El
último libro de la poeta y escritora colombiana Piedad Bonnett es una extensa
confesión personal, en donde recorre, revive e hilvana los recuerdos que guarda
sobre su hijo Daniel. Retrocede a cada uno de esos momentos para atisbar algún
gesto o mirada no percibida. Buscando respuestas, reviviendo escenarios,
indagando en la niebla desolada de su mente y escribiendo, solamente como una
forma de mantenerlo vivo.
Dividido
en 4 capítulos, desde “Lo Irreparable”, “Un precario equilibrio”, “La cuarta
pared” hasta “El final”, Piedad nos regala y nos comparte este relato intimista
sobre una de las peores tragedias que puede ocurrir en una familia, en especial
a una madre.
Este viaje
personal y ajeno al que la escritora nos invita a pasar, inicia por “Lo
irreparable”. Por el desenlace anunciado que el lector conoce en las primeras páginas
e incluso antes de abrir el libro: el suicidio de Daniel. La introducción no es
cómoda, te recibe inmediatamente una atmósfera oscura, pesada y cargante que te
acompaña durante todo el texto.
El desconcierto
de una madre. La narración es voluble, selectiva y dispersa, así como los
mismos pensamientos y recuerdos que todos tenemos. Recuerdos del pasado, los
momentos malos y buenos. El avance progresivo de ese pasado que ya es lo único
que queda de Daniel y ese presente que ya no existe.
Confieso
que en las primeras páginas sentí que aunque la historia era dura y respetaba
el dolor de la autora, no lograba atraparme. Su prosa me resultaba bastante
sencilla, directa e incluso anecdótica. O quizás porque me costó entrar
inmediatamente en esa atmósfera pesada y cargante, que si bien estaba llena de
dolor, aún no alcanzaba a percibir la poesía.
Además de esa tendencia
(totalmente entendible) de las madres a sesgarse por sus propios hijos, sobre
todo cuando se busca atesorar un recuerdo, un testimonio y un legado.
Luego que
pasé las primeras páginas fui comprendiendo que la escritora era consciente de
todos esos detalles, que precisamente ella misma lo comenta en uno de los
apartes del texto y no lo niega. Sin duda, la parte en donde me atrapó, fue
cuando empezó con sus distintas reflexiones sobre la muerte, el suicidio y la
vida. Varias de esas reflexiones me gustaron mucho. Cuando Piedad empieza a
hablar abiertamente sobre “Lo que no tiene nombre”, los temores de la sociedad
de hablar abiertamente sobre el tema y la forma como lo describe desde su alma
desnuda y sus entrañas. Y como a la vez, es capaz de alegrarse y alejar momentáneamente el dolor para
realizar afirmaciones duras, contundentes, lúcidas y críticas.
También
hubo dos cosas que me parecieron interesantes. Primero vislumbrar todo el imaginario
de una madre y lo mucho que está ligada con su hijo, sin dudas muchas veces percibiendo
las cosas que no se dicen. Y segundo, lo identificado que me sentí con Daniel
en algunas cosas, sobre todo en la época inicial, cuando sufrió de un terrible
acné. Yo lo tuve y comprendo lo acomplejado y mal que debió sentirse, incluso
cómo pudo ser uno de los detonantes de su enfermedad mental. Aunque esta etapa,
los que sufrimos alguna vez de un acné severo, es al mismo tiempo una etapa de
aprendizaje, una vez lo llegas a controlar, a aceptarlo, sobrellevarlo y
afrontarlo.
Ya cuando
su enfermedad por fin es identificada y debe consumir pastillas para
controlarla, pues entra en ese dilema al que se enfrentan todas las personas
medicadas que se ven disminuidas en algunos aspectos por los efectos
secundarios de las medicinas. Además de su decisión de abandonar el arte e
intentar por un oficio más monótono que le hiciese pensar lo menos posible en
sí mismo. Todo ese relato me pareció totalmente conmovedor. Y sobre todo, los
esfuerzos de la madre en tratar de entender lo más posible todo lo que pasó. Porque
hay cosas que solamente sabe con detalle quien las piensa y las maquina.
Muchas
veces nos inventamos y creamos historias para sobrellevar nosotros mismos
nuestro dolor, y es totalmente valido. Algunos de los miedos de Daniel, incluso
se referían a la comodidad, el sostenimiento, el fracaso, el futuro, en fin,
varias de esas características fundamentales de la sociedad contemporánea, que
quizás también esté enferma.