La película más reciente del reconocido y prestigioso cineasta alemán, Wim Wenders, ganadora del premio a Mejor Actor en Cannes (excelente Kôji Yakusho) y nominada a Mejor Película Internacional en los Oscars por Japón (ganándole a “Monster” de Hirokazu Koreeda, aunque ambas películas me gustaron). Me parece una película muy bella, nostálgica y contemplativa que celebra el milagro de la vida y de la existencia, del día a día, y de darle significado a las pequeñas cosas. A la vez, que aboga por la dignificación de todos los trabajos, entre ellos el que ejerce el protagonista. Porque algunos empleos son vistos socialmente como degradantes y en muchos países desarrollados, incluso muchas veces se dejan para que lo ejerzan los inmigrantes o miembros de poblaciones históricamente segregadas.
El protagonista (Hirayama) trabaja como limpiador de baños públicos y se traslada durante gran parte del día por distintos lugares, muchos de ellos sitios al aire libre como parques para cumplir su labor. Es muy comprometido, puntual y respetuoso, limpia con minuciosidad e incluso invierte en algunos implementos que usa para que el resultado sea más efectivos. Está totalmente entregado al servicio y está convencido de que su trabajo puede hacer más agradable la vida de los otros.
Hirayama parece estar satisfecho con su oficio, y ante la menor muestra despectiva de algún usuario, él siempre tiene una sonrisa de regalo o desvía la mirada hacia los árboles o algún objeto del paisaje que le genera curiosidad y asombro. Durante la primera parte del metraje nos muestran de forma detallada su día a día y somos conscientes del paso del tiempo y de la reiteración, pero logramos acostumbrarnos por un momento a su propio ritmo, y al hacerlo identificamos los pequeño cambios que se presentan en cada día, así realice la mista rutina. Tanto nos podemos involucrar en su rutina que quizás hasta olvidemos que el protagonista durante esa parte no emite ni pronuncia una sola palabra.
A medida que avanza el metraje, descubrimos que el juicioso limpiador de baño alterna su oficio con inusuales pasiones y aficiones artísticas, como por la literatura, la música y la fotografía. Pero no simples hobbies, sino que encontramos una biblioteca personal enorme, al igual que colecciones de clásicos de la música en cassette, y diversas cajas llenas de fotografías que él mismo toma durante sus breves espacios de descanso en medio del día.
De forma detallada observamos su cotidianidad, mientras nos contagiamos de su entusiasmo y estoicismo; pero a medida que avanza a la historia y Hirayama tiene encuentros con otras personas, quienes le hacen hablar por primera vez, podemos tener un pequeño atisbo a su pasado. Y con esa otra parte del paisaje podemos indagar y reflexionar sobre temas como las decisiones de vida que se toman en contra de la familia o la sociedad, sobre el sentimiento de no encajar, sobre la inevitable soledad, pero a la vez, del efecto sanador y catártico del arte. Me parece la mejor película de Wenders en los últimos años, aparte de sus siempre excelentes documentales, y es una película para sumergirse en las imágenes, los detalles y la interpretación de Kôji Yakusho, quien trasmite todo con la mirada y sus gestos. Y gracias a ellos podemos ver, que a pesar del estado de armonía alcanzado con su realidad, también se oculta un dolor del pasado y una lucha (y resistencia) del presente.
Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)
No hay comentarios :
Publicar un comentario