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Tuve la oportunidad de ver este documental, presentado y galardonado en el Festival de Sundance 2015, en la Gira de Documentales Ambulante. "The Russian Woodpecker" me pareció un insólito y excelente documental. El director Chad Gracia graba la travesía del particular artista Fedor Alexandrovich y su camarógrafo, que se sumergen en una teoría sobre lo que en realidad ocurrió en la catástrofe nuclear de Chernóbil, en la actual Ucrania.
Es insólito porque la narración va de la mano y casi desde la perspectiva de Fedor, un joven muy inteligente, extraño, curioso y lúcido, que se erige como una voz de alerta y protesta frente a los hechos no publicados de dicho evento y ante el inminente renacimiento de la extinta Unión Soviética. Su visión particular de ver el mundo, de análisis, de sentir, canalizar y depurar, no sólo lo que pasa por su cabeza, sino lo que experimenta, llega de forma directa al espectador, que logra sentir cierta afinidad y complicidad con Fedor.
Acompañados de buenas tomas y recursos didácticos que van de la mano de la particular personalidad del narrador. Es graciosa, lúcida, didáctica y ágil, al mismo tiempo que es aterradora e impactante. Incluso luego de tanta intimidad que alcanzas en el desarrollo de la trama, por su narrador y por la misma historia, te llegas a sentir vulnerable. El documental da un ligero cambio que sorprende y nos vuelve a poner los pies en la tierra, a indignarnos y sentir miedo de algo tan cercano, como el sonido del pájaro carpintero que persiste en el tiempo. Excelente y muy recomendado. De lo mejor que vi en la Gira de Documentales y uno de los documentales del año. (8/10) Trailer de The Russian Woodpecker
Sanshiro es una de las primeras obras del gran e icónico escritor japonés Natsume Soseki. Escrita y publicada en el año de 1908, y publicada en España en el 2009 por la Editorial Impedimenta, en una edición preciosa, así como la editorial ha hecho con toda la obra de Soseki; “Sanshiro” refuerza parte del estilo que el autor empezó a crear y utilizar desde “Botchan”, con temáticas afines, personajes bellamente retratados en su individualidad y en sus relaciones, en donde se centra y retrata de forma magistral, la occidentalización del Japón en distintos aspectos, que se empezó a generar desde la Era Meji, que preciso cubrió hasta inicios del siglo XX, y que tanto rechazo y crítica despertó entre los intelectuales japoneses. Soseki escapa un poco de este debate, y casi al mismo tiempo que ocurre, crea estas bellas, entrañables y humanas historias, llenas de ironía, humor, belleza y sensibilidad. “Sanshiro” es un joven de pueblo que se traslada a la cosmopolita ciudad de Tokio para estudiar Literatura en la Universidad de Tokio. Durante ese año que convive en la universidad y en la ciudad, sufre tremendo impacto al encontrarse con una sociedad que está cambiando. Parte de ese cambio se representa en los personajes que llegan a su mundo, desde las chicas occidentalizadas con espíritus emancipados y libres, esnobs, científicos e intelectuales enfrascados en discusiones filosóficas y trascendentales, el profesor Hirota, y su loco, a veces lúcido y entrañable amigo, Yojiro, que lo meterá en un sinfín de problemas y aventuras. Sumado a esto, también conoce el amor, con Mineko, una joven muy particular y voluble, que confundirá mucho más la inestabilidad emocional de Sanshiro. La prosa de Soseki, como la de toda su obra, es sencilla, sútil pero al mismo tiempo profunda emocionalmente, hermosa y humana… narrada en tercera persona y nutrida en detalles y descripciones tanto humanas como físicas, dotadas con las mismas características, que hacen de cada lectura del autor, una experiencia entrañable, nostálgica y evocadora. No cuenta mucho imaginar, porque Soseki es venerado por Murakami, ha bebido mucho y de él, y porque Sanshiro es de sus obras de cabecera. Ves reflejados los espíritus de varios de sus personajes en los de Murakami, que preciso tienen esa similitud, ambos autores no fueron apáticos al cambio de Japón, sino que al contrario lo han descrito con perfección tal y como fue cambiando y se encuentra actualmente: con una gran influencia de occidente, pero con muchos aspectos que se mantienen arraigados, y que creo que tendrá que pasar mucho tiempo para que puedan ser totalmente excluidos, ya que preciso es parte de