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domingo, 24 de enero de 2021

Reseña del libro: Correspondencia 1970 – 1973 (Andrés Caicedo)

Reseña del libro Correspondencia 1970 - 1973


Antes de conocer la obra del escritor colombiano Andrés Caicedo, recuerdo conocer al mito. La figura del escritor joven maldito que se suicida antes de los treinta años. Luego con los años fui conociendo su obra, inicialmente su novela “¡Qué viva la música!”, y posteriormente relatos como los de “Angelitos encampanados”, así como su trabajo en el Cine Club de Calí, y toda esa iniciativa por crear un movimiento, una comunidad y obras que tuviesen éxito, reconocimiento, y le sirviera a la vez para vivir. Pero sobre su historia personal tenía sólo algunos esbozos. No leí el material biográfico, como el del escritor chileno Alberto Fuguet: “Mi cuerpo es una celda”, basado en algunas cartas de Caicedo, sino alguno que otro artículo que seguían la línea de la especulación y el morbo. Creo que hasta el bello documental de su amigo Luis Ospina, “Todo comenzó por el fin” (2015), que dedica buenos pasajes e imágenes inéditas para mí del autor, no había vuelto a indagar en su figura y su mito.

No sé por qué desde que inició la pandemia por el Covid-19 en el año 2020 que nos llevó a un largo confinamiento sentí la necesidad de descubrir a autores colombianos que tenía hace mucho tiempo en la lista de pendiente por leer y ampliar la lectura sobre otros. Fue así que descubrí por primera vez a Fernando Molano Vargas, lo que me llevó a adquirir de seguido sus dos novelas y su libro de poesía, y también compré unos nuevos libros recopilatorios que salieron sobre Andrés Caicedo: sus reseñas de películas y la reciente publicación en dos tomos de su correspondencia. 

Desde las primeras páginas del primer tomo: "Correspondencia (1970-1973)", en donde nos sitúan entre los años 70-71, cuando Andrés tendría apenas 19 años, me sentí cautivado por esas primeras cartas, pues entre ellas sale una especie de Carta al padre, que Andrés dirige a su padre Carlos Alberto Caicedo, donde descarga muchas de sus emociones y sentimientos con respecto a él y a la vida, mientras huye durante una temporada a la costa. En todas las cartas que dirige al padre se siente una tensión, pero también hay desahogo y una intimidad, que te hace sentir y entrever cómo era esa complicada relación entre el padre conservador y el hijo artista que tuvo que luchar en soledad por sus sueños.    

Según nos cuentan en la presentación del libro, Luis Ospina y Sandro Romero Rey, quienes han hecho este valioso trabajo de recopilación y edición de sus obras, antes de los 70, Andrés habría escrito algunas cartas, como a su madre o hermanas durante el tiempo que estuvo en el colegio alejado de ellos, pero que es a partir de los 70 cuando empezaría en serio su correspondencia consciente, pues al parecer como escribía en máquina de escribir guardaba copias de todas sus cartas y las tenía guardadas en un archivo. Andrés decía que en sus cartas quizás se encuentre gran parte del valor de su obra literaria. Y estoy muy de acuerdo, pues aunque es difícil que todas las cartas tengan un gran valor literario (algunas sólo sirven de información o exhiben síntomas de sus emociones no siempre expresadas), hay varias muy valiosas, bellas, conmovedoras, tristes y desgarradoras, que te dan una lectura del mismo escritor, mejor que quizás en alguna otra biografía. Pues la interpretación recae en el lector. Y para el lector minucioso, seguro encontrará un vasto material para llegar a construir una idea más cercana e íntima del autor, de la persona, del ser. En esos primeros años también hay una bella declaración de admiración a su amigo Luis Ospina, y entre cada carta muchas palabras que revelan sus emociones y contradicciones. Mucha literatura, y sobre todo, cine.



Reseña del libro Correspondencia 1970 - 1973
Foto: Andrés Caicedo
 

En este primer intervalo temporal también leemos mucha información sobre el manejo del cine club, y la pasión que sentía al exhibir el gran cine que veía a otros, de compartir la sorpresa, la magia y el poder transformador del séptimo arte. Resulta curioso que en casi todas sus misivas, siempre pide a los amigos que le cuenten del cine que han visto, lo que cuadra perfectamente con su labor pedagógica en esa iniciativa colectiva, que delega durante unos años a su amigo Luis Ospina, para irse durante un tiempo a los Estados Unidos para probar suerte en Hollywood como guionista. En esa parte se nos ofrece también un muy interesante retrato y análisis de la industria del cine en los años 70. Y su posterior e inevitable decepción y fracaso en vender sus guiones, aunque tenía cierta claridad sobre los movimientos en el cine mainstream, pero no contó con suerte en la adaptación y traducción de sus guiones, ni tampoco sucumbió aparentemente antes las insinuaciones de personas del medio para poder seguir avanzando. También en los Estados Unidos se manifiesta de forma más angustiante el proceso del intercambio de cartas en esa época, donde el transporte se realizaba a través de correo aéreo o marítimo, y las respuestas demoraban semanas y hasta meses en llegar. La espera.

Hay algo que noto muy presente también en sus cartas, y es que además de ser muy organizado, líder y juicioso en sus proyectos personajes artísticos, también buscaba incansablemente la forma de monetizarlos, nuevamente, de vivir de su trabajo. Y la realidad lo golpeaba cada vez más fuerte en esas búsquedas, pero me impresiona su incansable insistencia. Desde la participación en concursos literarios, la creación de la revista y su participación en otros medios escritos, siempre a través de las letras. Porque claramente era un escritor, y las cartas confirman que eran su mejor manera de expresión, como él mismo reconoce. Pero también encontramos ese choque con la realidad, con la sociedad y con la falta de apoyo y constantes reproches de su familia, quizás con la excepción de su hermana Rosario, con quien también se desahoga en muchas de sus cartas, se permite sentirse vulnerable y se permite caer, aunque no dure mucho en enviar otra carta para decir que no se preocupe, porque a pesar de todo estaba bien. Pero necesitaba escribirlo. Y preciso en esa escritura, en el tono, la introducción y las despedidas de las cartas, también podemos encontrar muchas pistas sobre todo aquello que no dice directamente. Porque incluso en las cartas se nota su timidez y contención, porque las palabras a veces traicionan al escritor, lo distraen y ellas mismas adquieren cierta autonomía para dejar esbozos al los lectores atentos.

Y bueno para finalizar, debo decir que disfruté mucho leyendo este primer tomo, aunque a veces esa reproducción de cartas que mandaba iguales a distintos destinatarios resulta un poco tediosa, sobre todo donde repite sus sensaciones de ciertas películas, y eso que en algunas partes donde el contenido al parecer era exactamente igual, recortan el fragmento y dejan la información nueva. Pero aún así, varias me resultaron repetitivas y quizás hubiese editado o descartado. Pero en general, me pareció un muy buen libro para conocer más de este enigmático escritor, y para los amantes de ese subgénero de misivas, porque hay muchas de gran valor. Y bueno ahora iré al segundo tomo. 




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