajaba.
En la consulta, primero fue Joachim, y no había presentado mejoría en su temperatura. Siguió el turno de Hans. Se quitó la camisa y allí quedó "blanco, rubio y frágil". Behrens lo examinó a profundidad y le recordó lo que pensó cuando lo vio por primera vez, "Desde el principio supuse que usted en el fondo era uno de los nuestros". Mencionó su arrogancia inicial, y que en efecto le tocaba pasar una temporada más larga. Y le habló de la enfermedad por herencia, no sólo de su primo sino preguntó por la enfermedad de sus padres fallecidos. Trombosis y neumonía. Dijo que era un enfermo veterano. No sólo una obstrucción respiratoria sino que un sonido ronco indicaba un punto sin cicatrizar. Infección. Y le dijo que el aire de "allá arriba" era bueno contra la enfermedad pero también hacía estallar la enfermedad latente, escondida. Por eso se enfermó apenas llegó. Hans confirmó. Y Behrens siguió en su explicación médica y detallada. Hans escuchó y aceptó. Era un paciente más. El turismo terminó.
Fin Cap 4
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Capítulo 5
Día 52: Inicio del Cap 5. Sopa, Eternidad y Claridad repentina
Hans había pasado sus 3 primeras semanas en el sanatorio. Ya debía irse según sus planes. Pero estos habían cambiado de forma inesperada. Ahora el tiempo pasaría más rápido mientras se encontraba en cama. La perpetuidad del tiempo. La monotonía. La eternidad. Llegaba una sopa. Y otra sopa. "Por otra parte, hablar del tedio en relación con la eternidad sería paradójico, y queremos evitar las paradojas, sobre todo en la historia de nuestro héroe".
Hans guardaba cama desde hace varios días. Mirando hacia el techo de la habitación con ojos ingenuos y llorosos por el resfriado. Aunque su visión nunca estuvo clara, siempre llena de dudas y confusión. Cuando reía le dolía el pecho. Y llegaba la angustia. Su primo le dejó descansar e iba a visitarlo de vez en cuando. Pero un día le insinuó que debían avisar a casa sobre su demora. Pero Hans se opuso. Diciendo que los tíos no notarían su ausencia, y que era mejor esperar unos días más. Pero Joachim se sentía culpable de que su primo ahora estuviese recluido cuando sólo había ido a visitarlo. Era doloroso para él. Pero Hans le dijo que no era culpa de él. Había ido a descansar también por su cuenta. Y era sorpresa enterarse que estaba enfermo desde hacía tiempo. De hecho, siempre se sintió enfermo. Nunca muy sano. Y pensó en sus padres, muertos muy jóvenes. Además había estado reflexionando de su visión de la vida y sus exigencias. Joachim seguía sintiéndose culpable y Hans nuevamente dijo que se calmara y no fuese pesimista, pues tampoco pensaba que iba a demorar mucho tiempo. No era tiempo de alarmarse. Y así siguió la rutina de los días. Joachim seguía visitando a diario y le contaba todos los pormenores. Hans estaba particularmente interesado en las conferencias sobre el amor de Krokovski.
Finalmente Hans vio la necesidad de informar a su familia de su estado actual, sin ahondar en detalles. Una fiebre por un resfriado. Y siguió su nueva rutina. Sopas. Visitas de Joachim. Enfermera. Sopas. Eternidad. Krokovski empezó a visitarlo con confianza. Hans estaba incómodo. "El huésped se ha convertido en camarada".
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Día 53: Hans seguía guardando reposo. Ya iban casi 2 semanas. Entre sus visitas, además del primo, un día apareció Ludovico Settembrini, el italiano por el que Hans preguntaba a menudo. Nadie se había marchado en ese tiempo. Había ingresado alguien nuevo. Lo ponían al día. Con Settembrini habló de la enfermedad, del tiempo, de la duda en el diagnóstico de los médicos y en sus familiares. También Settembrini le habló de su propio estado, y le siguió preguntando sobre su trabajo en los astilleros y su situación económica personal y familiar. Hans le dio los detalles a su justa medida, diciendo que "allá abajo" el dinero era importante. Sino era la desgracia. Y viendo ahora desde la distancia y el reposo, le parecía terrible.
Settembrini lo escuchaba atento y se alistaba para responder. "No pretendo endulzar las formas particulares que la crueldad natural de la vida adopta en el seno de su sociedad. Sea como fuere, esa crítica a la crueldad no deja de ser una crítica bastante sentimental". "El hecho de que la formule ahora hace patente cierto distanciamiento de esa vida por su parte; y me agradaría muy poco ver como va en aumento, pues quien se acostumbra a formular críticas fácilmente acaba perdiendo el contacto con la vida, con la forma de vida para la que ha nacido". Y siguió diciendo y ampliando sobre aquello de "perder contacto con la vida". Lo veía a diario "allá arriba", y le puso unos ejemplos reales, de jóvenes que no habían aguantado regresar a su realidad "allá abajo" tras pasar un tiempo en el sanatorio, que terminaría siendo su "patria". Luego hablarían de la muerte, y del contacto con la muerte. Del contacto prematuro con la muerte. Sensibilización ante la crudeza de la vida ordinaria y su cinismo.
Settembrini siguió con el discurso de la muerte. A la que pensaba no había que ver con apatía sino contemplarla como parte integral de la vida. Honrar a la muerte como en el pasado. "Es la cuna de la vida, el seno materno de la renovación". Y le recordó la discusión de la enfermedad con la estupidez. Y le propuso que le dejase ser su ayuda, su consejero, su guía en estos temas, que a veces la juventud toma a la ligera". Hans aceptó.
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Día 54: Hans apreció el tiempo que Settembrini le dedicaba. Estando enfermo a escucharlo, debatirle y aconsejarle sinceramente. "Por escuchar con frecuencia al señor Settembrini y permitirle que me ayude con sus consejos, casi desearía tener fiebre indefinidamente e instalarme aquí como en mi casa". Finalmente, luego de 3 semanas, Behrens le dio permiso a Hans de levantarse y tomar cuidados.
¡Dios mío, lo veo!
Hans regresó a la rutina habitual y en la mesa lo recibieron como si no se hubiese alejado durante mucho tiempo. Conciencia del tiempo. Sólo Settembrini. Y pensó que Clavdia Chauchat también. Sintió nuevas sensaciones al verla nuevamente. Alegría y miedo. Con el corazón sobrecogido. "Éste se llevaba la mano a la región de ese órgano, la otra a la frente (cubriéndose los ojos) y murmuraba: ¡Dios mío!". La enfermedad transformaba la esencia del cuerpo. Hans aprovechaba sacar información a Joachim sobre la madame, mientras él le contaba sobre su Marusja. En sus averiguaciones con la institutriz se enteró que recibía visitas de un caballero, y lo recibía en su habitación. Lo que fue como un disparo en el corazón para Hans. Joven. Atractivo. Ligeramente enfermo.
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Día 55: También Hans se enteró por parte de la institutriz, que a Madame Chauchat le estaban haciendo un retrato. Posaba todos los días en la habitación privada del pintor: el doctor Behrens. La noticia atormentó más a Hans. La temperatura subió a 37,7. Más que las visitas que le hacían a ella, le preocupaban las que ella hacía al doctor. "La vida privada de Madame Chauchat había comenzado a producirle un profundo y doloroso desasosiego".
Pronto Hans descubrió a un nuevo rival dentro del sanatorio. Descubrió las miradas del caballero de Mannheim hacia Clavdia Chauchat. Y lo pasó observando desde ese momento. Otro día tuvo que acompañar a Joachim a tomarse una radiografía, y entre la larga espera apareció de repente Clavdia. Se sentó también y Hans estaba muy nervioso. La observaba disimuladamente con sus piernas cruzadas y sus "ojos de Pribislav". Le hizo una pregunta a Joachim y Hans sólo se centraba en su voz. Esa voz velada y un poquito estridente también se le hizo conocida y la conocía desde hace tiempo. Era la voz de Pribislav que hace muchos años le había hablado para decirle que le tenía que devolver su lápiz". Clavdia Chauchat era la representación de Pribislav Hippe, su amor imposible y eterno de la infancia. En la infancia donde aún el niño no ha sufrido los cambios físicos e internos al pasar a la adolescencia. Por eso mantenía una voz suave y sutil, y tenía un aire femenino, delicado. Clavdia estaba molesta porque había un retraso, y hablaba con Joachim. Hans escuchaba y juzgaba la conversación y el discurso de ambos en silencio. Ella esperaba también una radioscopia. Pensó que Behrens no sólo la pintaba y reproducía su apariencia externa en óleos y pinceles sobre un lienzo. Sino que también en la penumbra, dirigía rayos luminosos que le descubrían el interior del cuerpo.
Finalmente Behrens ordenó a los primos pasar y quitarse sus camisas para la revisión. Hans observó todo el proceso. La luz atravesando el cuerpo de su primo. Los huesos. Los colores. Rojo y verde. Y finalmente una imagen que inmortalizaba las entrañas. Behrens le iba mostrando a Hans los problemas en el interior de Joachim. Aunque Hans no podía apartar la vista del reflejo del corazón.
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Día 56: Hans seguía sorprendido viendo el corazón de su primo, pero Behrens le llamó la atención hacia las manchas y zonas negruzcas en el pecho, pero Hans "no se cansaba de ver lo que podía haber sido el fantasma de Joachim, su esqueleto desnudo, aquellos huesos sin carne que no eran sino un memento de la muerte. Le invadió un sentimiento de profundo respeto mezclado con un profundo terror".
Estar viendo el interior de su primo le pareció le hizo sentir un poco mal. Ilícito. Pero pronto recuperó su carne y su humanidad. Luego le llegó su turno y se vio a sí mismo con la misma impresión. Vio su tumba y vio su muerte. El doctor confirmó el diagnóstico de ambos y las cicatrices internas de Hans, que requerían reposo, paciencia, disciplina, temperatura, comer, echarse y esperar. Salieron del consultorio y Hans vio a Clavdia Chauchat que entraba.
Libertad
Hans se enfrentaba a la disyuntiva si pensar que llevaba mucho tiempo "allá arriba" o que eran pocos días. Sentía ambos. El tiempo. Eternidad. Brevedad. Llegó Settembrini mientras escuchaba que los otros pacientes hablaban de que en 5 días estarían en Octubre. El tiempo. Entonces inició otra lección e intercambio con el italiano sobre la enfermedad, la desesperación, la frivolidad y las paradojas. Settembrini resaltó el valor del análisis como instrumento de la ilustración y la civilización, que destruyen convicciones estúpidas y tambalearse los cimientos de la autoridad: libera, afina, humaniza y prepara los siervos para la libertad. En eso era bueno. Y malo cuando el análisis impedía la acción. Hans le contó la experiencia con las radiografías y ver el interior. El italiano dijo que fueran a echarse en la hora de reposo. A él le tocaba en la azotea donde descansaban varias personas juntas. Y le dijo que allá habían muchas rusas. Hans se quedó perplejo ante la anotación final del caballero. Lo sabía y se atormentaba. Mientras escribió a su familia sobre el nuevo hallazgo y la demora en regresar. Fue sincero y además solicitó le enviaran algunas cosas que necesitaba y dinero regularmente. 800 francos al mes. Se tomó la temperatura y el mercurio había subido, 37,8. Y añadió el dato en la carta. Escribir la carta le había fatigado. Se echó en la tumbona y pensó en el esqueleto en la pantalla, en la tumba que se cerraba.
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Día 57 y 58: Caprichos del Mercurio
Llegó Octubre, con un cielo azul y el sol en su esplendor. Los cambios en la naturaleza, el orden interior que permite al hombre llevar cuenta del tiempo, tomar conciencia de su curso, subdividirlo, y nombrar sus unidades discretas. Seguía observando a Clavdia, que en aquellos días vestía de blanco, y alimentaba ese estado de embriaguez mental que le gustaba, que se bastaba a sí mismo y no desea sino verse justificado y alimentado. Estaba enamorado. No era un amor tierno y sosegado como de cancioncilla sentimental sino una variante más atrevida. Se perdía entre la línea de su pierna, su espalda, su vértebra cervical, sus brazos, sus pechos... Su cuerpo. En este punto, el autor reflexiona y dice que Hans nunca hubiese prolongado su estadía, "si su alma sencilla no hubiese encontrado en las profundidades del tiempo una respuesta, de algún modo satisfactoria, respecto al sentido y fin de la vida".
"Por lo demás, su enamoramiento le inflingía todo el dolor y le procuraba todas las alegrías que acompañan a este estado en todas las ocasiones y circunstancias". Disfrutaba del amor y del dolor, y recuerda las muchas ocasiones en que se acercaba y era incapaz de hablarle sino que se refería con una sonrisa, intercambio de ojos o un simple "merci". Hans disfrutaba de la ilusión de la cercanía y a la vez distancia, y se ilusionaba de las respuestas emocionales de la rusa, pero el narrador afirma que no va a entrar a afirmar que Clavdia compartía los mismos sentimientos de Hans, sí al menos en la imaginación y la emociones del joven.
Luego trabó amistad con Herminie Kleefeld, de la Sociedad de Medio Pulmón, y la que lo había asustado en su primer paseo. Hablaba con ella delante de Clavdia, pero pronto se dio cuenta que la estaban utilizando, cuando Hans miraba a Clavdia mientras hablaba con ella. Hans se sintió mal. Siguieron unos días de enfriamiento. Ya ni el mercurio subía. La temperatura estática. Pero a los pocos días su primo lo invitó a caminar y Hans vio de lejos a Clavdia, y aceleró el paso inmediatamente, poniendo a Joachim a resollar. Al pasar a su lado le dio un buenos días y ella le contestó. Sus palabras le devolvieron el aliento, la esperanza y la temperatura. El mercurio volvió a subir. 38 grados.
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Día 59: La Enciclopedia
"El tiempo es un regalo de los dioses, entregado al hombre para que lo aproveche, ingeniero, para que lo aproveche en aras del progreso de la humanidad". Decía Settembrini a Hans, en una de sus discusiones sobre la estancia del joven en el sanatorio. "Usted sufre, ingeniero, sufre como un alma en pena. ¿Quién podría no darse cuenta al verle?". El Italiano le contó acerca de una sociedad muy importante a la que pertenecía, de altos estándares intelectuales y morales. La "Ligue pour l'organisation du Progrés", que entre sus proyectos buscaba la realización de una obra titulada "Sociología del Sufrimiento", que clasificaría el sufrimiento de la humanidad en categorías, clasificaciones y sistemas. 20 volúmenes en formas de diccionarios. Una enciclopedia. Donde se revisaría textos antiguos y clásicos literarios, que siempre giran en torno al sufrimiento humano. En esta parte recordé a la reciente película "Entre la razón y la locura" del caso del loco que colaboró en la elaboración del diccionario revisado del idioma inglés.
