miércoles, 20 de diciembre de 2017

Volver a casa (Yaa Gyasi)

Yaa Gyasi



Como en el Club de Lectura al que asisto estuvimos en un ciclo de Escritoras de África y Oriente, en el mini ciclo de África le dedicamos varias semanas a la excelente escritora Chimamanda Ngozi Adichie, entre otras escritoras y cuentistas africanas. Fue tanto el interés que me despertaron las autoras africanas, que no dudé en adquirir cuando encontré en la librería el ejemplar de “Volver a casa” de Yaa Gyasi. No sabía mucho de ella, pero me dejé llevar por intuición. A los días de haberlo empezado a leer salieron los invitados a la próxima edición del Hay Festival de Literatura en Cartagena, donde preciso figuraba, Yaa Gyasi. 

Yaa Gyasi es una joven africana de 28 años, nacida en Ghana pero posteriormente radicada en los Estados Unidos. Gyasi, junto con Adichie y otro grupo de escritores, son llamados los “afropolitas”, que representa una generación de jóvenes africanos que emigraron de África a otros países y continentes, en Europa y Norteamérica. Han desarrollado su obra en idioma inglés, y en su literatura, que claramente representan sus primeras novelas, se centran en la búsqueda de la identidad, en la exposición de los problemas de vivir en un país extranjero, entre otros temas. 

En “Volver a casa”, la primera novela de Yaa Gyasi, asume un reto enorme. Recorrer tres siglos en casi 400 páginas. Lo primero que llama la atención al inicio de la novela, es un enorme árbol genealógico que abarca toda una página. Lo vi con mucho interés, aunque no me imaginé lo importante que iba a resultar posteriormente en toda la lectura de la novela. Por lo que es un recurso muy hábil e inteligente. Que es precisamente la forma en que la autora logra superar con creces el reto de abarcar tanto tiempo en su novela, sin que se note forzado, exagerado, aburrido o anodino. 

Observamos que los dos primeros capítulos corresponden a los dos nombres principales del árbol genealógico: las hermanas Effia y Esi. Dos hermanas que nunca llegan a conocerse, hijas de Maame, que es la mujer que encabeza el monumental árbol. Cada una con un padre distinto, lo que lleva a dividir ambas historias, y durante toda la novela vamos observando cómo se desarrolla la vida de ambas mujeres y su respectiva descendencia. Effia es obligada a casarse con un hombre blanco, un gobernador inglés, esclavista. Y Esi, es capturada y enviada como esclava al sur de los Estados Unidos.

La historia inicia en los años de 1770, en la Costa de Oro, que era una colonia británica situada en el golfo de Guinea, al oeste de África. La Costa de Oro obtuvo su independencia en 1957, e inmediatamente cambió su nombre a la actual Ghana. En el correr de los capítulos, nos damos cuenta de que cada capítulo que sigue corresponde al nombre del próximo miembro de la generación del árbol genealógico, en cada uno de las dos partes, de la descendencia de Effia y Esi. Por lo que hay momentos que los saltos temporales son amplios, aunque quizás en el siguiente capítulo logramos conocer algo del pasado del personaje de la anterior generación por recuerdos del personaje actual. 

Siguiendo la cronología, con los años que aparecen dentro de la novela, el lector es testigo de diversos momentos históricos a través de los personajes, como las guerras tribales al inicio, el negocio del cacao, la llegada de los misioneros; y luego, en el traslado de continente a Estados Unidos, con la Ley de Esclavos Fugitivos de 1850, la Gran Migración Negra, la lucha por los derechos civiles, el renacimiento de Harlem, y la época de las drogas y el sistema carcelario en Estados Unidos, que se acrecentó y logró un punto importante en los años 80. 

Parece mucha historia para una sola novela, pero la gran virtud de la autora es lograr enlazar todos estos momentos históricos de forma hábil a través de estas dos historias entrelazadas y todos sus personajes. Hay ocasiones en que los personajes de una generación son tan buenos que queremos saber más de ellos, pero creo que esa es otra de las grandes reflexiones de la autora en esta novela, el implacable paso del tiempo, y como si no se tiene conocimiento de nuestra propia historia, corremos riesgo de repetirla, e incluso de olvidarla para nuestras futuras generaciones. En ocasiones no es culpa de los personajes sino de las circunstancias, cada una más difícil que la otra. 

Si bien, una de las hermanas, Effia, tuvo relativamente más suerte que Esi, vemos como en las siguientes generaciones no todo se mantiene de esa forma, a pesar de los privilegios que en algún momento se haya obtenido. 

Además de esta reflexión sobre el tiempo y la identidad, también es muy crítico, porque en cada momento se exponen situaciones difíciles de cada momento. En Estados Unidos con el racismo y toda la etapa de la esclavitud. La desigualdad en las penas, que podían llevar a un hombre negro a cumplir una pena de 10 años por haber aparentemente mirado a una mujer al pasar la calle, y estar durante todos esos años trabajando en una inhumana mina de carbón bajo la cárcel. Pero también como se van organizando para protestar. Las guerras entre las mismas tribus africanas, y como algunas de ellas sucumbieron al esclavismo, llegando a vender a sus propios hermanos a los blancos. Cómo una generación de las que llegaron como esclavos a USA eran analfabetas, pero también como sus hijos empezaron a tener mayor acceso a la educación. Todas esas grandes diferencias, y como miraban con nostalgia el desconocimiento de sus raíces, y ese creciente deseo de volver a casa… 

Parte el castillo como un coco,
estoy yo dentro, estás tú. 
Nosotras, las dos, sentimos arena,
el viento, el aire.
Sólo una el látigo.
Tras el barco grande. Azotes.

