Publicada en 1890, este texto es una de las únicas 4 novelas que Conan Doyle escribió con el famosos Sherlock Holmes de protagonista. Y la segunda, luego de “Estudio en escarlata” (1887).
En esta ocasión Sherlock Holmes y el Dr. Watson se embarcan en otra aventura que tiene lugar en Londres, en donde la señorita Mary Morstan, años después de la misteriosa desaparición de su padre, oficial de infantería en Bombay, recibe anónimamente cada año una gran perla por correo, hasta que un día le llega una misiva con una cita a ciegas y decide acudir a Sherlock Holmes.
Obra muy bien estructurada y narrada, además es muy entretenida, en donde el gran personaje de Conan Doyle continúa asombrando a todos los lectores con sus particulares métodos y su excelente capacidad de deducción. A continuación un fragmento del libro en donde se puede observar esa capacidad de Holmes en “la ciencia del razonamiento deductivo”, el fragmento lo encontré hace tiempo en un libro sobre lógica y argumentación:
“Holmes ha sentenciado que el detectivismo no debería ser una ciencia espectacular sino exacta, fundada sobre la base de un inferir analítico desde los efectos hasta las causas, que adune la facultad de observar con la de deducir. Al Dr. Watson, entre provocado e intrigado, se le ocurre poner a prueba tanto la teoría, como la competencia del propio Holmes en dicha ciencia, y se saca del bolsillo un reloj que le acaban de enviar, limpio y reluciente, para que el detective le informe sobre el carácter y las costumbres de su último poseedor. Holmes tras examinarlo comenta:
-Salvo corrección por su parte yo diría que el reloj perteneció a su hermano mayor y que este lo heredó del padre de ustedes.
-Sin duda, lo ha deducido de las iniciales H.W. que tiene en la tapa posterior, ¿verdad?
-En efecto. La uve doble hace recordar el apellido de usted. La fecha del reloj es de cerca de cincuenta años atrás, y las iniciales son tan viejas como el reloj.
Así que fue fabricado para la generación anterior a la de ustedes. Lo corriente suele ser que las joyas pasen al hermano mayor; suele ocurrir además que lleven el nombre de los padres. Creo recordar que su padre falleció hace muchos años; de modo que el reloj ha estado en manos de su hermano mayor.
-Hasta aquí va usted muy bien –le dije-. ¿Algo más?
-Era este un hombre poco limpio, muy poco limpio y muy descuidado. Quedó con muy buenas perspectivas en la vida, pero malbarató sus posibilidades, vivió durante algún tiempo en la pobreza, con cortos intervalos de prosperidad, y por último se dio a la bebida.
(Ante la sorpresa y la indignación de Watson, que considera que Holmes había investigado algo de la vida de su hermano sin confesarlo o que, en otro caso, se ha limitado a imaginar y barruntar, Holmes niega tales conocimientos previos y pasa a exponer a Watson el procedimiento que ha seguido: nada de conjeturas o barruntos, sólo observación y deducción.)
-Empecé afirmando que su hermano era descuidado. Si se fija en la parte inferior de la tapa del reloj, observará que sólo tiene dos abolladuras; pero muestra, en cambio, cortes y señales por todas partes debido a la costumbre de guardar en el mismo bolsillo otros objetos duros, como llaves o monedas. Desde luego, no es una gran hazaña dar por supuesto que un hombre que da un trato tan magnífico a un reloj de cincuenta guineas tiene que ser un tipo descuidado. Y no es tampoco una deducción traída por los pelos la de que una persona que hereda una joya de semejante valor, ha quedado bastante provista en otros aspectos.
Asentí con la cabeza para dar a entender que seguía su razonamiento con atención.
-Entre los prestamistas de Inglaterra es muy corriente, cuando toman en prenda un reloj, grabar en el interior de la tapa con la punta de un alfiler el número de la papeleta (…). En el interior de esa tapa, mi lente ha descubierto no menos de cuatro de estos números. Deducción: su hermano se veía con frecuencia en apuros. Otra deducción secundaria: gozaba de brotes accidentales de prosperidad pues, de lo contrario, no habría podido desempeñar la prenda. Por último, le ruego que se fije en la chapa interior, la de la llave de la cuerda. Observe los millares de rasguños que hay alrededor del agujero, es decir, las señales de los resbalones de la llave de la cuerda. ¿Puede la llave de un hombre que no esté bebiendo hacer todos esos cortes? Jamás encontrará usted un reloj de un borracho que no los tenga. Suele dar cuerda por la noche y deja esos rastros de su mano insegura. ¿Ve usted algún misterio en todo esto?
(El Signo de los Cuatro)
Obra muy recomendada. Pueden leerla en el siguiente enlace:
El Signo de los Cuatro (Lectura)
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