Tengo un enorme respeto y aprecio por la directora, guionista, actriz y cantante canadiense Sarah Polley, quien ha dirigido dos excelentes películas y un gran documental (Lejos de ella, Take This Waltz, Stories We Tell), por lo que el anuncio de “Women Talking” me despertó cierta expectativa. Polley adapta conjuntamente con la autora, Miriam Toews, el guión de su libro del mismo nombre. Toews, quien nació en una comunidad menonita conservadora, se inspira para su novela en los hechos ocurridos y denunciados en una colonia menonita en Bolivia entre los años 2005 y 2009, en donde mujeres y niñas se levantaban adoloridas y con evidencia de abuso sexual. Con el tiempo y gracias a otros hombres de la colonia se descubrió que algunos hombres de la comunidad drogaban con anestésicos para animales a las mujeres para poder abusar de ellas. Entonces Toews en su libro adapta esta historia pero imaginando un rumbo diferente, haciendo que las mismas mujeres descubran la verdad y se reúnan para planear tomar acciones al respecto. Polley lleva al cine esta adaptación junto a la autora y hasta ahora la he visto dos veces. La primera vez no me gustó mucho, y en el segundo visionado me gustó un poco más. Ahora explicaré por qué:
En el primer visionado la sentí un poco falsa, a pesar de que la película reafirma desde el inicio que es un “ejercicio o acto de la imaginación femenina”, lo que de inmediato da anuncio y permiso al artificio. Y en esa línea de ideas me choca muchas veces el contexto que se presenta al no coincidir en muchos aspectos con la trama y los personajes, dejando la coherencia de un lado. Por lo que incluso en el segundo visionado volví a sentirla como un ejercicio quizás excesivamente controlado intencionalmente para trasmitir un mensaje que cale en la conversación actual. A la vez, siento que en la inmersión del discurso se pasa por encima de un problema que aún hoy en día sigue afectando a ciertas poblaciones y familiares; porque hay un dato que nos ubica y quizás desconcierte a algunos espectadores, que ocurre cuando se encuentra pasando un camión que dice estar recogiendo los datos para el censo del 2010. Desconcierta porque si no conoces el caso real, y ves el tono gris y descolorido con que se presenta la película, que para mí tampoco es muy acertado ni necesario, porque afecta un poco a la fotografía, que por otro lado tiene una muy buena ejecución y serie de tomas y planos, que hubiesen quizás brillado más en un blanco y negro; entonces si ves esta presentación y el vestuario, pensarías que ves una película de época, y te sorprende al saber que incluso hoy en día permanecen éstas colonias conservadores apartadas del mundo.
Pero habiendo mencionado mis contras tras el primero visionado, ahora mencionaré algunas cosas que ya no me molestaron tras el segundo visionado: A pesar de que hay cosas que mencioné en la primera parte que me siguen molestando, esta vez traté de meterme más en la propuesta y en el ejercicio al que te invitan las autoras, y logré disfrutarla un poco más y apreciar los detalles virtuosos de la cinta, como parte de su guión y sobre todo las actuaciones del reparto, resaltado a Rooney Mara, Claire Foy, y Jessie Buckley, pero las demás mujeres y las niñas también brillan. Y dentro de su propuesta me gusta el mensaje y la reflexión alrededor del empoderamiento femenino, los matices y las distintas reacciones de las víctimas de los abusos sobre los distintos actos de violencia y represión sufridos de por vida y sobre el patriarcado. También me gustó esa bella reflexión y mirada que ofrecen con respecto a los hombres, tanto a los hijos de ellas mismas, aún inocentes, como la de los adultos que crecieron bajo unas ideas y unas expectativas sobre lo que tenían que hacer y cómo comportarse, sobre su propia naturaleza y el mismo adoctrinamiento de las mujeres para perpetuar su vulnerable posición. También las reflexiones, la problematización y la interpretación de la religión, como máxima herramienta política y social de control del establecimiento en esas comunidades. Y por último, también rescato los mensajes de unión y fortaleza para tomar la difícil decisión de irse y abandonar aquello que se ama y la ilusión de un paraíso prometido, al que estarían renunciando con sus actos, pero siguiendo su propia intuición maternal y femenina, a pesar de carecer de la educación, que era exclusiva de los hombres.
Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)
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