Finalmente Settembrini le da consejos a Hans de que no se perdiese dentro de ese mundo. No perdiese su orgullo. Y le recordó lo que le aconsejó cuando lo vio por primera vez. Marcharse a casa. Aunque Hans sacó a colación su nueva condición de enfermo. Pero Settembrini seguía con la idea de que se fuera. "¿Está tan viva esa protesta en usted cuando se somete al dictado de las fuerzas que imperan aquí arriba, o es al cuerpo y a sus fatales inclinaciones a los que obedece con tanta diligencia?".
"¿Qué tiene usted en contra del cuerpo?". Y pensó en lo que estaba diciendo. Sabía que Settembrini ganaría la discusión pero seguiría provocándole. ¿No es usted humanista? ¿Cómo puede estar tan mal dispuesto contra el cuerpo?
"¿Qué tiene usted en contra el análisis?", dijo Settembrini. Siempre estaría dispuesto a replicarle. Sobre todo cuando sus objeciones daban prueba de inteligencia. "Reivindico, honro y amo el cuerpo, como reivindico, honro y amo la forma, la belleza, la libertad, la alegría y el placer; como reivindico el mundo de los intereses vitales frente a la sentimental huida del mundo, el Clasicismo frente al Romanticismo". Y siguió con una comparación entre el alma y el cuerpo. Reafirmo su humanismo. "Pues soy un amigo del hombre, como lo era Prometeo, un amante de la humanidad y de su nobleza. Pero esa nobleza radica en el espíritu, en la razón, y por eso será insostenible todo reproche de oscurantismo cristiano".
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Día 60: Humaniora
Un día Hans se encontró con el doctor Behrens, que venía de un paseo en el jardín. Y hablaron de cigarros (María Mancini), de los que Hans había desperdiciado varios debido a su enfermedad. Behrens le preguntó si se dedicaba a la pintura. Hans se sorprendió, pero al parecer le habían contado ese dato. Le preguntó si hacía retratos (preciso recordó seguramente el retrato que le hacía a Madame Chauchat), y mostró interés en conocer su trabajo. Invitó a los primos a sus habitaciones, quienes quedaron observando los detalles del cuarto y las pinturas. Óleos, fotografías, paisajes, montañas, bodegones, flores... Y el retrato de Clavdia.
Hans analizaba y criticaba la técnica del retrato. Contestó, "obvio", cuando Behrens preguntó si reconocían a la musa. Analizaban la estructura del rostro, y Behrens dio con el detalle de los ojos: Ilusión óptica. E inició una conversación sobre la técnica del dibujo, aparte de los detalles del retrato. Del retrato pasaron por el humanismo y hasta en la misma anatomía, identificando las localizaciones de grasa en el cuerpo y sobre la piel, donde el doctor Behrens se explayó en su conocimiento. Y manifestó su interés por el cuerpo. "Quien se interesa por el cuerpo también se interesa por la enfermedad".
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Día 61: En la habitación del doctor siguió la exposición científica del doctor Behrens sobre la piel. Sus componentes, sus distintos estados hasta la descomposición... La oxidación, y la respuesta a preguntas como: ¿Qué es el cuerpo? ¿Qué es la carne? La vida, la muerte, la transformación de la materia y la persistencia de la forma. Pronto el doctor los despidió y los primos regresaron, con Joachim alabando lo activo que estuvo preguntando.
Investigaciones
Hans pidió que desde su casa le enviasen ropa de invierno y algunos libros relacionados con la profesión (obras técnicas sobre la construcción de buques). Pero esos libros quedaron relegado por otros que despertaban el interés del joven: anatomía, fisiología, biología. Joachim se sorprendió al verlo. Se describe la anatomía de los libros, su posición en la lectura de éstos, y las investigaciones que realizaba, sobre la luna, sobre la materia orgánica, sobre el protoplasma y sobre todos los misterios sagrados a la vez que impuros de la vida.
"¿Qué es la vida? No se sabía. Sin duda, tenía conciencia de ella, desde el momento que era vida, pero ella misma no sabía lo que era". Y sigue una profunda reflexión sobre la vida. "La imagen de la vida se revelaba a los ojos del joven Hans Castorp, que reposaba mirando al valle cristalino, envuelto en sus cálidas pieles y mantas, en la noche helada, iluminada por el resplandor del astro muerto".
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Día 62: En la narración se continúa con la indagación y descripción de Hans de sus investigaciones basadas en las lecturas de sus nuevos libros. La vida. La muerte. Moléculas químicas. Naturaleza orgánica e inorgánica. Lo material e inmaterial. Átomos. Partículas. Energía. "La vida no era más que una progresión por el camino lleno de aventuras del espíritu que había perdido el pudor, un reflejo del calor que causaba la vergüenza en la materia despierta a la sensualidad y que se había prestado a acoger al desencadenante de todo aquel fenómeno..."
Danza de la Muerte
Se acercaba la nochebuena, y llegaron algunos visitantes al sanatorio, como el hijo de Behrens, que despertó el interés de todas las féminas. Y a Hans le llegó un mensaje de su tío, con deseos de recuperación y feliz navidad. Los pacientes se preparaban para la celebración. Un día después de la Navidad, antes de año nuevo, uno de los pacientes falleció: el caballero austríaco. Al enterarse Hans de la noticia, pensó en la escalofriante tos del caballero, que fue una de sus primeras impresiones del sanatorio. Pero al parecer era un milagro que hubiese sobrevivido hasta las fiestas, dijo la enfermera. Murió en manos de su esposa. Y había abusado de cantidades de oxígeno para mantenerse con vida. Una prolongación costosa del sufrimiento. Hans fue a ver al difunto y analizó su proceso de descomposición de acuerdo a los nuevos conocimientos adquiridos. La muerte. Hans habló con la viuda, quien le contó de sus males, y Hans dijo que él y su primo estaban enfermos también, y él había estado junto al lecho de muerte de sus seres más queridos, sus padres. Era huérfano. "Estaba familiarizado con la muerte desde hacía tiempo". Al preguntarle la viuda sobre su profesión, Hans dijo: "Había sido ingeniero". Ahora era enfermo y tenía una permanencia ilimitada "allá arriba". Luego preguntó sobre el de Joachim, se despidieron, y los primos siguieron hablando de temas profundos y trascendentales. Hans evocaba a Settembrini en cada nueva teoría o idea ya discutida con el italiano, haciendo énfasis en el error del caballero. Y al reflexionar sobre la antipatía de Settembrini sobre el sufrimiento humano y del sanatorio en general sobre los muertos, nació en él un nuevo propósito: "He decidido que a partir de ahora, voy a ocuparme de los enfermos graves y moribundos de esta casa; eso me hará mucho bien". Y pensó en su estrategia, de estar atento a sus cumpleaños, a los más delicados, enviar flores, regalos y una comitiva deseando la pronta curación. Intercambiar algunas palabras antes de morir. Joachim dijo que era prohibido pero quizás Behrens le daba un permiso especial.
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Día 63: La protesta contra el egoísmo generalizado era uno de los motivos de Hans dentro de su nueva labor. Otra era, "la necesidad del espíritu de tomar en serio el sufrimiento y la muerte y poder honrarlos como creía que merecían".
Llegó el caso de Leila Gerngross, una jovencita en el mismo piso de los primos, a la que no le quedaba mucho tiempo de vida. En 10 días había tenido 4 violentas hemorragias, y sus padres habían llegado para llevarla a casa aún viva. Hans se alió con la hermana Alfreda, la enfermera, y se dio cuenta de los efectos positivos de la atención sobre los pacientes. "La pequeña se había alegrado como una niña ante aquel testimonio de amistad procedente a unos desconocidos". Las flores, no dejaba de verlas y cuidarlas, incluso en los terribles accesos de tos. Permanecía con los ojos sobre las flores. Los padres también se sentían complacidos con las nuevas atenciones de los caballeros anónimos. Pero la señorita Schildknecht, sacó del anonimato a los primos. Y les trasmitió la invitación de los padres y la niña para visitarlos. Ellos asistieron e intercambiaron unas palabras con la frágil niña y otras con los padres, a quienes explicó su estrategia. Se enteraron que la enfermedad era heredada de la madre, lo que la moritificaba.
Hans se molestó un poco cuando la madre interpretó la visita como un "flirt" de un caballero a una pequeña dama, y no tuvo en cuenta su protesta contra el egoísmos del sanatorio y su motivación tanto médica como moral. Pero ese mismo día, la hermana Adela les avisó de otro enfermo terminal, Fritz Rotbein. Joachim contra su voluntad tuvo que acompañar a su primo, por su fuerte determinación y espíritu caritativo. Dudó en llevar flores, porque era un paciente de sexo masculino, pero no se detuvo. El pobre joven de 20 años, ya estaba envejecido y se mostró muy agradecido con los presentes. Hasta lloró un poco al aceptar el ramo. Luego, hablaron e intercambiaron historias. Al despedirse, el joven volvió a llorar y rogó que repitiesen la visita. Ellos no se negaron. Pero ya no tuvieron otra ocasión. Murió, luego que el padre llegase esa noche y lo sometiesen a la riesgosa operación.
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Día 64: Hans estaba viendo el cuarto vacío de la pequeña Leila cuando lo encontró Behrens. "Me agrada ver que se preocupa un poco por mis pobres pajaritos moribundos en sus jaulas", le mencionó, ya enterado de sus recientes acciones. Pero no se molestó. Le pareció un hermoso gesto. Y le propuso presentarle a otros en la misma condición. En ese momento iba a ver a "la señora Desbordante". Zimmermann. Se reía de todo. Hans siguió el ritual, le mandó flores y visitaba. De tanto reír se le escapaba el oxígeno. Se le escapaba la vida. Pero a los pocos días murió. Así Hans con permiso de Behrens empezó a entablar relaciones con los pacientes terminales. Los buenos samaritanos. Los hermanos de la caridad. Hasta que Settembrini se enteró de las buenas nuevas y lo abordó. "Ingeniero. Oigo decir cosas extraordinarias de usted. ¿Se ha consagrado a la caridad? ¿Intenta justificarse por las buenas obras?". Hans intentó ignorarlo pero el italiano lo detuvo, alegando que le preocupaba ese comportamiento de "un niño mimado por la vida" que hay que vigilar, y que seguramente era de su iniciativa; además que él mismo le había permitido ser su consejero espiritual. Y lo necesitaba ahora más que nunca.
Hans siguió ayudando a los enfermos terminales. Estuvo muy atento con la pobre Karen Karstedt, ampliando sus paseos por fuera de la habitación. Era una joven destinada a morir pero con carencias y pocos afectos de sus parientes, por lo que despertó más la atención de los primos. Entre tantos paseos, un día dieron uno al cementerio de la ladera de Dorfberg. Fue idea de Hans, aunque Joachim se opuso debido a la deferencia hacia la pobre Karen. Pero ella misma los guió. Vivía cerca y conocía el lugar. Se describe el cementerio, los espacios, las inscripciones, las lápidas... Y cuando estaban frente a una, ambos se quedaron mirando a Karen, y ella incómoda se dio cuenta. "Sonrió con un gesto afectado, frunciendo los labios al tiempo que parpadeaba muy deprisa varias veces".
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Día 65: Noche de Walpurgis
Hans llevaba 7 meses ya en el sanatorio y su primo Joachim había llega a 12, un año completo. Era Carnaval. Settembrini, que se encontró con ellos, les contó cómo eran las celebraciones "allá arriba". Todos los internos bajaron a Davos Platz a ver el paso del Carnaval por las calles.
El comedor estaba adornado como una noche italiana. Settembrini hizo circular un papel en el que había escrito:
"En la montaña reina esta noche la magia del desvarío, y si algún fuego fatuo se brinda a mostraros el camino
más vale que no confiéis demasiado en él..."
Hans también volvía a observar a Clavdia Chauchat, que estaba muy bien arreglada y reluciente. Estaba impresionado por el vestido y el contraste en la piel de la bella rusa. En algún momento pasó otro papel que decía:
" ¿Qué más se puede perder?
Todo hermosas jovencitas,
y todo apuestos muchachos
con grandes expectativas..."
Todos los pacientes interactuaban entre sí, incluso con los de otras mesas. Settembrini llegó donde Hans y le prometió aún más sorpresas. Más disfraces. Mujeres vestidas de hombres y hombres de mujer. Mendigos. Personajes literarios. Griegos en calzones. Ellos mismos se disfrazaban. La señora Stohr no aguantó y regresó disfrazada de criada, con delantal y todo. "La vieja Baubo vuelve sola..." dijo Settembrini al verla. La señora le respondió "gallito italiano" dicendo que dejase las bromitas y respetase la libertad del festival. Pero la discusión fue interrumpida por risas.
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Día 66: Las risas correspondían a dos nuevos personajes disfrazados. La Enfermera Muda y Enrique el Azul, sus respectivos nombres. Iban escoltados por otros pacientes, entre ellos Clavdia Chauchat. La señora Stohr estaba maravillada mirando el desfile y Settembrini impertérrito. Pero el italiano al ver a Hans embobado viendo a Clavdia, le susurró: "¡Mírala bien! Es Lilith". Hans al parecer no sabía quién era Lilith. "La primera mujer de Adán. Ve con cuidado...". Hans dijo ignorar que Adán se haya casado dos veces. "La leyenda hebraica sostiene que sí. Lilith se convirtió en un fantasma nocturno; es peligrosa, sobre todo para los jóvenes, a causa de sus preciosos cabellos".
Hans con varias copas encima se hizo ilusión de la historia de Settembrini. Lilith y Clavdia. Tuvieron una discusión porque el italiano le dijo que le tuteara y no lo llamase de usted. Hans le dio las gracias por sus atenciones y consejos. "Por haber intentado ejercer sobre mí una influencia correctiva durante mis ejercicios y experimentos completamente sine pecunia, sirviéndote parte de anécdotas y en parte de conceptos abstractos". Pidió perdón por ser mal discípulo, "un niño mimado por la vida". Agradeció aprender la relación entre humanismo y pedagogía. Dijo que recordase lo bueno de su alumno y volvieron a brindar. "Vacío mi vaso en honor de tus literarios esfuerzos en aras de la erradicación del sufrimiento humano". Settembrini estaba impresionado por las confesiones de Hans. Sonaba a despedida. Aunque Hans lo negó. Pero esa noche era especial. Porque Hans dejó al italiano y se dirigió hacia la institutriz. Su puente hacia Clavdia. Esa noche finalmente le hablaría.
