“Blancanieves”
es una nueva adaptación de clásico cuento de los Hermanos Grimm, que a la vez
fue tomado e inspirado de otros relatos tradicionales. Cuando vi por primera
vez el tráiler de esta película, no me llamó mucho la atención, ya que el mismo
año se habían estrenado otras dos versiones del cuento (que por cierto, me
parecieron terribles). Y sobre todo, luego de ver que era una versión
españolada con toreros, flamenco y todo el cuento. Mantuve mi escepticismo
hasta que tuve la oportunidad de verla por primera vez en el Festival de Cine
de mi ciudad.
La
adaptación de Berger me gustó mucho. Desde el primer fotograma te traslada
inmediatamente a otra época, te envuelve en la atmósfera y te lleva de la mano
a ese espectáculo visual, poético y sin palabras, que es una de las
adaptaciones más hermosas que he visto sobre el clásico cuento. Me gustó mucho
la propuesta, la puesta en escena y la originalidad del relato, que es una
trasposición de la historia original a una versión española, donde además de
características culturales del país vasco, también se retrata un sentimiento
general que trasciende las fronteras España. Lo que convierte al filme, tal vez
en un clásico del cine español, y un ejemplo en la adaptación de clásicos sin
necesidad de estropearlos.
Dirigida
y escrita por Berger, “Blancanieves” cuenta la historia del famoso cuento,
ambientado en la España de los años 20, una época difícil y de crisis para el
país, quizás para hacer un paralelismo con la época actual. En el cuento
tenemos a Blancanieves o Carmen, la niña que es abandonada tras la muerte de su
madre; la madrastra o Encarna, que es una enfermera que se gana la confianza
del padre de Carmen cuando se encuentra en el hospital, golpeado por la muerte
de su esposa y se lo gana hasta convertirse en su esposa; los 7 enanos, que en
esta oportunidad son 7 hombrecillos toreros, dedicados a entretener al público;
el padre de Blancanieves, que no es un rey, sino un famoso torero, Antonio
Villalta; hay también una manzana envenenada, toreo y flamenco. Y ambientando
la historia, los sentimientos universales, como la envidia, la ambición, la
tristeza, el aprovechamiento y el siempre persistente amor.
Desde
el punto técnico, es una maravilla visual, con una excelente fotografía y banda
sonora. El blanco y negro y que sea muda le aporta mucho, labor que facilitan
los excelentes actores. Ya que hay un reparto de lujo, encabezado por Maribel
Verdú, Ángela Molina, Macarena García y Daniel Giménez Cacho. Todos se meten en
su papesl y trasmiten absolutamente todo lo que sus personajes deben.
Y la
historia es hermosa y nostálgica, no hay príncipe pero si hay amor. Y una de
las lecciones es que no siempre el amor supera la realidad. Y que la realidad
es a veces más dura. Un cuento sin edulcorantes, un cuento real en un periodo
duro, en donde el ser humano se aprovecha del más débil y de la ignorancia del
otro. Algo aún persistente en nuestra realidad actual. Un cuento diario que se
repitió y se sigue repitiendo todos los días.
En
síntesis, una obra de arte que no deben perderse. Un poema visual en blanco y
negro y sin palabras, y junto con la portuguesa Tabú, los dos homenajes al cine
clásico europeo mudo y en blanco y negro. Ambas imperdibles y memorables.
(8.5/10)
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