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domingo, 28 de agosto de 2011

La Casa de las Bellas Durmientes (Yasunari Kawabata)


La maravillosa obra de Yasunari Kawabata: La Casa de las Bellas Durmientes. Pienso que es uno de los mejores libros que he leído, ya que tiene tantas cosas: es mágico, erótico, trágico, y nuevamente se comprueba que la brevedad puede contener y formar obras perfectas.

Sinopsis:

El viejo Eguchi acude a una casa secreta, a las afueras de Tokio, donde los ancianos yacen cada noche con jóvenes y hermosas vírgenes narcotizadas para la ocasión. Las reglas de la casa son inflexibles: no practicar el sexo con las adolescentes, no intentar despertarlas de su sueño y no dormir con la misma mujer dos veces. A cambio, a los clientes les está permitido soñar y recordar...

Es curioso que el libro en casi toda su extensión sea narrado en tercera persona y escasos diálogos. Con excepción de las cortas conversaciones con la señora de la casa, que me parecen geniales, como el siguiente fragmento:


-Además, es muy bonita. Sé que usted no hará nada malo, por lo que no sería justo que no fuese bonita.

-¿No es la misma?

-No. ¿Acaso no le parece mejor tener esta noche una diferente?

-No soy promiscuo hasta este punto.

-¿Promiscuo? Pero, ¿qué tiene que ver esto con la promiscuidad?

El familiar modo de hablar de la mujer parecía ocultar una débil sonrisa burlona.

-Ninguno de mis huéspedes hace cosas promiscuas. Todos tienen la amabilidad de ser caballeros dignos de confianza.

La mujer no le miró mientras hablaba sin abrir casi los labios. La nota de burla irritó a Eguchi, pero no se le ocurrió nada que decir. ¿Qué era ella, al fin y al cabo, sino una alcahueta fría y avezada?

-Usted podrá considerarlo promiscuo, pero la muchacha está dormida y ni siquiera sabe con quién ha dormido. Tanto la del otro día como la de esta noche no sabrán nada de usted, y hablar de

promiscuidad es un poco…

-Comprendo. No es una relación humana.

-¿Qué quiere decir?

Sería extraño explicar, ahora que había venido a la casa, que para un anciano que ya no era un hombre, estar en compañía de una muchacha que dormía en un sueño provocado «no era una relación humana».

-¿Y qué hay de malo en ser promiscuo? -con la voz extrañamente joven, la mujer rió como para consolar a un anciano-. Si le gusta tanto la otra chica, puedo reservársela para la próxima vez que venga; pero después admitirá que ésta es mejor.

-¿Ah, sí? ¿A qué se refiere al decir que tiene más experiencia? A fin de cuentas, está profundamente dormida.

-Sí.

La mujer se levantó, abrió la puerta de la habitación contigua, miró hacia dentro y puso la llave frente a Eguchi.

-Espero que duerma bien.

Eguchi vertió agua caliente en la tetera y tomó una pausada taza de té. Por lo menos su intención fue ser pausado, pero su mano temblaba.

Y esta otra genial frase:

El hecho de que la hechicera «experimentada» de esta noche fuera todavía virgen no era tanto la señal del respeto de los ancianos hacia sus promesas como la triste señal de su decadencia. La pureza de la muchacha era como la fealdad de los ancianos.


El anterior fue uno de los escasos diálogos del texto, sin embargo las descripciones, además de ser las que más abundan en el texto, son al mismo tiempo las que embellecen la obra. Es increíble el significado que se le da en esta obra a la vejez, y el maravilloso significado de las “bellas durmientes”, jóvenes vírgenes que después de pasar la noche con un acompañante siguen siendo vírgenes, y que durante la noche duermen narcotizadas mientras un anciano las observa, toca y revive sus años de juventud, para olvidar la terribles consecuencias del paso de los años.

