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jueves, 14 de febrero de 2013

Alexis o el tratado del inútil combate (Marguerite Yourcenar)




“Alexis o el tratado del inútil combate” es una obra escrita por la escritora francesa Marguerite Yourcenar, publicado a finales de los años 20.

La obra, es un relato enmarcado en una extensa misiva que realiza el personaje de Alexis a su esposa Mónica, confesándose y dándole a conocer el inútil combate que ha llevado consigo mismo durante todo el tiempo que han estado juntos y durante toda su vida.

Todo el texto tiene la forma de una carta, que a la vez es intimista, reveladora y poética, en donde además de que se sugiere el tema de la homosexualidad de forma muy sutil, como la gran confesión y la gran carga de Alexis, en esos años donde ser homosexual no era bien visto, también abarca emociones y sentimientos universales del ser humano, como el miedo, la tristeza y el ansia de libertad.

Cada párrafo contiene tanta sabiduría y maestría, es un texto tan bien escrito y que cala dentro de cada uno de los lectores, que se sentirán leyendo una carta personal de otra persona, y al mismo tiempo descubriendo e identificándose con los sentimientos de represión de Alexis. Quien ha reprimido muchas cosas en su vida, no solamente el aparente hecho de ser homosexual, sino de su identidad como ser humano. De hecho, el tema de la homosexualidad, aunque está nunca se menciona la palabra exactamente, se encuentra de forma tan sutil, que el lector sin conocer detalles sobre la obra, puede que nunca se enteré específicamente la naturaleza de la confesión de Alexis. La misma Yourcenar fue la encargada de confirmar este dato, que de paso es en cierta forma autobiográfico, por la condición sexual de la misma escritora. En un momento, ella pensó en una edición cambiar detalles del libro, diciendo que el tema ya no estaba tan actual, pero Yourcenar se equivocaba, ya que incluso hoy en día es más actual que nunca.

9/10



A continuación, comparto algunos maravillosos fragmentos reveladores e increíbles de este texto, de una autora que contaba con escasos 23 o 25 años, que hablan por sí solos, y ojalá lo animen a que la lean:


“Mi padre murió joven. Lo recuerdo muy poco; sé que era severo con nosotros, como lo son a veces las personas que se reprochan no haberlo sido con ellas mismas. Naturalmente, esto es sólo una suposición y yo no sé nada en realidad, acerca de mi padre”

“Me he dado cuenta de una cosa, Mónica: dicen que en las casas viejas siempre hay algún fantasma; yo nunca vi ninguno y, sin embargo, era un niño miedoso. Quizás comprendiese ya que los fantasmas son invisibles porque los llevamos dentro”

“Me puse a trabajar en serio: conseguí llenar de tal forma mis días de música, que los momentos de silencio me parecían simples pausas. La música no nos facilita pensar, sino soñar, y con los sueños más imprecisos”

“Aquello era lo que yo llamaba serenidad. Más adelante aprendí que hay que tenerle miedo a esa calma, en la que uno duerme cuando están cerca los acontecimientos. Nos suponemos tranquilos quizás porque ya hayamos decidido algo, sin nosotros darnos cuenta”

“Toda la felicidad es inocencia. Aunque te escandalice, tengo que repetir esa palabra que parece siempre miserable porque nada prueba mejor nuestra miseria que la importancia de la felicidad”

“Entré. A mi madre no le gustaba que la sorprendieran así. Me dijo, como para excusarse, que la lámpara acababa de apagarse, pero puse las manos encima y ni siquiera estaba tibia. Se dio cuenta de que me pasaba algo: somos más clarividentes cuanto está oscuro, porque nuestros ojos no nos engañan. A tiendas me senté a su lado. Me encontraba en ese estado de languidez un poco especial que desconocía demasiado bien: me parecía que una confesión iba a surgir de mí, involuntariamente, como lo hacen las lágrimas. Iba quizás a contárselo todo cuando entro la criada con otra lámpara.
Entonces, sentí que ya no podría decir nada, que no soportaría la expresión que iba a poner la cara de mi madre cuando me hubiera comprendido. Aquel poco de luz me ahorró cometer una falta irreparable e inútil (…)”

“Creo que sólo hubiera podido amar a un ser perfecto y soy demasiado mediocre para merecer que me aceptara, incluso si lo encuentro algún día. Y esto no es todo, amiga mía: nuestra alma, nuestro espíritu y nuestro cuerpo tienen exigencias generalmente contradictorias; creo difícil unir satisfacciones tan diversas sin envilecer a unas y sin desanimar a otras, así que he disociado el amor. No quiero justificar mis actos con palabras metafísicas, cuando ya mi timidez es una causa suficiente. Me he limitado casi siempre a complicidades banales, por un terror oscuro a enamorarme y sufrir”

“Yo no los quería; no deseaba encerrar en mis manos el poco de felicidad que me aportaban, no les pedía comprensión, ni siquiera ternura: sencillamente, escuchaba su vida. La vida es el misterio de todo ser humano: es tan admirable que siempre se la puede amar. La pasión necesita gritos, el amor mismo se complace con palabras, pero la simpatía puede ser silenciosa”

“He amado así a las figuras de mis sueños, a pobres gentes mediocres y también a algunas mujeres. Pero las mujeres, aunque digan lo contrario, no ven en la ternura más que un camino hacia el amor”

“Tenía también otros recuerdos de los que no hablaba nunca. La memoria de las mujeres se parece a esas mesas antiguas que utilizan para coser: están llenas de cajones secretos. Algunos están cerrados desde hace mucho tiempo y no se pueden abrir, otros contienen flores secas que han quedado reducidas a polvo de rosas; otros madejas enredadas, a veces alfileres. La memoria de María era muy complaciente, le servía para borrar su pasado”

“Si hubiera querido, hubiera podido dar más lecciones, pero con las que daba me bastaba para vivir. Ya trabajaba demasiado. No rindo culto al trabajo, cuando el resultado sólo importa a nosotros mismos. Sin duda, cansarse es una manera de domar el cuerpo, pero el agotamiento del cuerpo termina por entumecer el alma. Queda saber, Mónica, si un alma inquieta no vale más que un alma dormida”

“Me quedaban las noches. Me concedía, cada noche, unos minutos de música para mí solo. Es cierto que el placer solitario es un placer estéril, pero ningún placer es estéril cuando nos reconcilia con la vida. La música me transporta a un mundo en donde el dolor sigue existiendo, pero se ensancha, se serena, se hace a la vez más quieto y más profundo, como un torrente que se transforma en lago”

“El silencio, no solo compensa la impotencia del lenguaje, sino también, para los músicos mediocres, la pobreza de los acordes. Siempre me ha parecido que la música debería ser silencio, el misterio de un gran silencio que buscara su expresión”

“De niño, deseaba la gloria. A esa edad deseamos la gloria igual que deseamos el amor: necesitamos a los demás para revelarnos a nosotros mismo. Yo no digo que la ambición sea un vicio inútil; puede servir para azotarnos el alma, sólo que la agota. No sé de ningún éxito que no se compre con una semimentira; no sé se ningún auditoria que no nos obligue a omitir o a exagerar alguna cosa”



Alexis o el tratado del inútil combate (Descargar Libro)




4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Me alegra que te guste amigo! Saludos! A.S.B

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    2. interesante me encuentro realizando en este instante, un analisis del libro. desde el enfoque humanista, cognitivo-condutual y psicoanalitico. me recomiendas algun parrafo especifico que me pueda ayudar?

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