Los llamo libros hermanos porque Carolina aborda cada obra con un estilo muy marcado que transita entre el ensayo, el relato autobiográfico, la narración confesional y el monólogo, abarcando una extensa variedad de temas, aparentemente contrastados como el universo y el arroz, pero que bajo su pluma y su aguda capacidad de observación logra trazar hilos conductores, puntos de encuentro y completas simbiosis entre cada uno de ellos.
Si en “Somos luces abismales” y “Tu cruz en el cielo desierto” trató temas como el universo, la naturaleza, los animales, la humanidad, el amor, la idea del amor, la imaginación y el pensamiento, mientras trazaba reflexiones entre cada tema sobre vivencias, recuerdos y experiencias acontecidas durante el período de creación; en “El Sol” vuelve a tratar varios de esos temas con otros nuevos, y por supuesto, con las referencias a otras obras, especialmente los clásicos de la literatura, las tragedias y poema épicos sobre lo cuales además enseña e introduce a otras personas a través de sus cursos, talleres, conferencias, artículos, monólogos o tweets.
Pero entrando ya exclusivamente a “El Sol”, tenemos 13 capítulos en donde la gran estrella y masa de gas incandescente siempre tiene una breve o amplia presencia, como es lógico, por su misma importancia para la vida misma. Por esto me gusta pensar que siempre ha estado presente en los otros libros de Carolina, en donde se han referenciado incluso en los títulos aunque no se mencione directamente, como en las “luces” o el “cielo”. Y así sería el protagonista silencioso de todas las obras de la historia, tanto en su presencia como en su ausencia. Y así pasamos a través de los capítulos como “El escudo”, en donde rememora el pasaje final de la Ilíada con el conflicto entre Aquiles y Héctor para reflexionar sobre la cólera, la venganza, la victoria, el tiempo, la piedad y la amplitud del mismo ser humano, capaz de contener y anhelar ser otros tantos más durante toda su vida. También reflexiona sobre estos mismos temas con la figura del entrenador de fútbol, José Mourinho, y vuelve a Aquiles para hablar de las armas y el escudo que le forjó Hefesto con el mismo Sol para vengar la muerte de su amado. Y continúan reflexiones y anécdotas personales sobre el poder, el juego, el triunfo y el amor.
Y ya que en el capítulo anterior planteó una histórica enemistad, me gustaría comentar dos capítulos en donde habla de la amistad y la enemistad/antagonismo. “Lujos”, es otro de los capítulos, en donde inicialmente rememora su infancia para dibujar lo que para ella en ese entonces era un lujo: una pila de hojas blancas en la casa de la abuela, en donde podría dibujar sus sueños, anhelos y distintos objetos de su imaginación, como la casa que imaginaba en su futuro. “El futuro era un cuarto donde el pasado se sentaba a descansar. Eso era el lujo”. Y así va transitando el relato hacia el tema de la amistad, en donde reflexiona sobre la palabra, su significado y sus propias experiencias con la amistad. “… ha sido la vida, la alegría del tiempo, las palabras que no se suceden unas a otras, sino que se leen juntas. La oración y la justicia”. También en otro capítulo, “Un amigo” habla de la amistad con una historia en donde relata una fantasía donde en un universo alterno era amiga del futbolista uruguayo Diego Forlán, con ecos del mundial de fútbol y la Copa América de fondo. Y adelantaré unos cuántos capítulos para hablar de quizás mi capítulo favorito, “Naturaleza y arte”, en donde plantea inicialmente el tema del antagonismo, rememorando nuevamente su infancia, específicamente en momentos que exhibían su innata naturaleza para la confrontación, con lo que vuelve al presente para hacer un ejercicio de introspección, auto-crítica y reflexionar sobre los enemigos y sobre la naturaleza de ser adversario.