Además, es interesante el manejo absoluto en la descripción de la conjugación de los sentidos, desde el tacto, el olfato (el olor del cuerpo de la mujer, le trae recuerdos de tristeza, un vacío en su corazón), y la vista. Los dos primeros sentidos se imponen al de la vista, ya que estos son los que conducen y traen a la mente del viejo los recuerdos dormidos en su baúl de recuerdos.

Y este otro elemento: “El anciano creyó sentir música en el cuerpo de la muchacha”.

También se observa que como el texto en narrado en tercera persona, hay algunos fragmentos en los que podríamos decir que el autor infiere sobre algunas situaciones y acciones, y deja un espacio para que nosotros podamos sacar nuestras conclusiones.

Otra de las geniales descripciones:

“Si se decidía a violar la regla de la casa, habría un olor desagradablemente intenso y carnal. Pero el hecho de que lo calificara de desagradable ¿no sería un signo de que Eguchi ya era senil? ¿Acaso esta especie de olor fuerte y penetrante no constituía la base de la vida humana? Daba la

impresión de ser una muchacha con facilidad para quedarse embarazada. Aunque la hubiesen dormido, sus procesos fisiológicos seguían funcionando, y se despertaría en el curso del día siguiente. Si quedaba embarazada, sería sin que tuviera la menor conciencia de ello.

¿Y si Eguchi, a sus sesenta y siete años, dejase tras él a un niño semejante? Era el cuerpo de mujer que invitaba al hombre a los círculos inferiores del infierno”.

En síntesis, un libro exquisito.


Comparto a continuación algunos textos interesantes sobre la obra:

1) El sueño eterno en La Casa de las Bellas Durmientes, de Orlando Betancor (Universidad de la Laguna)

Fragmento:

“En cinco encuentros, separados entre sí por intervalos de tiempo variables, en una misma habitación, en un mismo lecho, pero con seis mujeres diferentes, Eguchi nos muestra su visión sobre la muerte, el amor, la sexualidad, el deseo y su ideal de belleza”

“En la anatomía de cada doncella encuentra las imágenes de otras mujeres a la que un día amó, que ahora duermen en el olvido y vuelven a su memoria. Los recuerdos reviven en su mente a través de un olor como la esencia de unas flores, el aroma de la leche materna y la voluptuosa fragancia de una piel que le retrotrae inmediatamente al pasado. Un gesto se convierte en el detonante de un recuerdo nítido de una pasión de antaño. Los cuerpos bellos y firmes de las jóvenes narcotizadas despiertan en Eguchi una multitud de sensaciones, unas veces tiernas y otras claramente perversas. Se deleita contemplando los movimientos de las doncellas en el sueño, la posición de sus brazos, el color de sus labios, las delicadas formas de sus dedos, la curvatura de una cadera y el brillo de sus cabellos. Estas imágenes encienden sus recuerdos de nostalgia y liberan sus ocultas fantasías”.
“La iconografía de la contemplación de la belleza dormida bebe en las fuentes de la mitología clásica donde destacan varios ejemplos como el de Eros y Psique y la figura de Endimión, amado por Selene, diosa de la Luna, que están llenos de simbolismo sexual. Igualmente, la imagen de una doncella que duerme junto a un anciano es un tema tratado desde la antigüedad. Así, sobresale la figura de un antiguo rey de Israel que en la senectud permite a una joven virgen calentar su lecho para poder descansar plácidamente”.

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2) Niponofilia V – La Casa de las Bellas Durmientes, de Bic Cristal

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3) La Polisemia del cuerpo en La Casa de las Bellas Durmientes, Ángeles Ortiz Gómez (Universidad Complutense de Madrid)

Fragmento:

a) El cuerpo: mundo sensorial.

b) El cuerpo: recipiente alquímico de la memoria.

c) El cuerpo: experiencia directa de conocimiento ontológico

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4) La Casa de las Bellas Durmientes, de Alberto Fournier

Fragmento:

¿Qué era lo máximo que se podría conseguir en la casa? Esa es la pregunta que parece flotar en el ambiente claustrofóbico, denso de la casa.

