jueves, 1 de septiembre de 2016

Moby Dick (Herman Melville)

Herman Melville




Como casi todos, desde pequeño siempre había escuchado la historia… o la leyenda de Moby Dick. La ballena blanca y su lucha con un capitán de una embarcación. Desde adaptaciones de dibujos animados, que claramente fue el primer referente que tuve, hasta adaptaciones al cine, y distintas obras… pero ahora que he tenido la oportunidad de leer la versión completa y original de la novela de Herman Melville, puedo decir que ninguna de sus adaptaciones le hace justicia. Y al contrario, creo que han logrado difundir una versión un poco caricaturesca de la historia original. De hecho, siempre que leía en las listas de las mejores novelas de la historia, no me explicaba que estuviese Moby Dick… mentalmente le añadía un efecto sentimental. 

Luego de terminar la última página, hace pocos días, y durante la misma lectura, mis prejuicios se iban cayendo de forma abrupta, y al contrario, me iba encontrando con una de las mejores cosas que le pueden suceder a un lector… descubrir una lectura memorable, un clásico monumental de la literatura, y aparte de eso, una novela que te remueve, te sorprende, te conmueve, y que se quedará contigo para siempre. 

Desde el inicio, y durante sus casi 700 páginas, la novela es una travesía incierta, sin rumbo, donde sólo te basta conocer lo esencial: Moby Dick es una ballena, el capitán del “Pequod”, la embarcación ballenera, Ahab. Y Queequeg e Ismael, siendo estos dos últimos los que introducen a la historia, en especial Ismael, el narrador predominante de la novela, que inicia con la ya mítica frase: “Pueden ustedes llamarme Ismael”. Entre estos personaje fluye la historia, y nunca de forma cronológica o secuencial, sino a través de distintas figuras y géneros literarios, que mencionaré más adelante. 

Desde el primer capítulo, de los 135 capítulos que tiene toda la novela, Melville da enseguida una visión del significado del mar para él, y lo que representará en esta obra. Y como ese personaje que enseguida se queda con nosotros, Ismael, siente, vive y anhela el mar. Ismael es ese personaje, que si leemos la biografía de Melville, termina siendo un alter ego, y un fiel reflejo del escritor. Hay muchas descripciones, especialmente pensamientos de Ismael, que sirven para construir ese imaginario sobre el mar y la navegación. Alusiones religiosas, a la mitología y la filosofía. En el segundo capítulo, "El Bolso de Viaje", como describe esa isla antológica "Nantucket", que por cierto, es real, y que es la cuna ballenera. Y en el tercero, "La posada, El chorro de la ballena", que me pareció estupendo. Acá Ismael va a un lugar a buscar habitación, y como está lleno, le toca compartir con un hombre negro, que le dicen caníbal, porque se dedica a vender cabezas, jejeje. Toda esa descripción, cuando el hombre llega a la habitación, e Ismael describe absolutamente todo, cómo lo ve, con sus prejuicios e ignorancia, y por lo tanto miedo... y como se desenvuelve la escena. Todo en ese capítulo me pareció excelente. Además, de que es la introducción al personaje de Queequeg. Quien acompañaría a Ismael en el viaje a bordo del  “Pequod”.

Y con estos dos personajes transcurren un poco más de las primeras 100 páginas de la novela. Melville deja que acerques a ellos, te identifiques, los analices, los entiendas y te encariñes con ellos… para desaparecerlos, no totalmente, pero sí de manera drástica en los próximos capítulos. Y el cambio, no es sólo en los personajes, sino que empiezan los cambios de Melville en la narración, el narrador, el género, el estilo, en fin… 

Adelantado para su época, Melville rompe esquemas en la estructura narrativa de la novela, que aún hoy en día resultan impresionantes, por los distintos estilos utilizados en una misma obra. Desde la narración en primera persona, hasta los cambios abruptos en tercera persona, la estructura teatral y operística de algunos capítulos, que se alternan con coros musicales... con todos los elementos de estos: indicación de espacios e interiores... sin olvidar, las irrupciones abruptas en la narración de la historia, con capítulos donde mezcla: el ensayo, textos científicos, explicación de términos de los cetáceos y su clasificación, el diccionario y enciclopedia de cetáceos, los distintos platos gastronómicos con la ballena, el proceso y los instrumentos para la caza de las ballenas, la descripción física y por partes detalladas de una ballena, los huesos de la ballena... en fin... Ismael regresa más adelante, en una de sus distintas voces, ya que en medio de la lectura, nos damos cuenta que él mismo es que el utiliza distintas voces, y es interrumpido, cuando entra en escena el escenario teatral donde cada uno de los personajes representa su propia voz, o en los monólogos de los otros personajes. Por eso, es de agradecer que el mismo Melville avisa con una información en paréntesis, cuando cambia la voz narrativa. 