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Día 67: Pacientes, doctores, internos y todos disfrazados, jugando y disfrutando. El doctor Behrens estaba en una mesa explicando un juego de sociedad. "Dibujaba con los ojos cerrados, de pie e inclinado hacia la mesa pero con la cabeza hacia atrás para que todos pudiesen ver que, efectivamente, tenía los ojos cerrados". En el dorso de una tarjeta de visita, con lápiz, dibujaba una figura a ciegas. Era el jueguito. Dibujaba un cerdito. Todos se impresionaron por la habilidad de dibujar un cerdito sin ver. Todos se animaron e intentaron hacer lo mismo. Dejaban los otros juegos. Dibujar el cerdito sin ver. El resultado fue que empezaron a aparecer cerditos deformados por doquier. Y se escuchaban más risas. Y todos se siguieron acercando a intentar. "Una engañosa confianza en sí mismos invitaba a todos a aceptar el reto".
Empezaron a buscar más tarjetas, los menús, cualquier lienzo en blanco para dibujar el cerdito. Sólo habían 3 lápices, así que había que turnarse. Algunos los arrebataban. Behrens, el promotor del juego, el del cerdito perfecto, desapareció con su ayudante. Hans veía como los demás jugaban y sintió ganas de probar también. Pidió en voz alta y consiguió un lápiz. Un trozo de lápiz desgastado por el que se quejó. Dibujó un esperpento de cerdo, que se extendió hasta el mantel de la mesa. De la rabia lanzó el inútil lápiz, pidiendo uno mejor. Nadie tenía. Entonces volvió al salón y observó en la puerta a Clavdia Chauchat, quien divertida observaba todo el ajetreo a la distancia. Creyó escuchar a Settembrini de lejos pero se acercó a Clavdia y le preguntó: "¿No tendrás un lápiz, por casualidad?".
Hans estaba pálido, como la vez que regresó de su paseo solitario. Nervios. Escalofríos. Clavdia lo miraba divertida de arriba a abajo. Pero dijo, "¿Yo? A lo mejor". Le dijo que era muy ambicioso y ansioso. Hans se perdía en su acento y su forma de pronunciar. Buscó en su bolso y sacó un lapicero de plata. Ella le explicó el mecanismo para usarlo, cómo girarlo y se inclinaron para ver la saliente punta. Ella le animó para que se diese prisa y se fuese a dibujar. "Dibuja mejor que los demás". Pero Hans ya no quería irse y la invitó a dibujar también. Pero ese momento del intercambio del lápiz, le recordó años atrás, en su infancia, cuando Hippe le había prestado también un lápiz.
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Día 68: El juego fue perdiendo interés y cuando vieron que los doctores ya no estaban, sugirieron bailar. Pusieron un centinela y un joven eslavo se lanzó a tocar el piano. Hans seguía junto a Clavdia y le señaló dos asientos libres en el salón. Le dijo que llevaba un vestido nuevo, y ella confirmó sorprendida. Le dijo que le gustaba mucho y la invitó a bailar.
- ¿Tú querrías?
- Querría si tu quisieras. Dijo él.
- Eso es menos valiente de lo que creía que eras.
Intercambiaron unas palabras en francés. Hablando un poco de lo que conocían de sí mismos el uno del otro, a través de terceros. Al final decidieron ver bailar a los demás. "Nos quedaremos aquí sentados y miraremos el baile como si estuviéramos soñando. Para mí es como un sueño".
"Poéte. Bourgeois, humaniste et poéte. Voilá l'allemand au complet, comme il faut!
Y siguen hablando en francés. Filosofando. La eternidad. Y Hans trataba de llevarle el ritmo, pues no hablaba con tanta fluidez y titubeaba mientras buscaba las palabras. Mientras a su alrededor seguía sonando la música, el baile, algunos ya cansados sentados, y nadie cercano alrededor.
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Día 69: - ¿Qué vas a hacer?
- Me marcho.
- No puede ser. Es una broma...
- Nada de eso. Lo digo en serio. Me marcho.
Clavdia le informaba a Hans, cuando finalmente se había atrevido a hablarle que se iba el día siguiente. Hans sintió un cataclismo en todo el cuerpo. Le explicó que se iba lejos por un tiempo por recomendación de Behrens. A visitar a su marido. No iba a mejorar por ahora. Volvería. No sabía cuándo.
En su conversación en francés hablan de cuando Hans visitó la habitación de Behrens y vio su retrato. Le dijo que le gustaría estudiar su piel como el doctor lo hizo.
"Quiero decir; es un sueño muy conocido, sueño de todos los tiempos, largo, eterno; sí, estar sentado junto a ti, como ahora, he allí la eternidad".
"Poeta. Burgués, humanista y poeta. He allí el alemán completo. Como hace falta". Dijo Clavdia.
Y Hans remató: "Me lamento que no seamos para nada y nulamente como hace falta. Bajo ninguna consideración. Somos, quizás, niños mimados por la vida, simplemente".
Siguieron hablando del cuerpo, del amor, la muerte, la enfermedad. Settembrini lo tenía entrenado. Y todo en francés. Es una de las conversaciones de amor y cortejo más apasionadas y conmovedoras. Tuve que buscar traducción. Siguieron con el tema de la partida de Clavdia.
"Respecto a mí, ¿sabes?, amo la libertad ante todo, y especialmente la de elegir mi domicilio". Luego hablaron de sus respectivas enfermedades. En el tiempo que pasaron sin hablar. Quizás fue mejor.
"- ¡Y ahora, que en realidad habló contigo, me dices que te vas!
- Te repito que hubiésemos podido hablar antes.
- ¿Lo hubieras deseado?
- ¿Yo? No me cogerás. Se trata de tus intereses. ¿Es que eres demasiado tímido para acercarte a una mujer a la cual hablas en sueños ahora? ¿O es que alguien te lo impedía?".
Hablaron del grave estado de Joachim. Hans dijo que estaban similar. Su primo moribundo y él enamorado. Luego le preguntó sobre el caballero que la visitaba en su cuarto. Y ella le respondió y satisfizo su morbosa curiosidad.
"¿La moral? ¿Eso te interesa? Pues bien, nos parece que habría que buscar la moral no en la virtud, es decir, en la razón, la disciplina, las buenas costumbres, la honestidad, sino más bien en lo contrario, quiero decir: en el pecado, dándose cuenta del peligro, de lo que es perjudicial, de lo que nos consume. Nos parece que es más moral perderse y el dejarse languidecer que el conservarse. Los grandes moralistas no eran en modo alguno virtuosos, sino aventureros del mal, viciosos, grandes pecadores que nos enseñan a inclinarnos cristianamente ante la miseria. Todo eso te debe disgustar mucho, ¿no es verdad?". Hans guardó silencio, impresionado y meditando cada palabra con el lapicero que ella le dio en las manos. Pronto se levantaron al tiempo, evitando ir a donde había más gente. Intimidad. Hans prometió no volver a tratarla de usted. Pero ella le dio un análisis crudo de lo que significaba llamarla de usted. Costumbre burgués de occidente. Reflexionan sobre el tema. Él le pregunta qué piensa de él...
"Es un asunto que no da mucho que pensar. Eres un joven convencido, de buena familia, de aspecto agradable, discípulo dócil de sus preceptores, que volverá pronto a las llanuras para olvidar completamente que ha hablado de sueños aquí y para ayudar a hacer grande y poderoso su país por su trabajo honrado en los astilleros. He aquí tu fotografía íntima, obtenienda sin aparato. ¿La encuentras exacta?". Ambos se impresionaron de los que sabían el uno del otro. Hans pensó que Clavdia hablaba como Settembrini. Lo impresionó mucho. Entonces le dijo que su fiebre era su amor por ella.
"¡Qué locura!" dijo ella. Pero Hans siguió hablando de su amor. Dijo que ya antes la había amado en el colegio, cuando le pidió un lápiz. Estaba haciendo la comparación con Hippe. Su amor de infancia. Y siguió diciendo que la amaba.
Clavdia se burlaba. "Pequeño burgués. Lindo burgués de la pequeña mancha húmeda. ¿Es verdad que me amas tanto?". Y Hans siguió el discurso sobre el amor, la pasión y el deseo. Clavdia escuchaba atenta y le dijo:
"Eres, en efecto, un adulador que sabe solicitar de una manera profunda, a la alemana". Se despidió y le dijo que esta noche su línea de fiebre sería muy mala. Se levantó, de dirigió a la puerta. Se detuvo y volteó. Le dijo en voz baja: "No olvides devolverme el lápiz" (N'oubliez pas de me rendre mon crayon). Y salió.
Fin Cap 5
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Capítulo 6
Día 70 y 71: Inicio del Cap. 6
Cambios
"¿Qué es el tiempo? Un misterio omnipotente y sin realidad propia. Es una condición del mundo de los fenómenos, un movimiento mezclado y unido a la existencia de los cuerpos en el espacio y a su movimiento. Pero ¿acaso no habría tiempo si no hubiese movimiento? ¿Habría movimiento si no hubiese tiempo?... Inútil preguntar. El tiempo es activo, posee una naturaleza verbal, es productivo. ¿Y qué produce? Produce cambio". Y sigue la profunda introducción del capítulo con la teoría y reflexiones sobre el tiempo y el espacio, dos de los grandes protagonistas de la novela. Eternos e infinitos. Todas esas ideas rondaban la mente de Hans Castorp, que desde que estaba "allá arriba" se había mostrado más abierto a esta reflexiones profundas y existenciales. A veces compartía sus pensamientos con su primo Joachim, pero este no estaba tan interesado en seguirle el hilo. Joachim estaba ya desesperado por salir del sanatorio y se quejó ante su primo y en plena mesa frente a los demás.
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Día 72: Hans observó en silencio la reacción de su primo y pensó que algo malo le pasaba. Todos sufrían del frío y la nieve de la época. Habían pasado 6 semanas desde que Hans habló por primera vez con Clavdia Chauchat, y desde que ella partió. Recordó la interrupción del tiempo mientras conversaba con Clavdia en un idioma extranjero. Recordó su partida. Hans asomado por la ventana del pasillo miraba de lejos como todos la despedían. En un momento ella miró hacia la fachada riendo y lo miró por unos segundos. Recordó que luego de su encuentro tuvo fiebre, como ella había predicho. Tuvo que ir más seguido donde Behrens. Entre las conversaciones con el doctor, un día salió el tema de Clavdia. Hablaron de ella, su viaje, su posible regreso y de ella en sí. Sin querer dio a conocer sus sentimientos por la rusa, y luego en su charla con Settembrini también. Por eso se dedicó a la relación frustrada de su primo con Marusja. El clima. La nieve. La montaña. Los colores. La espera.
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Día 73: El doctor Krokovski empezó a ser más cercano a Hans por su nueva condición y lo visitaba a menudo. Hablaban también durante mucho tiempo y su primo Joachim empezó a parecerle curioso. Se imaginaba los temas que podrían tratar. Las conversaciones del amor, botánica, la interpretación del inconsciente, el análisis psíquico, entre otros. Hasta que descubrió algo que consideró una traición de parte de su primo. Vio a Hans salir de la consulta de análisis psíquico de Krokovski. No le había dicho nada. Se sintió engañado.
Un nuevo personaje
Hans y su primo salieron a dar un paseo al pueblo mientras hablaban de varios temas, entre ellos de astrología, de los planetas. De repente en el camino vieron a Settembrini acompañado de un desconocido. Era su vecino, Naphta. Tan feo, que casi dolía mirarle. Todo en él era hiriente. Settembrini empezó a discutir sobre diversos temas profundos y filosóficos con su amigo. Pasión y espíritu. La esencia de las cosas. El panteísmo. La edad media clásica. Libertad.
Naphta llevaba 5 años en la alta montaña. Su tiempo se fue extendiendo. Decidió abandonar el sanatorio e irse a vivir a una habitación privada en casa de Lukacek, el sastre modistas en Davos. Pronto se enteraron que Naphta conocía ya bastantes detalles de la vida de cada uno. Claramente por información del amigo italiano. Hans hizo un comentario sobre alguno de los temas, y Settembrini enseguida lo corrigió. Naphta también aprovechó para dar su opinión.
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Día 74 y 75: Siguieron en su discusión Settembrini con Naphta y Hans. El Italiano le dijo que era frecuente discutir con Naphta, pero siempre como amigos. Hablaban de la vida militar, de la guerra, de Joachim, de política, de historia, de Rousseau, de Derecho, de la moral burguesa... "La moral burguesa no sabe lo que quiere! Clama por que se combata la disminución de la natalidad, exige que se reduzcan los gastos de crianza y educación, así como de la formación profesional. Y, sin embargo, el hombre se ahoga entre la masa, y el mercado del trabajo está tan saturado que la lucha por el pan de cada día supera a todos los horrores de todas las guerras pasadas".
Hasta que finalmente llegaron frente a la casa donde se quedaban Settembrini y Naphta, interrumpiendo la conversación en un momento oportuno. Invitaron a Hans a visitarlos y continuar las charlas pedagógicas y filosóficas. Joachim y Hans siguieron caminando y se sorprendió de la intención de Hans de volver a visitar a Naphta. Creía que podía aprender más cosas. "¡Lo dirás por ti, que cada día aprendes más cosas aquí arriba, entre la biología y la botánica y la naturaleza circular del tiempo!", dijo Joachim, y siguió: "El tiempo te ha interesado desde el primer día. Sin embargo, estamos aquí para curarnos, no para hacernos más sabios; para mejorar nuestra salud, para recuperarla del todo y que puedan devolvernos la libertad de una vez y darnos el alta para regresar allá abajo".
"En las montañas vive la libertad", canturreó Hans. Y pensó en la libertad, tema también discutido con Naphta y Settembrini. No pudieron ponerse de acuerdo. "La libertad es la ley del amor al prójimo", dijo el italiano. Y mencionó algunas palabras en francés para sorpresa de su primo. "No sé quién encontraría más adeptos, si Settembrini con su República universal burguesa, o Naphta con su cosmópolis jerarquizada". Joachim prefería ser un hombre íntegro, no tener ninguna opinión y cumplir con el deber. Hans le dijo que eso estaba bien para un mercenario como él, pero él era un civil responsable de sí mismo. Y volvió a las palabras de Joachim: "Dices que no estamos aquí para hacernos más sabios, sino para curarnos. Tienen que poder conciliarse ambas cosas, querido primo, y si no lo crees así caes en dualismo, y eso es siempre un gran error, tenlo en cuenta".
