Curiosa y breve novela con el particular estilo de la escritora belga de origen japonés, Amélie Nothomb. Llena de tragedia, maldad y un pulso constante con la oscuridad y la exploración de los recovecos más siniestros del ser humano.
En esta historia, implacable, la miseria del espíritu se refleja en el cuerpo, como ya Nothomb ya ha hecho en anteriores obras, mostrando una interesante correlación. Seres lastimados, tristes, abandonados y contrariados que vagan en el mundo.
En esta ocasión con la historia trágica de una pareja joven, quienes tienen una hija, bajo la engañosa ilusión de la juventud. Al poco tiempo todo se derrumba, y la madre desquiciada mata a su esposo, por razones aparentemente superficiales, y luego de concebir a su hija en prisión, se suicida, dejando a la pequeña huérfana a merced del mundo, y bajo la maldición de su pasado sanguíneo.
La niña queda al cuidado de su tía, hermana mayor de su madre, que tiene dos hijas, y que la acoge como si fuese tu tercera e hija menor. Pero desde el momento que queda en sus manos, la tía la trata como una princesa, y deposita todas sus esperanzas y sueños fallidos en ella, por su encanto, belleza, y el parecido con su fallecida hermana, a la que también quería mucho a pesar de sus decisiones.
El proceso de crecimiento de Plectrude, el nombre con el que su desquiciada madre la bautizó en la cárcel, y la marcó de por vida para la desgracia. Está lleno de ostentación y mimos de su tía, que la trata de forma diferente a sus otras dos hijas… aunque no siempre en la presencia de las otras, ni de su esposo. Incluso se niega a enviarla al colegio, y le mete por los ojos el ballet. Aunque luego es obligada a ir a clases para formarse, incluso si quiere ser bailarina, lo que desencadena un gran drama en su vida.
Es una historia dura, y además se exhiben los efectos del amor maternal enfermizo, y la de la maldición de los padres hacia sus hijos.
Está narrada con sencillez, pero con una prosa limpia y minimalista, que caracteriza a la escritora, sin muchos artificios, pero con descripciones directas, secas, y un buen manejo del tiempo, del ritmo, de la narración y las ideas que intenta expresar. Los eventos y las escenas pueden quedar eficazmente construidos en un párrafo, en una línea o en pocas palabras.
Sus personajes son muy bien trabajados y descritos, además que gozan de la virtud de la síntesis de la palabra para fluir junto con la narración. Me parece una escritora muy hábil, y con un estilo plenamente identificable, que le rinde mucho. Y no por eso es superficial.
La novela, es una interesante exploración a la relación madre-hija, a la repetición de los patrones, de los deseos, el desprecio y la negación, y de la inevitable desgracia de un ser humano marcado por su genética. Además de un retrato particular y traumático de la adolescencia femenina. Pero al tiempo, la historia en su tramo final pierde un poco de fuerza, y su discurso queda un poco opacado o refutado por un destello de luz, que quizás es la misma luz y esperanza con que la autora se mira a sí misma, y a sus creaciones.
Incluso para generar un poco de caos, la misma autora hace presencia al final de la historia, trayendo consigo la catarsis y el inevitable destino. Lo que no sé si me pareció tan bien recuerdo, y le hizo perder un poco de fuerza y contundencia a la historia, teniendo en cuenta todo su planteamiento.
Fragmento de la novela:
"El pronóstico no estaba a la altura de lo que ocurrió: dos días más tarde, el cerebro de Plectrude había sacado provecho de las fastidiosas e inútiles letras que creía no haber asimilado en clase y había encontrado la coherencia entre los signos, los sonidos y los sentidos. Dos días más tarde, leía cien veces mejor que los mejores alumnos del curso preparatorio. De lo que se deduce que sólo existe una llave para acceder a la sabiduría, y es el deseo".
(Diccionario de nombres propios, de Amélie Nothomb)
6/10
Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)
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