“Digo que no recuerdo desde cuánto cultivo el antagonismo, y es una frase insignificante, pues el antagonismo no es de cultivar. Lo más parecido a intentar su cultivo sería tal vez poner piedras sobre la tierra, en un campo, para luego volver y constatar que las piedras siguen ahí, iguales a como uno las dejó: que de ellas no nacen otras más pequeñas, y que tampoco el viento las arrastra a campos nuevos. Quien cultiva piedras no pone su confianza en la fertilidad. Si uno siembra piedras no espera cosechar y ver que las estaciones pasan renovando y aumentando, sino que quiere hacerle preguntas al tiempo y comprobar que la misma piedra está antes y después”
Siguiendo con el mismo capítulo, la autora habla de los esfuerzos de agradar a los demás, sus logros y sus fracasos en esa labor, pero se sigue centrando en analizar la figura antagónica y usa a la piedra inerte para hacer una conexión entre la tumba y los cálculos en la vesícula. La naturaleza y el cuerpo. A la vez que explora la figura del protagonista y el héroe como contrapartes del antagonista, y la importancia de este concepto para dibujar, entender y enfrentar el teatro de la vida, los mecanismos y las circunstancias que se enfrentan a diario.
"El patriarcado no se funda en la sucesión entre padre y el hijo que le hereda, sino en la sucesión entre el padre y la hija en cuyo cuerpo el padre pervive transformado en mujer: en alguien que lleva la casa dentro de su cuerpo"
Y aquí añado el comentario que publiqué tras leer este capítulo: “Todo el libro es luminoso, pero ese capítulo en particular me pareció brillante. Muy íntimo y en conexión con muchos temas, desde la figura antagónica, pasando por la relación de padre e hija, la imagen, el cuerpo, el sexo, la belleza, la piedra, los hermanos, el hijo y el diablo”, y de verdad al leerlo nuevamente me sigue pareciendo brillante cómo hila y mezcla magistralmente todos estos temas sin perder enfoque y unidad con lo planteado inicialmente. Navegando en las ideas, en las preguntas, en las posibilidades, en la naturaleza y en el arte.
Más adelante encontramos otro capítulo como “Dámaso”, bellísimo también, que inicia como un poema y se sigue desdibujando entre la ensoñación y el sueño para terminar en un relato de un amor con un hombre más joven. Entre esa historia se reflexiona sobre el amor, el deseo, el cuerpo, la belleza, la vergüenza, la desnudez, los juegos de poder y los mismo roles de género, e incluso el aborto, que también recuerdo que lo había ya tratado en uno de los capítulos iniciales, en donde hace una bella alusión entre un fríjol y un embrión. Pero retoma la historia con el amante joven que a veces se desvanece con la salida del sol con toda su ensoñación y su mentira:
"Me levanto antes del Sol. Escribo que madrugo para no perderme el día que ve a mi amado vivir, pero leo que, si uno se levanta muy temprano, antes de que la luz aparezca, tiene la ocasión de ver brillar, en todo su fulgor muerto, la deshonestidad de su corazón"
No pretendo hablar de todos los capítulos porque esto se me puede extender más de lo planeado, aunque en efecto (como siempre) ya se me extendió más de lo pensado. Y me suele ocurrir, aunque a veces escribo literalmente “mini reseña”, casi nunca puedo cumplir con mi misma enunciación. Pero pretenderé finalizar este recorrido por el libro, con esa admiración y resaltación a esta literatura que trabaja la autora, en donde sumerge al lector dentro de su propio pensamiento y lo lleva a terrenos fértiles para que se generen más preguntas, más dudas y cavilaciones (a filosofar, esencialmente) que lo lleven eventualmente a pensar y cuestionarse sobre lo planteado, narrado y esbozado. A iluminarse literalmente, como en ese bello capítulo final, titulado “El Sol”, donde nos habla de la vida, de la luz interior y sus interpretaciones, del famoso episodio de las Vacas al Sol en la Odisea, y también de una bella anécdota con un colibrí.
“Todo lo que vive quiere ver el sol siguiente. Todo quiere no solo no morir, sino seguir naciendo. Una vez más, otra vez, salir al día, y que la siguiente sea la misma vez y nueva. Probar el límite, no llegando sino volviendo a empezar”