Y además de todos estos elementos, tener la habilidad de mezclar estupendas descripciones de espacios (externos) y de sus personajes (internos), de los que logra gran acercamiento psicológico, junto con escenas de acción y de gran emoción... y ambos elementos mezclarlos con descripciones técnicas del oficio específicamente de un barco ballenero, como por ejemplo, cuando en medio de una escena de acción de la caza de una ballena, te empieza a hablar, sin interrumpir la acción, sobre la importancia de los arponeros, etc. 

Con todo esto, vuelve lo que había mencionado inicialmente, la fuerte carga simbólica en la prosa, de elementos mitológicos, metafísicos, psicológicos, socioculturales... en fin, tantos elementos, que sin duda me han sorprendido gratamente. Y me hacen clasificarla sin dudas como una obra de carácter universal, y además muy ambiciosa, justificando el gran trabajo que le tomó a Melville escribirla... pero cumple con todas sus pretensiones.

Por lo tanto, se me hace difícil al tiempo clasificarla o calificarla en un solo género. O hablar de ella, sin utilizar adjetivos superlativos. Porque todo en esta novela es grande. Durante cada capítulo, me encontraba a la expectativa, porque no sabía conque nuevo elemento saldría Melville en la narración. 

Y el mismo misterio o aura místico con que se trata a Moby Dick y las ballenas en general, es algo increíble. La primera vez que se menciona a la ballena, es también luego de las primeras 100 páginas, y su primera aparición es mucho más allá, jeje. Ni decir, del crucial enfrentamiento entre Moby Dick y al capitán Ahab, que no llega sino hasta las últimas páginas. Como un poema y una aventura épica, Moby Dick fluye, y en cada página se va cimentando como una novela monumental, y que muchos otros clásicos de la literatura, y obras modernas y contemporáneas, que etiquetan de transgresoras, palidecen junto a las dimensiones alcanzadas por Melville en Moby Dick... porque no sólo es el cuento de la ballenita.
Hay momentos que se me quedan en la memoria, como la comparación que se hace de la ballena con los elefantes, de toda la descripción física de la ballena, de su orificio superior, el capítulo sobre el fósil de la ballena, la disección sobre cada uno de los huesos del mamífero, el discurso de Ahab cuando ya se encuentra a las puertas del enfrentamiento con su enemigo, la descripción de la ballena Moby Dick, que la describe como un ente divino, y a la vez un ente de mal y de destrucción: un leviathan… y con todas esas descripciones y momentos, podemos ir comprendiendo o llegar a comprender un poco lo que representa esa monumental ballena: el mismo universo, la misma humanidad, el mundo, el ser vivo y el humano… absolutamente todo. 

Y así como hay un mítico inicio, ese mítico párrafo final… para que vean que toda la novela es de dimensiones bíblicas: 

“Entonces volaron pájaros pequeños, chillando sobre el abismo aún abierto; una tétrica rompiente blanca golpeó contra sus bordes escarpados. Después, todo se desplomó y el gran sudario del mar volvió a extenderse como desde hacía cinco mil años”

Se baja el telón… y el epílogo de Ismael cerrando la obra. :)


Puntuación:

10/10




Algunos fragmentos (son muchos): 


1
"Como ya he insinuado, no tengo la menor objeción contra la fe de ninguna persona, sea la que fuere, mientras esa persona no mate o insulte a otra persona por el hecho de que esa persona no participe de la misma fe. Pero cuando la religión de un hombre se vuelve realmente insensata, cuando es un verdadero tormento y, en suma, convierte a esta tierra nuestra en una posada harto incómoda para alojarse en ella, entonces creo que ha llegado el momento de llevar a ese individuo aparte y discutir la cosa con él. Es lo que hice con Queequeg".

