“Pietá”
o “Piedad” es la última película del famoso y respetado director surcoreano Kim
Ki-Duk. El director de dos películas que adoro como son “Hierro 3” y “Primavera,
verano, otoño, invierno…y primavera”, ambas entre 2003 y 2004. Luego de esos
filmes, Ki-duk ha tenido diversos desaciertos, ninguna al nivel de sus
anteriores filmes. Este año ha llegado con Pietá, y tenía mucha ilusión de ver
el regreso de un grande. Que de hecho ganó el León de Oro a Mejor Película en
el Festival de Venecia, derrotando a la favorita The Master. Y de hecho podría
decir, que si es un regreso de Ki-duk, aunque no sea un gran regreso, ya que “Pieta”
es un filme intermitente que me generó diversas emociones, entre ellas: una
parte no me gustó para nada, otra me pareció mediocre y otra simplemente magistral.
Por esto, aunque el resultado general sea regular, podemos decir que el
director surcoreano aún tiene mucho por dar.
Dirigida
y escrita por Kim Ki-duk, “Pieta” cuenta la historia de un joven cobrador de préstamos,
que vive una vida triste, vacía y solitaria, lo que le ha ayudado a desarrollar
una frialdad para cumplir su trabajo. La vida del joven cambia, cuando se
aparece una mujer que dice ser la madre que lo abandonó de pequeño.
Esa es
la base de la historia. Ahora para explicar mejor las emociones que despertó en
mí el filme, lo describiré en tres partes:
En la
primera parte del filme, prácticamente en los primeros treinta minutos, somos
testigos de la frialdad del joven cobrador, en las distintas visitas que
realiza a cada uno de sus clientes. Esta parte no me gustó mucho, porque aunque
retrate bien las situaciones en su extremo, hay muchas escenas excesivas, grotescas
y gratuitas. Todo esto junto a la exposición de la sordidez en el entorno, en
muchas ocasiones fue muy abrumador y molesto, al menos para mí.
Luego,
el filme empieza a tomar mejor forma cuando llega la mujer que dice ser la
madre del joven. Pero no mejora del todo. Esto puede deberse a que muchas
situaciones se vean inverosímiles, y a que muchas cosas adquieren sentido más
adelante. Pero además de eso, en esta parte se reafirma ese espíritu anti
capitalista del filme, esa crítica al capitalismo, al consumismo, al dinero, a
la crisis de valores. Pero este no es el punto central del filme. Es sólo una
parte, y la forma en que es mostrada me pareció demasiada explicita, sin el
menor atisbo de sugerencia. Cosa que no me gustó mucho. Porque en ocasiones
incluso el espectador puede ver como si le estuviesen dando un discurso. En esta
parte también descubrimos por primera vez, atisbos en la humanidad del joven
cobrador y podemos llegar a entenderlo. Ya en esta parte, el filme se había
recuperado y se vuelve más interesante, a pesar de los defectos mencionados.
Ya en
la parte final, viene lo magistral y lo mejor de Kim Ki-duk. En esta parte, muchas
cosas adquieren más sentido y se descubre la verdadera naturaleza de la historia.
Estamos frente a otra historia de venganza, tan usadas con efectividad en el
cine asiático, pero siempre funcionan, y esta no es la excepción. El director
deja lo mejor para el final, y hace lucimiento de todos sus dotes, con un final
simplemente genial, me encantaron los últimos segundos. Porque la poesía que
esperaba ver durante todo el filme, llega justo al final. Pero me alegro de
verlo, y pienso que ha valido la espera.
En la
parte interpretativa, mención especial para Min Soo-Jo, que encarna a la madre
del cobrador. Y un poco menos para Lee Jung-Jin, que interpreta a Gang-Do, el
cobrador, que en varias partes resulta soso y no logra transmitir lo suficiente.
La fotografía es destacable en momentos y la dirección de Kim-duk también se
luce en diversos momentos.
En síntesis,
un filme intermitente pero muy interesante. Y que a pesar de los problemas antes
mencionados, representa el regreso de un gran director. Que espero siga sorprendiéndonos
con su cine. Por todo lo anterior:
6/10
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