La literatura árabe tiene mucha similitud con los lugares que ya hemos visitado anteriormente (África, Japón, India), teniendo como base primaria el siglo VI, que marca la llegada de la principal fuente literaria de la cultura árabe: El Corán. Anteriormente al Corán, se reconoce como la época de la ignorancia, por la ausencia de las normas y virtudes del libro sagrado, aunque precisamente ese nombre cae preciso a la insuficiencia y nulidad de textos escritos.
El mundo árabe, como comentaba en el pasado mini ciclo africano, tiene también una gran tradición oral, las historias y los contadores de historias, que intercambiaban historias populares como la de Simbad. Posteriormente, dos siglos después se popularizaron las colecciones de historias y poemas. En el siglo VIII fue muy importante la poesía árabe, que tuvo al llamado Poeta del Profeta. Lo que también desencadenó una serie de estudios literarios y producción literaria alrededor de la figura del profeta Mahoma.
Así como la Biblia marcó gran parte de la cultura de las civilizaciones cristianas y católicas, el Corán marcó desde el punto ideológico, político, religioso, moral, etc, a toda la civilización árabe.
La literatura árabe siguió desarrollándose alrededor del Corán y el profeta Mahoma. Estableciéndose los concursos de interpretación, o las obras literarios de comentarios sobre el libro sagrado, entre otros. Lo que permitió el desarrollo de un gran género para el pueblo árabe, la biografía. Que obviamente ahondaba en la vida e historia tras el profeta Mahoma. Pero también tuvieron los primeros contactos con los textos y pensadores griegos, y vinieron las primeras traducciones del griego al árabe, lo que les permitió conocer a los famosos filósofos de Grecia, y desarrollar ellos mismos grandes estudios filosóficos por fuera del ámbito religioso, y más sobre el estudio del hombre, la política, la sociedad, la moral y la naturaleza.
A finales del Siglo IX, la producción literaria seguía comandada por las recopilaciones, los manuales, sobre filosofía, biografías, traducciones, historia, e incluso el sexo, curiosamente a pesar de ser tan conservadores. En ese tiempo estuvo el considerado el más grande historiador árabe, Ibn Jaldún.
La llegada de la Literatura de Ficción se vio fuertemente marcada por los famosos “Hakawati” (Los Contadores de Historias), de gran tradición árabe, que dio como resultado una de las primeras novelas de la historia universal, otorgada a autores árabes, “Las Mil y una Noches”, con historias de tradición árabe, pero también con historias de origen Indio. Esta conocida obra que dio sus primeras versiones en el Siglo XIV, y que como ya sabemos, las primeras novelas vinieron mucho antes, en el Siglo X, en Japón por dos mujeres, damas de compañía de emperatrices.
Durante este siglo se siguió desarrollando también junto con la literatura de ficción, el teatro y la poesía árabe. Y especialmente la novela filosófica, que tuvo a dos grandes autores, como Ibn Tufail, quienes desarrollaron obras que fueron de gran influencia a filósofos y pensadores europeos.
Luego, como en toda civilización, vendría la época del declive de la literatura árabe. Marcada por el debilitamiento de la lengua persa, y el establecimiento el imperio otomano, que confino la lengua árabe únicamente al plano religioso, dejando atrás su gran influencia en la política, la administración, la filosofía, las matemáticas, etc. Recordemos que el gran imperio otomano fue un estado multiétnico que durante los siglos XVI y XVII unió a tres continentes: el sureste europeo, el medio oriente y el norte de áfrica. Es por eso que dentro de la denominación que quedó del llamado “medio oriente”, se cuenta a Chipre y Egipto, aunque estén en continente africano.
Posteriormente a esta época, vendría el auge nuevamente de la literatura árabe, con el periodo que se conoce como la Literatura moderna. Una época de resurgimiento que se dio ya en el Siglo XIX, así como ocurrió en Japón y África también. Y así como Nigeria fue el país donde se dio la mayor parte de este auge cultural en África, en el mundo árabe estuvo liderado por Egipto, la eterna gran civilización. Y el Cairo se convirtió en el lugar más explorado en la literatura, y donde se desarrolló el cine en el medio oriente.
