“Papeles Falsos” es el primer trabajo publicado por la joven y talentosa escritora mexicana, Valeria Luiselli, en el 2010. Según podemos inferir en la lectura del texto, que es un libro de ensayos, la génesis se gestó en medio de una investigación en Venecia sobre el escritor Joseph Brodsky, el cual era al tiempo parte de su tema de su tesis.
“Papeles Falsos” es un libro de ensayos muy curioso y lúcido, donde deja ver su enorme talento en la prosa, su erudición y un estilo muy fresco que combina una escritura y un lenguaje muy trabajado, y a la vez con un tono muy fresco, personal e íntimo, que quizás me recuerda un poco a ese estilo literario que ha acuñado y tanto ha pulido el gran escritor francés Emmanuel Carrere.
A pesar de tratar distintos temas, claramente como un libro de ensayos, la autora tiene un concepto general, y los temas y las ideas son relacionados e hilados con mucha habilidad. Ese intimismo también se refleja en un estilo de diario personal de la autora, y queda claro cuando en el último capítulo, donde menciona a varios artistas y escritoras, cierra precisamente con un subtítulo con su mismo nombre.
En el libro se tratan temas complejos, además de otros más típicos y cotidianos, como sobre los mapas, los territorios, la identidad, los cementerios… Y las siempre presentes referencias y menciones a artistas, como en el capítulo del Cementerio San Michele en Venecia, donde se pasea por las tumbas de Stravinsky, Luchino Visconti, Ezra Pound y el mismo Joseph Brodsky, y en cada uno de ellos tiene una historia particular para contar. Pero además de la exposición de su amplia cultura, también reduce el marco territorial al de su natal México, para ahondar el tema de la identidad y la tradición.
A través de diversos capítulos, como La habitación y media de Joseph Brodsky, o la Mancha de agua, donde nos habla de distintos ríos conocidos en distintos territorios, o La velocidad a velo, donde hace una interesante y simpática reflexión sobre recorrer México en bicicleta. Además de Europa, Venecia y México, también se sumerge en Brasil, en el capítulo, Dos calles y una banqueta, donde nos habla de la palabra “Saudade” y sus distintos significados e interpretaciones, mientras nos hace un recorrido guiado por Rio de Janeiro. Luego, en el capítulo Cemento, nos hace un interesante retrato, estudio y analogía sobre el trabajo de construcciones y su relación con la literatura y el mismo arte de escribir. Hasta llegar el capítulo de Relingos, que es una palabra que seguiremos encontrando en la obra de Luiselli, que siguiendo con el concepto del anterior capítulo, sigue apelando a la analogía entre el proceso de construcción de obras y el arte de escribir, que se refiere a los escombros o espacios al vacío en las construcciones de obras.
“En esto se parece el arquitecto y el escritor. Escribir: rellenar relingos. No, escribir no es rellenar huecos (construir una casa, un edificio, un espacio vacío, tampoco necesariamente). Quizás sea más acertada la imagen de los bonsáis de Alejandro Zambra. El escritor borra… corta, poda: encontrar una forma que ya estaba ahí”. Como define la misma Valeria Luiselli. Y sigue:
“La palabras no son plantas, los jardines son para los poetas de corazón. La prosa es para los que tienen espíritu de albañil. Escribir, taladrar paredes, romper ventanas, dinamitar edificios. Evacuaciones profundas para no encontrar nada.
Escritor es el que distribuye silencios.
Escribir: hacerle un hueco a la lectura.
Escribir: hacer relingos.”
Luego, el capítulo de Mudanzas, donde vuelve a la literatura, a los escritores, a los libros. Y Otros cuartos, donde además de la exploración de autores, también aborda el tema de las residencias universitarias y los apartamentos. Y finalmente, en dos capítulos donde aborda temas más personales, sobre las personas en general y la sociedad, Papeles falsos, el que preciso da título al libro, y Cementerios, donde vuelve a revisar las lápidas de escritores y artistas, y finaliza con su propia lápida, mientras explora el tema de la identidad, de México, y cuenta la historia de cuando se perdió en Venecia.
“Nunca aprendemos más sobre nosotros mismos que cuando escuchamos a una persona hablar mal de otra”
Y sobre el tema identidad, menciona que es necesario tener una bases de creencias, para generar una “crisis de algo”, ya sea de fe o cualquier otra creencia o pensamiento predeterminado y aprendido en la niñez. Y pone su propio ejemplo, en este caso como una niña a la que le dieron la libertad de creer en lo que quisiera, por lo que no pudo experimentar mucho en carne propia esa crisis particular en algunos aspectos que representan una ruptura.
“El demonio de la duda es inseparable del espíritu de la fe” T.S Eliot. Cita ella misma, que como se puede ver es otra amante de los aforismos.
En síntesis, es un excelente, muy rico enriquecedor libro de ensayos, ideal para acercarse a la escritora por primera vez e irse relacionando con su prosa, con su estilo, con su humor, con su agudeza y su enorme talento.
Dejo algunos fragmentos del libro:
"Hay que leer las miradas de los desconocidos como se lee un epitafio, hasta encontrar la insignia precisa, el <sí, soy yo> lapidario del muerto que nos espera"
(Papeles Falsos, de Valeria Luiselli)
"Pero quizás sea cierto que una persona sólo tiene dos residencias permanentes: la casa de la infancia y la tumba. Todos los demás espacios que habitamos son mera continuidad grisácea de esa primera morada, una sucesión indistinta de muros que finalmente se resuelven en la cripta o en la urna -expresión más ínfima de las infinitas divisiones de un espacio en donde puede caber un cuerpo humano".
(Papeles Falsos, de Valeria Luiselli)
"Casi todos conocemos la anécdota de nuestro primer <mamá> (y sabemos que el interés del que la escucha suele ser inversamente proporcional a la ternura de quien a cuenta), pero calculo que son muy pocas las personas que recuerdan sus primeros pasos temblorosos por la lengua. Algunos han comparado la experiencia de este primer aprendizaje con el éxtasis de un demiurgo que produce un universo, nombrándolo. Los niños, se podría pensar, son los poetas del esperanto: sus palabras existen en perfecta correspondencia con el mundo.
Aficionados al mito del paraíso adánico, quisiéramos creer que los nombres de las cosas son exactos y necesarios, que hay una palabra en el núcleo de cada cosa y que pronunciarla equivale a develar -o incluso a inventar- la esencia misma del objeto; que el acto del habla es semejante al fiat del Creador. Quizás haya algo de verdad en esto, pero lo cierto es que el proceso de adquirir un primer idioma es tan involuntario como lo es la afasia o el tartamudismo. Más que una reminiscencia del paraíso, aprender un idioma es un primer destierro, exilio involuntario y mudo hacia el interior de esa nada en el corazón de todo lo que nombramos.
<Cada cosa es un espacio más allá del cual no puede haber ninguna cosa>, escribe Joseph Brodsky; cada palabra produce un silencio más allá del cual no puede haber ningún sonido. Los nombres son el guante que cubre la prótesis, la envoltura de una ausencia. Un niño que aprende una palabra nueva adquiere un puente hacia el mundo, pero sólo en compensación de la sima que se abre en su interior en el momento en que ésta se imprime allí. Aprender a hablar es darse cuenta, poco a poco, de que no podemos decir nada sobre nada".
(Papeles Falsos, de Valeria Luiselli)
Valeria Luiselli
Alejandro Salgado Baldovino (A.S.B)
No hay comentarios:
Publicar un comentario