Novela más reciente del escritor francés Frédéric Beigbeder, publicada en el 2016. No conocía al autor, llegué al libro gracias a la recomendación de una querida amiga alemana, quien no dudo en recomendármelo por mi afición a J.D. Salinger, a Chaplin, y a todos los grandes artistas que salen retratados en esta novela.
La novela, que me pareció muy original, ya que mezcla de forma magistral la historia con la ficción, e incluso tiene cabida la interpretación histórica y la autobiografía por parte del mismo autor, es llevada y estructurada con mucha agudeza, humor y profundidad reflexiva. La he disfrutado mucho, y he podido entender perfectamente al autor, quien también visiblemente mantiene un gran aprecio por sus personajes protagonistas.
Dividida en 12 capítulos, más una introducción y un epílogo, tiene dos pequeños capítulos introductorios, uno de ellos, donde el autor explica por qué esta novela no es una ficción. En su mayor parte, es ambientada en la época de los años 40, con un marcado personaje principal, el escritor J.D. Salinger, quien en esa época era apenas un joven de veintiún años, que escribe relatos para revistas reconocidas. También desde el inicio se nos presenta el segundo personaje que comparte protagonismo con Salinger, Oona O’Neill, quien en esa época tiene apenas quince años, y es conocida como la hija del gran dramaturgo y Premio Nobel de Literatura, Eugene O’Neill.
En sus primeros capítulos, observamos cómo se va construyendo la relación entre Salinger y Oona, en medio del universo de la joven, que pasa en fiestas de jóvenes ricas de la época, acompañada también por el joven escritor Truman Capote. Esta parte es muy linda, tierna y romántica, y refleja la inocencia, la pasión de los amores juveniles.
En los siguientes capítulos, estaremos inmersos en dos o tres líneas temporales adicionales, acompañando a la historia de amor de nuestros jóvenes protagonistas. Todo cambia, específicamente tras el bombardeo de Pearl Harbor, cuando el joven Salinger se alista en el ejército y se separa de Oona. Sus vidas se separan, con Jerry participando en el desembarco de Normandía, y con Oona casándose, en una decisión muy polémica en la época, con el gran Charles Chaplin en 1943, siendo él ya un hombre mayor.
Frédéric Beigbeder se explaya en su fascinante y lúcida prosa, para contarnos varios de los acontecimientos ocurridos en esas historias cruzadas. Y todo resulta fascinante, desde la mención a hechos y detalles históricos, hasta su fascinación por Salinger y Oona, que son retratados con mucho cariño, pero sin enaltecerlos en figuras intocables, sino desde la perspectiva de un admirador a la distancia, que ha encontrado en sus vidas, inspiración y similitudes para dedicarse a su labor.
Las menciones a personajes secundarios de lujo, como: Ernest Hemingway, Charles Chaplin, Eugene O’Neill, Truman Capote, quienes estuvieron ligados de forma muy cercana con los protagonistas, son simplemente un deleite. Beigbeder además, interpreta los sucesos, llena espacios vacíos con su imaginación y su destreza, recrea momentos, que quizás son sabidos como simples momentos sin detalles, y los convierte en literatura, en buena literatura, con descripciones y bellos y sesudos diálogos, que además son apoyados con documentación real… Pero sin dudas, su gran trabajo, es recrear las cartas entre Salinger y Oona que se enviaron desde que se separaron sus caminos. Las cartas reales si existen, pero la familia de Chaplin nunca ha permitido que salgan a la luz. Frédéric Beigbeder pidió tener acceso a la documentación, y recibió como era de esperarse el rechazo de la familia, aunque al final confiesa, que quizás fue lo mejor, porque de haberlas conocida, quizás no pudiese haberlas imaginado. Por lo que me parece un ejercicio muy audaz y meritorio.
Además, confirmando el carácter personal e íntimo de esta obra, el autor se incluye a sí mismo en la narración, tomando voz propia, reflexionando al tiempo sobre sus personajes, contando detalles del proceso de creación, interactuando con el lector, incluso con detalles muy actuales (mención de películas contemporáneas), y proponiendo que busquen un vídeo en YouTube para analizar conjuntamente. Y también habla de su propia vida, y reflexiona junto con su amigo, alter ego y personaje, Jerry Salinger, sobre el amor, sobre la guerra, sobre la figura de Chaplin, sobre Oona, sobre Salinger, y sobre la vida en general. Con todos estos recursos, no hay más que sólo reconocer el gran talento del escritor, porque todas estas mezclas resultan muy amenas, interesantes, divertidas y satisfactorias, lo hace con destreza, cuidados, y al mismo tiempo con rebeldía y audacia.