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Día 76: Del reino de Dios y de la salvación
Hans se encontraba caminando por la montaña y clasificaba plantas. Volvía a llegar a ese lugar en la alta montaña donde encontró un banco y miraba el paisaje. Era su lugar favorito. Iba para estar solo, para recordar, para recapitular las impresiones y aventuras de tantos meses y para reflexionar sobre todas esas cosas. El lugar donde vio a Pribislav Hippe volvió a florecer, y ya hace 11 meses no se le aparecía en carne y hueso. Y ya estaba mejor.
Hans fue a visitar a Naphta los días siguientes, y se dio cuenta que a Settembrini no le hacía mucha gracia la idea. En la entrada de la casa había una placa con la inscripción: Lukacek. Sastre modista. Quien los recibió. Se describe el espacio de la casa. Los objetos. Los libros. Los cuadros. Las esculturas (algunas religiosas). A Hans le llamó la atención una "Pietá" de rasgos primitivos, y preguntó por la obra. "Sigo catorce. Probablemente de origen romano", dijo Naphta. Lo que generó una discusión sobre el mundo espiritual, la religión y los productos y obras inspirados en ellas; sobre la belleza, la fealdad, entre otros temas trascendentes. "Todo aquí revela de manera radical el sufrimiento y la debilidad de la carne. Hasta el gótico no se manifiesta el ascetismo y el pesimismo en el arte". Naphta menciona también el tratado de Inocencio III, "De miseria humanae conditionis". Hans estaba maravillado con cada una de las palabras de su nuevo maestro. Settembrini, que vivía en el piso de arriba, no demoró en unirse a la conversación, y quien siguiendo la conversación sobre el arte y la Pietá, despotricó contra el absurdo culto a la deformidad en que habían caído la Edad Media y las épocas que la habían imitado para ensalzar, en cambio, el gran legado de Grecia y Roma... El Clasicismo: la belleza, la forma, la razón y la noble serenidad de la naturaleza. Hans respondió con una defensa al arte gótico, que sorprendió a Settembrini y a Naphta. Y siguieron la provechosa charla, llegando hasta la misma inquisición, la fe, Dios y Satanás. Ilustración. Contrato social. Libertad. Obediencia. Settembrini hizo un discurso en apoyo a las conquistas del Renacimiento y la Ilustración, que emocionó a Hans y a Joachim. Quienes miraron enseguida al contrincante, esperando su réplica. Naphta se defendió, diciendo conocer tales obviedades, y se fue contra la defensa a la individualidad, los derechos humanos y la libertad. "Pero si cree que el resultado de las revoluciones futuras será la libertad, se equivoca. El principio de la libertad ya se ha hecho realidad y se ha superado a los largo de 500 años. Habló de las instituciones educativas y su papel, en la disciplina, y terminó con una sentencia: "Es una muestra de un profundo desconocimiento de la juventud el creer que siente placer en la libertad. El placer más profundo de la juventud es la obediencia". Y remató: "No son la liberación y expansión del yo lo que constituye el secreto y la exigencia de nuestro tiempo. Lo que necesita, lo que está pidiendo, lo que tendrá es... El terror". Silencio.
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Día 77: Siguió la discusión entre Naphta y Settembrini sobre temas trascendentales, con los primos de espectadores y árbitros. Lo que Naphta llamaba el terror, se refería a alcanzar la salvación última: la visa en Dios sin Estado ni clases sociales. Y siguió la discusión política y social sobre la historia del capitalismo, el socialismo, los padres de la iglesia, el dios dinero, etc.
"Al rechazar lo que usted llama la actividad comercial, el dinero y los negocios monetarios a los que la Antigüedad concedió una categoría muy superior a la agricultura y la artesanía, también está negando su libertad. Pues salta a la vista que, como sucediera en la Edad Media, todas las relaciones privadas y públicas estarían estrechamente vinculadas a la tierra, a la posesión de tierras; y también... Me cuenta decirlo: la individualidad. Si la tierra, el suelo, es lo único que proporciona alimento, también será lo único que conceda la libertad". Dijo Settembrini.
Dignidad. Falta de dignidad. Libertad, de nuevo. Hasta que Settembrini detuvo a Naphta y dijo que ya era suficiente. Que sus amigos ya debían irse a descansar. Antes de irse, Naphta le prestó a Hans la obra "De miseria humana conditionis". Y vieron parte de la casa, que no habían visto por andar hablando. El italiano acompañó a los primos al sanatorio, y en el camino les dijo que debía prevenirles sobre Naphta. Recordó que se los presentó contra su voluntad, por encontrarse por casualidad. Pero advirtió que sus jóvenes espíritus corrían riesgo. Que mantuviesen distancia. "La lógica es su forma, pero su esencia es la confusión". Y les explicó cómo era la convivencia con tan difícil personajes al vivir bajo el mismo techo. Porque Settembrini no huía a las discusiones de ideas. "Necesito esa fricción. Las convicciones no perviven si no tienen ocasión de luchar, y yo, por mi parte, tengo sólidas convicciones". Pero en cambio, ellos jóvenes, corrían riesgo. Expuestos al peligro en su espíritu y su alma. De aquel medio fanático y perverso. Hans pensó que en efecto eran susceptibles de ser influenciados por alguien así. "Niños mimados por la vida". Tenía razón. Lo comprendía.
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Día 78, 79 y 80: Hans se sentía confundido y admirado con Naphta, pero prefirió mostrar a Settembrini sus reservas. Dijo que le llamaba la atención que Naphta hablase contra el capitalismo, del dinero pero que en su casa hubiese tantos lujos. Settembrini le aclaró que no era capitalista en absoluto. Y mencionó a los padre jesuitas. Era un jesuita. Por la enfermedad no logró ser un "padre" propiamente dicho. Hans estaba fascinado con el nuevo hallazgo. Le agradeció al italiano por presentarlo y dijo que seguro lo volvía a visitar. "Una relación así amplía el horizonte de una manera insospechada y le abre a uno los ojos a un mundo cuya existencia ni siquiera imaginaba". Y siguió preguntando a Settembrini detalles jesuitas sobre Naphta. Llegaron al Sanatorio y Settembrini volvió a prevenirles de no volver a visitarlo. "¡Es un voluptuoso!".
Cólera. Un momento realmente penoso
Llegó el mes de agosto, y en los primeros días se esfumó el aniversario de la llegada de nuestro héroe al mundo de "allá arriba". Hans evalúa nuevamente el paso del tiempo. Las estaciones. "el tiempo que transcurre aquí no es tiempo, con lo cual el invierno que llega no es un invierno nuevo, es el mismo de siempre, y esto explica el desagrado con que miras por la ventana". Dijo Hans a su primo, hiriendo sus sentimientos.
Fueron a su consulta con los doctores, y después de examinar a Joachim, y decirle que iba mejorando poco a poco. Joachim le dijo a Behrens que había decidido viajar. Partir. Para unirse a su regimiento. Behrens se alarmó y le dijo que no podía y que posiblemente le diese de alta en 6 meses. Pero Joachim estaba decidido. Le anunció que ingresaría en octubre y ya su familia sabía. Llevaba más de año y medio. Finalmente Behrens tuvo que aceptar, y preguntó a Hans en su turno, si también pensaba irse en expedición. Hans dijo que lo dejaba a su opinión médica. Behrens lo revisó rápidamente y le dijo que estaba curado y podía irse. Su pequeña lesión ya no requería atención. Esto descolocó a Hans. No se lo esperaba. "Pero... Doctor... ¿No lo dirá usted en serio?, dijo Hans. Lo que causó un ataque de ira en Behrens. Una cólera.
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Día 81: "Era un verdadero ataque de ira. El color azul del rostro del doctor se había tornado violeta por la sangre que le hervía en las venas". Los insultó y les deseó feliz viaje a ambos primos. Joachim estaba impresionado porque nunca lo había visto así pero sintió una victoria personal, pues ha tenía permiso para irse. Dentro de 8 días se iría. "Dentro de 3 semanas vestiré el uniforme". Hans guardaba silencio y fue a tumbarse en su tumbona, en su modo de vida ideal: felizmente echado, al abrigo de todo, reflexionando sobre lo humano y lo divino. Ahora él no quería irse. Además la partida de su primo coincidía con el regreso de Clavdia. Y Hans no podía irse aún. Muchas razones.
Los primos se alejaron un poco mientras sus planes se alejaban. Joachim se recuperaba y a Hans se le subió la temperatura. Notaba cómo su primo ya no se tomaba la temperatura ni se tumbaba. Lo escuchaba caminar de un lado a otro. Soñaba con la jura de bandera que haría pronto. El solemne juramento de fidelidad a la patria. Empezó a empacar su maleta con anticipación y a despedirse de todos en el sanatorio. Se despidió de Naphta y Settembrini, visita a la que Hans no fue pero pudo imaginar los comentarios del perspicaz italiano. "Vaya, vaya", lo imaginó. Finalmente llegó el día de partida y se despidió de los médicos, de sus compañeros de mesa. No pudo dormir en la noche de la emoción. Salieron a despedirse algunos pacientes y observar su partida. Justo ese día hizo un bello día. "Casi era una lástima que el tiempo fuese tan bueno precisamente el día de la marcha. No dejaba de ser como una ironía del tiempo, pues una impresión final desapacible hacía más fácil la separación".
Montaron en un coche junto a Hans. Así como cuando fue a buscarlo al pueblo. Pero ahora era lo contrario. "Aquí fue donde llegué..." dijo Hans. Joachim afirmó. "Pues nada, ve a presentar tu romántico juramento", dijo Hans. Recuerdos a los de arriba, recuerdos para los de abajo. Cuando anunciaron a los viajeros para abordar ambos primos se miraron sobresaltados. Se dieron la mano. Miradas tristes. Sonrisas vagas. Y por primera vez Joachim le llamó por su nombre: Hans. Normalmente siempre le decía: "oye" o "primo". Le temblaba la voz y repitió su nombre... "sígueme pronto". Subió al tren y por la ventanilla saludaba a su primo. Hans... "con el corazón encogido, todavía permaneció allí largo rato, solo. Luego comenzó a subir lentamente el camino por el que Joachim le había conducido al Berghof aquel otro día, ya lejano".
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Día 82: Asalto rechazado
"La rueda giraba. Las agujas del reloj avanzaban. El satirión y la aquilea se habían marchitado, y también el clavel silvestre". Y ocurre algo curioso, el episodio de La Montaña Mágica casi coincide con el momento en que el lector lo lee. Se acercaba el Adviento, Diciembre.
Desde que partió su primo, ya Hans no se sentaba en la misma mesa. Y ya corría su segundo año en el sanatorio. Ahora se sentaba en la mesa entre su antigua mesa y la de los rusos. La mesa de Settembrini. En esa mesa también estaba Wehsal, que era uno de los hombres que miraban a Clavdia Chauchat. Pronto se hicieron amigos y en la narración se recuerda que un día Wehsal le pidió detalles íntimos de aquella noche de carnaval, de lo ocurrido entre Hans y Clavdia. Y aquí se sugiere, aunque nunca se dice, lo que pasó esa noche entre los dos. Que sí pasó algo, pero Mann nunca lo cuenta. Y eso me hace recordar su particular decisión de omitir escenas sexuales en sus novelas. Algo que tiene mucho que ver con su propia vida íntima. En la adaptación al cine que se hizo de la novela, sí que se muestra tal escena. Debido a esa historia, Wehsal se convirtió en íntimo amigo de Hans. Lo respetaba.
Pronto ocurriría lo inevitable. Como Joachim regresó a casa, contó a los familiares sobre el estado de Hans, que ahora se había quedado internado. Hans esperaba pronto un telegrama de su familia. Y en efecto, recibió un telegrama anunciando una pronta visita por parte de su tío James Tienappel. "¡Por mí, que venga quien quiera!", pensó Hans. Avisó a los doctores, que inmediatamente reservaron una habitación.
El cónsul Tienappel llegó y Hans bajó a recibirlo, en una escena que se repite. Recuerda a la vez que Joachim bajó a recibirlo a él. Mientras iban en el carruaje, Hans le explicaba y mostraba todo el paisaje. Su tío se sorprendió de lo bien que ya conocía todo "allá arriba". Y le explicó todo el funcionamiento del sanatorio.
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Día 83: "Aquí no tenemos frío", dijo Hans a una pregunta de su tío, quien no paraba de mirarlo de reojo. No preguntó por nadie de "allá abajo". Le dijo que se quedaría una semana, quizás, para ver si podrían volver juntos. Hans dijo que no había que apresurarse, pues la idea era estar completamente sano. Y el doctor le había aconsejado 6 meses más. El tío se sobresaltó y le preguntó si estaba loco. Que esas vacaciones ya habían durado 16 meses y pensaba añadir 6 más. "¡Por Dios Santo! ¿Quién dispone de todo ese tiempo?". "Ah, el tiempo", pensó Hans sonriendo. Llegaron y se quedó en la habitación de Joachim.
Fueron al comedor y Hans siguió hablándole a su tío de la vida "allá arriba", hasta le soltó el discurso biológico y científico de su enfermedad y las enfermedades respiratorias. Mientras Hans hablaba de la gangraena pulmonum, al cónsul le dio de repente un ataque de risa, por el que se avergonzó. Hans no le dio importancia, y a su tío le llamó la atención la indiferencia. La normalización. Finalmente se dirigieron a sus cuartos y en camino encontraron a Krokovski. En la cama, el cónsul Tienappel se planteó la situación. Iba con un objetivo: "descongelar" a su sobrino y regresar con él. Pero también pensó que ese era un territorio extraño, pero el entorno tenía mucha fuerza, tanta que le resultaba abrumadora.
El doctor Behrens habló con el cónsul el día siguiente y explicó la situación del sobrino. La tuberculosis siempre está latente. E incluso invitó al tío a aprovechar su estancia y tumbarse en los descansos colectivos. Hans le introdujo en las sesiones de reposo. El tío se preocupó del cambio que estaba teniendo. Su mentalidad de hombre de negocios no parecía bastar. Debía hablar urgente con Behrens sobre Hans. Le avisaron que debía esperar. Behrens estaba muy ocupado y el cónsul no estaba enfermo. La espera desesperaba al tío, quien empezaba a ver con desconfianza lo que ocurría "allá arriba" y empezaba a temer por él. Hans parecía estar conforme con todo. Se asustó cuando su sobrino le preguntó si la espantosa enfermera le habían vendido un termómetro. Porque parecía tranquilo si le hubiese dicho que sí. "Aquí arriba no tenemos frío", recordaba constantemente el cónsul. Esa era la clave. Él sí tenía frío. Mucho frío. Aunque la cabeza le ardía. Durante ese tiempo también al cónsul le llamó la atención una dama en el comedor. La señora Redisch. Que llamó su atención por su parecido con su esposa pero terminó de deslumbrarlo cuando la vio en un vestido negro de lentejuelas que dejaba ver sus impresionantes pechos.