la esencia de esa cultura, la que la hace bella y entrañable, desde mi perspectiva. Sanshiro es el personaje central, es reflexivo, dubitativo, errático… joven al fin y al cabo, jeje. Y durante todas las más de 300 páginas, los lectores se sentirán identificados con él, vivirán, se reirán y sufrirán un poco con sus avatares. Muy recomendado 8.5/10 Reseña de Kokoro A continuación comparto algunos fragmentos y diálogos: Yojiro: Cierto, dije que Mineko era temeraria. ¿Por qué lo preguntas? Sanshiro: ¿Se puede saber que ves de temerario en ella? Yojiro: No es nada concreto. Todas las mujeres modernas son así. Mineko no es la única. Sanshiro: Dijiste que era como un personaje de Ibsen, ¿verdad? Yojiro: Lo hice. Sanshiro: ¿A qué te referías? Yojiro: Bueno… Es como un personaje de Ibsen, eso es todo. Sanshiro no estaba nada convencido de la respuesta de su amigo, pero decidió no seguir incidiendo en lo mismo. Habían dado andado unos pasos en silencio cuando Yojiro exclamó: Yojiro: ¡Mineko no es la única chica que se parece a un personaje de Ibsen! En los tiempos que corren, todas las mujeres son así en cierto modo. Y no solo las mujeres. Cualquier hombre que haya aspirado la más mínima bocanada de la nueva atmósfera tiene algo ibseniano en su interior. Lo que pasa es que la gente no actúa libremente, como hacen los personajes de Ibsen. Por dentro todos ellos suelen sentirse bastante frustrados. Sanshiro: Pues yo no me siento frustrado. Yojiro: Tú eres experto en engañarte a ti mismo. No existe sociedad que no tenga sus defectos, ¿no crees? Hirota: (…) Algunas personas son amables de manera mecánica. Toma mis clases, por ejemplo. Lo único que pretendo es ganar algo de dinero para vivir, pero a mis alumnos no les gusta verlo de ese modo. Por ejemplo, Yojiro, el cabecilla de los granujas; Yojiro era un verdadero alborotador. Siempre me estaba dando problemas, me sobrepasaba; pero no había nada odioso en él. En realidad es un tipo adorable, como los americanos cuando se muestran tan brutalmente francos con los asuntos de dinero. Saben lo que quieren y se dedican a perseguirlo. Es lo más honesto que se puede hacer en la vida, y no hay nada tan inofensivo como la honestidad. La cosa más importante que nos inculcaron a los de nuestra generación fue la compostura: en consecuencia ninguno de nosotros sabemos abordar las cosas de manera honesta, sin teñirlo todo de afectación. (Sanshiro entra cuando un artista pinta a Mineko) (…) Cuando entró al estudio Sashiro había sentido como si se estuviera internando en un banco de niebla. Con el codo descansando en la mesa, se rindió a aquel silencio, más cerrado que el de la propia noche. En el silencio estaba inmersa Mineko, y la imagen de esta que poco a poco iba tomando forma en el lienzo. Todo lo que se movía era el grueso pincel del artista. Se movía solo para los ojos del espía; para los oídos, todo seguía en silencio. El orondo pintor también se movía de vez en cuando, pero sus pasos carecían de sonido. Encerrada en su mutismo, Mineko permanecía completamente quieta. De pie en su pose, con el abanico en el aire, era en sí misma un cuadro viviente. Tal y como Sanshiro lo veía, Haraguchi no estaba pintando a Mineko; estaba copiando un cuadro ya existente, de misteriosa profundidad; utilizando toda su energía para plasmar una pintura mediocre a la que le faltaba, precisamente, lo que la modela derrochaba con tanta prodigalidad: sentido de lo profundo. Y aun así, en medio del silencio, la segunda Mineko se estaba haciendo incluso más presente que la primera. Sanshiro imaginó que entre estas dos Mineko discurría un largo tiempo de silencio que no había sido mancillado por el sonido de un reloj. (…)
Tuve la oportunidad de asistir al pre-estreno de "El Principito", la nueva adaptación del gran clásico de la literatura mundial de Antoine de Saint-Exupery, en manos de Mark Osborne (Bob la esponja, Kung fu panda). Estrenada en Cannes fuera de concurso, había recibido críticas alentadoras. La película inicia centrándonos en la historia de una pequeña niña que vive con su madre, una perfeccionista que controla cada movimiento de su vida y el de su hija basados en la efectividad y la planificación acertiva. Se presenta un entorno mecánico y alienado, que me recordó al cine de Jacques Tati o a Billy Wilder, lo que me hizo recibir con agrado y curiosidad como se desarrollaría el resto de la trama.
