“Despedidas” o “Departures”, es una película hermosa y nostálgica. Narrada con gran sencillez es, con sutileza, cuidado y precisión. La fotografía, la dirección, la música, todo se conjuga en esta fábula sobre el perdón, el respeto y la reconciliación.
Cuenta la historia de Daigo Kobayashi, un violoncelista que se ve en una profunda crisis cuando la orquesta para la que trabaja quiebra. Sin poder hacer el trabajo que le apasiona se le ve muy triste y sin esperanzas al no poder conseguir ningún otro trabajo. Por lo que decide devolverse con su esposa nuevamente a su pueblo natal. Allí un día acude a una entrevista para un trabajo que ni se imaginaba nunca que iba a realizar: el de enterrador. Aquellas personas que limpian los cuerpos de los recién fallecidos, los arreglan y tratan de ponerlos de la mejor forma posible para que sus allegados se lleven una hermosa imagen la persona y se despidan de la mejor forma posible. Aunque al inicio Daigo tiene inseguridades frente al trabajo, por lo mal que es visto en sociedad, trata de ocultar su profesión, hasta que todos se enteran y le caen encima, justo cuando ya se ha enamorado de su nuevo trabajo y parece haber encontrado su misión en la vida.
En forma general ese es el argumento. El filme tiene muchas escenas que son excelentes. Desde el ancestral procedimiento del trabajo de Daigo hasta aquellas que son traídas desde el recuerdo. Entre todo hay un mensaje muy esperanzador, que es el de hacer tu trabajo, cualquiera que sea con amor, pasión y respeto. Dejara de ser un trabajo y se volverá una pasión, algo que llena tu espíritu.
Por eso, aunque en ocasiones roce la lágrima fácil, tenga un tono grandilocuente y las actuaciones en ocasiones se vean sobreactuados o sin naturalidad, por ese juego constante entre el drama y la comedia, la película me ha fascinado. Es al mismo tiempo muy humana, poética y conmovedora, esto hace que se pase por alto sus pequeños fallos.
La película ganó el premio Oscar a Mejor Película Extranjera en el 2008.
8/10
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