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Día 84: Hans se calmó un poco porque su tío parecía interesado en la señora Redisch. Pero sucedió que un día en el comedor el doctor Behrens por solicitud de James dio una conferencia sobre lo que le ocurría en el cuerpo al descomponerse. Y el doctor especialista en la materia, considerado un "príncipe del cuerpo" dio una descripción muy detallada. Al final de la explicación tan detallada, el cónsul agradeció la explicación y al día siguiente partía en el primer tren de regreso a casa. Ni avisó a Hans, quien se alegró al no encontrarlo la siguiente mañana. "Ahí tienes al buen tío James, el perfecto caballero burgués huyendo hacia la bandera del mundo de allá abajo. Pues nada, buen viaje". Recibió una tarjeta posta donde explicaba que tuvo que partir por negocios. Mentiras. La vida de allá arriba ya le estaba pareciendo mejor, y antes de caer decidió huir corriendo. Significaba también que el mundo de "allá abajo" renunciaba a él. Y también la culminación de la libertad, idea ante la cual su corazón había dejado de estremecerse.
Operationes Spirituales
Se cuenta un poco de la historia de los Naphta. Leo. Elia. Su acercamiento a la espiritualidad, al sacerdocio. Su padre era un Iluminado y tenía seguidores. Hacía curaciones. Pero esos actos fueron su desgracia. Sufrió una terrible muerte a manos de la turba. La señora Naphta tuvo que sacar adelante a los pequeños. Leo sobresalió en la escuela y llamó la atención de un rabino que lo acogió como su pupilo. También menciona su etapa como revolucionario, que acabó su relación con su maestro, cuando su madre precisamente moría. Y cómo Naphta siguió desarrollando su discurso y sus ideas. Su enfermedad, también heredada de los padres. Todas esas historias las narraba Naphta entre las visitas de Hans a su casa. En un momento lo comparó con su primo Joachim.
Recordó una nueva pelea con Settembrini y Naphta, quienes cada vez que discutían sorprendían al joven Hans. Uno de los temas o el tema central de la nueva disputa fue "el respeto cristiano ante la miseria humana". La pobreza. La enfermedad.
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Día 85 y 86: Settembrini y Naphta seguían en sus discusiones sobre la divinidad. Settembrini se burlaba de las opiniones elevadas de Naphta sobre el cuerpo y el espíritu. "El cuerpo humano era el verdadero templo de Dios, a lo que Naphta contestó que ese tejido que llamamos cuerpo no era sino el velo que separaba al hombre de la eternidad, con lo cual Settembrini protestó de nuevo y le prohibió terminantemente que utilizase la palabra "humanidad" en ese sentido". Mientras Hans de árbitro era el centro y objetivo de los ojos de los expositores. También escuchaban Ferge y Wehsal.
La conversación se orientó a temas como la incineración, el castigo corporal, la tortura y la pena de muerte, iniciadas por Wehsal. Temas con los que Settembrini arrasó como buen humanista. Naphta se mostró partidario de los azotes. Decía que "la verdadera dignidad estaba en el espíritu, no en el cuerpo". Mientras que Hans recordó los azotes recibidos en el colegio. Siguieron con la importancia del arte como vehículo para restaurar la dignidad humana. La filantropía. El determinismo.
Hans pidió la palabra para decir que no estaba de acuerdo con ninguno. Pero anotó que esa diferencia de ideas eran el motor del progreso. Settembrini rechazó esa actitud. "Menuda mezcolanza más repugnante. El bien y el mal, la santidad y el crimen, ¡todo revuelto! ¡Sin criterio, sin voluntad! ¡Sin la capacidad de rechazar lo que rechazable!".
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Día 87: Siguió la discusión entre Naphta, Settembrini y Hans. Cuerpo y enfermedad. "La enfermedad era una especie de <grado más alto> de la vida y que, por lo tanto, tenía un fuerte elemento de solemnidad. La enfermedad acentuaba la conciencia del cuerpo". Y Settembrini consideraba la enfermedad como inhumana. A lo que Naphta replicó enseguida: el hombre es esencialmente enfermo y la enfermedad es perfectamente humana. Ni la humanidad, ni la nobleza, es el espíritu lo que distingue al hombre de todas las demás formas de vida. "Es en el espíritu y en la enfermedad donde radican la dignidad del hombre y su nobleza". El hombre es tanto más humano cuanto más enfermo está; y el genio de la enfermedad es más humano que el genio de la salud. Hans animaba a ambos y mentalmente hacia sus conclusiones. Criticando a ambos por sus contradicciones.
"¡La forma!, proclamaba Settembrini, y Naphta respondía enfático: ¡El logos!". Y seguían... ¡La razón! Vs ¡La pasión!... ¡El objeto! Vs ¡El Yo!... ¡Arte! Vs ¡Crítica!... ¡Naturaleza! Vs ¡Espíritu!... Etc etc Nada se aclaraba, todo eran contradicciones y paradojas irresolubles. Iban contra sus ideas solo para ir contra el otro. Finalmente se vieron agotados y los del Sanatorio regresaron a su lugar y los pedagogos rivales a su casa.
Nieve
Caía mucha nieve en la montaña y sobre el Sanatorio. Se hace una descripción detallada de la nieve y su acople con el paisaje de las montañas y el Sanatorio. "Cuando se despertaba, la montaña había desaparecido por completo en la bruma de la nieve, y sólo algunos fragmentos - una cima, una arista rocosa - reaparecían alternadamente durante unos minutos para luego ocultarse de nuevo". Los reposos en la terraza a veces no se podían hacer por la presencia de la nieve. "Un caos de oscuridad blanca, una monstruosa locura". Pero Hans amaba aquella cosa en la nieve. La comparaba con la playa y la arena. Decidió comprarse unos esquíes para ese segundo invierno. Aunque el deporte estaba prohibido a la comunidad de enfermos de Berghof. El aire que entraba a los pulmones forzaban mucho al corazón. Pero estaba decidido a llevar a cabo sus deseos. A espaldas del doctor.
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Día 88: Hans siguió con la idea violar el reglamento y comprar los esquíes. Le contó a Settembrini su idea. El italiano lo animó. Hans siguió sus planes y pronto ya estaba practicando con sus esquíes. Settembrini lo veía de lejos. Gracias a esa actividad pudo llegar a nuevos lugares y sumirse en la soledad que tanto había deseado. El joven también experimentó la valentía y la fuerza de enfrentarse al abismo de esa naturaleza mortífera y extrema. Su débil pecho de hombre civilizado aprendía y tomaba nuevos aires. Tan peligroso y extremo como las conversaciones con Naphta y Settembrini, pensó divertido. Y en esas aventuras extremas había vuelto a encontrar sin poder evitarlo: los ojos de Hippe y de Clavdia Chauchat.
Hans no era deportista. A él lo impulsaba el reto. "el sentimiento de soberbia desmesurada que le corresponde está ligado a un temor sincero tan grande". Un joven como Hans, con la vida que venía viviendo, acumula muchas cosas que algún día hacen explosión. Desafiando a la naturaleza. Los extremos. Quedó atrapado en una tormenta de nueve en la alta montaña. No tenía miedo. Entre fatiga y excitación siguió buscando una ruta de vuelta. Cuando ya se encontraba en la desesperación y entre lágrimas logró llegar a una cabaña solitaria. Logra entrar y bebe un trago de Oporto, que lo hace sumergirse en un extraño sueño, en una playa llena de hermosos jóvenes. En el sueño también llega frente a un extraño templo con estatuas femeninas. Le va invadiendo la angustia, y de repente ve a dos brujas devorando a un niño. Hans compara esas terribles imágenes con la humanidad conocida. Cuestiona las teorías de sus dos maestros. Ambos charlatanes. "El hombre es dueño de las contradicciones, éstas existen gracias a él y, por consiguiente, es más noble que ellas". Luego pudo regresar camino al Sanatorio, descendiendo hacia el valle. Dejó los esquíes en la tienda y fue a descansar donde Settembrini, que se alarmó por lo sucedido. Hans no escuchaba. Tras un tiempo se fue a descansar y bajó a la cena, donde ya el sueño se empezaba a difuminar.
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Día 89: Como un soldado y como un valiente
Hans seguía recibiendo breves noticias de su primo Joachim. Algunas muy alegres y luego otras menos favorables, que disimulaban mal algo muy triste. Volvió al regimiento y en algunas cartas le contaba historias a su primo. A inicios de abril ya era nombrado teniente. Contaba de sus historias pero nunca de su salud. Un tiempo después tuvo que darse de baja por una gripe. De forma intermitente volvía pero debía descansar de nuevo. Hasta presentar un examen médico que dio resultado tomarse licencia y descansar en la alta montaña. Debía regresar al Sanatorio. Hans debía reservar las dos habitaciones y contó la noticia. Todos la recibieron con alegría y tristeza.
Joachim llegó con su madre y pareció que nunca se hubiese ido. Al principio fingía alegría pero en el comedor le volvió la conciencia de su estado y sus ojos estaban llenos de lágrimas. Hans lo animó. La madre le recordó que le contará sobre señora simpática que encontraron en Múnich. Joachim recordó que había sido Clavdia Chauchat. Iría a España pero tenía pensado regresar al Sanatorio. Hans se alegró. Su ocupación diaria era animar a su primo. Todos ayudaban. Tenía muchas visitas. Entre ellas Settembrini y Naphta. Y cuando se unían los nuevos compañeros, Ferge y Wehsal, eran 6, y eran testigos de los debates y luchas verbales de los dos duelistas intelectuales. Hans se enteró por Naphta, que Settembrini era fracmasón. Y le impactó a Hans tanto como cuando el italiano le contó que Naphta era jesuita. Hans solicitaba información de los principios espirituales de cada una de sus órdenes a los contrarios, para tener sus versiones. Cada uno se burlaba de la del otro. Hans no podía creer que alguien como Settembrini tan liberal pudiese someterse a condiciones y juramentos tan españoles. Silencio y obediencia, repitió Naphta. Un matiz militar y jesuítico, percibía Hans en la francmasonería. Naphta le dio la razón y añadió, terrorista. Y le siguió hablando sobre los misterios y mitos de la masonería. Rituales de sangre. Los Iluminados (Illuminatis). La compañía de Jesús. Alquimia. Templarios. Rosa-Cruz. "Es el espíritu mezquino burgués en forma de hermandad", resumió Naphta. Y le aconsejó a Hans que se cuidara y estuviese alerta, pues el italiano podía ser un proselitista y pescador de almas. Luego fue a hablar con Settembrini de todos estos temas, que se extendieron al problema de Dios, del mal, y de la tolerancia. El narrador hace la anotación que estas discusiones de Hans con sus dos maestros ocurrieron antes de la llegada de Joachim.
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Día 90: Estaban los amigos reunidos, ahora más que nunca apoyando a Joachim, y le hicieron el comentario a Hans del regreso de Clavdia Chauchat. "Vuelve su Beatrice". Y Settembrini agregó que ojalá no despreciara la mano de su Virgilio. Todos rieron ante la comparación del italiano con el poeta latino. Menos Naphta que inmediatamente arremetió contra Virgilio. Por la poesía latina en general. "Desde luego, el gran Dante fue harto benevolente al celebrar con tanta solemnidad a semejante poeta de tres al cuarto y al convertirle en un personaje tan importante de su obra". Y siguió: cortesano laureado, vil adulador, literato cosmopolita, farragoso orador sin creatividad, no fue poeta sino un francés con pelucón empolvado. Settembrini volvió y contra atacó. Criticó su desprecio a la cultura romana y a toda una época gloriosa. Naphta decía que la tradición clásica era una forma de pensamiento de una época concreta, del liberalismo burgués, y que podía morir con ella. Settembrini respondió que aquello que llamaba cultura burguesa era la misma cultura humana. "El reflejo de la esencia del hombre".
Siguieron discutiendo sobre el tema, pasando por el oscurantismo, la revolución, en analfabetismo, el progreso y el liberalismo. Hans estaba un poco distraído porque Joachim se sintió mal y entonces dejaron la disputa verbal y se guardaron. Se había resfriado, se creía al principio. Pero al revisarlo el doctor Behrens, se dio cuenta que la enfermedad había empeorado. Hans soltó unas lágrimas. Los primos se acercaron como nunca en esos últimos días. Joachim avanzaba hacia la muerte con plena conciencia, pero a la vez en paz y satisfecho de sí mismo.
Se hace una reflexión sobre la muerte y Hans conversan con Settembrini y Naphta sobre el tema. "De la muerte nadie que volviese de ella podría decir que vale la pena, pues no se tiene vivencia alguna de la muerte. Salimos de las tinieblas y entramos en las tinieblas. Entre esos dos instantes hay muchas experiencias, vivencias, pero no vivimos ni el principio ni el fin, ni el nacimiento ni la muerte; ninguno de los dos tiene carácter subjetivo; en tanto procesos, caen enteramente en el terreno de lo objetivo. Así es".
Todos rodeaban a Joachim. Perdía poco a poco la conciencia. Decía cosas en doble sentido. El desaliento. "Jamás había sentido tan mal el cuerpo". Luego... Distante, inaborable y descortés. Miraba al vacío con aire ausente. "A las 6 p.m empezó a hacer un extraño movimiento compulsivo: con la mano derecha, en cuya muñeca llevaba un fina esclava de oro, se frotaba la zona de la cadera, elevando un poco la mano y luego arrastrándola hacia él". A las 7 murió. Hans observó en shock a su primo y como lo levantaban y procesaban en el ritual habitual. Su primo le explicó el ritual cuando apenas llegó. Recordemos que en el cuarto de Hans alguien había muerto hace poco. Todos lloraron. La madre, y Hans, por supuesto. Al día siguiente, admiraban su cuerpo ha procesado. Lucía más bello que en mucho tiempo. Sin tensión y quietud. La señora Stohr gritaba: "Un héroe, un héroe", y Settembrini la mandó a callar. Pero tanto él como Naphta también estaban tristes. Pero aún así se tiraron:
- Settembrini: Me complace ver que, además de tener sentido de la libertad y del progreso, también es usted sensible a las cosas serias.
