Continuando el especial sobre Paul Auster con la lectura de su Trilogía de Nueva York, en esta oportunidad es el turno de la segunda parte del libro: Fantasmas.
Fantasmas es una historia más corta que la anterior “Ciudad de Cristal”, pero mantiene muchos de los elementos utilizados en esta. Nuevamente nos enfrentamos a una historia con tintes detectivescos que se encarga de ahondar en la psicología de los personajes. Las novelas de detectives tradicionales son muy diferentes, normalmente muestran al protagonista como un ser que se las sabe todas, entre otras características. Un ejemplo de esta “renovación” del género se puede encontrar en el “Psicoanalista”, de John Katzenbach, entre otras. Aunque Auster es más atrevido y profundiza más en la psique de sus personajes, hace un retrato visceral y existencial de la vida en la ciudad.
Antes de continuar, tengo que decir algo del contenido del texto. “Fantasmas” cuenta la historia de un detective llamado Azul, que un día es contratado por un señor llamado Blanco. Este lo contrata para que investigue a otro señor llamado Negro, sin darle muchos datos, solamente para que lo observe diariamente y semanalmente le envíe informes sobre el investigado. Azul acepta la oferta, a pesar de que no le gustan mucho los trabajos sedentarios, porque recibirá una buena paga semanalmente, sin saber que el trabajo durará años y de que descubrirá una gran verdad durante ese tiempo.
Lo más llamativo inicialmente son los nombres de los personajes, que en esta ocasión el autor utiliza nombres de colores. La dinámica en el transcurso de la lectura resulta muy interesante y le ayuda al escritor a utilizar ciertos elementos concurrentes en sus historias, como es la identidad de un personaje. Este se ve muy reflejado, cuando Azul se da cuenta desde el principio, que Blanco no es quien dice ser, ya que parece que va disfrazado o maquillado con un buen polvo blanco. En esta parte, Auster pone sobre la mesa nuevamente el juego de identidades.
Además, la historia transcurre nuevamente en la ciudad de Nueva York, y aunque no tenemos en esta oportunidad los recorridos claustrofóbicos por las calles de la ciudad, seguimos recorriendo paisajes de la ciudad, enfocándose la mayoría de la trama en una calle. Esa calle donde en un apartamento justo enfrente del otro, Azul observa todos los movimientos de Negro, que para su desesperación no son muchos, sino al contrario muy pocos.
En esa misma calle vivió en su momento Walt Whitman, según menciona en el texto, por lo que la referencia a Whitman es una de las comúnmente utilizadas: “referencias o pequeños homenajes significativos de Auster” en sus obras. Además del viejo Walt, otro de los mencionados es Henry David Thoreau, con su texto “Walden”, que precisamente es el texto que Negro pasa leyendo. Aunque para muchos parezca una referencia sin sentido en el contexto de la obra, en realidad tiene mucho sentido. Walden, es un ensayo de Thoreau, en donde más o menos describe su vida en el bosque. En ese libro más o menos trata de mostrar su idea de que el único espacio donde el hombre es verdaderamente libre, es cuando se encuentra en contacto con la naturaleza. Si tomamos este dato en contexto con la obra, se puede ver una especie de crítica o contraste entre la vida en el bosque en contacto con la naturaleza, y la vida de nuestros dos protagonistas, personajes citadinos. Además de Walden, hay otras referencias cinematográficas e históricas.
Como en “Ciudad de Cristal” los personajes son solitarios y tristes, Azul en su proceso de investigación, en donde casi no tiene que moverse, sino quedarse largo tiempo observando a Negro leer o escribir, descubre que tiene tanto tiempo libre que empieza a pensar en sí mismo, algo que trata de evitar normalmente con su trabajo y en su vida en general. Y ese es el inicio del caos, o del cambio. Termina viéndose a sí mismo en los ojos de Negro, viendo su desdicha, su dejadez, el absurdo. Luego Azul descubrirá que ha sido engañado por Blanco… y los Fantasmas salen a la luz, pero la verdad es que siempre han estado allí.
Auster mantiene su posición en cuanto a la concurrente falta o confusión en la identidad de los personajes, y su afinidad con el existencialismo. Es otro viaje interior, menos atrevido que el de Ciudad de Cristal. Aquí no juega mucho con la estructura, al contrario tiene más tendencia a la linealidad y más sencillez en sus pretensiones narrativas. ¿Más flojo que Ciudad de Cristal? En efecto, pienso que lo es. Pero su estilo y el juego con los nombre, atrapa al lector, aunque en el desenlace no me convence muchos. A pesar de que deja un final relativamente “abierto”, no me pareció muy contundente, solamente un poco tibio.
A continuación comparto un fragmento muy llamativo (en realidad varios me llamaron la atención). Se refiere a cuando Azul se encuentra viendo a Negro leer Walden, y cuando Negro se entera de qué trata el libro, y no le llama mucho la atención:
“Es bastante extraño, estar vivo sólo a medias en el mejor de los casos, ver el mundo sólo a través de las palabras, vivir sólo a través de la vida de los otros. Podría dejarse atrapar en la historia, por así decirlo, y poco a poco empezaría a olvidarse de sí mismo. Pero ese libro no le ofrece nada”
En síntesis, esta segunda parte es inferior a la primera, pero es más que aceptable. Y más fácil de leer que Ciudad de Cristal. Esperemos a ver cómo termina la trilogía con “La Habitación Cerrada”.
7/10
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