La más reciente película del gran director portugués es un prodigio visual. Ya es bien conocido su particular estilo y la iluminación en sus películas con claroscuros y muchas sombras, además de las puestas en escena con sus personajes que evocan lienzos vivos y estáticos por momentos (que me recuerda a parte del estilo del maestro sueco Roy Andersson).
Aunque en Andersson siempre se respira la tragicomedia, en Costa siempre está el drama humano, realista y casi documental. Pero lo que quería mencionar es que en esta película el estilo de Costa se luce de manera especial, se ve más depurado, impecable y tremendamente cuidado. Cada escena es un bello cuadro. Pero la historia también es potente.
La protagonista es la misma Vitalina Varela, una mujer procedente de Cabo Verde (África) que llega tarde a Lisboa al funeral de su marido, quien mucho tiempo atrás emigró. Ella llevaba esperando ese momento más de 25 años. Vitalina, con una presencia en pantalla muy poderosa y emotiva, cuenta la historia del viaje de su marido, y posteriormente la suya.
Es su propio luto en carne viva que nos trasmite a través de su rostro en unos primeros planos donde expone el dolor y la nostalgia. Y en sus miradas, recuentos y conversaciones con los personajes andantes, donde está su eterno Ventura (también presente en Cavalo Dinheiro, y que puede tener alguna conexión con Vitalina Varela), también sabemos detalles de sus anhelos frustrados con su marido. De una vida no vivida.
La película, como es habitual en el director es muy contemplativa y pausada por lo que es comprensible que a algunos parezca aburrida y muy lenta. Pero es una gran muestra de humanidad, belleza y dolor. Creo que es de las películas que más me han gustado de Costa.
Disponible en la plataforma MUBI.
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