Luego la niña y su madre se mudan a un nuevo vecindario donde tienen de vecino al piloto que conoce el Principito al inicio de su historia en el desierto. Este hombre generará un gran efecto en la niña, al tiempo que la introduce en la mítica historia del niño de cabellos dorados. Hasta ese punto me seguía pareciendo vistosa, interesante e incluso bella cuando ya se narran los episodios que todos conocemos, y se mezcle la animación digital con el bello trabajo en stop motion para las escenas del libro.
Hasta cierto momento me convenció, pero luego la trama de alarga, se nota que se esfuerza en buscar formas de extender el metraje, con detalles que la hacen perder el rumbo que había iniciado, se empieza a irrespetar un poco el libro y a caricaturizar y ridiculizar momentos, personajes y frases. En lugar de ahondar en terrenos más interesantes, se va por la vía fácil, quitando para mí, el factor emotivo que buscaba y cualquier posibilidad de redención. Y ni que decir, que no se explotan y se le saca jugo al material y al texto que ha inspirado a adultos y chicos por años. Toda una pena y gran decepción. Lo bueno, es que al salir de verla, querremos regresar al libro y aferrarnos a él. Un experimento fallido con buen arranque, y visualmente muy bello, en especial el stop motion, que te conecta más al libro y su esencia. 5/10 Trailer de El Principito
Este libro llegó a mis manos por azares del destino, sin buscarlo. Para los que me conocen, saben de mi predilección, pasión y casi veneración por la cultura y el arte asiático, en especial en el cine y la literatura. Además de algunos aspectos de mi personalidad que asocio a esta cultura, y otros detalles, siempre me ha fascinado la sencillez, sensibilidad y sutileza con que son capaces de expresarse. Tan natural, que sientes que no es algo adquirido, sino heredado por tradiciones milenarias o inherentes al espacio geográfico en que se desenvuelven. A Yasunari Kawabata ya lo conocía, uno de los escritores japoneses más reconocidos y mejor ponderados, y el primer escritor japonés en ser reconocido con el Premio Nobel de Literatura, en el año de 1968. He leído varias de sus novelas, “El maestro de Go”, “País de Nieve”, “Lo bello y lo triste” y su inmortal “La casa de las bellas durmientes”, aún me quedan algunos por explorar y leer. Por el contrario, a Yukio Mishima no lo conocía hasta hace poco, cuando en un artículo en este año se resaltaba a algunos escritores que habían alcanzado el éxito y reconocimiento literario antes de los 25 años. A partir de ese artículo busqué la novela con que precisamente se hizo famoso tan joven, “Confesiones de una máscara”. Meses después, en mi librería favorita, Ábaco Libros y Café, en la ciudad de Cartagena de Indias, me encontré con esta Correspondencia que habían tenido Kawabata y Mishima a través de veinticinco años, lo que para mí fue como si hubiese encontrado un pequeño tesoro. Desconocía que eran amigos, que se escribieron y menos que tuvieran una relación casi de maestro-discípulo. Sin dudas ha sido una de las mejores lecturas que he tenido en este año, y a continuación comparto algunos detalles del libro y de la relación de ambos escritores. Yasunari Kawabata, nació en 1899 y Yukio Mishima, quien originalmente se llamada Hiraoka Kimitake, nació en el año de 1925. La correspondencia en el libro inicia en el año de 1945, con una respuesta del ya reconocido Kawabata, agradeciendo la obra que le había enviado el entonces joven de 20 años, Yukio Mishima. Kawabata publicaría su primera novela siendo también joven a mediados de los años 20, por el año 1926, sólo un años después del nacimiento de Mishima. Y esta es una de las tantas afinidades y coincidencias entre estos dos grandes escritores, que incluso los uniría hasta la muerte. Yukio Mishima se suicidó en el años de 1970, y Kawabata notablemente afectado se suicidaría también dos años después. Posterior a esa carta del maestro, Mishima responde con agradecimientos por los buenos comentarios sobre la obra que le había enviado. Y así inicia una secesión de misivas, todas llenas de cortesía, respeto, admiración y cariño, que claramente con el tiempo y los años se hacían cada vez más cálidas e íntimas. Mientras leía la correspondencia, y ver el desarrollo de esta amistad, no podía contenerme y a leer con mucha atención detalles que dieran pistas sobre acontecimiento o fechas importantes, como los procesos de creación de sus novelas, hechos históricos en los respectivos años, y por supuesto el Premio Nobel concedido a Kawabata en 1968, que preciso es uno de los años finales de la selección de misivas. Este momento es curioso, porque en el año de 1968 ambos ya eran reconocidos