(Ismael a Queequeg)


2
"- ¿Conque me abandonan?... - murmuró Ahab, mirando el agua.
Esas palabras parecían muy simples, pero el tono revelaba una profunda, desolada tristeza que el viejo demente nunca había demostrado antes. Pero volviéndose hacia el timonel, que hasta ese momento había mantenido la nave contra el viento para aminorar su marcha, gritó con su vieja voz de león:
- ¡A favor del viento, timonel! ¡Mantén la ruta alrededor del mundo!
¡Alrededor del mundo! Hay mucho en estas palabras que inspira sentimientos altivos; pero ¿adónde conduce esa navegación circular? A través de innumerables peligros, sólo nos devuelve al mismo lugar del cual partimos, donde aquellos que hemos dejado atrás a buen reparo han estado siempre ante nosotros.
Si este mundo fuera una llanura ilimitada y si, navegando hacia el oriente, pudiéramos abarcar nuevas distancias y descubrir panoramas más dulces y extraños que todas las Cícladas o las islas del Rey Salomón, entonces el viaje significaría una promesa. Pero de qué sirve perseguir esos lejanos misterios con que soñamos, o ir tras ese fantasma demoníaco que tarde o temprano nada frente a todos los corazones humanos... Esta cacería en torno al globo nos pierde en estériles laberintos o nos hunde a mitad de camino."

(Moby Dick, de Herman Melville)

3.

"—Es su estela sin falta, sin embargo; pero sigamos esa estela,
eso es todo. Eh, timonel, derecho, como vas y como ibas.
¡Qué delicioso día otra vez! Aunque fuera un mundo recién
hecho, y hecho para gloria de los ángeles, y esta mañana fuera la
primera en que se les abriera de par en par, no podría haber
alboreado un día más claro sobre el mundo. Aquí habrá materia
para los pensamientos, si Ahab tuviera tiempo para pensar, pero
Ahab no piensa nunca, solamente siente, siente, siente; eso ya le
hormiguea bastante a un hombre mortal: pensar en audacia.
Sólo Dios tiene ese derecho y privilegio. Pensar es, o debería
ser, una frialdad y una calma; y nuestros pobres corazones laten,
y nuestros pobres cerebros palpitan demasiado para eso. Y sin
embargo, a veces he pensado que mi cerebro estaba muy tranquilo,
en calma helada, este viejo cráneo se resquebraja así, como
un vaso cuyo contenido se ha vuelto hielo, y lo rompe. Y sin
embargo, este pelo crece ahora; en este momento crece, y el
calor debe criarlo; pero no, es como esa especie de hierba común
que crece en cualquier sitio, entre las grietas terrosas del
hielo de Groenlandia o en la lava del Vesubio. Cómo lo agitan los vientos salvajes, lo azotan en torno a mí como los jirones
desgarrados de las velas partidas azotan al barco zarandeado a
que se agarran. Un viento vil que, sin duda, ha soplado antes
por pasillos y celdas de cárcel, y salas de hospital, y las ha ventilado,
y ahora viene soplando tan inocente como piel de cordero.
¡Fuera con él! Está manchado. Si yo fuera el viento, no soplaría
más en el mundo miserable y perverso. Iría a gatas, no sé dónde,
a una cueva, y me escurriría allí. Y sin embargo, ¡qué cosa
noble y heroica, el viento! ¿Quién lo ha dominado jamás? En
toda pelea él tiene el último y más amargo soplo. Corred contra
él en justa, y no haréis sino pasar a través de él. ¡Ah! es un viento
cobarde que hiere a hombres desnudos, pero no se yergue
para recibir un solo golpe. Hasta Ahab es algo más valiente,
algo más noble que eso. Ojalá el viento tuviera ahora un cuerpo;
pero todas las cosas que más exasperan y ofenden al hombre,
todas esas cosas son incorpóreas, aunque sólo incorpóreas como
objetos, no como agentes."


4.