Nosotras, las dos, negras.
Yo, tú. 
Una creció en tierra de cacao,
la otra nació de un fruto,
la piel intacta, pero sangrante. 
Nosotras, las dos, atravesamos las aguas. 
Parecen otras
y son las mismas.
Las nuestras. Piel de hermanas.
Quién lo diría. Ni tú ni yo. 


Este es un poema de Marjorie, descendiente de Effia. Y una de las dos partes finales del árbol genealógico, y por ende de los capítulos finales, ambientada en los tiempos más recientes, ya en el nuevo milenio. Es una joven afroamericana, quien además tiene un novio alemán, al que los papás del chico no dejan que vaya con Marjorie al baile de la escuela por su color. Marjorie ha aprendido un poco de la historia de su familia, y está muy interesada en seguir buscando y ahondando en su pasado.

Quizás Marjorie sea la misma Yaa Gyasi, quien claramente también añadió partes biográficas a su novela. Incluso el apellido Gyasi es nombrado al inicio del libro, como una de las familias tribales de la Costa de Oro. 

En síntesis, me ha parecido una excelente novela, muy dura, emotiva, pero también muy bella e ilustrativa. A pesar del poco tiempo que estamos con algunos personajes, algunos son muy memorables y se quedan con el lector, y nos alegra escucharlos mencionar capítulos más adelante, porque al fin y al cabo es una historia familiar. Toda esta travesía nos acerca a la historia real de muchas familias africanas que terminaron en los Estados Unidos, y como por ejemplo, algunas crearon o reformaron sus propios apellidos, para que sirviera de símbolo de su propia historia de superación: Freeman. Una bella novela que nos lleva a ahondar en la historia, en las injusticias, pero sobre todo en el inquebrantable espíritu de una población que logró superarse, y aún hoy en día sigue luchando y tratando de superar los fantasmas del pasado. Muy recomendada. Esperaré a Gyasi en el Hay, y que bien por esta oleada de autores africanos que nos están dando a conocer parte de la historia que nunca nos fue contada y que desconocemos en la historia de la literatura. 


8.5/10



Algunos fragmentos de la novela:


"- ¿Por qué lloras?
- El pastor dice que hacemos brujería africana. 
No tenía edad suficiente para saber qué significaba eso, pero sí para conocer la vergüenza, una sensación que ese día lo llenaba hasta las cejas.
Ma Aku escupió detrás de su hombro izquierdo, algo que sólo hacía cuando estaba verdaderamente indignada.
- ¿Quién te ha dicho que hay que llorar por eso? - preguntó.
El chico se encogió de hombros y trató de impedir que se le cayesen los mocos, porque eso parecía enfadarla aún más. 
- Voy a decirte una cosa: si ellos no hubiesen escogido el dios del hombre blanco en lugar de los dioses de los asante, no podrían decirme esas cosas.
Jo sabía que debía darle la razón, y eso hizo.
- El dios del hombre blanco- continuó ella- es igual que el hombre blanco. Se cree que es el único dios, de la misma manera que el hombre blanco se cree que es el único hombre. Pero sólo hay un motivo por el cual Dios es él, y no Nyame o Chukwu o quien sea: porque nosotros se lo permitimos. No nos rebelamos. Ni siquiera lo cuestionamos. El hombre blanco nos dijo que él era el camino y lo aceptamos. Pero ¿cuántas veces nos ha dicho el hombre blanco que algo era bueno para nosotros y después lo ha sido de verdad? Dicen que eres brujo africano, ¿y qué? ¿Qué más da? ¿Qué sabrán ellos de brujería?"

(Volver a casa, de Yaa Gyasi)


"Desde el día en que se conocieron, cinco años antes, ella lo había animado a regresar a casa. Le decía que tenía algo que ver con el perdón, pero Yaw no estaba seguro de creer en él. Era una palabra que oía sobre todo en las pocas ocasiones en que iba a la iglesia de los blancos con Edward y la señora Boahen o, a veces, con Esther. Por eso había empezado a parecerle una palabra que los blancos habían llevado consigo al llegar a África. Un truco que los cristianos habían aprendido y del que hablaban a voces y con libertad a la gente de la Costa de Oro. <Perdón>, clamaban mientras cometían sus injusticias. Cuando era más joven, Yaw se preguntaba por qué no se limitaban a predicar que las personas debían evitar hacer el mal. Pero cuanto más mayor se hacía, mejor lo comprendía. El perdón era un acto que tenía lugar después de actuar, un pedazo del futuro de la mala obra. Y si consigues que la gente mire al futuro, tal vez no se dé cuenta de lo que estás haciendo para herirlos en el presente".

(Volver a casa, de Yaa Gyasi)




Yaa Gyasi:



Yaa Gyasi




Dejo enlaces a las otras dos reseñas del blog sobre Literatura Africana:


Reseña de Americanah (Chimamanda Ngozi Adichie)

Reseña de Todo se desmorona (Chinua Achebe)

Reseña de Algo alrededor de tu cuello (Chimamanda Ngozi Adichie)




Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)


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