y considerados de los mejores escritores del siglo XX… El alumno había, en cierta forma, alcanzado al maestro, y ambos fueron durante décadas nominados al Premio Nobel. De hecho, y acá hago la primera señalización a una carta interesante: En la carta del 27 de Mayo de 1961, Kawabata envía una carta a Mishima. En donde inicialmente Kawabata aborda el tema del Pen Club, el cual fue el presidente en su país durante varios años, y quería vincular a Mishima. Y luego pide a Mishima que escriba una carta donde recomiende a Kawabata a la candidatura al Nobel de Literatura, para enviar a la Academia de Estocolmo. De hecho, en el apéndice final del libro, luego de la última carta en la selección, a inicios de los años 70, aparece la “Carta recomendado al señor Yasunari Kawabata para el Premio Nobel de Literatura 1961”, que a continuación comparto con ustedes: “Las obras de Kawabata unen la delicadeza con el vigor, la elegancia con la conciencia de los más bajo de la naturaleza humana; su claridad encierra una insoldable tristeza. Son modernas aunque directamente inspiradas en la filosofía solitaria de los monjes del Japón Medieval. La manera en que el escritor elige sus palabras demuestra qué sutileza, qué grado de estremecedora sensibilidad puede alcanzar la lengua japonesa; su estilo único, con una agilidad infalible, es capaz de ir directo al corazón de un hombre para expresar su sustancia, ya se trate de la inocencia de una jovencita o de la horrorosa misantropía del anciano. Una concisión extrema –la concisión cargada de sentido de los simbolistas- se instala en obras cortas que, a pesar de su brevedad, engloban todos los aspectos de la naturaleza humana. Para muchos escritores del Japón moderno, los imperativos de la tradición y el deseo de crear una nueva literatura se mostraron casi inconciliables. El señor Kawabata, sin embargo, con su intuición de poeta, ha superado esta contradicción para convertirla en una síntesis. En todos sus escritos, desde su juventud hasta nuestros días, se encuentra, como una obsesión, el mismo tema: el contraste entre la soledad fundamental del hombre y la inalterable belleza que se aprehende intermitentemente en las fulguraciones del amor, como un rayo que de pronto pudiera revelar, en el corazón de la noche, las ramas de un árbol en plena floración. Es un honor para mí recomendar a quien, más que ningún otro escritor japonés, presenta verdaderamente las cualidades requeridas para el Premio Nobel de Literatura” Yukio Mishima Otro momento importante, es el siguiente fragmento. La carta corresponde a la fecha de 2 de noviembre de 1948, en los primeros años de la larga relación entre la joven promesa de las letras, Yukio Mishima y el ya reconocido y mitificado Kawabata. La carta al inicio tiene una inscripción: "Esta carta, abierta por el ejército de ocupación norteamericano, lleva sello: "Verificado por la censura". Este fragmento me pareció especial porque Mishima, quien estaba muy joven aún, en esta carta desvela detalles de la que sería su obra maestra: "Confesiones de una máscara", que publicaría también muy joven: "(…) En estos últimos tiempos me volví perezoso, para vergüenza mía, y sólo escribo apresuradamente las cosas que había dejado abandonadas hasta el último minuto, pero me gustaría, para la obra que me han pedido las ediciones Kawade Shobo y a la que me tengo que dedicar a partir de fines de noviembre, emprender un trabajo de más largo aliento. Ya tengo título provisional: Confesiones de una máscara, y querría, ya que es mi primera novela autobiográfica, disecarme a mí mismo, con la doble resolución de la que habla Baudelaire: ser "tanto la víctima como el verdugo"; también querría torcerle el cuello a aquello en lo que mis lectores saben bien que he creído: el dios de la Belleza, para ver si sería capaz de volver a la vida. Se tratará de un análisis sin reservas, que voy a emprender con gran determinación, sabiendo que, sin duda, habrá quien rechace leer una sola página mía después de leer esta novela; en contraste, el que me diga que es "bella", me habrá comprendido de la manera más profunda. Pero dada la estrechez del ambiente literario en el Japón de la posguerra, es posible que todo mi trabajo quede, una vez más, sin ser entendido. Sé que su esposa, el otro día, estuvo enferma; me gustaría saber si ya se restableció. Ahora que vienen los primeros fríos, cuide mucho su salud". Mishima Yukio Otro fragmento que me pareció interesante, fue en la carta del 13 de Octubre de 1959, donde Kawabata le escribe a Mishima, y se alcanzan a percibir esbozos de su investigación sobre un tema que trataría en una de sus obras maestras: “La casa de las bellas durmientes”, que