Hablar de El Jilguero… me resulta abrumador, porque hay tantas cosas que me gustaría decir, porque sé que no podré decir todo, y porque hasta hace poco lo he terminado finalmente. Justo lo he terminado el 10 de Abril, una fecha que también es clave en el libro y en su historia. Porque el 10 de Abril, en la ciudad de Nueva York, Theo Decker, el personaje principal y protagonista del libro sufre uno de los momentos más trascendentales y dramáticos de su vida, y que marca todo el desarrollo de la historia. Cuando estaba terminando las últimas páginas, con mucho dolor, debo confesar, y con una visceral angustia, me devolví al inicio, y ahí para mi sorpresa me di cuenta de que la fecha en que iba a terminar el libro coincidía con el momento que marcaría la vida de Theo: Un atentado en el Metropolitan Museum de Nueva York, mientras él y su madre se encontraban observando la colección de artistas holandeses, especialmente la obra “El Jilguero” de Carel Fabritius. Luego, todo se desvanecía, todo era caos, Theo, un chico de solo 13 años en ese momento, no podía entender lo que pasaba. Sólo un anciano, que había observado con anterioridad en las salas junto con una bella niña, y que agonizaba en el piso junto a él, le dirigió sus últimas palabras, ofreciéndole un anillo y sugiriéndole que se llevara una obra de arte: El Jilguero. Y a partir de ese momento, se desenvuelve una fascinante historia, que debo confesar como pocas he leído en los últimos años.
Donna Tartt, escritora de origen sureño, y gran heredera de los grandes escritores del sur de Estados Unidos, y como ella misma lo confiesa, heredera de los clásicos de la literatura universal. Tartt junto con Jonathan Franzen han sido acusados, con reconocibles méritos, de haber escrito las primeras grandes novelas u obras maestras del Siglo XXI, o la Grandes Novelas Americanas de principio de siglo. Y no me atrevería a contradecir de primera mano tales afirmaciones. Sobre Franzen ya he escrito, pero descubrir a Tartt ha sido realmente fascinante.
“El Jilguero” ganó el prestigioso Premio Pulitzer a la mejor obra de ficción en el 2014. Y debo confesar, que si hay unos premios de los que me fio y casi nunca me han decepcionado con posteriores lecturas, son los Pulitzer. Y con los que he descubierto varias de mis novelas y autores favoritos. Es solamente el tercer libro de Tartt, quien sorprendió con sus primeras dos novelas, y con la curiosidad de que se toma su tiempo en escribir, ya que los tres libros han sido publicados en un lapso de casi 30 años, tomándose aproximadamente 10 años en concebir cada libro. Por lo que siempre son extensos. Pero le hablaré de El Jilguero, del que ya he desvelado anteriormente parte de su inicio, y del momento del que se desprende la acción en la obra.
“El Jilguero” es una gran novela en toda la extensión del adjetivo y la palabra, por su longitud y su calidad. Es una obra de largo aliento y de varios rings o asaltos. Son 1.143 páginas, divididas en cinco partes. Con una narración en primera persona desde el inicio, con la voz del propio Theo Decker, que también se encuentra escribiendo esta historia. Por lo que nos introduce en una especie de metanovela o metaficción, donde está en pleno de control de la historia, pero aún así introduce momentos confusos, que ponen a dudar de su carácter de narrador omnipresente, para posicionarse desde una perspectiva del lector, es un autodescubrimiento personal e íntimo dentro del transcurso de la narración. Es un elemento ya utilizado, pero pocas veces se usa con tanta sutileza y detalles, y con un involucramiento tan alto en la psique del lector.
La historia abre el telón con un flashforward o prolepsis, una escena del futuro en la historia cronológica del libro, pero que es a la vez un una analepsis o flashback en lo que representa toda la historia de Theo en general. Theo se encuentra en un hotel en Ámsterdam, desesperado, y empieza a recordar a su madre. Desde donde empieza a contar la historia desde el inicio, teniendo como preludio ese dramático evento en el museo. Qué él mismo describe como el momento en que todo se empezó a perder. Y desde ahí sigue la historia un curso cronológico hasta llegar a ese momento del inicio y continuar con la historia.
El libro está ambientado claramente en el Siglo XXI, sobre el 2010 en adelante. Entra dentro ese tipo de literatura post 11 de septiembre, al tratar se forma sutil el tema del terrorismo, además de otra mención más sutil sobre la crisis económica en la bolsa, etc. Pero son solo referencias válidas, porque la verdadera historia de fondo es mucho más humana, y mucho más grande. Es notable la referencia y la inspiración de clásicos, por lo que sin dudas es un libro de estilo clásico contemporáneo. Tiene la ambición, el cuidado y la calidad. Desde claras referencias de Dostoievski hasta, Melville y Dickens.