Dentro de los autores conocidos, tenemos a Taha Hussein, Alifa Rifaat, Khalil Gibran, Mikhail Na´ima, Naguib Mahfouz (primer Premio Nobel de Literatura árabe), que es excelente, y Nawal El Saadawi. Esta última, la autora que nos compete, además de su trabajo literario, encabezó el movimiento feminista no solamente desde sus libros, sino a través de distintas manifestaciones, debido a sus propias dificultades como en su infancia y juventud como mujer dentro del mundo árabe. Nawal, además tiene un libro muy famoso que se llama “La cara desnuda de la mujer árabe”, donde describe con mucho detalles todos los problemas que vive la mujer árabe, entre ellos la práctica que sufrió la misma autora en su infancia, la mutilación genital.
La novela me ha parecido excelente, se encuentra dividida en distintos capítulos, donde cada uno tiene el nombre de un personaje, de una situación o un sentimiento, como El Imán, El Gran Escritor, La Hija Ilegítima, Amor Eterno, La Esposa Legal, La Amante, etc. Lo que inmediatamente nos da una pista del estilo narrativo que estamos a punto de encontrar. Su estilo puede ser complejo y resultar difícil para algunas personas porque Nawal juega con las voces narrativas, con las perspectivas y con el tiempo. En el capítulo del Imán, de repente se te puede mezclar con la voz narrativa de la hija ilegítima en un flashback, y nuevamente volver o cambiar de personaje. Por lo que hay que estar muy atentos.
Este estilo tampoco es fácil para el narrador, ya que requiere una juiciosa y precisa construcción, una pequeña arquitectura narrativa. Y en el caso de La Caída del Imán, nos encontramos además de esa estructura con una prosa poética, que fluye de forma sutil y bella, dotando de ritmo, armonía y belleza a cada párrafo y frase. No importa si la autora está describiéndonos algo terrible o doloroso, como una violación. La escritura es tan depurada y poética que te aterra pero a la vez genera al lector un mayor impacto por la belleza y crudeza con la que es descrita.
Nawal El Saadawi dedica este libro a cuadro mujeres, que ella misma describe antes de iniciar la novela:
“Shahbani Shiraz, de Irán; Fatima Tag El Sirr, de Sudán; Collette Itani, del Líbano; e Iitidal Mahmoud, de Egipto. Por todo lo que sufrieron y por todo lo que tuvieron que soportar. A todas las chicas y chicos que aún están en la niñez o en la juventud. A todos ellos dedico esta novela”. (NAWAL EL SAADAWI)
Posteriormente, realiza un prólogo donde describe parte del origen de la novela, y cómo se enfrentó a su narrativa, a su construcción y a la forma de tratar sus distintos personajes. En este aparte recibe especial mención el Imán, como es llamado el jefe religioso entre los musulmanes, y que es uno de los protagonistas principales del libro, y que es la persona que tiene el poder en la sociedad. Nawal se atreve a ahondar en distintos capítulos en la infancia del Imán, describiéndolo como cualquier otro hombre que nace en esa sociedad, y que a la vez es víctima de sus propias creencias, con la que crecen y son formados. Con una evidente superioridad entre las demás personas y sobre las mujeres. Por esto, me pareció interesante todos los pasajes que la autora le dedica a los distintos hombres de la historia. Si bien, es cierto, que juzga duramente a su cultura y a los hombres, también es capaz de ahondar sobre las raíces del problema, sobre la infancia de los propios líderes.
La otra protagonista de la novela, Bint Allah, la hija ilegítima. También es parte central de la historia, porque hay una escena y comportamientos reiterativos que suceden alrededor de su figura. El abuso y el abandono, por parte de distintos personajes, lo que despierta en la joven un sentimiento de odio y venganza. Que será parte importante para La Caída del Imán.