- Naphta: El error de los literatos es creer que sólo el espíritu hace decente al hombre. Más bien es lo contrario. Sólo existe la decencia donde no hay espíritu.
Luego llegó el hombre que lo arreglaría dentro del féretro. Al terminar a Hans le dio la impresión de que su primo sonreía. El ataud se cerró. "Venciendo su rigidez innata, Hans Castorp, en signo de despedida, rozó delicadamente con los labios la frente helada de su Joachim de otros tiempos". Y dejó la habitación. El narrador cierra el telón nuevamente y pide que acompañemos mentalmente a Hans, que ahora se quedaba solo en su alta montaña. E imaginemos la escena en el cementerio "allá abajo" con honores militares, espada, voces de mando y tres salvas de honor retumando sobre el sepulcro, abrazado por la maleza, del soldado Joachim Ziemssen.
Fin Cap. 6
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Capítulo 7
Día 91: Inicio del Cap. 7 (Final) - Un paseo a la orilla del mar
"¿Puede narrarse el tiempo, el tiempo en sí mismo, por sí mismo y como tal? No, esa sería en verdad una empresa absurda". "La narración se parece a la música en que se desarrolla en el tiempo, <llena el tiempo de elementos con sentido>, lo <subdivide> y con ello crea la sensación de que <pasa algo>". "El tiempo es el elemento de la narración, como también es el elemento de la vida; está indisolublemente unido a ella, como a los cuerpos en el espacio". Y sigue la reflexión sobre el tiempo y la narración. Tiempo. Narración. Cuerpo. Música. "El elemento temporal de la música no es más que un fragmento del tiempo humano y terrenal en el que ésta se vierte para exaltar y ennoblecer al hombre hasta un punto indescriptible". Y la narración comprende dos tipos diferentes de tiempo: su propio tiempo, musical y real que determina su desarrollo y existencia; y segundo, el tiempo de su contenido, que siempre es una perspectiva, que puede ser distinta en cada caso que el tiempo imaginario de la narración, desde coincidir con su tiempo musical hasta estar a años luz de distancia.
Toda esta introducción del capítulo es una exploración a la narración de la novela. "la duración de los acontecimientos narrados sea infinitamente mayor que la duración propia del relato que los presenta en extracto". Un poco de lo hecho por Joyce también en su Ulises. Al final de la reflexión se llega a la conclusión de que sí es posible narrar el tiempo. Porque así como es un elemento del relato, también puede convertirse en su objeto. Y el narrador confiesa que el planteamiento de la pregunta era para reconocer que ésa era precisamente la intención con esta historia en curso. Una "novela de nuestro tiempo". Ya Joachim y Hans se habían planteado varias de estas ideas sobre el tiempo. Y salen diversas preguntas sobre el tiempo de Hans en el Sanatorio. El tiempo junto a Joachim. El tiempo de Clavdia por fuera, etc. Cuando Clavdia volvió, el Adviento había pasado y seguía el invierno. Pero había algo que Hans disfrutaba más que otra cosa, los paseos a la orilla del mar. La sensación de amplitud. Infinito. De estar perdido en el mundo. "Caminas y caminas... Y por ese camino nunca llegarás a casa a tiempo, porque habrás perdido el tiempo, como te habrás perdido en el tiempo".
"¡Oh, mar! Estamos lejos de ti mientras narramos, pero te dedicamos nuestros pensamientos y nuestro amor al evocarte y en voz alta para que estés presente en nuestra historia, como lo has estado siempre y como lo estarás siempre, en secreto".
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Día 92 y 93: Se sigue con el análisis del tiempo y su percepción a través de la historia. Los que decían que era una ilusión quizás nunca pasearon a la orilla del mar paladeando aún la leve amargura de la eternidad. Y el narrador honra la memoria de Joachim, diciendo que el sentido, el fin y objetivo del principio crítico no puede ni debe ser más que una sola cosa: la idea del deber y el deber de vivir. Y recuerda que gracias a su llegada al Sanatorio Hans había fomentado su gusto por perder el tiempo irresponsablemente y su peligro coqueteo con la eternidad.
Mynheer Peeperkorn
Llega un nuevo personaje a la historia y al Sanatorio. Un caballero holandés de mediana edad, Mynheer Peeperkorn, dedicado al cultivo de café. El narrador dice que aunque es un personaje que sale a última hora, no hay que temer que generase conflicto o perturbación en nuestro héroe, pero si llegó a generar confusión por lo que se contará más adelante. Mynheer llegó al Sanatorio junto a Clavdia Chauchat. Su nuevo amante. Se sentaba junto a ella en la mesa de los rusos, lo que trastornó a Hans, quien no se esperaba esto. Gracias al consejero se enteró que hasta tenían una cuenta en común y el hombre era muy rico. Pero había llegado enfermo con una afección mucosa y fiebre tropical.
Quedaban de forma paralela en la posición de las mesas, por lo que Hans empezó a mirarlo y detallarlo con atención. Hablaba mucho, notó. Le llegó a escuchar una vez donde realmente no había dicho nada, pero su forma de decirlo era tan imponente e hipnótica que todos quedaban con la sensación de haber escuchado algo importante. Claramente no era un intelectual. Hans también pensaba en Clavdia, y en que menos mal no la fue a recibir a la estación. Dudaba también en cómo volver a acercarse y si era muy indiscreto recordarle esa noche lejana en la fiesta de máscaras, lo que había sucedido entre ellos. Otra referencia al encuentro sexual que tuvieron, que nunca se describió en la novela. Ya se presentaría un momento oportuno, pensaba. Durante el comedor sólo una vez sus ojos coincidieron en un momento fugaz.
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Día 94: VINGT-ET-UN
Hans seguía con una rabia contenida con el nuevo inquilino, Peeperkorn. Un día los doctores organizaron un concierto de violín, donde todos los pacientes se reunieron y disfrutaron. Peeperkorn se paseaba entre todos los grupos. Ahora además de los rumores de su riqueza, también llama la atención su abrumadora personalidad. Hans se encontraba solo y apartado hasta que sintió que alguien le habló. Era Clavdia. Le preguntó por su primo Joachim, y Hans le dio la noticia de su muerte. Ella le preguntó si él había permanecido todo ese tiempo "allá arriba" y ni siquiera había bajado al sepelio militar del primo. "Sí, te estaba esperando", dijo Hans. Ella bromeó y pasó a contarle todos los lugares donde había estado. Luego llegó a interrumpir Peeperkorn.
Peeperkorn fue muy amable e invitó a Hans a tomarse una botella con ellos. Invitaron a otros amigos también a la sala de juegos. Mientras jugaban Peeperkorn se emborrachó y decía sendas de incoherencias. A Hans le llamó la atención su personalidad poco usual. Contrastando con las palabras de Settembrini y Naphta, las de este hombre parecían frescas y auténticas. Al final del bacanal que demoró hasta la madrugada, Peeperkorn le pidió a Hans que besase a Clavdia, pero Hans se negó rotundamente.
Mynheer Peeperkorn (Continuación)
Hans comparaba a Settembrini y Naphta con la personalidad de su nuevo amigo, Peeperkorn, al que también admiraba y apreciaba. Y no importaba que fuese el amante de su amada Clavdia. Se sintió feliz de conocer una persona e influencia distinta al de los dos pedagogos. Sentía tanto aprecio por el holandés, que hasta a Clavdia se enfadó en un momento. Mientras hablaba de algún tema que le fascinaba, como el tema de los venenos, Hans le escuchaba atento, pero no tanto el discurso sino por "el callado estudio de los efectos de aquella gran personalidad que, en último término, le parecían tan inexplicables como los del veneno de las serpientes".
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Día 95: Hans estudiaba la relación de Clavdia Chauchat con sus amigos, Settembrini y Naphta, y notaba que no habían logrado una buena sincronía. El italiano la desaprobaba desde el inicio, por su carácter de elemento distractor o perturbador en el aprendizaje de su discípulo. Esa hostilidad se trasladó también a Peeperkorn. Hans ansiaba, con malicia, presentar al holandés con sus dos consejeros mayores. Y era una divertida relación, porque Peeperkorn se burlaba sutilmente de los dos amigos de Hans con mucha seriedad y tacto. Los dos no daban explicación al encanto que veía Hans en ese "viejo estúpido", dijo Settembrini. "¿Qué ve de extraordinario en él? ¿En qué puede serle útil?". Decía que era entendible si era una forma de acercarse a Clavdia, pero Hans parecía auténticamente interesado en él también. Settembrini le reclamó.
"Ah, la estupidez! ¡Hay tantas clases distintas de estupidez! Y seguro que la inteligencia no es la mejor de ellas". Hans se sintió a gusto con esa frase, y preguntó al italiano su opinión. "Mucho. Espero con impaciencia la publicación de su primer volumen de aforismos". Y retomó diciendo que recordase lo que ya habían hablado hace un tiempo sobre el peligro que la paradoja encierra para el hombre. Hans respondió su pregunta diciendo que no podían negar que el holandés los tenía a todos en el Sanatorio tramados. Y analizando las razones: inteligencia, no. Lo suyo era la confusión, el sentimiento. Tampoco el elemento físico, pero su físico sí tenía algo que ver. No con sus músculos sino por una cuestión mística. "Pues en cuanto entra en juego el elemento físico, todo se vuelve místico... Y lo físico se torna espiritual, y a la inversa, y ya no pueden diferenciarse la inteligencia de la estupidez, pero ahí está su efecto, su fuerza dinámica... Y nos vemos seducidos por ella. Y para definir eso sólo tenemos una palabra: <personalidad>". Y Hans finalmente confesó su interés en el holandés. Quería profundizar más en él, analizarlo y aprender de él. La personalidad es un valor más positivo que la estupidez y la inteligencia.
La exposición de Hans sorprendió, porque ya era capaz de expresar sus ideas sin titubeos. Era más seguro de su pensamiento y en sus convicciones. Settembrini demoró un rato en responderle.
"Insiste usted en que no va buscando la paradoja. Pero sabe perfectamente que no me gusta verle adentrarse en los misterios. Haciendo de la personalidad un misterio corre el peligro de caer en la idolatría", dijo el italiano. "Usted venera una máscara". Ve mística donde no hay más que mistificación. Hans respondió diciendo que incluso los actores requieren de talento. Y gracias a su talento tenía a todos tramados. Y ese hechizo de la personalidad era el que interesaba a Hans. El que quería aprender. Porque tenía tramada a Clavdia también. Y comparó al holandés con Naphta, diciendo que el público se agolparía alrededor de Peeperkorn, y en cambio Naphta se quedaría solo con su inteligencia. Settembrini estaba aterrado con tal veneración y comparación. Hans igual le dijo que no intentaba compararlo a él con el holandés, y que él le había enseñado muchas cosas de un orden completamente distinto. Pero Hans no quedó satisfecho.
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Día 96: Settembrini seguía riñiendo a Hans por su adoración a Peeperkorn, y por las razones que le daba. "¡Avergüéncese de adorar el éxito de esa manera!". Y finalmente el italiano le recordó que la situación rayaba lo grotesco porque ese tipo le había robado a su Beatrice. Pero Hans no cayó en el juego y al contrario expuso al italiano con su comportamiento como un gallo, mundano y apasionado. Reconoció no ser viril en el sentido de mirar al contrario como un rival que se enamoró de su misma mujer. El holandés no tenía culpa alguna. Si alguien quizás fue ofensivo fue la mujer, pero él no tenía ningún derecho a reclamar. Al final conciliaron un poco y terminaron en paz.
Otro día Naphta y Settembrini entre tantas cosas se encontraban discutiendo de la iglesia, de filosofía, de política y hasta del matrimonio, al que no consideraban "un bien positivo, como los otros sacramentos, sino una mera forma de defensa contra el pecado, concedida para moderar los apetitos de los sentidos y la lujuria, con objeto de preservar el principio ascético, el ideal de castidad, sin tener que castigar la carne con una dureza contraria a la política... También a veces en la discusión entraba Peeperkorn o la misma Clavdia.
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Día 97: Hans encuentra un espacio para hablar a solas con Clavdia. Hablan sobre Peeperkorn, y ella le reprocha que se haya hecho amigo de él con tal de enriquecer su experiencia. Hans acepta y le pregunta si lo ama. Ella evade la pregunta. "Él me ama", dice finalmente. Era suficiente. Sus rodillas se tocan y Clavdia toma las manos de Hans y juega con ellas. Se acercan nuevamente. Clavdia le agradece por mostrarse amable con el holandés y decidir aprender de él y su personalidad. Demostraba integridad. Ella manifiesta que a veces siente miedo por él. Era alcohólico. Hans aceptó su amistad y su respeto a su amante. Clavdia lo besó en la boca. Un beso ruso. En ese momento el narrador interrumpe nuevamente la escena tratando de analizarla desde fuera y el significado que podría tener. Clavdia y Hans retomaron su relación a espaldas de Peeperkorn.
Hans se acercó más al holandés y lo visitaba a menudo. Hablan de Settembrini y de Naphta, entre otros temas. Peeperkorn le pregunta de repente a Hans si él amaba a Madame. Hans titubeaba. Vio que había vino en la almohada y le dijo al holandés para limpiar pero éste se negó. Hans responde de la forma más amable sobre su interés por Clavdia. El holandés le dice que no tiene problema con su relación y dijo entrever como si hubiese hecho un pacto secreto con Clavdia para fingir delante de él. Hans se puso rojo. Además recordó cuando se conocieron y le ofreció besar la frente de Clavdia en la fiesta. Siguió preguntando a Hans detalles de su relación con Clavdia, y Hans le iba complaciendo. Ninguno de los dos debía estar celoso sino el verdadero marido de Clavdia, que se encontraba lejos. Hans se sinceró, incluso recordando la noche de máscaras sin muchos detalles. Peeperkorn escuchaba en silencio. Seguía preguntando si aún la amaba y ella le correspondía. Hans evitaba contestar. Mientras el holandés pensaba en lo herido que debió sentirse al verla regresar acompañada. "Me hizo mucho daño y me lo sigue haciendo, no lo niego, y con toda intención me he atenido, en la medida de los posible, al aspecto positivo de la situación, a mi sincera veneración hacia usted", respondió Hans. Pero recordó que Clavdia debía sentirse contrariada porque a las mujeres no les gusta que sus amantes se lleven bien. "Una pequeña venganza", aceptó Hans. No a Clavdia ni a él sino a su destino y su vida.
