Hace poco hice el ejercicio de volver a ver la película de Luchino Visconti, “El Gatopardo”, que ya había visto años atrás y me pareció grandiosa; y también, de leer por primera vez la novela Giuseppe Tomasi Di Lampedusa. Considero a Visconti de los grandes maestros del cine mundial, y uno de los mejores cineastas en adaptar grandes obras literarias a la pantalla grande (los ejemplos de Muerte en Venecia, El Extranjero, son suficiente evidencia).
Lo que hizo Visconti con la obra maestra de la literatura italiana del siglo XX fue otro milagro. Otra obra maestra. Sobre todo en una novela tan compleja, que habla sobre tantas cosas y aborda diversos temas, y con diversas interpretaciones. Pero hablemos un poco primero sobre el libro y la historia original:
Giuseppe Tomasi Di Lampedusa (1896-1957), aristocrático y príncipe de la isla de Lampedusa, fue un noble siciliano que vivió en carne propia los cambios políticos y sociales, de la caída de la aristocracia y el establecimiento de la burguesía, que es uno de los grandes temas de la novela, aunque por distintas razones. “El Gatopardo” fue la única novela que concibió el noble, ambientada en el año 1860, cuando Garibaldi desembarcó en Sicilia, y protagonizada por el príncipe Fabrizio Salina, que presencia la caída del dominio de los borbones en Italia, de las dos Sicilias a la unificación de Italia, tras la revolución. Pero aunque este es el tema de fondo, no es el único y quizás ni tampoco el más importante.
“El Gatopardo” es una historia sobre los cambios, sobre el tiempo, sobre el poder y sobre el aparente cambio (la inmovilidad, el engaño, la política).
Aunque el príncipe Fabrizio es el gran protagonista, también es un símbolo… así como también lo es El Gatopardo, el sagaz felino, que es el emblema del escudo de los Salina. Y hay más personajes y símbolos: el sobrino del príncipe, Tancredi Falconeri, que se acoge a los nuevos vientos de cambio y decide apoyar inicialmente la revolución de Garibaldi; y que a la vez menciona la famosa e inmortal frase que tracendió de la literatura:
"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".
( "Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi")
"¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado".
"…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está".
(El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi Di Lampedusa)
Tancredi hace reflexionar a su tío sobre los nuevos cambios que están por venir, y como los aristocráticos pueden sobrevivir a la revolución, adaptándose a un sistema universal, cíclico e histórico.
También está la bella Ángelica, hija de un burgues, alcalde, y de orígenes humildes pero conectado al nuevo sistema político reinante. El mismo cura del príncipe o la familia Salina, y sin olvidar a las hijas de Don Fabrizio, aunque también tuvo hijos, pero las hijas son particularmente importantes en el análisis general. Todos son personajes y símbolores, pero prevalecen las dos que mencioné al inicio: la de Fabrizio y el Gatopardo, porque son los dos distintos finales tanto de la novela, como de la película de Visconti.
Ambas escenas están en el libro, pero la película de Visconti decide acabar un poco antes que la novela; luego de la bellísima escena del baile, en donde el príncipe Fabrizio tiene un fuerte ataque de nostalgia de su juventud perdida, que se mezcla con todo lo que está cambiando en ese momento. La película de Visconti con esa decisión centra el foco hacia Fabrizio como el máximo símbolo de la naturaleza de la historia, con el contraste del príncipe enfermo y abatido tambaleándose, luego de rechazar ser funcionario público (senador) dentro del nuevo orden político y de presenciar un acto de corrupción (robo de elecciones) por parte del nuevo régimen, de donde sale una de las inmortales frases:
"Nosotros somos leopardos y leones, quienes tomarán nuestro lugar serán hienas y chacales. Pero los leopardos, chacales y ovejas seguiremos considerándonos como la sal de la tierra."
Y mientras el príncipe está así, en un carruaje se alejan Tancredi y Angelica felices llenos de amor, por la nueva vida que inicia y los nuevos aires, la nueva Italia. Pero en la novela queda más claro, que la relación de los jóvenes, aunque está llena de pasión, también tiene tras de sí: el interés. Tancredi necesita a Angelica y su padre, con las conexiones en el nuevo régimen, porque Tancredi si quiere formar parte de la nueva Italia, y de hecho el príncipe lo postula para que él asuma la plaza que se le ofreció a él. Y Angelica también quiere seguir ascendiendo socialmente, y necesita un hombre ambicioso como Tancredi. Y tanto Angelica como su padre necesitaban una conexión con el príncipe de Salina y su cuna, porque eso los hacía ver mejor, dado sus orígenes humildes.
Esa es la imagen con la que decide acabar Visconti, y aunque se ha hablado de varias teorías, que Visconti lo hizo a próposito para desviar el mensaje de la novela, debido a las afinidades política del italiano de origen también aristocrático con el comunismo. Pero a mí también me parece que sobre todo fue por decisión estética, artística y hasta poética.
Porque en la novela de Lampedusa, la historia muestra un salto de años más adelante, donde se muestra la muerte del príncipe Fabrizio distinta la sugerida poéticamente por la película. Y a las hijas de Fabrizio que quedan a cargo de la familia, y mandar a crear incluso un cuarto oratorio lleno de imágenes de santos falsos, que más adelante también son expuestos y son obligadas a quitarlos. Y tras estas escenas, la imagen final del perro de la familia, muerto y tomando la forma del Gatopardo, el emblema de la familia, hallando paz en un montoncillo de polvo lívido. Un final, que también muestra la tragedia de la familia, pero quizás no con el contraste aparentemente feliz y de renovación con la que termina la contraparte cinematográfica.
Podría decir, personalmente, que el añadido de la novela quizás es prescindible, pero tampoco me lo parece. Porque hay mucha fuerza y simbolismo en ese final de la novela original, pero tampoco puedo desdeñar el final poético y trágico de Visconti. Creo que ambos son excelentes, son complementarios, y creo que cada persona debe ver las dos obras, sin importar cual vean primero.
Hay algo muy curioso también, y es que aunque tenemos varios personajes, no se ahonda mucho dentro de sus historias particulares, ni en su pasado, ni mucho en su presente (porque no vemos la cotidianidad de algunos personajes), sino que se nos van presentando escenas particulares y seleccionada que van de la mano a los cambios que se van presentando en el país y la sociedad. Sin embargo, si nos detenemos en algo en los personajes, es para diseccionar sus pensamientos, sus reflexiones y sus formas de actuar, junto con sus motivaciones. Lo que reafirma la idea, de que los personajes son símbolos, figuras al servicio de la trama y de una idea más general.
Giuseppe Tomasi Di Lampedusa no pudo disfrutar ni conocer el éxito de su novela, porque murió un poco antes. Y nadie se pudo imaginar el éxito que tendría. De hecho, se dice que inicialmente fue rechazada por las editoriales por la imagen crítica que dejaba del país y su desarrollo. Pero finalmente salió a la luz y nadie pudo frenar su éxito, y encontró con la adaptación de Visconti, una forma de seguir ampliando su mito.
Imperdibles estas dos obras maestras de la literatura y el cine italiano y universal.
10/10
Otra frase:
"Concetta estaba poco acostumbrada desde la infancia a la conversación con personas a quienes no conocía. Era también poco amante de las lecturas, y por lo tanto no había tenido manera de inmunizarse contra la retórica y experimentaba su fascinación hasta someterse a ella".
(El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi Di Lampedusa)
Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)
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