Con todos estos elementos que ya he descrito, está simplemente de más decir que la recomiendo mucho. Tanto para los admiradores de las figuras de la novela, como a los que no los conocen, porque seguramente querrán saber más sobre esos personajes. Varios de ellos, que marcaron un papel importante en la historia del siglo XX. Una de las mejores lecturas que he tenido este año, y un autor al que hay que seguir.
8.5/10
Fragmentos del libro “Oona y Salinger”:
1.
“Jerry tiene esta visión del amor a los veintiún años, cuando sueña con Oona por la noche: el amor es más bello cuando es imposible, el amor más absoluto nunca es recíproco. Pero el flechazo existe, ocurre todos los días, en cada parada de autobús, entre personas que no se atreven a dirigirse la palabra. Los seres que más se quieren son aquellos que no se querrán jamás”
“(…) la brecha entre Charles Chaplin y Hollywood no haría sino agrandarse. El entorno del cine le había perdonado sus arrestos por borrachera manifiesta y pública en plenos Hollywood Boulevard, sus carreras a caballo con Douglas Fairbanks delante del Musso & Frank, sus extravagancias sentimentales y sexuales, pero no le perdonó jamás su apoyo a la Unión Soviética durante la guerra, ni su reticencia a celebrar Hiroshima y Nagasaki… Chaplin miraba a Hollywood por encima del hombro, y Hollywood se lo haría pagar: en pocos años, el hombre más popular de los Estados Unidos se convirtió en su enemigo público número uno. (…) Incluso el discurso final de El gran dictador, esos seis minutos en los que Chaplin hablaba por primera vez en el cine, pronunciando un elogio idealista de un humanismo internacionalista, ¡fue considerado ultraizquierdista! A día de hoy, el fundador de United Artists, el creador del cine moderno, el inventor del mito hollywoodiense, todavía no tiene la huella de su mano gravada frente al Chinese Theatre, mientras que Hugo Boss, que fabricó los uniformes de las SS, de las Juventudes Hitlerianas y de la Wehrmacht, posee un flagship store en Rodeo Drive. Y mientras los BMW y los Mercedes, cuyos motores construidos por los judíos deportados/esclavos de los campos de concentración fueron los principales artífices de la Blitzkrieg, desfilan por las calles de Beverly Hills. Le pregunté al portero del cine más famoso del mundo por qué Chaplin no estaba presente en su acera. Me respondió: “Because he was commie!” Entonces, ¿era mejor ser nazi?”
(Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder)
2.
“Chaplin no volverá a Los Ángeles más que para recibir un Oscar honorífico en 1972, con un visado excepcional de quince días, en la que, a día de hoy, sigue siendo la standing ovation más larga de la historia de estos premios. Reto a cualquier ser humano a contemplar la secuencia sin hacer uso de numerosos pañuelos”
(Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder)
3.
“En la batalla nunca ocurre nada según lo previsto. Dicen que uno de cada cuatro soldados padece problemas neuropsiquiátricos: para mí que son el cien por cien, lo que pasa es que los más zumbados son esas tres cuartas partes que fingen estar bien. Nunca comprendemos bien lo que ocurre en el teatro de operaciones. Por mucho que hayas visto los mapas de estado mayor, hayas escuchado las instrucciones del general y hayas seguido los cursos de táctica militar, una vez sobre el terreno reina el desbarajuste absoluto y cada cual va por su lado. Patton dice que el secreto es “moverse y disparar al mismo tiempo”. Se le olvida decir que también gritar sienta bien. En las películas, los soldados son silenciosos y felinos. En realidad, berreamos como vikingos”.
(Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder)
4.
“Lo que provoca el trauma de un veterano no es la indiferencia ni la falta de reconocimiento, es el hecho de que la vida haya seguido su curso. En 1946, de vuelta en Nueva York, Jerry se hundió al ver al portero de su edificio paseando al perro todos los días, tal como hacía antes de la guerra…”
(Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder)
5.
“Salinger abandonó Nueva York porque ya no le dejaban entrar a ningún sitio. Adolf Hitler experimentó la misma amargura de veterano traumatizado en 1919. Desmovilizado y derrotado, frustrado y ocioso, vencido y fracasado, Jerry huyó para no convertirse en dictador”.
(Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder)
6.
“(…) De modo que imagina a Holden Caulfield en tratamiento por problemas mentales en una clínica psiquiátrica tras una fuga a Nueva York. Y empieza a anotar la famosa frase: “Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso”.
En 1951, J.D. Salinger pública El guardián entre el centeno. Es la desesperación de un veterano de la Segunda Guerra Mundial trasplantada al corazón de un adolescente neoyorquino. La novela fue rechazada por The New Yorker y por el editor Giroux (que también rechazó En el camino, de Kerouac). Aceptada al fin por Little, Brown and Company, sale publicada el 16 de julio de 1951 a un precio de tres dólares. Salinger es un autor respetado en el medio literario por sus relatos aparecidos en The New Yorker: “Un día perfecto para el pez plátano”, en 1948, y “Para Esmé, con amor y sordidez”, en 1950. El guardián entre el centeno recibe elogios inmediatos de Faulkner y Beckett. Jerry no hará ninguna “promo”.
