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lunes, 1 de septiembre de 2014
Los Ejércitos (Evelio Rosero)
Una de las novelas, o quizás la novela más importante del escritor colombiano, nacido en Bogotá, reciente ganador del Premio Nacional de Novela por su novela “La Carroza de Bolívar”.
Personalmente, fue el primer libro que leí de Evelio Rosero, y fue hace algunas semanas, debido a la socialización en el Club de Lectura al que asisto, y fue una grata sorpresa, me gustó muchísimo. Literariamente es riquísimo. Aparentemente no pasa nada, pero al mismo tiempo pasa de todo, y gracias a la prosa maestra y el cuidado en el detalle de Rosero vamos cabalgando por las vivencias de los habitantes de ese pueblo, desde la mente y la perspectiva del señor Ismael, ese viejo profesor que conoce los pecados hasta del mismo cura del pueblo, jeje y que espía a su liberada vecina.
En el tema de la guerra, en donde siempre es tan fácil caer en clichés o maniqueísmos, pocas veces se logra trasmitir con efectividad y desde un punto objetivo una situación... Recuerdo una frase que una vez me dijo mi amiga María Sixta, muy sabia ciertamente, de que "La realidad no se puede volver ficción hasta que haya pasado determinado tiempo". Ella lo afirmó en ese momento específicamente al caso Español, con la Guerra Civil Española, que aún tiene heridas abiertas, pero se podría trasladar al conflicto colombiano, que aún sigue latente y con las heridas aún sin posibilidad de cerrar. Es por esto, por el dolor y el rencor, que muchas veces a los artistas de la época se les dificulta, al parecer "ficcionar" la realidad con objetividad. Eso sí, como ya la historia nos ha demostrado, al menos que lo haga un genio o un excelente escritor.
Rosero, hace algo que me encanta en forma general, tanto en el cine como en la literatura, y es despegarse de la imagen del héroe, y trasladarse directamente a la gente del común, a los espectadores invisibles y silenciados. Como cuando la joven periodista pasa por encima del viejo Ismael, y vuelve a regresar cuando este comete un acto aparentemente “heroico”.
Los Ejércitos que azotan al pueblo de Ismael, no tienen nombre ni rostro, se confunden entre ellos mismos, entre el ejército nacional, la guerrilla y demás grupos, ninguno se identifica especialmente, en el libro todos están expuestos bajo la misma luz, y para el pueblo que los padece, todos lo mismo. Aquí vendría una frase que alguna vez escuché en alguna película, “Que cuando tienes un arma en la mano, ¿cuál es la diferencia entre un policía y un bandido?” Más o menos dice así, pero la idea del mensaje, es retratar la situación de poder. Y nada mejor que un arma, para que los hombres aparenten tener algún poder en sus manos… el de vidas ajenas, el de sueños e infancias perdidas.
Pero no es un libro totalmente trágico, hay diversos episodios cómicos, netamente ligados a la narración costumbrista, a la simple pero magistralmente descrita cotidianidad del pueblo y la gente del común, aunque la guerra y la nostalgia siempre se encuentran a la vuelta de la esquina… Así como la sombra de la muerte, que empapa en diversos pasajes la atmósfera del libro, a sus personajes y a su entorno, haciéndome creer en el tramo final de si estuviese leyendo a Rulfo con su pueblo de muertos de Pedro Páramo.
Un episodio especialmente se queda grabado, cuando después de un descuido de Ismael y los mayores del pueblo, una pequeña y letal bomba cae en las manos de los niños que se divierten con ella inocentes, y luego Ismael de las quita y en un trayecto gélido y de suspenso, tras la emoción de los niños que lo siguen, intenta deshacerse del artefacto. Es una escena magistralmente narrada, así como muchos otros pasajes.
En síntesis, Costumbrismo, sencillez en la prosa, pero excelentemente narrada e hilvanada. Sin dudas, un nuevo clásico en la literatura colombiana.
9.5/10
Fragmento de Los Ejércitos:
"Hoy mi mujer sigue siendo diez años menor que yo, pero parece más vieja, se lamenta y encorva al caminar. No es la misma muchacha de veinte sentada en la taza de un baño público, los ojos como faros encima de la isla arremengada, la juntura de las piernas, el triángulo del sexo -animal inerrable, no-. Es ahora la indiferencia vieja y feliz, yendo de un lado para otro, en mitad de su país y de su guerra, ocupada de su casa, las grietas de las paredes, las posibles goteras en el techo, aunque revienten en su oído los gritos de la guerra, es igual que todos - a la hora de la verdad, y me alegra su alegría, y si hoy me amara tanto como a sus peces y sus gatos tal vez yo no estaría asomado al muro. Tal vez"
(Ismael, después de recordar cómo conoció a su esposa)
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