"Una suave alegría, una poderosa suavidad de reposo con
velocidad revestía a la ballena en su avance. Ni el blanco toro
Júpiter escapando a nado con la raptada Europa agarrada a sus
graciosos cuernos, y con sus ojos atentos, maliciosos y enamorados,
mirando de medio lado a la doncella, al navegar, con
suave rapidez hechizadora, hacia su escondrijo nupcial en Creta;
ni Jove, esa gran majestad suprema, superó a la glorificada ballena
blanca al nadar de modo tan divino.
A cada uno de sus suaves lados —coincidiendo con la onda
dividida, que, después de elevarla, luego se separaba tanto en
su fluir—, a cada uno de sus claros lados, la ballena derramaba
seducciones. No era extraño que entre sus cazadores algunos
hubieran sido tan arrebatados y seducidos por toda esa serenidad,
que se hubieran atrevido a asaltarla, para encontrar fatalmente
que esa quietud no era sino el disfraz de los huracanes.
Pero tranquila, seductoramente tranquila, ¡oh, ballena!, avanzas
deslizándote, y para todos los que te miran por primera vez, no
importa cuántos puedas haber engañado y seducido antes de ese
modo.
Y así, a través de las serenas tranquilidades del mar tropical,
entre olas cuyas palmadas quedaban suspendidas por el éxtasis,
Moby Dick se movía, aún escondiendo a la vista todos los
terrores de su mole sumergida, y ocultando por entero el retorcido
horror de su mandíbula. Pero pronto su parte delantera se
elevó lentamente del agua; por un momento todo su cuerpo
marmóreo formó un gran arco, como el Puente Natural de Virginia,
y, como un aviso, agitó en el aire su cola igual que una
bandera: el gran dios se reveló, se zambulló, y desapareció de la
vista. Deteniéndose aleteantes y picando en el vuelo, las blancas
aves marinas se demoraron anhelantes sobre el agitado charco
que dejó.
Con los remos alzados, y los canaletes bajos, y con las escotas
de las velas sueltas, las tres lanchas seguían flotando tranquilamente,
en espera de la reaparición de Moby Dick."

5.

"Starbuck vio al viejo; le vio cuánto se asomaba sobre la
borda, y pareció escuchar en su propio corazón sincero el desmedido
sollozo que escapaba del centro de la serenidad que le
rodeaba. Con cuidado de no tocarle, ni de ser advertido por él,
se le acercó, sin embargo, y se quedó a su lado.
Ahab se volvió.
—¡Starbuck!
—Capitán.
—¡Ah, Starbuck! El viento es suave, suave, y el cielo tiene
un aspecto suave. En un día así, con una dulzura muy parecida a
ésta, hería mi primera ballena: ¡un muchacho arponero de dieciocho
años! Hace cuarenta años... ¡cuarenta, cuarenta! ¡Cuarenta
años de continua pesca de ballenas! ¡Cuarenta años de
privaciones, de peligros y de tormentas! ¡Cuarenta años en el
mar despiadado! ¡Durante cuarenta años, Ahab ha desdeñado la
tierra pacífica; durante cuarenta años, para guerrear con los
horrores de lo profundo! Sí, y de esos cuarenta años, Starbuck,
no he pasado ni tres en tierra firme. Cuando pienso en la vida
que he llevado; en la desolación de soledad que ha sido; en el
emparedado y amurallado aislamiento de un capitán, que deja
muy poca entrada a cualquier simpatía de la tierra verde que le
rodea... ¡Ah, fatiga, pesadez! ¡Esclavitud de costa de Guinea que
es el mando solitario! Cuando pienso en todo esto, que antes
sólo sospechaba a medias y no sabía tan penetrantemente; y en
cómo, durante cuarenta años, me he alimentado de salazones —
adecuado símbolo del seco alimento de mi alma—; mientras el
más pobre habitante de tierra firme tiene a mano diariamente
frutos frescos y parte el pan fresco del mundo, en vez de mis
costras mohosas; lejos, a océanos enteros de distancia de esa
joven esposa niña con quien me casé pasados mis cincuenta
años, zarpando al día siguiente para el cabo de Hornos, y dejando
un solo hueco en mi almohada matrimonial... (¿esposa? ¿esposa?:
más bien viuda con el marido vivo); sí, he hecho viuda a
esa pobre muchacha al casarme con ella, Starbuck; y luego la
locura, el frenesí, la sangre hirviente con que en mil ataques en
la lancha el viejo Ahab ha perseguido a su presa con furia espumeante
(¿más demonio que hombre?); ¡sí, sí! ¡qué cuarenta años
de loco! ¡loco, loco! ¡viejo loco, ha sido el viejo Ahab! ¿Por qué
este empeño de la persecución?, ¿por qué fatigar y paralizar el
brazo en el remo y el arpón y la lanza? ¿Qué ha ganado o mejorado
ahora con eso Ahab? Obsérvalo. ¡Ah, Starbuck!, ¿no es
duro que, con esta fatigosa carga que llevo, me hayan arrebatado
de debajo una pobre pierna? Aquí, échame a un lado este
viejo pelo; me ciega tanto que parece que lloro. Un pelo tan
canoso nunca ha crecido sino de alguna ceniza. Pero ¿parezco
muy viejo, Starbuck, muy viejo? Me siento mortalmente débil,
doblado, jorobado, como si fuera Adán, tambaleándose bajo los
siglos apilados desde el Paraíso. ¡Dios, Dios, Dios!, ¡quiébrame
el corazón, desfóndame el cerebro! ¡qué burla, qué burla!
¡amarga y mordaz burla del pelo gris!, ¿acaso he vivido bastantes
alegrías como para llevarlo, y parezco y me siento tan intolerablemente
viejo? ¡Acércate! quédate a mi lado, Starbuck; déjame
mirar unos ojos humanos; es mejor que otear al mar o al
cielo; mejor que otear hacia Dios. ¡Por la tierra verde; por el
claro hogar! Este es el espejo mágico, en tus ojos veo a mi mujer
y mi hijo. ¡No, no! ¡quédate a bordo, a bordo! ¡No bajes a la
lancha cuando vaya yo; cuando el marcado Ahab persiga a Moby
Dick Ese peligro no ha de ser para ti! ¡No, no con el remoto
hogar que veo en estos ojos!"

