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viernes, 13 de octubre de 2017

Tiempo muerto (Margarita García Robayo)

Margarita García Robayo




Al empezar a leer la más reciente novela de la joven escritora colombiana, Margarita García Robayo, me sorprendió su introducción. 

Lucía y los niños están echados en la arena.
Tomás encajado a un costado de su cuerpo, y Rosa en el otro. Como dos órganos blandos de fácil remoción”.

Y así continúa. Lo que me sorprendió es que inicia con una imagen muy clara y detallada, casi como de un guión. Y en una mezcla de narrador omnisciente describiendo en un aparente tiempo presente. Al seguir leyendo, descubres que ese narrador y ese estilo, pertenece a la configuración de una máquina de recuerdos. Lo que en definitiva conforma la estructura de la novela.    

La novela cuenta de forma general la historia de un matrimonio en su madurez, luego de casi 20 años de estar juntos, que empieza a resquebrajarse. Lucía y Pablo, una pareja de colombianos que emigraron a los Estados Unidos, donde residen, y desde donde transcurre la mayor parte de la historia. “Tiempo muerto”, se refiere precisamente a esos largos espacios vacíos que empiezan a llenar la vida de la pareja, sin anuncio y sin explicación aparente.  

La historia de un matrimonio ido a pique, la deconstrucción de la familia, de la pareja, parece un tema que se ha explorado en diversas oportunidades y épocas en la literatura, pero Margarita García ha logrado construir y contar esta historia con un estilo y una forma muy particular, que te da nuevos enfoques y perspectivas sobre el tema. Desde el tipo de narración, que no utiliza una línea cronológica de exposición de eventos de forma lineal, sino que apela a los recuerdos de distintos tiempos. En un mismo capítulo podemos encontrarnos con distintos espacios, distintas épocas y distintas perspectivas. Pero el espectador no tiene oportunidad de perderse, porque en el transcurso de la lectura va entendiendo que lo que importa no son la secuencia de los hechos, sino el análisis minucioso, psicológico, social e íntimo que se propone sobre la vida de esta pareja. Y que la autora describe tan bien, tanto las descripciones generales, que abogan por la economía de las palabras y sin uso excesivos de adjetivos, como las de sus personajes, que quedan expuestos, desnudos y bellamente dibujados con una prosa aparentemente sencilla, pero sutil y precisa, que actúa como un pequeño cincel, que poco a poco va dando forma al cuadro general.    

Y desde el narrador, que constantemente está construyendo imágenes, unas muy dolorosas y otras muy bellas. Quien además nos ofrece momentos íntimos y de reflexión, donde se explora la psique y la perspectiva tanto de Lucía como de Pablo. Ninguno de los dos recibe trato especial, y no es necesario, cada uno es expuesto en su realidad y su humanidad, en sus aciertos, sus errores, y sus cavilaciones sobre el estado de su relación y sobre sus ideas sobre los motivos de este quiebre. Y este constante contraste e indagación sobre los personajes, junto con sus recuerdos, al final nos ofrecen un agudo estudio sobre las relaciones de pareja, sobre el ser humano en general, y sobre el paso del tiempo.    

Aparte de toda esta parte artesanal, de su estructura, su narración y sus personajes, la novela ahonda y sugiere varios temas que la autora ya ha tratado en sus anteriores novelas y artículos, como es la perdida de la identidad, viviendo en el extranjero, el concepto de patria, la xenofobia, el racismo, el análisis a la figura de la madre, en fin, diversos temas, que no parecen ajenos a la narración, sino que son adheridos completamente y de forma natural a la trama, y a toda esa construcción que ha realizado la autora. Por lo que percibo un ejercicio detallista, minucioso y muy bien trabajado y construido.  

Creo también, que algo que diferencia a esta novela en el tratamiento del tema, y tiene mucho que ver con su estructura y concepción, es que nunca señala, acusa o intenta dar respuestas sobre algunos temas o comportamientos, simplemente los expone, y no da fáciles y sencillas resoluciones, sino que deja que el espectador participe y saque sus propias conclusiones; inicialmente, relacionándose e intentando comprender a sus personajes, cada quien los juzgara a su manera, porque en la narración no se hará, solamente los personajes en sus cavilaciones se acercarán al juzgamiento, pero no es la esencia de la obra, y eso me pareció muy valioso. Porque así como en el cine es frecuente, y en muchos aspectos de la vida, no todo tiene una fácil resolución, ni una explicación sencilla, y creo que el público en general, los que consumen y aprecian el arte están muy acostumbrados a las obras con una posición marcada y con una resolución, con un veredicto, en fin, como se quiera llamar. 

Esto último es algo que he valorado mucho de esta novela, junto con todos los aspectos que he mencionado, y alguno que otro que se me pasará y descubriré en nuevas lecturas. Varias de las escenas construidas me gustaron mucho y se han quedado en mi mente, pero particularmente me encantó una donde Pablo propone a Lucía que se escapen con sus hijos sin un lugar ni destino, porque es un momento donde convive el idealismo, y al tiempo la racionalidad, y nos da a entender lo bonito que es a veces el idealismo, pero como casi siempre, con un inevitable destino efímero, que el mismo tiempo se encarga en desvanecer.  

La recomiendo mucho, creo que hay muy buena literatura en esta novela breve, pero a la vez profunda y aguda. 




Me gustaron muchas frases y fragmentos también, acá destaco dos:


“Lo raro no son las infidelidades, piensa Lucía; ella también cometió algunas –más discretas, más holgadas, nada que pusiera en riesgo el corazón de nadie-. Lo verdaderamente raro es mirar al otro y preguntarse quién es, qué hace ahí, en qué momento le cambiaron tanto los rasgos de la cara. El desconocimiento es el saldo del tiempo acumulado, nadie puede decir con exactitud  cuándo se planta la semilla. Empieza como un síntoma de desinterés, algo minúsculo que después se naturaliza y ambos dejan de preguntarse cómo es que siguen ahí, adobando la abulia frente al otro, asintiendo a lo que dice como un trámite: excediendo el período en el que aquello que decía te parecía interesante. O digno de ser escuchado.” 

(Tiempo muerto, de Margarita García Robayo)


“Ver la cantidad de trastos que tienen –viejos, pero casi sin usar- lo hace pensar en el tiempo que lleva con Lucía. Eso tienen, aparte de hijos y ollas: asentamientos de tiempo muerto que ninguno se ha dignado a remover.” 

(Tiempo muerto, de Margarita García Robayo)


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