Nawal describe el terror, pero también te describe los lugares, la historia, y el universo de sus personajes, que no es narrado de forma lineal, porque la escena de la violación de la niña la vemos desde distintos puntos de vista, desde el Imán, y algunos de sus colaboradores. De igual forma, las distintas perspectivas pueden confundir en sus respectivos discursos, porque en el prólogo Nawal cuenta, que la historia tiene mucho de biográfico y de las historias de las mujeres que ha conocido, y habla de la parte en que se menciona a Cristo o la Virgen María, figuras de la religión cristiana dentro de una novela que trata especialmente la religión musulmana. Aquí se remite a la parte de las perspectivas, y es que si estamos atentos a las perspectivas en donde se menciona a las figuras del cristianismo, son perspectivas de los niños, y específicamente de la niña protagonista, quienes confunden la religión islámica con la cristiana, las mezclan. Esto tiene mucho que ver con la falta de educación y de información sobre unos conceptos que se les enseña al pie de la letra sin opción a la duda o al cuestionamiento. Sino, que al contrario, cada vez que alguno confunde a Cristo como hijo de Alá, entre otros conceptos, los castigan. Así como la perplejidad de la niña al no entender por qué en su sociedad se lapida a las mujeres solteras, y cómo la Virgen María tuvo un hijo siendo virgen. Por esto, hay que estar atentos a la perspectiva que nos está narrando.
En síntesis, a mí me ha parecido una novela brillante en muchos momentos, y me sorprende esa habilidad narrativa, que aunque es compleja, se vuelve fascinante una vez uno ha entrado en el juego. Es una novela muy completa que analiza desde distintos puntos de vista la realidad del mundo islámico, y especialmente el papel de la mujer dentro de ese mundo. Por lo que a partir del dolor, Nawal crea una heroína, que a la vez es una especie de mártir, que se rebela contra todos las instituciones de su sociedad, y pone en evidencia diversas contradicciones, y propicia la caída del Imán.
Una novela de dolor, rabia, violencia, de denuncia, pero a la vez de ternura y de amor. Hay muchos fragmentos que me gustaron, distintas escenas tanto duras como bellas, descritas con maestría, desde la descripción de una violación hasta el pacto silencioso y de reconciliación de distintas mujeres que fueron maltratadas por un mismo hombre.
Creo que es una novela imprescindible para conocer y descubrir el mundo de la mujer árabe desde las entrañas. Y como dijo la Premio Nobel de Literarura, Doris Lessing, sobre la novela: “El relato trata de las mujeres que sufren la áspera dominación islámica, pero podrían ser mujeres de cualquier lugar en el que haya crueldad y malos tratos. Es una novela diferente de todas las que he leído, es más un poema o una balada doliente, con una cualidad hipnótica que le imprime su lenguaje rítmico y acerbo, en el que describe el mismo hecho una y otra vez: una mujer a la que dan muerte, en nombre de la religión, los hombres que han abusado de ella”.
10/10
Comparto uno de sus excelentes fragmentos:
Fragmento de La Caída del Imán:
"Era el final de la noche, y aún no amanecía. Hombres vestidos con blancas túnicas, la cara cubierta por espesas barbas negras, se levantaron con premura, subieron a minaretes y cúpulas, para instalar micrófonos y al poco descendieron, dejando los cables tendidos en el vacío. Mil voces, unidas en una sola en la llamada a la oración, resonaron en el aire como un trueno saludando al Imán, «solo y único jefe». Pero el vocerío cesó bruscamente. Un corte de fluido eléctrico interrumpió el coro de aleluyas. En el silencio mortal de aquellos momentos la mataron. Nadie presenció el crimen, nadie la vio caer. Sólo las estrellas del espacio, los árboles, y la montaña que se levanta entre el río y el mar. Su cuerpo exangüe se convirtió en piedra, una estatua de roca que vivió años y años con el perro al lado (según la historia antigua, los hombres de las cavernas sobrevivían con sus perros en las profundidades de la tierra durante más de trescientos años).
La muchacha iba sola, sola con su perro (sus hermanas la seguirían después). El mundo estaba tal como está hoy. Todo estaba como ahora. Lo mismo. El cielo, la tierra, los árboles, las casas, el río y el mar. Yo pregunté: ¿Éste es el mar Mediterráneo? ¿Éste es el río Nilo? Y me respondieron: Aquí los nombres pueden variar con el paso del tiempo. Pero el sitio es el mismo, y el sol es el mismo, las mazorcas de maíz son las mismas, y el búfalo hembra tiene la piel negra y cuatro patas, y yo lo vi a lo lejos bajar al agua, nadar con el lomo reluciendo al sol, entrecerrando los ojos de gusto mientras flotaba perezosamente. Al rato, sale del agua y, con paso relajado, va hacia un campo y se pone a pacer lentamente, moviendo la cola, con el oído atento al chirrido de la noria, siguiendo con la mirada a la mujer, atada a ella con una cuerda de cáñamo, que da vueltas y vueltas, con los ojos vendados. Detrás de ella va un hombre que le golpea las nalgas con un bastón cada vez que se para a respirar.
