Leer a Paul Auster es sumergirse en un mar de enigmas, en laberintos sin fin, en espejismos bifurcados y en todo un universo de posibilidades. Pero también en una aventura, una odisea y un viaje personal, que el lector va viviendo y descubriendo a la par del personaje, y más en el fondo, a la par del escritor. Una eterna búsqueda que funciona en varios niveles gracias a la gran maestría del autor en crear mundos, narrativas, personajes dentro de todo un espacio vivo de azar y posibilidades. Un escritor que escribe desde los recuerdos, desde la experiencia y desde la imaginación que le dotaron los libros que leyó desde niño.
El primer libro que leí de Auster fue su famosa “Trilogía de Nueva York” hace ya varios años, dentro de la programación del club de lectura que coordino, y presenté las tres partes del libro en distintas sesiones. Fue tanto el impacto que tuvo sobre mí en ese momento, en especial el viaje caótico y rico de su primera parte, “Ciudad de cristal” (1985), que me hizo perderme en un recorrido por las calles de Nueva York, en sus mundos y dentro de la psicología de los personajes de la historia, hasta incluso la sorpresa de la aparición del mismo escritor como personaje dentro del relato. Consumí con igual placer las siguientes dos partes, en donde cambiaba un poco el estilo, pero sigue presentando historias y escenarios muy ricos, enigmáticos, simbólicos y misteriosos. Al terminar La Trilogía, quedé matriculado y seguí leyendo otros libros de él, como “El libro de las ilusiones” (2002), que es un libro bellísimo y uno de mis favoritos del escritor, “El país de las últimas cosas” (1987), “Brooklyn Follies” (2005), “Diario de invierno” (2012), y tengo por leer su último libro “4,3,2,1” (2017). Sabía que aún me quedaban algunos por leer y una de las grandes deudas era “El Palacio de la Luna” (1989). Aproveché a sugerirlo dentro del ciclo de Letras del Mundo en que nos encontramos en nuestro club de lectura. Fue todo un descubrimiento para mí que a pesar de que ya había leído a Auster, me reencontré con su envolvente narrativa. En “El Palacio de la Luna”, además se encuentran muchas coincidencias entre lo que le ocurre al personaje (Marco Stanley) y lo que vivió el autor.
El Palacio de la Luna
La novela se desarrolla entre los años de 1969 y 1972, con referencias a hechos en el pasado. El protagonista es Marco Stanley "M.S." Fogg. Su nombre viene de Marco Polo, del periodista Henry Morton Stanley y del personaje Phileas Fogg, de la novela La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne. Marco es un joven huérfano (que no conoció a su padre y su madre murió joven en un accidente de tránsito), que se encuentra bajo la protección de su tío, un clarinetista que le deja de herencia 1492 libros cuando muere, y quien lo incentiva en la lectura (como haría el mismo tío de Paul Auster en incentivarle a la lectura). Cuando el tío muere Marco entra en una gran depresión que le lleva a perderse y a ir vendiendo sus libros poco a poco, tras irlos leyendo. La situación llega a un límite en donde se convierte en un vagabundo del Central Park. Luego de que lo salvan dos de sus amigos, logra recomponerse y entra a trabajar al servicio de Thomas Effing, un anciano paralítico y misterioso, que le cambiará la vida.
Auster empezó a escribir los primeros esbozos de este libro cuando apenas estaba estudiando, lo que dice mucho de su carácter autobiográfico. También el espacio temporal en que transcurre la novela dice mucho de lo que ocurre y ayuda a completar la psicología del personaje principal. El año de 1968, el año que antecede a la acción de la novela, es un año lleno de muchos cambios y movimientos alrededor del mundo en lo político, social, cultural, científico, entre muchos otros. Los acontecimientos en Praga, Berlín, París y Nueva York. Es la época de la Guerra de Vietnam que venía consumiendo el sentimiento de la juventud. Como a quienes buscaban comprender y entender su papel en el mundo, y a los que intentaban escapar de ser reclutados, como ocurre con el personaje y también sucedió con Paul Auster en su momento, que logró evadir el llamado a filas al quedarse en su viaje en Europa.
Dentro de este espacio temporal está la carrera lunar, que coincide con el inicio de la novela, y tiene un marcado simbolismo con la búsqueda de USA por abarcar más territorios de lo que ya se encontraba ocupando, incluso en la guerra. Auster es crítico con su país, con su historia y su cultura, como queda evidenciado en este repaso que realiza a través de los personajes y sus recuerdos. En especial con los recuerdos del viejo Effing, que sirven para unir parte de la historia del siglo XIX con la del siglo XX. La luna se encuentra presente en la mente del protagonista (y en la geografía estética y visual de la ciudad), que por momentos parece caer en lo absurdo y en la locura con sus propios actos y su propia desesperación; en la representación del arte, como se descubre en la mención de dos pintores norteamericanos que la tomaron como fuente de inspiración de sus obras.