publicaría dos años después, en el año de 1961: “(…) Al partir de Karuizawa, este año, tenía la intención de aprovechar esta estadía para interrumpir los somníferos, pero no he llegado a hacerlo, especialmente porque recibí demasiadas visitas en el transcurso del mes de agosto. Usted hace alusión, sin duda, al medicamento del que habla el diario Sankei de esta mañana, en un artículo titulado: “El somnífero del terror, o V como Valamina”. En una palabra, estos somníferos se convierten en algo parecido a los estupefacientes o los estimulantes, lo que a mí también me produce temor (…)” Otro fragmento interesante e importante, se encuentra en una carta del 4 de Agosto de 1969, dos años antes del suicidio de Mishima, donde habla de la muerte y de diversos temas que lo atormentaban. “(…) Digo cosas cada vez más tontas, que seguramente le harán sonreír, pero de lo que tengo miedo no es de la muerte, sino de qué será del honor de mi familia después de mi muerte. Si alguna vez me sucediera algo, supongo que el mundo lo aprovecharía para sacar sus dientes, marcar mis menores defectos y hacer trizas mi reputación. Esto me da igual que si se burlaran de mí estando vivo, pero la idea de que se rían de mis hijos después de mi muerte me resulta insoportable. Seguramente, usted es la única persona que puede preservarlos de esto, así pues se los entrego completamente para el futuro. Sin embargo, también es muy probable que todo esto no conduzca a nada, que todos estos esfuerzos y sudores se reduzcan a la nada, que todo quede en el cansancio del renunciamiento; por otra parte, para un espíritu dotado de sensatez, esta hipótesis es la que tiene más posibilidades de suceder (¡noventa por ciento, sin duda!), y no obstante, rehúso a mirar esta realidad de frente. Es inevitable que algunos me acuses de huir de la realidad, debido a mi egoísmo, pero en lo que me concierne, nada detesto más en el mundo que las caras gordas de los realistas de anteojos. Espero tener la ocasión de verlo en el otoño. Con mis respectivos saludos, Yukio Mishima * El 24 de enero de 1971, en ocasión de las exequias públicas de Mishima en el templo de Tsukiji Honganji de Tokio, Kawabata, que presidía la ceremonia, leyó este fragmento de la carta, de gran sentido profético. Si bien, en este largo intercambio de misivas, podemos observar estos detalles, también podemos atisbar momentos históricos e ideológicos de importancia en la época, como los rastros de la tragedia en Hiroshima y Nagasaki, y algo que tanto Kawabata como Mishima temían y despreciaban, como fue la constante pero segura occidentalización de la sociedad japonesa, y diría que asiática. Y en esto punto, me genera mucho interés de que en todas las cartas no se mencione al gran Natsume Soseki, anterior a ambos escritores y de los más grandes escritores nipones y de la historia. Tan importante es, que en los colegios de Japón, sus libros son de lectura obligada. Y nunca lo mencionan, al menos en las cartas que intercambian y salen en este libro de correspondencia. Y esto me resulta interesante, porque por ejemplo “Kokoro”, una de las obras maestras de Soseki, fueron de gran influencia en la literatura occidental y mundial, en sí, una obra universal. Por lo que, podría decir, que hoy en día, a pesar de la irreversible occidentalización de la cultura, el Japón aún no ha perdido su magia y su identidad; claramente ha cambiado y evolucionado, pero aún mantiene su esencia. Y pruebo de ella, tengo que meter obviamente a Haruki Murakami, el gran escritor japonés contemporáneo, tan criticado en algunas ocasiones por la alta presencia y referencia a la cultura americana en sus novelas. Y como siempre he dicho, Murakami no inventa nada, eso es lo que pasa en Japón y su cultura, que desde inicios de siglos sufrió una trasformación. Y la prueba de que aún no se ha perdido la esencia, es el mismo Murakami y otros escritores nipones contemporáneos, que en sus obras dejan evidencia de que la esencia de la cultura japonesa, esa que tanto a mí me apasiona, aún sigue intacta. Pero no podemos ser ajenos a los cambios. En síntesis, como dije inicialmente, ha sido una de las mejores lecturas que he tenido este año. Es genial ver como se desenvuelve esta relación por correspondencia, y ver detalles más allá que no aparecen de forma explícita. Lo recomiendo enormemente, y seguramente volveré a leer algunas de las cartas en distintos momentos. Para los amantes y no amantes de Mishima y Kawabata, y de la literatura japonesa. Porque si te gusta, obviamente te va a encantar, y si no, seguramente vas a querer leerlos, luego de conocer detalles de sus obras, sus vidas, sus trabajos, sus pensamientos, temores y anhelos. 8.5/10