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Una pequeña relación de la maravillosa película de Pedro Almodóvar: Hable con ella, de Hugo Dvoskin

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6) La noción de los precursores en los discursos narrativos a partir de las obras “japonesas” de Mario Bellatin.

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9) Velando su sueño, trémulo (Mario Vargas Llosa, en su libro La Verdad de las Mentiras)

Fragmento de la crítica de Vargas Llosa:

¿Goza Eguchi junto a las muchachas dormidas? Difícilmente podría hablarse en su caso de felicidad, en el sentido de contentamiento con el mundo, consigo mismo y con los demás. Por el contrario, las bellas durmientes con las que Eguchi puede soñar pero no hablar, que nunca lo han visto y que jamás sabrán que pasó la noche con ellas, le dan una conciencia terrible de su soledad así como la juventud y la fresca belleza de sus caras y cuerpos le hacen ver la irremisible decadencia, tristeza y fealdad de la vejez. Sin embargo, La casa de las bellas durmientes no es una obra de estirpe puritana, uno de esos «exiemplos» medievales llenos de feroces acoplamientos para mostrar el horror del pecado. Nada de eso: es un relato en el que el erotismo —es decir, el amor físico enriquecido por la fantasía y el arte de la ceremonia— desempeña un papel capital. La delicadeza de las descripciones del cuerpo femenino y de los turbulentos deseos o las tiernas sensaciones que él despierta configuran a menudo una atmósfera de una sensualidad subyugante en la que todos los objetos del rededor —la colcha eléctrica, el cuadro de paisaje otoñal, las cortinas de terciopelo carmesí y hasta el lejano romper de las olas— se impregnan de carnalidad y de deseo.
Pero, en esta historia, «la chair est triste, helas!», como, en el poema de Mallarmé. Porque quien la protagoniza es un hombre al que la decadencia física da una acerada conciencia de muerte y porque esta casa del sexo es también un lugar lleno de enigmas y rituales, donde, sin quererlo ni saberlo, las bellas muchachas y sus ancianos clientes parecen animar un complicado libreto que alguien, desde las sombras, prepararía para ellos y, presumiblemente, observaría representar.

El personaje más misterioso de esta novela misteriosa no son las muchachas complacientes ni los ancianos que las alquilan, sino la mujer de la posada. ¿Es la dueña o sólo administra el lugar? Ella habla del «hombre que posee la casa», pero a éste nunca lo vemos; ella, en cambio, está siempre allí y toma todas las decisiones. Sombra furtiva, mujer sin nombre, de unos cuarenta y cinco años de edad, cuya voz suena como «un murmullo glacial», la circunda un aura inquietante. En todas sus apariciones comunica una impresión de dominio y de sabiduría que trasciende los límites de una mera celestina. Ni siquiera la muerte de la muchacha morena la inmuta o descuadra su impecable cortesía; su única aprensión, en ese momento dramático, es que Eguchi, actuando de manera atolondrada, «llame la atención». Se diría que no es el escándalo lo que teme, sino la inobservancia de las formas, esas formas rigurosas, secretas —las podríamos llamar también artísticas— que organizan la vida y la muerte en este espacio reservado, con sus leyes y ritos propios, distintos de los del mundo exterior, que es la posada de las durmientes. La sensación del lector es que esta mujer mueve los hilos invisibles de ese pequeño mundo ceremonial, que ella es como su sacerdotisa suprema y los demás personajes los dóciles oficiantes de un rito que ella ha concebido y que sólo ella conoce a cabalidad”.


10) Video “The House of the sleeping beauties”

Esta es un video basado en el libro de Kawabata. Ver imágenes


En el Festival de Cannes de este año (2011), se estrenó la película "Sleeping Beauty", basada en este maravilloso libro. Trailer


Saludos.

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