Pero las grandes virtudes de esta novela son: la narración, de la que ya he mencionado detalles, es una narración muy hábil, ingeniosa, cuidada y limpia. Como gran bandera de los clásicos, es bastante descriptiva, tanto en detalles físicos, como ambientales y humanos. Y por supuesto, su más grande virtud, y fue una de las razones que sustentaron cuando le dieron el Pulitzer:
“La madurez de una novela maravillosamente escrita, con unos personajes exquisitamente perfilados que narra la dolorosa implicación de un chico con un famoso cuadro que se ha librado de la destrucción”.
Y de hecho, su más grande virtud para mí son sus personajes. Se toma su respectivo tiempo en retratarlos, en irlos cultivando. El personaje central y más trabajado es Theo, y por su misma posición de narrador omnipresente, logra una gran conexión con el lector. De verdad, en momentos me sentí en su mente y en su piel. Y lo que es más sorprendente, es que hay un momento en que él mismo da un giro a la trama, y logra transmitir su sorpresa al lector, logra transmitir sus sentimientos más profundos, aquello que no dice, ni escribe, ni menciones, pero que deja en el aire por algún gesto o pensamiento descrito. La palabra es delatora y Theo al parecer lo sabe, y deja su alma en este escrito. Esa habilidad combinada con la agilidad en la narración, logra momentos realmente mágicos, poderosos, inolvidables y majestuosos, que sin dudas me hicieron pensar que estaba leyendo una obra maestra. Es una sensación indescriptible, que sólo lo sabes y lo sientes, luego de haber leído tanto, pero son sólo pocos libros los que logran estas sensaciones. Además de Theo, hay otros personajes fascinante, y aunque no tienen todo el tratamiento y el espacio de Theo para desarrollar, tienen buenos momentos y la autora logra que también nos quedemos con ellos, o que ellos se queden con nosotros. Pero sobre todos esos personajes, debo destacar a Boris. Incluso eclipsando a Theo por momentos. Boris es un joven ruso, que conoce a Theo en Las Vegas, cuando el padre de Theo se lo lleva a vivir con él y su novia. No voy a adelantar detalles de nada, pero Boris me parece uno de los personajes más bellos que he leído en la literatura reciente, y su relación íntima de amistad, drama, camaradería y amor con Theo, es de lo más bello que tiene este libro. Son escenas que elevan la narración, que te arrugan el corazón y simplemente personajes inolvidables, que creo que demore en olvidar.
Confieso que el libro me interesó mucho desde el inicio, y lo fui leyendo de forma pausada, pero hubo un momento en las primeras partes, antes de la página 300, donde sentí que todo pasaba muy lento, por lo que suspendí el libro por un tiempo. Creo que hubo partes cuando Theo vive con la familia Barbour, o en el inicio de Las Vegas, que se pudieron suprimir, y aunque al final sirven de mucho para esa larga relación y desentrañamiento del personaje, creo que hubo partes que pudieron ser más breves. Lo bueno, fue que cuando retomé el libro, luego de la página 300 hacia la 400, no pude soltarlo hasta la el final. Y aunque tengo algunas reservas sobre el tramo final, giros nuevos que no me esperaba, y una resolución que huye de convencionalidades, haciendo recaer el peso de la narración en el mismo personaje, pero en su posición de narrador y escritor de esta historia, y su papel reflexivo ante la obra. Debo confesar que me puso muy triste no saber más a profundidad sobre ciertos personajes y ver con más claridad el rumbo que tomó su historia, y la del mismo Theo, pero ese es otro elemento que me parece ingenioso, y al fin y al cabo, una ventana abierta al lector, a su imaginación ya seguir e imaginar las historias nosotros. Puede parecer insatisfactorio, pero en realidad es muy bello y mágico. Pero si debo elegir una parte que me gustó especialmente, fue Las Vegas, y poco después cuando se revelan ciertos acontecimientos que el lector nunca se entera que pasaron en realidad, porque la narración en Las Vegas está totalmente monopolizada por el estado emocional de Theo en esos momentos, su largo duelo, su sentimiento miserable, su odio por su padre, el efecto de las drogas (de hecho hay momentos de la narración que son alucinantes, lo que muestra el estado de compenetración que alcanzamos a tener con Theo), en fin toda la narración queda obnubilada por su estado emocional, y luego gracias a la perspectiva de Boris, narrada por el mismo Theo, es que nos enteramos de muchas cosas más, que pasaron y no fuimos conscientes. Esa sensación de descubrimiento, y a la vez de engaño, que sentí cuando se develan cosas que pasaron y no fuimos conscientes, pero pareció genial, porque narrativamente es manejado con tanta destreza, que sorprende.
Y otro elemento de la narración, que también es uno de los hilos conductora de toda la trama en general, la figura del cuadro El Jilguero de Fabritius, que es un elemento siempre presente, y que sirve para hilvanar todas las historias al final. En un momento de la narración deja de ser importante, pero luego reclama con autoridad su importancia en el libro hasta el final. La forma de mezclar la obra de arte, y el arte en general, con el mundo de los anticuarios, de los vendedores de arte y antigüedades, y con las historias que conducen la narración, me pareció magistral.