Ahogo una exclamación de sorpresa. ¿Una mujer, empujando la noria, mientras el búfalo descansa? Y me respondieron: Aquí impera la ley de la oferta y la demanda. Cuesta más un búfalo que una mujer; un hombre puede tener cuatro esposas, pero sólo puede permitirse un búfalo. Estaba en campo abierto. Los campos son como una larga franja verde, y en el agua flota una fila de búfalos con el lomo reluciendo al sol. Más allá de la franja verde está el desierto y, más allá del desierto, dunas de arena amarilla. Pero, si llegas hasta la montaña, puedes tropezar con bandidos. Aquí no sólo las hienas sino hasta las águilas, comen carroña. Los tigres devoran antílopes y venados, pero no carne humana. Los hombres son los únicos seres vivos que se alimentan de la carne de su propia especie. La caza escasea, pero los seres humanos abundan y su carne es fácil de encontrar. Los cocodrilos son traidores y la piel de las serpientes es suave, pero su veneno es mortal. Aquí no existe lealtad más que entre los perros. Aún es de noche. La noche es larga, y oscura, muy oscura. En su profundidad se esconden insectos. Tienen cuerpo de mosquito, de langosta o de rata. También hay reptiles y criaturas que se arrastran a cuatro patas. Pero, ¿adónde ha ido la gente?, pregunto. No veo a nadie. El cuerpo de la muchacha ha desaparecido y sus asesinos se han ido. ¿Adónde han ido los seres humanos?, vuelvo a preguntar. Si los hay a millones, me dijeron, como nubes de mosquitos que flotan en el aire. No puedes verlos a simple vista. Viven en las profundidades de la tierra, en cuevas subterráneas, en casas que son como fosas funerarias. Creen que la luz es fuego y la temen. Creen que los rayos del sol transportan radiaciones nucleares, que del otro lado del mar les llegará una gran desgracia, enviada por las grandes potencias en botes de leche infantil, que todo esto es la ira de Dios que desciende sobre ellos. Pero, ¿por qué ha de estar Dios enfadado con ellos? No lo saben, no saben qué crímenes han cometido. No conocen la palabra de Dios ni lo que dice. La palabra de Dios está escrita, y ellos no saben leer. No saben lo que son las palabras. Lo único que saben es murmurar o aplaudir, aclamar o vociferar, chillar o dar alaridos. Y pregunté: ¿No se puede hablar con ellos un momento? Y me contestaron: Sí, si hablas su lenguaje, llevas ropas de hombre o escondes tus vergüenzas detrás de un velo. Yo exclamé con sorpresa: ¿Qué vergüenzas he de esconder, si voy vestida? Entonces me señalaron la cara con el dedo. Sentí miedo y se me paralizó la lengua. Pero dije: ¿Quién os ha dicho eso? Y respondieron: Dios, la palabra de Dios dice que la cara de la mujer es algo vergonzoso, que no debe ser visto ni por los hombres ni por Dios. Pero la palabra de Dios está escrita, ¿verdad?, y vosotros no sabéis leer, ¿cómo podéis saber lo que ha dicho?, pregunté. Guardaron silencio un rato. Se miraron. Levantaron los ojos al cielo. Señalaron la fotografía que colgaba de lo alto del monumento levantado en conmemoración de la Gran Victoria. Y yo dije: ¿Quién es? Y ellos susurraron: ¿No sabes quién es? Dondequiera que mires lo verás. Su imagen está colgada por todas partes, en las calles, en las paredes, en las tiendas, en los arcos, en las columnas y en todos los monumentos que conmemoran la victoria. Es el Imán y está en todas partes. Pero yo dije: El que está en todas partes no está en ninguna parte. Me miraron en silencio. Luego, fruncieron los labios y dijeron: Le juramos eterna fidelidad. Él es nuestro señor, el Imán. Dios le ha visitado muchas veces, y él conoce su Palabra mejor que nadie."
(La caída del Imán, de Nawal El Saadawi)
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