“Soy incapaz de explicar lo que he querido escribir”, dirá para rechazar todas las entrevistas.
¿El mensaje del libro? O te confirmas con el modo de vida del empleado medio, o terminas en el manicomio. A partir de 1951, el hospital psiquiátrico es el horizonte de los espíritus libres del sistema capitalista.
Al cabo de tres meses, el libro alcanzó el cuarto puesto en la lista de los más vendidos de The New York Times, que sin embargo lo criticó duramente. Desde hace sesenta años, se venden un millón de ejemplares al año. Un éxito y unas consecuencias en la sociedad que sólo tienen un equivalente en Francia: el de Buenos días, tristeza, de Françoise Sagan, publicado tres años más tarde”.
(Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder)
7.
“La guerra está tan cerca, a un simple pestañeo; me hicieron creer que era un acontecimiento histórico, cuando en realidad forma parte de mi actualidad. Decenas de miles de muertos, lisiados por todas partes, personas enloquecidas en el mundo entero. Mi país acababa de perder la vida cuando comenzó la mía. Nuestros abuelos no pudieron o no quisieron contarnos su guerra. Como Jerry, trataron de ahorrárnosla cambiando de tema. Nuestros abuelos nos convirtieron en niños perpetuos para protegernos. Pero no es culpa suya. Es a causa de la guerra por lo que nunca seremos adultos, única y exclusivamente a causa de ella. Somos sus nietos que nunca se harán mayores. Tenemos que intentar hablar de la guerra en lugar de nuestros abuelos. ¿Quién podrá saldar tamaña deuda?”
(Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder)
8.
"Llega un momento en algunos países, en determinadas épocas, en el que la gente parece esperar un acontecimiento importante y trágico que permita resolver todos los problemas. Generalmente, esos periodos se llaman 《de preguerra》.
El mundo está listo para la próxima. Un nuevo conflicto mundial enjugaría las deudas públicas, relanzaría el crecimiento económico, reduciría la superpoblación... Los niños mimados y amnésicos de los países ricos esperan inconscientemente que un nuevo cataclismo libere espacio para los supervivientes. Quieren dejar huella. Sueñan, sin confesárselo, que la Historia no ha llegado a su fin. Buscan una nueva utopía, nuevas divisiones. Anhelan un nuevo enemigo al que masacrar. Querrían estar traumatizados por algo más que una escena de Saw en YouTube. La juventud de 2014 está falta de elecciones trágicas. Está necesitada de destrucciones. Las generaciones precedentes le han legado un endeudamiento colosal, un paro masivo y un planeta contaminado. El aburrimiento existencial, la sensación de vacío, la frustración globalizada alimentan el deseo aterrador llamado nihilismo. Una necesidad de servir a algo, de pelearse por un ideal, de escoger un bando, de arriesgar la vida para convertirse en héroe. No es de extrañar que algunos se conviertan en terroristas: ¿qué es el terrorismo, sino la única oportunidad de los antihéroes para procurarse una guerra en tiempos de paz? El periodo de calma que atraviesa Occidente es el más largo de toda su historia, y quizás esté apunto de terminar.
Me asustan los héroes; sin embargo, escribo un libro sobre uno de ellos".
(Oona y Salinger, de Frédéric Beigbeder)
9.
(Conversación entre Ernest Hemingway y J.D. Salinger sobre F.S Fitzgerald, luego del desembarco en Normandía)
E.H: Era adorable. ¿Sabías que leía a los franceses? ¿Tú lees a los franceses? Balzac, Flaubert, Musset. Son la cúspide del refinamiento. ¿Sabes qué me llena de tristeza? Después de esta guerra se habrá terminado, ya lo verás. Ya nadie leerá a los franceses. Eso es lo que habrán ganado los Estados Unidos. A nosotros nos leerán en el mundo entero, y nosotros sólo nos leeremos a nosotros mismos. La cosa empezó con la Primera Guerra Mundial. Antes de 1915, en Broadway sólo se representaban autores extranjeros. Luego nos limitamos a nuestras propias obras, no se programa más que a Dreiser y a O'Neill. Eso es lo que asesinarán las guerras: nuestra curiosidad".
El 3 de septiembre de 1945, Hemingway menciona en una carta al crítico Malcom Cowley a un "joven de la IV División llamado Jerry Salinger que menosprecia la guerra y no piensa más que en escribir". Dice estar impresionado de que la familia de Salinger siga enviándole The New Yorker.
(Oona y Salinger, de Fréderic Beigbeder)
Muy buena reseña amigo Alejandro, gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias César! Saludos, y gracias por pasarte!
EliminarA.S.B