*Foto: Moonlight - Ralph Albert Blakelock at Brooklyn Museum
En cuanto al narrador de la novela, se puede entender desde el inicio que corresponde al mismo Marco, quien cuenta su historia en primera persona desde el presente, recordando el pasado y todos los acontecimientos que le ocurrieron. La primera persona ocupa casi la totalidad de la narración, con excepciones cuando la voz la toma uno de sus otros personajes, en donde recurre a la tercera persona. Este dato es significativo porque también muestra la categoría de los otros personajes dentro del relato; desde el viejo Effing, hasta su amigo de la universidad, su novia, su tío, y los demás que van aflorando en el camino y en los recuerdos. Auster le da a cada uno su espacio, pero logra mezclarlos o unirlos, de forma magistral, a la historia principal que en un momento dado, pareciera que la historia se repitiera en forma de espiral de generación en generación.
Las características de estos personajes también dicen mucho de las múltiples poblaciones que conformaron los Estados Unidos; desde los inmigrantes europeos, los estudiantes idealistas, los hijos de estos nacidos en USA, los artistas, los delincuentes, los afros, y una variedad de seres que también tienen su razón de ser y estar. Aquí se podría contar un detalle que deja entrever ese concepto, pero prefiero que cada lector lo descubra por sí mismo. La gran sorpresa que la novela depara en su tramo final, al hilar de manera magistral las tres historias y tras ellas otras tantas, van guiando el curso, no solo del desarrollo de sus vidas, sino del mismo país que se descubre a su alrededor y se desarrolla a sí mismo.
A Paul Auster se le ha llamado muchas veces en la crítica «El escritor del azar y de la contingencia ». Los que están a su favor, alaban su habilidad para mezclar y relacionar historias, personajes, épocas, nombres, la ficción, la realidad y la autobiografía. Algunos pocos creen que abusa del poder del azar para entretejer sus historias. Estoy con los primeros puesto que considero que esa habilidad única de entrelazar historias de Auster, en otros escritores ese recurso resulta en algo inverosímil y/o absurdo. En este autor esto fluye como su misma narración y todo queda tan bien estructurado y dosificado, que se sigue la trama sin necesidad de devolverse en la lectura o perderse, aunque de una oración a otra se hagan distintas referencias históricas o de que algún personaje recuerde un suceso del pasado. Una vez se entra en su juego el lector no se perderá, sino que por el contrario, se mantendrá con la intriga y el suspenso hasta el final.
La eterna búsqueda
Por todo lo anterior, es que más allá de la búsqueda que emprenden sus personajes, cada obra, y ésta en particular, muestra también la eterna búsqueda del autor, que también se convierte en la búsqueda del lector. Nos ayuda en la exploración de comprendernos a nosotros y a los otros. Contribuye así mismo a que el lector reflexione sobre su entorno, su país, su historia y su pasado. Cada aventura literaria representa siempre una invitación a revisarnos a nosotros mismos. En las novelas de Auster esto se siente aún más, ya que esa indagación es el motor de su narrativa. En ocasiones los viajes son caóticos, en otros abrumadores porque en ese juego de narraciones también se intenta mostrar que lo que hacemos hoy, o el lugar donde estamos, han tenido una influencia que viene desde mucho tiempo atrás. Todos somos parte de una misma historia conjunta y unificada y es por eso que nuestra responsabilidad es conocerla para tratar de actuar sobre ella de la mejor manera posible.
La Invitación
En el Club de Lectura de Ábaco seguiremos con esta exploración que plantean los libros de Paul Auster, en un ciclo dedicado a él que continuará con “La Trilogía de Nueva York” y seguirá con otras de sus obras emblemáticas. Si están interesados en sumergirse en esta aventura, tienen todavía tiempo de unirse. Pueden conseguir los libros en la tienda virtual de Ábaco Libros y Café, donde se los enviarán a domicilio.
Si está interesados escriban a: alejandros17.89@gmail.com
Alejandro Salgado Baldovino / Coordinador del Club de Lectura de Ábaco
Este texto también se publicó en el Blog del Club de Lectura de Ábaco en el diario El Universal:
https://www.eluniversal.com.co/blogs/club-de-lectura-de-abaco/paul-auster-y-su-eterna-busqueda-el-palacio-de-la-luna
Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)
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