6.

"Probablemente habréis visto muchas embarcaciones extrañas, lugres de pies cuadrados, montañosos juncos japoneses, galeotas como latas de manteca, y cualquier cosa; pero os aseguro que nunca habréis visto una extraña vieja embarcación como esta misma extraña y vieja Pequod. Era un barco de antigua escuela, más bien pequeño si acaso, todo él con un anticuado aire de patas de garra. Curtido y atezado por el clima, entre los ciclones y las calmas de los cuatro océanos, la tez del viejo casco se había oscurecido como la de un granadero francés que ha combatido tanto en Egipto como en Siberia. Su venerable proa tenía aspecto barbudo. Sus palos -cortados en algún punto de la costa del Japón, donde los palos originarios habían salido por la borda en una galerna-, sus palos se erguían rígidamente como los espinazos de los tres antiguos reyes en Colonia. Sus antiguas cubiertas estaban desgastadas y arrugadas como la losa, venerada por los peregrinos, de la catedral de Canterbury donde se desangró Becket." 

7.
(...)
"Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un nuevo noviembre húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondria me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda. Es mi sustituto de la pistola y la bala. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo me embarco pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano." 

8.
(...)
"Las aguas que le rodeaban se iban hinchando en amplios círculos; luego se levantaron raudas, como si se deslizaran de una montaña de hielo sumergida que emergiera rápidamente a la superficie. Se intuía un rumor sordo, un zumbido subterráneo...Todos contuvieron el aliento al surgir oblicuamente de las aguas una mole enorme, que llevaba encima cabos enmarañados, arpones y lanzas. Se elevó un instante en la atmósfera irisada, como envuelta en una grasa de finísima textura, y volvió a sumergirse en el océano. Las aguas, lanzadas a treinta pies de altura, fulgieron como enjambres de surtidores, para caer luego en una vorágine que circuía el cuerpo marmóreo de la ballena. "

9.
(...)
“Me parece que lo que llaman mi sombra aquí en la tierra es mi verdadera sustancia. Yo pienso que, al observar las cosas de manera espiritual, nos parecemos mucho a las ostras mirando el sol desde el mar y creyendo que la densa agua es la más fina de las atmósferas. Yo creo que mi cuerpo no es nada más que la escoria de mi mejor ser. De hecho, que se lleven mi cuerpo, quienquiera que vaya a hacerlo, digo, ése no soy yo.”

10.
(...)
“Hay ciertos raros momentos y ocasiones en los que este extraño y enrevesado asunto al que llamamos vida, en el que un hombre toma todo de este universo como una broma pesada, y aunque sólo llega a discernir su gracia vagamente, tiene más que sospechas de que la broma no es a expensas de nadie, sino de él mismo. De cualquier manera, nada descorazona y nada parece cuestionable. Él engulle todos los acontecimientos, todos los credos, todas las convicciones, todas las cosas duras, visibles e invisibles, sin importarle nunca lo nudosas que sean; como un avestruz de poderosa digestión que engulle las balas y pedernales.”

11.
(...)
"¿Qué son los derechos humanos y las libertades del mundo sino peces sueltos? ¿Qué son las ideas y opiniones de los hombres sino peces sueltos? ¿Qué es el principio de la creencia religiosa sino un pez suelto? ¿Qué son los pensamientos de los pensadores para los literatos palabreros, contrabandistas y ostentosos? ¿Qué es el mismo gran globo sino un pez suelto? ¿Qué eres tú, lector, sino un pez suelto y también un pez sujeto?"


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