Hace poco volví a ver la maravillosa película de Lars Von Trier: Dogville. Esta película es una enorme obra de arte. La técnica de Von Trier es innovadora y magnífica, se trata del Dogma 95. Esta técnica tiene como característica llevar al mínimo los “decorados” en una película y centrarse en el aspecto más dramático, en sus personajes. Absolutamente todo un reto para los actores.
Toda la película es simbólica, encontramos un pequeño pueblo: Dogville, donde las casas no tienen paredes, son invisibles, además de las paredes los animales y las plantas también lo son. Los personajes y los habitantes de Dogville están a la vista de todos los espectadores. Podríamos decir que el espectador, a través de esta técnica inmediatamente entra a formar parte de la película, observando sin restricciones todo lo que ocurre, y es inevitable quitar la vista en todo su transcurso sobre este pequeño mundo.
Al tener un acceso directo a los personajes, y no tener distracciones ni efectos especiales, podemos sumergirnos en el alma de cada personaje. Y eso es lo que sucede con la protagonista de la historia, Grace. Quien es interpretada por una indescriptible Nicole Kidman, que trasmite muchísimo con sus ojos y sus gestos. Kidman hace una de sus más grandes actuaciones en el cine (sino la mejor), y somos testigos de su transformación. Pero una trasformación de su alma, así como la transformación de todos los personajes del pueblo, quienes al principio parecen ser muy buenas personas. Pero queda claro que cuando obtenemos algún tipo de poder o autoridad, el ser humano se transforma. Los habitantes del pueblo la tuvieron, y al final Grace también.
Esta película es descrita como una radiografía al alma de las personas y su verdadera esencia. Y podemos apreciar mucho más esto, gracias a la técnica del director que permite una visión de cerca a cada personaje.
El final de la película es brillante, además de algunos diálogos, todo lo que ocurre al final es sorprendente. Y lo peor es que somos y nos sentimos como cómplices de Grace al final, al menos yo lo sentí así. Por lo que con esa reacción que tuve, me senté a reflexionar si realmente el mensaje que intenta trasmitir Von Trier es verdadero.
Ver esta película es una experiencia que cada persona debería tener, para mirarse en el espejo y observar dentro de su alma después de verla. Al final, en realidad vas a pensar: “¿Efectos especiales?, ¡quien los necesita!”.