La conversación le hizo a Hans abrirse aún más a Peeperkorn y contarle más sobre su vida y su estancia en el Sanatorio. Sobre los orígenes de sus sentimientos hacia Clavdia, sólo dijo que eran oscuros (refiriéndose a Hippe). Y siguió con su primo y el tiempo que demoró en hablarle a Clavdia hasta la fiesta de máscaras. Peeperkorn lo escuchaba atento y lo invitó a una copa. Hans se sentía libre y feliz de ser sincero. Pronto el holandés le dijo que debía irse porque podría volver Clavdia en cualquier momento. Sería otro pacto secreto de amantes. Hans se fue feliz y dijo que esa sería una gran lección para Settembrini en cuanto al análisis de los valores de la sociedad.
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Día 98, 99 y 100: Mynheer Peeperkorn (Final)
Los nuevos amigos, Hans y Peeperkorn planearon una excursión a la cascada de Flüela. También estaban invitados Ferge, Wehsal, Settembrini y Naphta. Y por supuesto Clavdia. Los coches se dividieron y Clavdia con el holandés iban en el primero, y Hans con Wehsal en el segundo donde irían también Settembrini y Naphta, a quienes iban a pasar a recoger. En el coche a Wehsal, que recordemos estaba enamorado de Clavdia también, observó la sonrisa burlona de ella y se alarmó. Lo tomó como una burla y una ofensa: "¿Tanto le fastidia y le asquea sentarse a mi lado?". Lo que desencadenó un intercambio de palabras entre Wehsal y Hans que empezaron a hablar sobre el espinoso tema. Y Wehsal sacó a relucir el tema de la fortuna de Hans en haber podido estar con ella en el séptimo cielo. Wehsal se desahogó y sacó toda la frustración que sentía. En su discurso filosofó sobre el cuerpo, el alma. Ni el cuerpo ni el alma de Madame querían saber de él. Naphta se subió al primer coche junto a Ferge y la pareja. Settembrini se subió junto a los enamorados de Clavdia.
Ya en la cascada, algunos querían alejarse un poco del ruido pero Peeperkorn dijo tajantemente: "Aquí". "Las grandes personalidades siempre son tiránicas, autocráticas y siempre lo serán". La mayoría estaba en desacuerdo con quedarse junto a la cascada. Entre ellos Settembrini, que vio desaparecer toda posibilidad de relación humana, de charla y debate ante el ruido de la cascada. Todos resignados. Mientras comían, Peeperkorn empezó a hablar pero nadie lo escuchaba y sólo veían cómo de su boca salían palabras sin sonido. Luego volvieron nuevamente al Sanatorio.
Mientras dormía, fueron a buscar a Hans. Clavdia lo mandaba a llamar para que bajarse a su piso. Hans encontró a Clavdia, el criado malayo y a Behrens en la habitación del holandés. Y a él acostado boca arriba con los brazos estirados. "No hay nada que hacer" dijo Behrens. Al parecer un suicidio. "Trabajo fino. Véalo con sus ojos y reconocerá que ha previsto todo minuciosamente para que no hubiese intervención médica posible", agregó Behrens. Luego le mostró una jeringa automática que encontraron junto a su cuerpo. La jeringa reproducía la mordedura de una serpiente cascabel y tenía veneno. Hans recordó cuando Peeperkorn le habló de su afición a los venenos. Seguramente algún veneno animal o vegetal que le cortó la respiración de inmediato. Muerte sin dolor. Clavdia miró a Hans y le dijo que tenía derecho a saber. Hans le preguntó si sabía lo que había ocurriendo entre ellos dos. Ella asintió. Desde que se negó a besarle en la frente lo supo. Entonces pidió que le dejase besarlo ahora. Hans se acercó y le dio un beso en la frente.
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Día 101: Anestesia de los sentidos
El doctor Behrens se dio cuenta de que Hans estaba aburrido y ausente, por lo que le dio una noticia que podría hacerle alguna gracia. Se estaba recuperando. El foco tuberculoso se había reducido. Aún tenía problemas de temperatura, que dijo podían deberse a una bacteria (estreptococo), que no era grave. Es más, con un tratamiento estaría libre de irse en 6 semanas. Hans contestó incrédulo que era una hipótesis y siguió con su mismo estado de ánimo. Hans estaba así por los últimos acontecimientos. La muerte del holandés de gran personalidad que desencadenó en la partida definitiva de Clavdia del Sanatorio. Un demonio se apoderó de su interior, al que él mismo temía. El demonio tenía el nombre de "Anestesia de los sentidos". Todo lo que veía era siniestro y maligno. Y sabía lo que era: "era la vida sin tiempo, la vida sin preocupaciones y sin esperanzas, la vida como una especie de frívolo ajetreo sin rumbo, estancado... la vida muerta".
Hans empieza a dedicarse a la fotografía y otras actividades diversas y banales para aplacar su estado: la filatelia, las matemáticas, el chocolate y también volvió a dibujar de nuevo. Hasta cayó junto con otros pacientes en el vicio de las cartas. Settembrini un día lo encontró jugando y se alarmó. Pero estaba más preocupado por la situación política mundial. Hans siguió jugando y ganó la partida. Hizo el solitario. El italiano le trajo suerte. El italiano no estaba contento con el comentario y lo miraba con tristeza. "Sus ojos se esfuerzan en vano en ocultar que usted sabe perfectamente adónde ha llegado". Hans contestó: "Placet experiri", y el italiano lo dejó enojado. Hans siguió en su estado de "anestesia de los sentidos". Hans quería huir. Ya no tenía motivos para quedarse.
Behrens seguía analizando a Hans y su sangre. Aún no estaba seguro de la naturaleza de la infección pero ya no le podía generar ningún daño. Se sometió a un tratamiento donde le inyectaban su propia sangre, que le pareció inútil y ignominioso. El tratamiento quedó en nada y Hans seguía en sus actividades, y con el solitario, jugando cartas con el demonio, "cuyo absoluto poder sobre su espíritu no podría sino tener un fin violento".
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Día 102: Un nuevo placer para los sentidos
"¿Qué adquisición e innovación en el Berghof iba a liberar a nuestro viejo amigo de la manía de las cartas para arrojarle en brazos de otra pasión más noble aunque, en suma, no menos extraña?" El narrador se muestra ansioso por contarnos el nuevo hobbie de Hans.
"Era un cuerno de la abundancia que ofrecía un placer artístico inagotable, ya fuera de índole alegre o melancólica. Era un aparato de música. Un gramófono".
Se describe en detalle el aparato, que era muy especial. "Es el último modelo", dijo Behrens. "No es un aparato ni una máquina. Es un instrumento, es un Stradivarius, un Guarneri, posee cualidades de resonancia y vibración de un gran refinamiento". Marca Polyhymnia. Fabricado en Alemania. "En estas cosas somos los mejores". Behrens presentó el aparato para que disfrutasen a placer y lo cuidaran. Lo estrenaron con una animada obertura de Offenbach, describiendo en detalle el ritual con el mecanismo girando, la punta de la aguja y el sonido.
"Todos escuchaban sonriendo, con la boca abierta. No podían dar crédito a sus oídos de los puras y naturales que sonaban las coloraturas del viento madera". En este capítulo somos testigo de una de las pasiones de Mann, la música, se siente en cada palabra y frase. Cuando terminó todo aplaudieron. Pidieron más música y se siguieron poniendo discos. Rossini y su Barbero de Sevilla, La Traviata, y muchos más. Behrens recomendó no usar cada aguja más de una vez. Se retiró. Hans quedó encargado del aparato. Fue una conexión instantánea, "¡Déjenme a mí!", había dicho para realizar el ritual de poner cada nuevo disco. Todos accedieron. Al inicio estaba distante en un rincón pero la música lo fue cautivando y terminó junto a Behrens casi metiéndose de cabeza en el aparato. Una nueva pasión. Amor a primera vista. Al final cuando todos abandonaban el salón, Hans fingió seguirles pero se devolvió y cerró las puertas. Se quedó toda la noche fascinado por su nuevo descubrimiento.
Revisó cada disco con cuidado. Escuchó 25 discos. Agujas con sordina para que no lo escuchasen. Entre tantos discos habían oberturas y movimientos sueltos, acompañamientos de piano, arias, canciones populares, etc. Y también habían unos lieder, que eran poemas musicalizados y cantados. También había una que Hans conocía desde niño y adquirió un significado importante para él. Pero de esa hablaremos más adelante. Ya ya van viendo la relación con la melodía que compartí ayer. Allá iremos. Poco a poco.
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Día 103: Hans seguía encantado con la música, con el gramófono, con las óperas, las orquestas, arias, duetos, coros... Hace comparación entre la ópera italiana y la alemana, la Gran Ópera Francesa y la Ópera Cómica. También música de cámara, cuartetos, tríos, solos de violín, violonchelo, flauta o piano. Hans escuchó y clasificó todo el material. "le transportaron a un mundo sonoro más allá de la realidad". Y se fue a dormir excitadísimo. En sus sueños seguía viendo al disco girar y girar entorno a su eje. Y seguía pensando sobre la magia del artefacto: cómo una simple aguja, recorriendo aquella línea más fina que un cabello sobre una caja de resonancia, y ayuda de una membrana pequeña, puediese reproducir complejas sonoridades. Al día siguiente, incluso antes del desayuno, estaba nuevamente en el salón. Mientras escuchaba un bello dueto, Behrens entró al salón y lo saludó pero inmediatamente lo volvió a dejar solo. Hans era el encargado de poner la música, pero eventualmente los demás pacientes que entraban le dejaban a él escoger lo que querían escuchar. Era el "oyente" también por excelencia. Ponía tanta dedicación y cuidado en su labor que temía que algún otro estropeara algún elemento. Por lo que mantenía bajo llave el armario donde se encontraba. Lo mejor era en la noche, cuando todos se retiraban y quedaba él solo nuevamente con su música hasta la madrugada. Poco a poco se volvió experto en identificar los más mínimos detalles.
Escuchando la ópera "Aída" del maestro italiano Verdi, le hizo recordar a su paisano Settembrini y a Radamés, personaje de la ópera, que era el apodo que le tenían a Behrens. Y ahonda más detalles del drama de la ópera. El sufrimiento de Aída lo identificó como propio y lo que había pasado. También se cuenta su relación con otras melodías, una más lenta e instrumental, y hasta la musicalidad de "Carmen". También había otra dentro del repertorio, una plegaria del "Fausto" de Gounod. Otra obra francesa con algún detalle militar, que más adelante tendrá un significado en la vida del joven. Y el quinto y último disco favorito de Hans dentro de ese repertorio, no tenía nada de francesa, sino puramente alemana, y tampoco era ópera, era una lied, "uno de esos lieder que son, a la vez, obra maestra de la composición y encarnación del más genuino espíritu popular". Era "El tilo" de Schubert (hace parte de esa melodía que compartí hace 2 días). Esa melodía tan conocida: "Junto al pozo, ante el portón". Se hace una bella y sesuda descripción de la lied, que recuerdo nuevamente eran poemas musicalizados en esencia. En su mente se repasaban los versos de la melodía: "El nombre de mi amor", "Como si me llamasen", "Lejos de aquel lugar", "Aquí hallarás la paz". Esta última melodía, la lied, era la que significaba mucho para él por todo lo que sentía. Significaba todo un mundo. Un mundo que debía amar, pues de otro modo no se habría sentido atraído por el objeto que lo simboliza. Las sensaciones encontradas, las aventuras, descubrimientos, y al amor. Pero ese amor a ese mundo, a esa melodía, ocultaba otro amor prohibido... El de la muerte. El narrador hace un juego de indignación al revelar esta relación, pero explica su intención que en realidad es una interpretación a lo que oculta en realidad esa lied, y lo que significaba para Hans. Tras aquel adorable producto acechaba la muerte. El narrador se dirige al lector como la conciencia de Hans, para explicar sus más profundos pensamientos. "Merecía la pena morir por ella, por aquella canción mágica. Pero quién moría por ella, en realidad, ya no moría por ella y sólo se convertía en héroe porque, en el fondo, moría por algo nuevo, por la nueva palabra del amor y del futuro que presentía su corazón".
Esos eran los discos preferidos de Hans.
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Día 104: Cuestiones harto cuestionables
Al pasar los años, las conferencias del doctor Krokovski, que eran inicialmente sobre el amor, fueron cambiando hacia otros temas más misteriosos, como la magia, el hipnotismo, la telepatía, los sueños, y ahondar en las relaciones entre materia y espíritu, entre otros temas afines. También se menciona el ingreso de una nueva paciente, Ellen Brand, con quien el doctor Krokovski tuvo especial atención. Especialmente cuando empezó a mostrar rasgos de poseer poderes sobrenaturales. Sabía cosas sin que le dijeran. "Una vocecilla me lo dice", ella contestaba. Esto perturbó un poco el orden en el sanatorio. Hans se sentía atraído hacía esa habilidad pero al inicio mostró un rechazo estético, fruto de su orgullo humano. Pero mantenía la curiosidad y ardía de impaciencia por vivir tales experiencias. "Su sentido de la moral era tan fuerte como en el fondo, desde siempre era su curiosidad: la curiosidad de quien viaja para formarse; una curiosidad que, habiendo atisbado ya una vez el gran misterio de la personalidad del individuo, tal vez no estaba tan lejos del terreno que ahora se había abierto ante sus ojos".
Krokovski prohibió que se realizacen experimentos o consultas a la señorita Brand. Él la estaba estudiando. La ciencia. Gracias a Herminie Kleefeld, amiga de la chica, se supo que había una entidad particular que le daba información. Era un espíritu joven que se llamaba Holger. Gracias a Kleefeld también organizaron una de varias sesiones de espiritismo, en la noche, y a espaldas de Krokovski. Con Ouija incluida. Hans, por supuesto participaba. Esperaron un rato sin acción, hasta que la copa en el centro de la mesa se volcó, y algunos como la señora Stohr pidió retirarse del susto. Pero no le dejaron. El señor Albin se propuso para hablar y preguntar al espíritu. Y Holger apareció. La Ouija lo comprobó. Y todos empezaron a preguntar. La primera experiencia fue grata. Hans le contó a Settembrini, que no dudó en llamar "tramposa redomada" a Ellen. Hans se lo imaginaba y no le prestó mucha atención pero se alejó por un tiempo. Aunque nuevamente volvió al decirle que podría consultar a quien quisiera. Krokovski se unió a las sesiones. Con el tiempo el espíritu de Holger poseía a Ellen y hablaba a través de ella. Preguntó si alguno tenía algún deseo en especial. Todos quedaron en silencio. Pensando. Dudando. Hans sintió algo en su interior y dijo: "Desearía ver a mi difunto primo Joachim Ziemssen".