Al final, con todos estos elementos, me pareció que “El Jilguero” es muchas cosas, es un canto de amor sobre el arte, su importancia en nuestra vida y su poder sanador ante los sufrimientos humanos; sobre los objetos, su alma y su capacidad de trascender a varias personas; sobre la memoria y la nostalgia, sobre la vida, la amistad, el amor, la madurez, el duelo, la tristeza, la belleza, la decepción, el bien y el mal. Toda una cantidad de elementos y emociones magistralmente hilados. Es muy bella, es dura y altamente conmovedora. Me encantó que evita el cliché, no sólo en situaciones sino en la caracterización y personalidad de sus personajes; que sugiere cosas y no dice todo, y que Tartt decide sabiamente en que aspectos ahondar, en cuales no, y cuales dejar simplemente develados en una pequeña parte. Otro de los bellos personajes del libro, Hobie, el restaurador de antigüedades que acoge a Theo, dice:
¿Quién sabe si los jugadores no son los que mejor lo entienden? ¿No merece todo una apuesta? ¿No sale a veces el bien de alguna extraña puerta trasera?
Acá nuevamente haciendo referencia a uno de los autores más mencionados dentro de la historia, al gran Dosteoyevski, sus obras “El Idiota” (que Boris en un momento lo lee en ruso, mientras Theo escucha y no entiende nada, pero que años después intentará aprender ruso para leerlo y entenderlo… o cuando Boris le explica porque le gustó y le marcó tanto ese libro), “El Jugador”, entre otras referencias a clásicos que también sugiere, pero que adapta, se apropia y adopta con maestría.
En fin, es un libro fascinante y majestuoso, narrado con maestría en muchos momentos, con habilidad en la prosa, en la narración, en la capacidad de asociación entre tantos elementos, y la descripción y concepción de sus personajes. A pesar de los elementos, como de recortar algunas páginas, detalles en el final y la resolución, que creo hubiesen elevado su impacto al nivel de obra maestra indiscutible de la literatura contemporánea, creo que sigue siendo una gran obra, con toda la riqueza de los clásicos, porque incluso varios clásicos tienen páginas de más, jejeje. De verdad. Así que creo que estamos ante una de las obras destinadas a convertirse en clásicos, y una de las grandes novelas del siglo que corre. Porque lo contemporáneo, no siempre tiene que ser destrucción del pasado, sino saber utilizar con destreza, gracia y maestría los elementos de los clásicos y del pasado, adaptarlos a nuestros tiempos, y en ese terrenos atrevernos a desentrañar el espíritu de nuestro tiempo, porque no muchas veces importa la forma sino lo que se consigue y a lo que se llega con el fondo. Y ese es en cierta forma, uno de los mensajes de la novela, que queda sustentado en su final, no perder el espíritu del pasado, saber renovarlo, traerlo al presente y seguir haciendo que nuevas y más nuevas generaciones los descubran… porque las grandes obras siempre se leer a partir de nuestro interior, de nuestro reflejo como seres humanos y como sociedad, y que son las que al fin y al cabo tiene mayor impacto.
Y creo que no tengo que decir, MUY RECOMENDADA. Pero si recomiendo paciencia, y leer con moderación, para disfrutarla en toda su extensión. Y gracias a Donna Tartt por esta excelente obra de arte. No olvidaré esta historia por mucho tiempo.
9/10
Fragmento de El Jilguero:
"8 R, dos llaves y un candado con una combinación, 7522, los cuatro últimos dígitos del teléfono de Boris en Las Vegas. El cubículo se abrió con un ruido metálico. Allí estaba la bolsa de Paragon Sporting Goods, con la etiqueta de la tienda de campaña colgando, King Kanopy, $43,99, tan flamante y almidonada como el día que la había comprado siete años atrás. Y aunque la tela de la funda de almohada que asomaba por la bolsa me provocó un desagradable cortocircuito, como un estallido eléctrico en la sien, lo que más me impresionó fue el olor; porque el olor del revestimiento de plástico de la cinta adhesiva protectora se había vuelto abrumador al estar tanto tiempo encerrado en un espacio tan reducido, un olor emocionalmente evocador en el que no había pensado durante años, un claro tufo a polivinilo que me llevó con brusquedad de regreso a mi niñez y a mi dormitorio de Las Vegas; sustancias químicas y moqueta nueva, durmiéndome y despertándome todas las mañanas con el cuadro pegado detrás de la cabecera de la cama y el mismo olor adherido a las fosas nasales... (...)"
(El Jilguero, de Donna Tartt. Premio Pulitzer 2014)
Donna Tartt
El Jilguero, de C. Fabritius
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