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Día 105: Hans pidió en la sesión de espiritismo hablar con su difundo primo Joachim. El contacto se extendió por horas. Holger no lograba encontrarlo. Los asistentes empezaron a animar a Holger. No se desanimaban porque algunos empezaban a percibir cosas como un soplo de aire frío o alguna leve luz. Hans finalmente propuso poner un disco para favorecer el proceso. Un fragmento del Fausto de Gounod, "La plegaria de San Valentín". Lo pusieron. Mientras sonaba la melodía Ellen se puso rígida y jadeaba. De repente Joachim apareció apartado en la habitación, sentado en un sillón. Se describe el aspecto del primo y Hans se levanta y se acerca a él, olvidando a los otros presentes. Se sintió convulsionado y sollozando. "¡Perdóname!", le gritó al espectro llorando, que los ojos se llenaron de lágrimas y ya no pudo verlo más. El contacto se perdió. Los otros intentaron volver a contactarlo pero Hans encendió la luz. Elly sufrió un shock, Krokovski estaba furibundo y Hans se retiró a su habitación.
Hipersensibilidad
Con el paso de los años, empezó a apoderarse del sanatorio Berghof un nuevo espíritu. ¿Qué era? Agresividad. Irritabilidad generalizada en todos los pacientes. Comentarios venenosos, arrebatos de ira y la violencia casi física. Todos los días habían discusiones y gritos. Precisó también en el exterior, "allá abajo", también estaban ocurriendo diversos acontecimientos que desencadenarían en algo similar. Conflictos banales. Acusaciones recíprocas. En todos los lugares del sanatorio. El comedor, el salón, etc. Curiosamente coincidió con la llegada al sanatorio de un hombre, ex comerciante, de unos 30 años que tenía fiebre. Además era antisemita y odiaba a los judíos. Wiedemann se llamaba. Atacaba a los judíos del sanatorio, incluso sólo por el apellido. Parece que él cultivo parte de la semilla del conflicto. Pero en realidad ya estaba así cuando llegó, y el ambiente agravó su situación. Wiedemann tuvo un altercado con Sonnenschein, por evidentes razones. Ambos se agarraron en una pelea a golpes en el vestíbulo un día. De ese conflicto interno dan paso a un conflicto que tuvo un alcance de escala externa. Un conflicto de honores mancillados. Que incluía a un círculo polaco que se había formado recientemente en Berghof, y habían ocupado la mesa de los rusos. Habían faltado el respeto a la esposa de uno de lo polacos y exigían una reparación. Se publicaron distintas actas por todas partes que daban detalle de la situación, con bofetadas por el medio. Todo era parte de ese extraño estado de hipersensibilidad. Y por supuesto, hay que decir que magistralmente Mann hace una relación con lo que estaba apunto de estallar afuera. El inicio de la Primera Guerra Mundial.
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Día 106: La noticia de los polacos llegó a Naphta y Settembrini, que se encontraban también golpeados por sus respectivas enfermedades lo que los tenía también en ese estado de hipersensibilidad. Las discusiones intelectuales de los dos se volvieron más encarnizadas. Los temas, como siempre, de materia y espíritu, de la revolución francesa y el estado burgués capitalista. Mientras Settembrini defendía la justicia. "La justicia era un concepto vacío de la retórica burguesa; y para llegar a la acción era preciso saber de qué justicia se hablaba: de la que abogaba por conceder a cada cual lo que era suyo o de la que quería imponer lo mismo para todo el mundo".También sus temas de ciencia, filosofía y religión ocuparon varios de esos encarnizados debates.
Pero de todos esos desencuentros hubo uno en especial. Sucedió una tarde que los amigos salieron de excursión a Monstein. Naphta, Settembrini, Hans, Ferge y Wehsal. Cuando llegaron bajaron a una pequeña hostería desde donde podían apreciar el imponente pico Stulsergrat, una montaña de casi 3.000 metros de altura. Hans fascinado y para manifestar su emoción fue el primero que mencionó de forma inocente la palabra "inaccesible". Settembrini dijo que era exagerado, ya que varios habían alcanzado la cumbre y ya quedaban pocos lugares en la Tierra donde el hombre no hubiese puesto el pie. Naphta estuvo en desacuerdo y citó al Everest, al que hasta ese momento nadie había llegado aún. El italiano se molestó. En otra conversación, más tarde, Naphta hablaba de varios temas dirigiéndose solamente a Hans y dando la espalda a Settembrini y los otros amigos. Naphta hablaba de varios temas, era un monólogo extenso y confuso. Del Romanticismo, las guerras de liberación, la Edad Media, la mística cristiana, la Reforma, Lutero, etc.
Settembrini interrumpió preguntando que cuándo acabaría ese galimatías. Dijo que no iba a permitir que siguiese confundiendo a la juventud indefensa con sus ambigüedades. Le llamó infame, golpeando la mesa y levantándose bruscamente. Naphta se mantuvo en guardia y le rechinaban los dientes de la ira. Pero le respondió a Settembrini sobre su temor de su influencia a las juventudes. "Cuando nosotros, como educadores, sembramos una duda, una duda mucho más profunda de lo que su modesta ilustración podría soñar jamás, sabemos perfectamente lo que hacemos. Sólo del escepticismo más radical, del caos moral nacerá lo absoluto, el terror sagrado que necesita nuestro tiempo". Y le dijo que con eso lo estaba instruyendo y que lo demás lo decidirían en otra parte. Y ha tendría noticias suyas.
"Distruttore! Cane arrabbiato! Bisogna ammazzarlo!", se pronunció.
"Le ha retado en duelo", dijo Hans. Y todos asintieron, incluso el retado italiano, que dijo desaprobar teóricamente el duelo, pero ese caso lo requería. En el camino se enteraron que Naphta propuso que fuese un duelo a pistola. Y él escogería, porque según el código de honor era el ofendido. Settembrini discutía y ponía en duda la ofensa, que era más algo de carácter burgués y social. En el viaje de vuelta al sanatorio siguieron hablando de la ofensa y la comparación con el insulto.
Y este es el penúltimo texto. Mañana terminamos La Montaña Mágica.
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Día 107: Camino al sanatorio, Settembrini seguía hablando a Hans de la naturaleza del duelo y justificando su decisión de aceptarlo. Hans estaba confundido. El humanista se contradecía. "Es la vuelta al estado originario de la naturaleza, apenas atenuado por un código caballeresco muy superficial". Hans le propuso ser su padrino. Settembrini lo rechazó. Wehsal y Ferge fueron los padrinos de ambos. El día siguiente negociaron las condiciones, el número de balas, la distancia, etc. El señor Albin facilitó las armas.
"A la mañana siguiente, pistola en mano, ninguno de los contrincantes sería el mismo de la tarde de su disputa. A lo sumo, actuarían mecánicamente, movidos por el sentido del honor, pero ya no por libre voluntad de aquel momento en que habían reaccionado presas de la pasión y de la convicción". Llegado el día, Settembrini nervioso le dijo a Hans, que caminaba junto a él que se tranquilizara. Él no mataría. Hans guardó la esperanza que ninguno de los dos lo haría. Llegaron al punto donde se llevaría a cabo el duelo. Ambos tomaron sus posiciones. Hans era el árbitro. Le correspondía dar la señal. Pero se quedó mudo. Naphta tomó la voz y ordenó al italiano disparar. Settembrini disparó al aire y se puso de perfil. Naphta enojado, preso de la ira, se enfrentó al valor que se necesitaba para disparar. Levantó la pistola y se pegó un tiro en la cabeza.
Estalla la tempestad
Era el 7mo año de Hans en el sanatorio. El tiempo corrió, imparable, produciendo algunos cambios. Algunas personas habían muerto dentro y fuera el sanatorio. Arriba y abajo. Mientras estaba en su tumbona... Entonces estalló... "Esa ensordecedora explosión de la fatídica amalgama entre la anestesia de los sentidos y la hipersensibilidad". Un tempestad histórica. "Una tempestad que hace saltar por los aires la Montaña Mágica y despierta de golpe a nuestro bello durmiente". Había pasado mucho tiempo sin leer los periódicos. Había estallado la Primera Guerra Mundial.
Settembrini ya no salía de casa. La muerte de Naphta fue muy dura. Y se analiza algunas causas y efectos de la guerra entre los países en disputa a través del italiano. Austria, Albania, Rusia, Francia, Polonia. Llegando al asesinato del archiduque, que fue el anuncio y detonación de la gran tempestad. El estado de hipersensibilidad que tenían en el sanatorio, también estaba afuera. Hablaban de la guerra. Hans había despertado del hechizo y sintió finalmente la necesidad de partir. El llamado de la patria. El joven hizo sus maletas y fue directamente a tomar el tren. Settembrini lo vio y lo siguió. "Le encontró en medio del tumulto y, con gran efusión, le tomó en sus brazos... Le besó en las dos mejillas... Y le llamó por su nombre: Giovanni".
Settembrini le decía que esperaba que volviese a su trabajo pero ahora volvía para luchar por los suyos. Lo que a Joachim le hubiese gustado. Hans se asomó por la ventanilla del tren y le dio la mano a Settembrini como despedida. Mientras "se rozaba el lagrimal con la punta del anular de la izquierda". ¡Addio!
El escenario cambia de repente. Hans se hace preguntas. ¿Dónde estamos? En pleno campo de batalla. En el corazón de la guerra. El soldado Hans Castorp. El narrador menciona que hemos querido contemplar por última vez el rostro de nuestro héroe. Nuestro amigo. Fue llamado al frente en un regimiento de voluntarios. 3.000 muchachos jóvenes. Escudos humanos, de los que llegarán 2.000 a la montaña. Hay descripción de explosiones, caos, miedo, confusión, heridos, muerte. Mientras pisa los cuerpos de sus compañeros, Hans avanza y canta una canción:
"Y grabé en su corteza
el nombre de mi amor..."
Era la melodía que más le gustaba escuchar. Era la lied... Era "El tilo" de Schubert. "Ha caído". Cuerpos se mezclaron y desaparecieron para siempre. El narrador toma distancia ante la tragedia. Hans estaba herido y seguía cantando... hasta desaparecer.
"Sus ramas murmuraban,
como llamándome".
"Adiós, Hans Castorp, ingenuo niño mimado por la vida! Tu historia ha terminado. Hemos terminado de contarla. No ha sido breve ni larga; ha sido una historia hermética"... "No negamos la simpatía pedagógica que te hemos tomado mientras la contábamos (leíamos) la misma que ahora nos mueve a secarnos muy suavemente el lagrimal con la puntita del dedo al pensar que nunca volveremos a verte ni a saber de ti en el futuro". "Las aventuras del cuerpo y del espíritu que te elevaron por encima de la naturaleza simple permitieron que tu espíritu sobreviviese lo que no habrá de sobrevivir tu cuerpo".
"Hubo momentos en que la muerte y el desenfreno del cuerpo, entre pensamientos y reflexiones, hicieron brotar en ti el sueño de amor. ¿Será posible que de este bacanal de la muerte, que también de esta abominable fiebre sin medida que incendia el cielo lluvioso del crepúsculo, surja alguna vez el amor?".
FINIS OPERIS
Fin de la Montaña Mágica. ¡Adiós, Settembrini! ¡Adiós, Naphta! ¡Adiós, Joachim! ¡Adiós, Clavdia! ¡Adiós, Behrens! Y sobre todo... ¡Adiós, Hans Castorp! Maravilloso personaje.
Nota: Entre hoy y mañana sale el post recopilatorio de los textos diarios con reflexiones generales de la obra.
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Fin de la lectura colectiva de "La Montaña Mágica". De Septiembre 1 a Diciembre 27. Ya acabo con esta otro ciclo de lecturas colectivas y cierre de este 2019. Y listos para empezar en Enero 1 con #Nietzsche2020.
Acá el libro que me acompañó en mi viaje personal:
Definitivamente de todos los textos recopilatorios que he hecho en las lecturas colectivas desde enero del 2018, con La Divina Comedia, el de La Montaña Mágica es de los que me siento más orgulloso. Hoy ha terminado la lectura y me embarga la nostalgia nuevamente, pero esta vez es más triste y a la vez alegre. Es lo que te dejan las Obras Maestras en mayúsculas. Aunque las L.C son de puras obras maestras. Ya había leído una vez la novela de Mann, pero esta vez, leyéndola durante más de 4 meses, desde Septiembre, la he sentido mucho más. Y ha ocurrida una feliz coincidencia, en el Festival Internacional de Música Clásica en mi ciudad, Cartagena, que inicia el 4 de enero, este año traen un enorme arsenal de Schubert. Y hace unos días, en uno de mis resúmenes de la novela, en el capítulo donde Hans se entrega a escuchar música clásica en un gramófono, compartía esta melodía que corresponde a la lied de Schubert: "Der Lindenbaum" (El tilo), incluido en el ciclo Viaje de invierno. "Winterreise" (Viaje de invierno) es un ciclo de lieder compuesto por Franz Schubert, sobre poemas de Wilhelm Müller. Lleva como n.º de Opus 89. En el Catálogo de Deutsch es el D. 911. Y Hans se enamora de esta melodía que le hace recordar muchas cosas, y también es la melodía que evoca y la letra que canta antes de morir en el campo de batalla en medio de la Primera Guerra Mundial. Iré a los dos eventos programados, un conversatorio sobre "Viajes de invierno", y el evento de "E Viaje de Schubert y los Poemas de Müller". Y recordaré nuevamente a La Montaña Mágica y a Hans, y a Mann:
https://www.youtube.com/watch?v=c8UDOmUcxCk
Y acá, "Der Lindenbaum" (El tilo), nuevamente la melodía de Hans en La Montaña Mágica, con algunos apartes de la letra. Sobre "El Tilo": Esta quinta canción es la más popular del ciclo (Viaje de Invierno). El caminante pasa junto a un tilo que hay a las puertas de la ciudad, donde otras veces soñó y grabó palabras de amor en su corteza. El tilo, en la literatura romántica, frecuentemente simboliza el hogar y la seguridad. Ahora sus ramas lo llaman, invitándole a descansar entre ellas, lo que se toma como una insinuación de suicidio. Pasa de largo, sin dirigir la mirada atrás, en medio del viento helador, pero muchas horas después, y lejos del lugar, aún recuerda a las ramas: aquí encontrarás descanso.
https://www.youtube.com/watch?v=jyxMMg6bxrg
Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)
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